XXIII-Consecuencias.

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Pachikov se había formado como un excepcional soldado, más no era el que mejor manejaba la política. De hecho, desde la partida del Rey, no había nadie que pudiera mantener el control del reino. No hasta que Runien El Sabio se pronunció entre todas las voces.

Claro, el anciano tenía una información privilegiada que nadie más, pues Gunnar de alguna manera lo había convencido de trabajar para él, y para aquellos monstruos a los que Angus retuvo de asesinarlos. Él había corrido la voz sobre su fuga del castillo a la Académico-Mágico-Militar, así como fue uno de los informantes principales de la insurgencia, haciendo que todos los controles rutinarios del ejército en busca de artículos ilegales sean siempre lo mismo, un sin parar de revolver polvo y basura, para encontrar nada.

El anciano también había mandado un continente de tropas al norte, donde el sobrino de Angus Fletcher huyó llevándose consigo a la princesa. Luego de eso, llegó el golpe final de los insurgentes, una serie de leyes dictadas por Runien, donde magistralmente proclamaba una reelección del Consejo, la cual fue aprobada a punta de amenazas de muerte. Seguido a eso, el nuevo consejo comenzó a decantar nuevas leyes que rompían por completo el antiguo balance de los nobles. Habían establecido a Gunnar como Rey provisional, debido a la ausencia de ambos herederos a la corona, Raymond e Iris Blem.

Claro, él conocía toda esta información gracias a que al menos uno de los custodios de su jaula aún respetaba su antiguo puesto. Era un niño apenas, y charlatán como ninguno. Habló de haber sido reacomodado desde la muralla a los calabozos, y se notaba en él ya que era completamente diferente a como un guardia carcelero debía de ser.

Con toda la información que el chico le traía, Pachikov bullía de rabia. Encarcelado en una celda, y la persona a la que debía de proteger siendo cazada por escuadrones de soldados, los cuales deberían estar bajo su mando. Una vocecilla en su cabeza se burlaba de él, diciéndole que era una clara decepción, diciéndole que no podía ocurrir le esto siendo descendiente de los más grandes protectores de la realeza. Un niño había hecho mejor trabajo que él, incluso a pesar de que él intentó evitarlo.

Llevaba tres días encarcelado, alimentándose sin dejar ni un grumo del pastoso y cortado plato de comida que le traían. Tenía que mantenerse fuerte. Aún no lograba convencer a Gad de que lo dejara escapar, pero esperaba hacerlo pronto.

Mientras, no dejaba de ejercitar su cuerpo para evitar perder sus facultades. Estar quieto e inactivo era una tortura para él.

"Quieto e inactivo... ¿Cómo estará Angus?". Pensó con tristeza. Antes de que todos sean encarcelados, Ondorf volvió con el cuerpo de Angus Fletcher en su espalda. Rogaban por los mejores Sanadores que la capital pueda tener, ya que a pesar de estar tan herido, aún respiraba, su corazón aún latía. Pero no podía moverse, hablar, ver, ni mucho menos realizar cualquier actividad que requiera dyn.

Cuándo Runien vió el estado del Mago Más Fuerte, reveló sus garras, y los aún fieles al reinado antiguo anterior fueron reducidos. Claro, más fueron los que eligieron "cambiar de bando". Por Gad también se había enterado que Angus se encontraba bajo máxima vigilancia, con más de diez soldados del mismo rango que él (antiguamente desertores del ejército) rotando continuamente.

Para su suerte, Alphon había conseguido escapar, al no encontrarse en el mismo lugar que ellos, por estar rastreando a la princesa. Al menos era lo que sabía, quizás también estaba siendo buscado.

Un suspiro largo lo sacó de sus pensamientos, y reconoció con facilidad los pasos de Gad. El muchacho siempre bajaba desganado, arrastrando los pies con un nulo porcentaje de etiqueta militar.

