Capítulo 18. Ana

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—Vistete y recoge tus cosas, nos vamos.

¿Qué?

Christian saca el teléfono del bolsillo y comienza a teclear a una velocidad impresionante. Los restos de las lágrimas aún hacen que mi visión esté borrosa.

—¿Irnos? ¿A dónde? —me ignora para dirigirse a la puerta y abrirla—. No me voy a ir contigo.

Eso llama su atención y finalmente aparta la vista del teléfono.

—¿Por qué carajos no? ¿Es que quieres mantener todavía las apariencias?

Bueno, no. Pero me parece injusto involucrar a Christian en un lío que ocasioné yo misma. La desesperación de ver a papá tan desolado me empujó a hacerlo, para verlo feliz y para no perder la casa que con tanto esfuerzo construyó.

—No, pero no puedo irme así, necesito ordenar algunas cosas.

Me dedica una mirada irritada antes de que su boca haga una mueca.

—Me encargaré de todo, solo sube al auto.

—No.

Necesito hablar con papá, cerrar la oficina y cancelar todos los compromisos que hice con los proveedores. Y sé que si voy con Christian, estaré demasiado distraída para hacerlos.

—Solo dame un día, ¿Está bien? Prometo que yo misma empacaré mis cosas y haré lo que digas. —dejo de hablar cuando llega otro pensamiento—. ¿Estás seguro de que quieres que me mude contigo?

Romper mi compromiso falso con Elliot será un escándalo, no quiero saber lo que viene cuando se enteren que estoy con Christian o que es el verdadero padre de mi bebé, otra cosa más que debería hablar con Ray antes de que lo lea en las noticias.

Christian exhala ruidosamente.

—Un día, Ana. Es todo lo que obtienes. Y si, te estás mudando al ático donde podré mantenerte a salvo.

¿De los chismes? ¿De los tabloides maliciosos? No hay escondite para ellos.

Christian camina hacia la puerta, todavía tecleando cosas en su teléfono y se detiene para mirarme.

—Pasaré por ti mañana al medio día, es todo lo que tienes.

—Si. —digo, y él da la vuelta para irse, pero lo detengo—. ¿Christian? Mi papá lo va a perder todo.

... Sin Elliot.

Mis ojos se llenan de lágrimas otra vez, lo que hace que el nudo en lo garganta se apriete más fuerte y corte las palabras. A final de cuentas, no salvé a mi papá de la ruina y de perder nuestra casa.

—También me haré cargo de eso. —asiente—. Confía en mí.

Y lo hago.

Cierro la puerta con seguro cuando él se va y me desmorono sobre el sofá de mi sala, sintiéndome miserable por las malas desiciones que tomé cuando decidí que Elliot era una buena persona dispuesta a ayudarme.

Y lo fue al principio, encantador y amable. Cuando compró Diseños Steele, invirtió miles de dólares en la renovación de las instalaciones, consiguió nuevos contratos y puso al corriente los pagos de nuestra casa. Incluso Kate estaba fascinada.

Todo eso terminó cuando Elliot mencionó el asunto del matrimonio y ella pensó que yo lo seduje para que hiciera todo eso por mi, cuando yo solo estaba tan en deuda que me resultó difícil decir que no.

Después de todo, el prometió que solo sería por un breve tiempo y después seguiríamos como socios, alegando que al final no congeniamos. Y mira cómo acabó todo.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero las lágrimas ya no salen de mis ojos cansado, por lo que decido moverme a mi cama para dormir. Me levanto más tarde que de costumbre, desayuno solo algo ligero a pesar de que no tengo hambre y me dirijo a la oficina.

Ya tengo la lista de los proveedores a los que voy a cancelar los pedidos, perdiendo los adelantos que di. También llamaré a la dueña del local para cancelar la renta y finalmente llamaré a papá.

Eso será lo más dificil de mi día.

Busco en el bolso las llaves de la puerta, cuando el sonido de pasos me hacen girar y mirar a Elliot a mi lado. Mis manos tiemblan y el estómago se me cae al piso.

—Nena, buenos días. —se quita las gafas de sol y me sonríe—. Me estabas preocupando, intenté llamarte muchas veces.

Oh, rayos. Apagué mi teléfono porque quería evitarlo, debí saber que no podía esconderme de él durante mucho tiempo.

—Lo siento, yo... —carraspeo ligeramente para ocultar mis nervios—. Estuve ocupada, pero me gustaría hablar contigo de algo importante.

—Claro. —señala su auto con la cabeza—. Ven, te invito a almorzar.

—Ya comí, gracias.

Vuelvo mi atención al bolso, pero su brazo me agarra con fuerza del antebrazo y me empuja en dirección a la calle, su voz un gruñido de dientes apretados.

—Que subas al maldito auto, dije.

¿Qué?

Mis tacones se clavan al piso y me resisto, pero Elliot aprieta con más fuerza y me lanza en el puesto del copiloto. Antes de que pueda reaccionar, sube al auto y lo pone en marcha pisando el acelerador con fuerza.

—¡Elliot! —chillo, agarrándome del tablero.

Su vista está al frente y la expresión en su rostro es frenética.

—¿Qué creíste? ¿Que no lo sabría? —gira para darme un vistazo rápido—. Maldita perra.

El pánico burbujea en mi pecho.

—¿Decir, qué?

El rubio golpea el volante.

—Eres tan estúpida, resultaste igual de inútil que Kate. —la velocidad aumenta cuando se mete en la autopista—. Lo único que tenías qué hacer era enamorarlo, joder su maldita cabeza para que no se metiera en mis asuntos.

La comprensión se siente como un balde de agua fría.

—¿Por qué le harías eso a tu hermano?

Sus manos sobre el volante se tornan blancas por la fuerza.

—Ese bastardo no es mi hermano. Es un maldito huérfano que mi mamá adoptó por lástima. —el auto se agita de izquierda a derecha mientas esquiva autos—. Y lo incluyeron en el puto testamento como si fuera un hijo legítimo, malditos imbéciles.

Gruñe lo último en voz más baja, la rabia filtrándose por su tono y me causa un escalofrío. Querido Dios, está loco.

—Lo odias. —digo en confirmación y él suelta una risa de burla.

—Si. —me dedica otro vistazo—. Y ahora que el imbécil ha tomado posesión de mi empresa comprando todas las acciones disponibles, yo tomaré algo que es suyo.

Oh, carajo.

Deslizo el cinturón de seguridad en su lugar y cierro los ojos cuando pisa el acelerador a fondo.

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¡Feliz año nuevo!

Las actualizaciones continúan el próximo año, que pasen una excelente noche ✨💙✨

¡Un abrazo fuerte hasta donde están! ❤️

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