Capítulo 27: Cansado de pensar.

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Ethan.

Lavaba mis dientes con pesar. Mis ojos aún querían seguir durmiendo y mi cuerpo lo que menos deseaba era ir al trabajo y vender a las ancianas que no sabían distinguir ofertas de precios comunes. Abrí más la boca, tratando de llegar lo más lejos posible con el cepillo.

Me miré una vez más en el espejo, cuestionando mi imagen adormilada y lo exhausto que lucía para estar en alguna parte de mis 20. Los párpados siempre estaban caídos, e incluso asustaba.

Los tintineos de mi celular me obligaron a apartar la mirada. Eran correos de remitentes desconocidos. Entre cerré los ojos a causa del brillo y toqué unos botones para leer la causa.

¡Felicidades! Tú historia ha sido seleccionada como representante en el Concurso de Jóvenes Autores 2017. Como debes saber, el premio consiste en ser presentado y publicado con otros autores en una Antología con el trabajo enviado posteriormente e incluido a futuro en campañas publicitarias. Por medio de esta nota, requerimos su autorización para publicar tu trabajo. Sí tienes alguna objeción, sugerencia, o preguntas legales y/o dudas sobre regalías, por favor comuníquese con el asesor en el número más tarde enviado. Y una vez más, ¡gracias por haber participado con gran bella historia!

Y había un correo más de la editorial Welt, para ser más preciso, del señor Skec Milton prometiéndome la luna.

Ese día salí de la bodega que usaba como departamento y corrí emocionado al trabajo. Mi sonrisa se formaba cada vez que un cliente me hablaba, era una sonrisa inevitable. Pasaba las cosas y la comisura de mis labios crecía desesperadamente. Mis ojos llegaron a girar creyendo que todo lo que sucedía era un sueño. Después de tanto en la universidad y recibir llamadas horribles de mi familia, las cosas parecían tomar el rumbo que tanto yo deseaba.

Caminé, al finalizar el trabajo, dando saltitos a la cafetería para ver a mi mejor amigo y decirle algo que lo alegraría en sobre manera: porque el logro de uno se transforma en el logro del otro.

Por alguna razón desperté en mi cama. Eso era extraño, pues últimamente por los sueños había comenzado a dormirme en todas partes. Hace unos días caminaba con el amargado Demian que rogaba tensáramos más sus memorias, caí dormido en medio de la calle.

Removí las sábanas y estiré mi torso para ver el despertador a un lado. Eran las 6:04 am. La penumbra de la madrugada cubría los alrededores.

Suspiré, feliz de que el supuesto sueño me haya recordando las oportunidades que nunca pude gozar. Casualmente, cuando todas las cosas van "bien" algo debe ir mal. Aunque yo no esperaba despertar muerto, para ser sincero.

Volteé la cabeza para apartar mi cabello, mirándolo sentado. Su cabeza colgaba, roncaba, y la baba escurría del lado derecho. Sus ojeras eran más grandes y más oscuras que sus turbios deseos de morirse.

Asomé los tobillos fuera de la cama. Tomé impulso y una fuerte respiración, levantándome. Se mantuvo profundamente dormido, sin percatarse de mis movimientos.

Parpadeé un par de veces, inclinándome para tocar su frente.

—Sí no tomas una ducha ahora llegarás tarde al horario de oficina —susurré, dándole un empujoncito en la cabeza.

Sus ojos rodaron y el cuerpo parecía irse hacia la derecha, alarmándome de un fuerte golpe acerca del individuo poco consiente. Después de detenerlo y preguntarle el porqué estaba ahí, explicó con quejas que yo me había quedado dormido mientras trabajábamos y no había despertado hasta ese entonces.

Lo había recordado. Esa noche no pude dejar de pensar en los dos dolores de cabeza que siempre estaban juntos y se reían cuando "no los estaba viendo". Santo Matt, soy casi un dios y esperaban que no viera nada aún paseándose por mis frentes. Eran unos sinvergüenza.

Traté de citar a Evelyn con Matt, pero lo dejó plantado. Terminamos cenando toda la comida que habíamos ordenado para ella.

¿Quién rechazaba a Matt?

El escritor ese mismo día amenazó con colgarse, pero corté las cuerdas y lo amenacé con mi renuncia.

Oh, sí usted renunciad, ¡entonces debo morir ahora mismo!

Su lógica suicida me perturbaba.

La mañana en la oficina transcurrió en silencio. Percy no dijo nada en ningún momento, de hecho, no recordaba la ultima vez que escuché su voz. Siempre parecía adormilado, pero de cansancio. Le habíamos pedido a Matt sentir ese tipo de cosas, pero los demás aún seguían con sus memorias difusas y no parecían tener mínimos recuerdos.

Dave comía dulces mientras veía una película en vez de trabajar. Estaba ansioso, esperando cualquier momento de revelación. Y a su lado, jugando videojuegos, estaba Erick, lanzando cualquier palabrota a los niños que jugaban.