—Ésto es un caos total señor Pachikov no lo puedo creer —comenzó a hablar antes de que pudieran verse—. Él ejército en Trenan, ¡en él que usted estaba señor! Se encuentra en problemas al parecer. Hay como cosas raras dicen las noticias, ah y hablando de noticias quieren ejecutarlo señor, por dejar allá tirado al Príncipe Raymond.

Pachikov sacudió la cabeza, ¿Cómo es capaz de hablar tanto sin respirar?. No le sorprendió la noticia de su ejecución, Runien estaba haciendo todo lo posible por deshacerse de los contratiempos. "Zorro viejo y astuto".

—¿Qué pasa con el ejército?

—Ah si, que están en problemas. El armamento de Petran es raro hasta para los ingenieros enanos que contrató el reino ¿sabe? Catapultan proyectiles negros gigantes que si no hieren directamente, enferman a nuestros soldados, nos hacen perder terreno, en síntesis estamos perdiendo señor. Antes decían que no parecían querer avanzar, ahora dicen que no dan tregua, una cosa de locos... señor.

"Lo peor es que no vemos muy frágiles para todos señor, muy pocos son los que están de nuestro lado luego del golpe de estado y la muerte del rey, sólo los elfos de stella, de hecho. Y los elfos de arbores son neutrales de momento, pero yo no creo que dure mucho eso la verdad. Ah ya hablé demasiado nuevamente señor, espero me disculpe.

—Nunca te callas chico —respondió.

—¿Cree que Angus esté bien? —preguntó el muchacho, esta vez más pensativo.

—Tu sabes más de su situación que yo.

—Sí, por ende le digo que es imposible si quiera verlo, y mucho más imposible rescatarlo.

—¿Por qué crees que iría a hacerlo? —preguntó. El chico se veía más serio que nunca.

—Hay una invocación siguiéndome. No se que tan lejos esté el invocador, pero lo veo regularmente recolectando información.

Pachikov se levantó, las cadenas tintinearon chocándose entre sí. "¿Cómo es posible que se percatara de Alphon? Si este chico corre la voz, será imposible escapar".

—Cuando tu subordinado venga a rescatarte, deberá hacerme un buen moretón para que no sospechen que lo ayudé. Ya sabe en que parte del castillo está, si consiguen escapar durante la media noche, eviten adentrarse al bosque, hay una cuadrilla entera de soldados siempre, y darán la alarma muy rápido.

"Intenten escabullirse por la muralla que antes dividía las zonas, y de allí podrán salir más fácil de la ciudad.

—¿Pero qué estás...?

—Angus fue un maestro excepcional, siempre lo fue. Sin importarle que uno sea de Sios o Lios, que sean nobles o pobres. La familia real pagó por mis trabajos haciendo que mi familia viva de manera honorable. Le debo todo al Mago Más Fuerte y al Rey. No estoy a favor de estos insurgentes, ni de los monstruos que los ayudaron —explicó Gad—. Arrasaron con todo, asesinaron a soldados con los que viví casi una vida, mis amigos y compañeros. Sólo Angus puede restaurar el poder de este reino, así que déjeme hacerle una pregunta señor, ¿Volverán para ayudar al señor Angus?

Pachivok escuchó con cuidado sus palabras. La seguridad y la rabia contenida que se cargaba en cada una de ellas. Era un buen chico, un soldado leal a quienes le dieron todo. O al menos eso creía él. Desde su perspectiva, parecía improbable que el chico mintiera. Aún así no se apresuró en responder la pregunta.

—Mi prioridad es poner a Iris Blem, la heredera de la corona, a salvo.

—¿Y luego qué? —preguntó más exasperado que antes—. Cuando se corrra la voz del estado del señor Fletcher, quien sabe cuanto tarden en atacarnos.

—No sé qué tan posible sea ayudarlo, Gad. El veneno en su cuerpo es desconocido para mí, no se que efectos tenga, ni como curarlo, ni si es posible si quiera hacerlo. Lo único que se me ocurre es...

—Sí.

