Capítulo 27. Christian

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¿Qué tan difícil puede ser embarazar a una mujer?

Lo hice antes sin proponérmelo y resultó la cosa más natural del mundo. ¿Por qué ahora no puedo?

Entonces decidí que debía tomar el asunto en mis manos e hice que Taylor consiguiera uno de esos medicamentos para favorecer la fertilidad, unas vitaminas que podrían ayudarnos a concebir más fácilmente.

Espero que resulte.

Pongo algo de fruta en la licuadora, añado la vitamina y pongo una tableta extra en caso de que integrarlas a los licuados de Ana esté restando eficacia y muelo todo.

Estoy sirviendo dos vasos grandes justo a tiempo para verla entrar a la cocina, su expresión cansada como todos los días porque las pesadillas la despiertan a mitad de la noche.

—Buenos días. —va directo a la tetera y la llena con agua.

—Aquí. —quito la jarra de sus manos y pongo el vaso con el licuado—. Nos preparé una bebida especial.

—¿Especial? —parpadea mirando el cristal.

—Si. Algunas vitaminas para la actividad que tengo planeada para hoy. —yo también bebo de mi vaso—. ¿Te gustaría salir a hacer una caminata?

—¿Por aquí? —su dedo gira en torno a nosotros.

—Claro, ¿Por qué no? Estaba pensando en que compramos la casa y no nos dimos el tiempo para explorar el terreno, hoy me siento un poco aventurero.

Sus bonitas cejas se fruncen en sospecha.

—¿Aventurero? —repite como si la palabra le dejara un mal sabor de boca.

Intento parecer relajado cuando le dedico una sonrisa.

—Ve, ponte ropa deportiva y alcánzame afuera.

Ella hace lo que le pido y sube a la habitación, regresando 10 minutos después con pantalones grises, una camiseta verde y el cabello recogido en una coleta.

—Lista.

Tomo su mano para guiarla al exterior de la casa con Taylor y Prescott detrás de nosotros. Ellos lucen tan emocionados por caminar como Anastasia, lo que me parece divertido.

Vamos por la calle, mirando distraídamente los árboles y escuchando el canto de los pájaros como si de una verdadera excursión por el campo se tratara. Ana señala un camino de tierra.

—¿Crees que por ahí lleguemos al Puget?

—Solo hay una forma de averiguarlo.

La estiro conmigo por el camino que zigzaguea entre montículos de tierra y hierba salvaje, nuestros pasos amortiguados cuando caminamos en declive.

Algunos árboles grandes se esparcen por la orilla, facilitando mi descenso sobre la tierra. Ana se ríe y camina diligentemente detrás de mi.

—¿Taylor y Prescott sabían de esto? —pregunta, mirando sobre su hombro.

—Si, les advertí que debían dejar sus trajes en casa y vestir casual. Nadie quiere resbalar directo al agua solo porque sus zapatos no son antiderrapantes.

—Oh. —su coleta castaña se agita con cada movimiento—. ¿Previste los accidentes? Eso es algo que solo tú harías.

Mis cejas se fruncen pero en realidad no estoy molesto porque ella acaba de hacer una broma a mis expensas, me alegra que esta pequeña excursión esté funcionando.

—Solo un poco más. —sujeto más fuerte su mano hasta que llegamos a una zona plana—. ¿Qué te parece la vista?

Unos metros nos separan de una caída libre hacia el agua, pero la vista del Puget es simplemente hermosa. Ana se recarga contra mi pecho y pasa sus brazos por mi cintura, el gesto tan simple y tan natural como siempre debió haber sido.

En momento como este, mi mente siempre vuelve a Elliot y todo el alboroto que causó, afectando a nuestra familia. Y mientras más lo pienso, más creo que tuve mi parte de responsabilidad.

Y los Grey, que nunca vieron que su hijo podría ser una amenaza.

—¿Christian? —ella palmea mi abdomen—. ¿Estás bien?

—Si... Solo pensando.

—¿En qué?

No voy a arruinar el momento hablando de Elliot.

—En lo hermosa que te ves hoy, Anastasia. Creo que esta luz y la excursión te favorecen, tus mejillas están rojas. —sus manos se deslizan por mi pecho—. Aunque conozco otra forma de lograr el mismo efecto.

Antes de que tenga tiempo para pensar, presiono mis labios sobre los suyos y el jadeo de sorpresa la hace abrirse. Sus manos suben hasta mis hombros para acercarse, sus pies de puntillas en la tierra.

—¿Nena? ¿No puedes tener suficiente de mi?

Ella suelta una risita que callo con otro beso, ahora mis manos bajando por su espalda y posándose en su  trasero. La levanto con un movimiento rápido, luego giro para mirar a nuestros acompañantes.

—Alejense.

Solo cuando se pierden de mi vista, apoyo la espalda de Ana contra el tronco del árbol y continuo besándola.

—¿Christian? —pregunta entre el beso—. ¿Qué haces? No vamos a tener sexo aquí.

—¿Por qué no? —por lo que puedo ver, estamos muy lejos de las personas que navegan en el estrecho y cubiertos por los árboles. Con Taylor y Prescott resguardando el área, nadie debería interrumpirnos—. ¿No te sientes aventurera?

Ella pone los ojos en blanco.

—Preferiría que nadie vea mi culo desnudo.

—Te aseguro que nadie va a ver tu culo desnudo, excepto yo.

Y así seguirá siendo por mucho tiempo.

Me las arreglo para liberarla de sus pantalones y hago lo mismo con el mío, manteniendo nuestros torsos cubiertos. Si alguien, por alguna casualidad nos viera, solo seríamos un par de pervertidos irreconocibles.

Sostengo las piernas de Ana mientras ella guía mi miembro erecto en su interior.

—Oh, si. —chilla y me encanta—. Justo ahí.

—Como tú digas.

Intento ir despacio en caso de que la superficie rugosa del tronco se frote contra su piel, pero es imposible continuar así. Mi cadera se mueve por si mismo, aplastando la suya con cada embestida.

—¡Christian! —sus dedos se enredan en mi cabello—. Más, más...

—Si.

Quisiera prolongar nuestra sesión de sexo al aire libre, pero la excitación de hacerlo aquí es algo nuevo y pronto estoy sintiendo un cosquilleo en la base de mi pene.

—Nena, no voy a resistir mucho.

Ana jadea, impulsándose con sus brazos para frotarse mas cerca de mi, haciéndose cargo de su propio orgasmo y la dejo tener el control de ambos.

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