Silver era igual que Siempre, y Kei fumaba mucho más que antes. Demian dejaba la oficina cada cierto tiempo, era él único que tenía recuerdos vagos pero no sueños lúcidos.

Y finalmente, la princesa Mía, que había comenzado a ignorar a Evelyn y le sonreía a todos fingiendo encontrarse bien.

Tecleé más rápido, transcribiendo la futura sinopsis del próximo trabajo para cuando finalizáramos La chica que me demostró lo que realmente importa. El cliché había sido acortado muchas veces, y el resultado final no iba a ser tan cliché como esperaba. Las situaciones eran variadas, Matt no se había limitado y en lo personal, parecía haber cambiado para algo bueno.

Yo me sentía como un manuscrito desde que los recuerdos pasados se iban conectando en hilos invisibles. Mi narcisismo y la forma de escuchar a los demás había cambiado, ahora parecía escuchar incluso mis sentimientos. Todo se había transformado de manera sana, y por eso... me sentía agradecido con Evelyn, quien me había hecho darme cuenta de lo que realmente importa.

Pero me ha evitado. Estoy cansando de pensar sobre ella.

—¡Oh, sí, un paquete para mí! Creí que era una estafa la bolsa que había comprado en línea, pero no duraron ni tres días. —Exclamó Mía, sacudiendo su falda circular amarilla.

Cargaba una caja pesada entre sus manos decoradas con uñas azules claro. Me sonrió de lado cuando cruzó la puerta, girando un poco para que viera sus perlas que se hacían juego con su blanca cabellera y el peinado que lucía de los 50s. Caminó hasta su sitio junto a mí, dando pequeños taconazos.

—¿A dónde fuiste tan elegante esta mañana? —Preguntó Kei desde la esquina junto al bote de basura, el único que trataba con preocupación de buen chico a Mía.

Para mí es como una hermana, así que la trato bipolarmente.

—¡He ido por unos ingredientes para hacerles la cena! —explicó ella, señalando al guardia que pasaba con grandes bolsas de comida—. Quiero que todos nos reunamos a platicar.

La mayoría chasqueó la lengua, haciéndola borrar sus sonrisa esperanzadora. Los miré molesto, haciéndolos apartar la mirada. Kei y Silver solo le sonrieron con sutileza.

—¿Cuánto costó el bolso? —Pregunté, tratando de aligerar el ambiente. Recargué mis brazos sobre su escritorio, tratando de estar a la misma altura.

—¡159 dólares!

—¿Con qué lo pagaste? —Enarqué las cejas, pensando en todas las deudas de Matt.

—Con tu tarjeta.

—¿Qué?

—Mientras dormías lo cobré.

Sin decir excusas, abrió la caja emocionada. Pero lo que había adentro no era un bolso, ni mis deseos asesinos queriendo tirarla dela ventana para que se abriera la cabeza o me terminara de pagar: era un libro.

—Santo Matty —clamó ella, retrocediendo con s us zapatillas y las manos en su boca—. Mi bolso se ha transformado en un viejo libro. ¡Quiero mi bolso de vuelta, hermano Ethan!

—¡Yo quiero mis 159 dólares de vuelta! —Le grité, tomándola por los hombros para vaciarla como una alcancía. Las ganas de llorar querían salir al entrar en cuenta de que ni una moneda iba a salir de ella.

No llores, no son dignos de verte. Solo deberían ver la muerte.

Volvió al frente, sacando el libro para ver de qué se trataba. Lucía como un libro juvenil de alguna editorial diferente. En la portada había una taza arrojada, y el fondo era rojizo. Decía algo como: Y por eso rompimos. Sonó interesante, y ella sonrió al ver aquel detalle.

—Es mi libro favorito —murmuró conmocionada, girando para que pudiera escucharla—. ¡Este es mi...!

Dejó la boca entre abierta. Sus ojos felices se tensaron y tuvo miedo un par de segundos. El resto en la sala la miraron confundidos, sintiendo la incomodidad del silencio. Sus facciones comenzaban a temblar.

—¿Pasa algo? —pregunté, acercando mi cuerpo al suyo. Creí que se desplomaría.

—Nunca he leído este libro.

Sus palabras me asustaron más de lo que esperaba; era una muñeca clásica de terror. Mientras Matt bostezaba antes de cruzar las puertas de cristal, Mía cayó sobre mí, profundamente dormida.

La segunda en recordar.

~•~•~•~

Evelyn.

Escuchaba a Val detrás del escenario hablando lujuriosamente con otras chicas sobre una fiesta la semana pasada. Varias de ellas juntaban sus pechos contra él mientras lo sujetaban del brazo, y él continuó coqueteando aunque en sus ojos se distinguiera la incomodidad.

—¡Amor, ¿a dónde iremos a comer hoy?! —Interrumpí, levantando las cortinas para llegar a él.

—¡Sí, a donde iremos! —Me siguió la otra, creyendo que era alguien más del corral.

—No, lindura, no te incluyas —mostró los dientes en una sonrisa malévola, que nunca me enseñaba a mí ni cuando robábamos—. Voy con ella y ustedes se quedan.