—Es una locura chico, son neutrales, pero sólo por ser más cautelosos que los demás. Si lo llevamos a Costadía, y esos arbóreos ven su estado no dudarán en unirse a Petram —dijo Pachikov al entenderlo.

—Son los únicos que tienen arraigadas las enseñanzas de Quetlalí, Diosa de la naturaleza. Si hay alguien que puede tratar el veneno, debe estar ahí —respondió Gad inflando el pecho.

—Bah, no prometo nada Gad. Hasta donde sé intentar salvarlo podría ser un suicidio.

—Cuando vuelvan, tendré recopilada toda la información de los soldados y magos que lo custodian, así como sus horarios de guardia, quizás puedo averiguar el nombre de sus familias.

—Hasta donde será podría ser una trampa para capturar a los que aún somos fieles al linaje Blem.

Gad se mostró ampliamente decepcionado de sus palabras. Como si acusarlo de traidor le atravesara el corazón con una flecha ardiendo.

—Es decisión tuya, sin que yo lo permita es imposible que escapes, y tu ejecución está pactada pronto.

Pachikov se quedó observándolo un rato y luego asintió. No podía concebir un solo plan dentro de su cabeza que lograse lo que Gad pedía. Aún así, él también creía fervientemente que Angus Fletcher era la única salvación que tenían. Hasta donde el sabía, podrían ser invadidos, esclavizados, asesinados y mil cosas más. Petram era una barbarie hecha ejército, casi no parecían humanos, y dejar su reino en potestad de ellos era impensable.

—Está bien, volveré a tiempo para llevármelo a Costadía —respondió determinado—. Ah por cierto, no intentes comunicarte con la invocación de Alphon, podría intentar asesinarte por descubrirlo.

—Le facilitaré un poco el camino, pero deben partir pronto —dijo Gad volteándose, fingiendo ser un guardia cualquiera.

—Alphon es impaciente, estará aquí pronto —avisó Pachikov.

—Por el bien del reino, espero que así sea.





















La frente de Lainarí se raspaba con el el debido a la presión de una suela en su nuca. Si miraba a un costado, podía ver que Rianjk presionaba los dientes para soportar, no el dolor, eso no era nada para ellos, pero si la rabia. Una rabia que no podía desatar, que de hecho no debía permitirse ni sentir, ya que Gerav podría fácilmente sentir su intención asesina, y acabarlos con un simple pestañeo. Ella en cambio no debía esforzarse por ocultar su rabia al ser tratada así, en vez de ser ejecutada por su inutilidad, para ella era inclusive un privilegio. Eso sí, nada podía evitar el miedo que recorría sus cuerpo, desde la punta de los dedos hasta la última hebra de su cabello negro.

Gerav presionaba el talón y las puntas de su bota mientras se bamboleaba, ellos con las rodillas hincadas, sentían la presión distribuirse de su frente hasta el mentón, destruyendo ocasionalmente los cartílagos de sus narices humanas. Gerav se tambaleaba y recuperaba el equilibrio mientras no dejaba de hablar, casi para sus adentros.

—Déjenme recalcar la historia una vez más, por que aún suena demasiado irreal para mí —Suspiró, y Lainarí pudo jurar que Gerav que tenía una sonrisa irónica en el rostro—. No estaba Torik, ni Vandpe, ni ningún otro portador de los Scripta's. Sólo estaba el hermano débil de los Fletcher, y no sólo no pudieron vencerlo entre los tres. ¿¡Si no que uno de ustedes murió, y otro es un jodido discapacitado ahora!?

—Yo... no soy un discapacitado señor. Aún estoy dispuesto a servirle —habló Rianjk, casi rechinando los dientes.

—Silencio —ordenó y su voz gutural llenó el despacho, rebotando en las paredes de piedra.

—Angus no era el mismo señor. Se volvió un enemigo formidable, y su manejo de Umbra se volvió excepcional —comunicó Lainarí.

