Capítulo 12. Christian

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Estuve de acuerdo en traerla a casa solamente para asegurarme que el jodido Elliot no estaba aquí. De todas formas, pedí a Welch que instalara una cámara de vigilancia justo en su puerta para saber si él viene.

Quiero preguntar si nos veremos mañana, pero mantengo la boca cerrada para no presionarla y la acompaño hasta su puerta, un pequeño beso es todo lo que recibo antes de que entre a su apartamento.

A la mañana siguiente, estoy preguntándome si se repetirá lo de ayer cuando un carraspeo me saca de mis pensamientos.

—Puedo volver después. —se queja Alexander—. Parece que necesitas más que algunos minutos.

¿Qué?

Vuelvo la vista hacia él y trato de recordar de qué jodidos estábamos hablando antes de que mi mente se desviara a mí más nueva obsesión.

—Estoy bien, continúa. —digo y el maldito sonríe más por mi expresión confundida—. Hablabas sobre este nuevo proyecto de la universidad.

El cabrón se ríe más fuerte.

—Estás completamente jodido, Grey. ¿Cómo se llama? ¿La conozco?

—No. —digo, es inevitable mencionarla a mi mejor amigo—. En realidad es la prometida de mi hermano.

La expresión de Ross se tensa y luego cae cuando asimila las palabras.

—¿Prometida de tu hermano? ¿Tienes otro hermano además de  Elliot que no conozca?

No.

Sus cejas se alzan de incredulidad y podría jurar que es la misma en cada persona que se entera del compromiso, básicamente porque Elliot es la definición de Hombre-puto.

Cristo, no sé qué me preocupa más, si es el hecho de que tu hermano promiscuo vaya a sentar cabeza o que te estés cogiendo a su novia.

Diría que ambos, no lo sé. Pero esta no es mi actitud habitual, yo me habría alejado y por supuesto que jamás habría tenido sexo con una mujer que pasó por las garras de Elliot. La investigación de Welch solo me hace pensar que ellos en realidad nunca han cogido.

—¿La chica está embarazada? —pregunta, tratando de encontrarle sentido al puto asunto—. ¿Viene de una familia más rica que la de ustedes?

—Me he hecho las mismas preguntas. —trato de recordar lo que Welch encontró sobre los Steele—. Pero no, no está embarazada y su familia no tiene una fortuna.

Las cejas de Alex caen, sus manos acariciando distraídamente su barba a medida que piensa.

—Bueno, eso solo me deja con dos opciones: o ella es la mujer más hermosa que he visto, o tiene una vagina de oro.

Supongo que puedo dar fe de ambas cosas, pero no voy a discutir con mi maldito socio sobre las habilidades sexuales de Ana.

Mi mejor amigo se ríe.

—Voy a ir con lo de la vagina de oro, tomando en cuenta tu expresión y lo distraído que has estado estos días. Carajo, Christian, ¿Jodiste lo de Taiwán por la novia de tu hermano?

Imbécil.

—Vete a la mierda, lo arreglé y obtuve el contrato. Lo que pase con Ana no está afectando mis capacidades.

Alexander sonríe porque acabo de darle el nombre de la mujer en cuestión.

—Bien, bien. Lo tienes bajo control, jefe. —levanta las manos en un gesto de defensa y se pone de pie—. Terminaremos esta conversación mañana porque hoy estoy llevando a mi esposa a cenar.

Mierda, ¿Qué hora es?

Yo también me levanto y empujo la Mac para cerrarla, queriendo llegar a Escala en caso de que Anastasia decida pasar. O tal vez no le dé opción y la busque en su oficina.

Ambos salimos de la oficina, Alex para buscar sus cosas en su oficina y yo para bajar en el ascensor hasta mi auto que ya me está esperando. Taylor mantiene la puerta abierta para mí cuando acerco.

—Llévame a la oficina de la señorita Steele.

El siempre controlado Taylor asiente, rodea el auto para subir al puesto del conductor y llevar el auto dentro del tráfico de Seattle. Las calles que nos separan de su oficina son pocas, así que estoy ahí justo a tiempo para verla cerrar la puerta.

Camina por la acera y se detiene cuando nota el audi de vidrios tintados. Gira la cabeza hacia ambos lados de la calle antes de saltar dentro conmigo.

—Christian, ¿Qué estás haciendo aquí?

Esa parece ser una pregunta recurrente entre nosotros.

—Estoy invitándote a cenar.

—¿Tengo opción? —sus cejas se fruncen.

—Siempre. Pero seamos honestos y admitamos que has estado esperando por verme todo el día.

Sus mejillas se colorean de rojo al tiempo que aparta la mirada, lo que es una confirmación de lo que dije. Ella me extraña, quiere verme y seguramente ha dedicado sus pensamientos a mí y no a Elliot.

Nos dirigimos a Escala, donde la señora Jones ya tiene preparada una elegante cena, como siempre. Agrega un plato para Ana y una copa cuando nos ve e trata juntos al ático.

—Entonces... —la mirada de Ana recorre mi espacio—. ¿Me extrañaste?

La sonrisa en sus labios me dice que ella lo está pasando bien, y sabe que no puedo mantener mis manos lejos de ella. Abro la boca para preguntarle sobre el tipo de relación que tiene con Elliot, pero la cierro y contengo las palabras.

Quiero hablar del elefante blanco en la habitación, pero estoy en contra de arruinar el ambiente de nuestra velada. Después de esta cena, voy a llevar a Ana a mi cama para que lo único en lo que pueda pensar por las próximas 24 horas sea yo.

—Me gusta tenerte aquí. —es verdad. Me gusta verla en mi espacio—. ¿Crees que podríamos hacer esto mismo mañana?

—Lo espero.

Ella termina el contenido de su copa y se pone de pie, desabotonando la blusa de color verde esmeralda con sus finos dedos y dejándola caer mientras se dirige a mi habitación. Se detiene en la puerta y me mira, la falda cae a sus pies con una sonrisa traviesa.

Carajo, tal vez Ross tiene razón y si tiene una vagina de oro porque estoy total y completamente jodido.

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Capítulo nuevo.

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