Ese, que fue uno de los últimos ensayos generales, terminamos huyendo ante la jungla de chicas que trataban de llegar hasta nosotros. Sí, era cierto que el amor aún duraba, pero también era cierto que en la vida real nadie disimulaba; todos mostraban el hambre que tenían por la misma carne.

—¡Hijas de su puto! —Grité, lanzando el tenis que tenía a mi mano, dejando correr con un calcetín.

—¡¿Qué haces ahora?! —Interrogó Val subiendo el tono de voz y acelerando el paso. Se detuvo un momento al verme pisar un charco y llenar mis calcetas de tierra.

Miré la suciedad en mí. Reparé en él con una sonrisa de hastío, y traté de tomarlo del hombro . Me acerqué a su rostro del lado contrario a la luz y le susurré con tristeza:

—Estoy poniendo los pies sobre la tierra.

—Me alegra que lo hayas conseguido —sonrió, tratando de levantarme para que dejara de pisar el suelo sucio.

Estábamos detrás de la escuela todavía, y ni loca iba a dejar que me cargara como princesa. Fui rodando sus brazos, aplasté su cabeza, piqué sus ojos, y me monté sobre sus hombros como un niño pequeño. Me cargó a cuestas, casi tirándome de lado. Después de pegar un grito mortal y volver a picar sus ojos, me sentía de la altura del árbol junto a nosotros.

Apreté los labios, miré el atardecer, y me bendije para no caer.

—¡Al infinito y más allá! —Señalé la avenida, golpeando su pectoral con mi caldera sucia.

—¡Te voy a tirar sí ensucias mi chaqueta! —Rechistó, sonriendo inevitablemente para comenzar a correr con saltos lo que nos quedaba hasta llegar a donde fuera que quisiéramos.

Así eran las cosas ahora. Él evitaba que yo hablara con Ethan para que no soltara como idiota el secreto de él y salíamos de inmediato a cualquier lugar que quisiéramos.

Nos detuvimos frente a una convi. Él me dejó en la banca llena de musgo y entró a comprar otro par de calcetines y algunas sandalias baratas. Esperé ahí, tratando de hacer memoria de las cosas que habían sucedido. La última vez que había hablado de Ethan por algo que no fuera de trabajo dijo cosas muy extrañas:

Me volveré loco sí no te detienes ahora mismo.

Nunca había tenido un amigo en realidad, así que tratar con personas recurrentes que querían ser algo más era difícil. Para mí las amistades no eran tan importantes, pensaba más en otras cosas, como mi familia. Igual que mi padre, que fue dejado de lado por sus supuestos mejores amigos cuando mi madre falleció. No entendía porque eran tan fáciles de dejar atrás.

—Compré unas calcetas de gatito... —Murmuró con las manos en su cabeza, mostrándose inseguro.

—¡Perfecto! —Traté de sonreír cuando lo vi salir, pero de inmediato me mostré incómoda.

Se detuvo al ver mi expresión, y no dijo nada hasta sentarse. Me hizo señas para que subiera mi pierna sobre la suya y comenzó a cambiar la calceta que tenía. Limpió mis dedos con unas toallas húmedas, soportando los golpes que lancé por las cosquillas. Me quitó el otro tenis y me puso las sandalias aún con calcetines.

—¿Y esto...? —Llevó el tenis de su agujeta, señalándolo con disgusto.

—Hay que colgarlo de un cable. —Solté, riendo con malicia.

—¿Pasó algo?

Traté de no mutarme por su pregunta, pero la incomodidad quería regresar. Yo deseaba volver meses atrás a mi vida cotidiana, pero ahora lo cotidiano se había convertido en todo lo que eran las letras y los diálogos. Las cosas no podían volver a ser las mismas, porque mis sentimientos están mal.

—Solo estoy preocupada por Ethan y Matt... —admití, encogiéndome de hombros.

—¿Discutieron?

—No, están mejor que nunca, pero yo quiero estar con ellos también.

—¿Cómo que mejor que nunca? —Interrogó, acercando su rostro al mío. Sus ojos se contrajeron.

—¿Pasa algo? —Desvía la mirada, un poco asustada.

—¡¿No están discutiendo?! ¡Deberían estarse matando después de lo que sucedió entre ellos! —Me gritó, sí, me gritaba a mí y no a los demás.

—¡¿Eh?! ¡Hijo de perra, ¿cómo que matarse?! ¡¿Tanto mal les deseas?! —Grité furiosa, empujándolo con ambas manos para que cayera de la banca. En ese momento quería patearle toda la cara por la forma en que decía todo eso.

En el suelo, comenzó a temblar y a hablar en voz alta. Decía incoherencias, como sí el mundo se fuera a derrumbar. Asustaba, me asustaba más que Ethan cuando había perdido la cabeza por Matt. Más que todo lo que había visto.

—Me moriré. Me moriré. Me moriré.

—¿Val? ¡VAL!

Se reincorporó tambaleando, y corrió dejándome atrás.

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En este punto no tengo nada que decir, excepto que los amo. <3

~MMIvens.

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