Gerav se bajó lentamente de sus cabezas, dejándoles sentir cada roce de su pie en los afilados sentidos. Ella no pudo alzar la cabeza para mirarlo a los ojos una vez lo tuvo en frente. Siguió besando el frío y rasposo piso de piedra.

—Sus excusas son vagas. Huyeron de un hombre casi muerto, y no sólo eso... Admitieron ver que el hijo de Torik utilizó Parpadeo de Thedras... ¡Y LO DEJARON HUIR!

"¡DEJARON HUIR AL NUEVO PORTADOR DEL PODER QUE ME HIZO ESTO!

La mera onda expansiva del pisotón que dió, los expulsó cual muñecos de trapo. Ninguno de ellos pronunció ni media palabra ante el impacto, aunque ambos sufrieron heridas internas al impactar contra la pared. Ninguno  de ellos desplegó ni media partícula de dyn para protegerse, ni dejó fluir la Sangre del Guerrero para curarse. Ningún paso en falso podía darse, la mínima amenaza significaría la muerte instantánea.

Lo que si hizo Lainarí, para luego arrepentirse por completo, fue alzar la vista, para comprobar que su cuello no estaba partido del todo, y así solicitar permiso de curárselo. Al alzar la vista, vio la razón del enojo del líder.

Gerav no tenía la mitad del brazo derecho, en su lugar, tenía una prótesis hecha con la tecnología más avanzada que podían generar. El metal plateado estaba grabado en infinidad de runas, en una sopa de letras inentendible, cuyo funcionamiento aún era deficiente. Sumado a eso, la mitad del rostro estaba completamente deforme, como si hubieran grapado dos secciones de la mejilla que se había separado, con los labios asimétricos y la mandíbula torcida. A pesar del aspecto derruido, Gerav usaba un corte de cabello rapado a los costados, y perfectamente peinado hacia un lado por arriba. La ausencia de barba sumado a sus ojos tenaces y la piel blanquecina lo hacían ver jovial, y todo lo demás lo hacía ver terrorífico. La típica costumbre de morderse el labio asimétrico por el nerviosismo, hacía que la boca de Gerav chorree en una mezcla de sangre negra y roja.

Para Lainarí era imposible no estremecerse ante la visión se su líder. Y no sólo por la visión de él, si no por recordar a su vez, quien era el hombre que lo dejó así.

—Ese hombre ya ha muerto, señor —aportó Rianjk— Y yo mismo me encargaré de que este niño siga el mismo camino, así como nos encargamos de que Angus Fletcher deje de ser una molestia para nuestros planes.

Gerav suspiró en una forma de recomponer su compostura.

—Confiaré en ustedes dos una vez más. Y tengan en cuenta que será la última —sentenció.

Ambos asintieron. Sabían que sería así.

—Permítanos entonces, señor Gerav, mostrarle los avances de los experimentos con la sangre del guerrero.

—Llévenme.

Lainarí asintió con fuerza, y se dispuso a guiar a Gerav a las instalaciones más profundas de la Mazmorra. Gracias a Thedras, quien había tomado sus manos para guiarlos en la oscuridad, el equipo de Lainarí había conseguido encontrar las mazmorras perdidas. Luego de años de búsqueda y fracaso, las habían sobrepasado y ahora se instalaban en ellas. Sus grandes laboratorios no daban descanso a nadie, ni a los experimentadores, ni a los experimentos.

La sala excavada aún era rústica, hasta una entrada de metal brillante, el cual se abría sólo mediante llaves rúnicas. El hechizo que cargaba la puerta era tecnología de punta en todo el continente, si quiera permitía que el dyn sobrepase más allá.

Cuando Lainarí abrió la puerta, parecía como si se hubiesen teletransportado a un lugar completamente diferente. La Mazmorra se convirtió en una intersección de pasillos y cúpulas, así como recipientes de vidrio llenos de líquidos grisáceos y viscosos.

—Estos son los corruptos —dijo señalando a un apartado de bestias. Estaban enjauladas y presas por grilletes en un largo pasillo—. Insertar la sangre del guerrero refinada en sus núcleos, provoca en su mayoría reacciones violentas. Algunos se pudren por dentro, otros pierden extremidades por gangrena, y mil cosas más.

Lainarí hablaba mientras unos cuantos limpiadores se deshacian de los restos de las celdas.

—Fracasos. ¿Me presumes fracasos con tal entusiasmo? —se enfadó Gerav.

—Eran fracasos —irrumpió Rianjk—. Hasta que tuve la idea de experimentar con bestias preñadas. El cuerpo de las madres filtró la sangre del guerrero, destruyendo así su cuerpo, pero brindando a sus crías la posibilidad de sobrevivir.

"La sangre del guerrero selecciona a la cría más fuerte, los demás perecen igual que la madre. Todos los laboratorios están produciéndolos en masa actualmente, y liberándolas para que causen estragos en la fauna y flora del continente.

—Dirigir a los incultos de Petram y convencerlos de que es necesaria la guerra me mantuvo alejado de los laboratorios, pero veo que están avanzando bien —elogió Gerav—. ¿Y los experimentos en humanos?

Abandonaron los pasillos de las bestias, para pasar a otra zona del laboratorio.

—Intentamos replicar el éxito de las bestias utilizando humanas embarazadas, pero no tuvo los mismos resultados —comenzó a explicar Lainarí—. Los recién nacidos humanos son débiles en comparación a las bestias, por lo que no consiguen sobrevivir.

"Entonces fuimos probando con niños de diferentes edades. Algunos sobrevivían y otros no, por lo que comenzamos a buscar diferentes variables, y consideramos que los aptos son jóvenes de trece a dieciséis años, con capacidades altas como mago.

—¿Su cuerpo acepta la sangre del guerrero refinada? —preguntó Gerav sorprendido.

—Por más que el proceso de refinación sea casi excelente a estas alturas, aún es improbable que los niños humanos lo toleren, pero la sangre de las bestias criadas que sobrevivieron resultaron ser un filtro importante —expuso Rianjk sonriente.

—Tenemos sujetos humanos prometedores, y los experimentos de reaparición también están funcionando. A éste paso, tendremos todo listo muy pronto. Tenemos bestias corruptas, y humanos portadores listos para utilizarse en combate. Eso sí, los portadores no sobreviven a muchas reapariciones —informó Lainarí.

—Excepto por uno —agregó Rianjk con una sonrisa psicópata.

Llegaron a la celda principal en el pasillo de experimentos humanos. Allí, encadenado, había un chico pelirrojo, cuya piel se agrietaba en partes, y presentaba a la vez manchas verduzcas y púrpuras que supuraban sangre negra.

Lainarí observó con satisfacción al exitoso experimento que se había presentado a ellos por obra y gracia de Thedras. Riank golpeó la celda varias veces mientas se carcajeaba. Daba cabezazos al metal de los barrotes mientras se quedaba incluso sin aire de reír. Ella también sentía cierto impulso de reírse al recordar que no tuvieron si quiera que buscar al que ahora es su experimento más exitoso. 

El pelirrojo los había seguido acompañado de unos amigos, luego de ver el combate que tuvieron en la ciudad. Fue el único ser lo suficientemente loco como para seguir a quienes habían destruído su hogar.

Se había presentado, diciendo que buscaba ser poderoso como ellos, un monstruo como ellos. "Humanos estúpidos. ¿En serio el rencor contra alguien es más importante que su humanidad?" Pensó Lainarí.

—¿¡Querías ser fuerte niño!? ¡Ahí tienes el poder, Parzo Coruto!

—Deja de mirarme con esos ojitos, Rianjk —se burló Parzo alzando la cabeza. Su rostro pálido estaba repleto de venas negras.

—¡Mocoso putrefacto! —gritó Rianjk enfadado.

—El cieguito y la puta trajeron un amigo —se dio cuenta Parzo—. Oh por Urahvé eres horrible —dijo una vez vio a Gerav.

Lainarí se tensó, Rianjk se paralizó. Que haya mencionado a Urahvé pasó a ser secundario incluso para ellos.

—¿Dijeron que la reaparición estaba funcionando con él no?

Gerav miró a sus súbditos, los cuales simplemente asintieron. Lainarí se preparó para lo que seguía.

—¿Quieres verlo carita aplastada? ¡Entra y peleemos un poco!

Gerav sonrió y luego posó su vista en Parzo. Se deleitó con la vista de un rostro que sabía que podía desfigurar con simplemente dejar suelta su aura.

—¡No te preocupes, no te voy a pegar en la cara para no deformarla más! —gritó Parzo, sus cuerdas vocales parecieron engrosarse de golpe, dejando salir una voz gutural.

Gerav parecía haber decidido que tuvo suficiente charla, por lo que dejó de contener su intención mágica, y el rostro de Parzo pasó de burlón a aterrorizado. Lainarí vio como su jefe camino hacia los barrotes, los cuales se deshicieron antes de que él entrase en contacto con ellos. Todos en la sala sintieron como el aire se hacía más pesado.

Lainarí decidió que no estaba de humor para observar, así que simplemente volteó, y dejó que Gerav se divierta. El primer grito llegó luego de que se oyera un hueso aplastado (un sonido relativamente fácil de identificar una vez que tienes los sentidos mejorados y lo oyes seguido).

—¿No vienes, Rianjk?

Escuchó a pesar de los gritos de Parzo el característico sonido que hace la carne al desprenderse del hueso.

—Quiero ver esto, así que no —respondió él sonriendo en su dirección.

Lainarí solo pudo sentir asco mientras pensaba "¿Cómo que ver, idiota?".

Avanzó por los terrenos del laboratorio, recibiendo el respeto de los seres inferiores conocido como humanos que trabajaban para ellos. Algunos niños encarcelados pedían auxilio, comida, agua, entre otras estupideces. Los ignoró y siguió avanzando hasta llegar a la atracción principal del laboratorio.

Sobre un atril dorado, se posaba un trozo de pergamino seco y polvoriento. Unido por hilos metálicos la maquinaria que mantenía con vida a una pequeña masa amorfa de carne, la cual latía y se contraía ocasionalmente.

Lainarí se permitió sonreír con satisfacción. Estaban más cerca de lo que alguna vez habían soñado.

Escuchó pasos detrás de ella. Eran los característicos pasos imponentes de Gerav, y los nuevos pasos indecisos que le provocaba la ceguera a Rianjk.

—Ese chico Parzo, me cae bien —expuso Gerav mientras se limpiaba la sangre del rostro—. Debiste oírlo, Lainarí...."Hazme lo que quieras, pero déjame ir por el, déjame asesinar a Aiden Fletcher".

—Es un joven apasionado —aceptó ella.

—Que vaya tras él. Aprovechemos que Angus cayó, y avivemos el conflicto entre reinos.

—¿Es prudente dejarle al experimento hacer este trabajo?

—Díganmelo ustedes. ¿A caso no confian en el trabajo que me presentaron?

—Confiamos plenamente señor.

—Anteriormente me alteré en vano. El niño no podrá controlar el scripta en tan poco tiempo, y mucho menos la sangre del guerrero que corre por su cuerpo. Es cuestión de tiempo que caiga. Igual que todo éste continente.

—Entendido señor. Entonces nos pondremos en contacto con el Rey de Artis, para avisarle que Petram planea invadir —informó Lainarí—. Luego de eso podemos persuadir a los Enanos de Lingum que los elfos de Saggita van a intervenir, y provocar conflictos entre ellos.

—Hagámoslo. Sean eficientes, lacayos míos, y serán recompensados. Yo prepararé a Coruto para que busque a Fletcher, podeis marcharos.

Lainarí asintió, al igual que Rianjk, y ambos se marcharon del laboratorio. Era momento que los reinos vuelvan a moverse al son de sus maquinaciones.




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