Capítulo 28. Christian

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Dejar que Ana y Andrea planearan la boda debería ser tranquilizador. No lo es.

Me ofrecí a contratar a una organizadora de bodas para facilitar el proceso ya que solo les lo di un mes como plazo. La boda se está llevando a cabo con o sin los Grey.

Les quedan diez días.

—¿Señor Grey? —Andrea inclina la cabeza por encima de mi puerta—Su padre está aquí.

Mierda.

¿Carrick Grey? Después de todo este tiempo no lo esperaba. Que esté aquí solo puede significar que Grace lo obligó a venir.

—Bien. Déjalo entrar.

Me recuesto en la silla con los dedos entrelazados y miro al hombre que me crió entrar con una expresión en blanco. No sonríe, no luce triste o molesto.

—Buenos días, hijo. —se sienta en la silla frente al escritorio y suspira, sin intentar estrechar mi mano—. Mucho tiempo sin verte.

—Si.

No sé qué espera que diga. Desde esa reunión en Bellevue donde dejó clara su postura, no tuve demasiado interés por volver a visitarlos. Supongo que les hace resentir aún más mi ausencia.

Carrick tamborilea los dedos sobre su rodilla y suspira.

—Bien, estoy aquí porque quiero arreglar las cosas contigo antes de tu boda. —permanezco en silencio, así que continúa—. Quiero disculparme por las cosas que dije.

—Claro. ¿Es todo?

Podría perdonar, olvidar es una historia completamente diferente. Honestamente, creí que tendría más problemas con el señor Steele que con mi propia familia.

Mi padre aprieta los labios tan fuerte que forman una fina línea.

—No, no es todo. ¿Hay alguna posibilidad de que cambiaras de opinión?

—¿Sobre Ana? Maldición, no. Me estoy casando con ella.

No parece resignado.

—Christian, quiero que entiendas que mis motivos para lo que dije entonces, y es que quiero tranquilidad para ti. Sé que te molesta cuando invaden tu privacidad, ¿Qué crees que pasará cuando tu matrimonio con Ana se haga público? ¿Piensas vivir recluido en tu oficina y en tu casa?

Tengo que admitir que no le he dedicado más de dos segundos a la cuestión, y eso se debe a que no voy a renunciar a Anastasia, sin importar lo que otros digan.

—Lidiaré con eso cuando llegue el momento. ¿Algo más que quieras decir? —si creyó que su comentario arreglaría las cosas, se equivocó.

Carrick suspira de frustración, golpea sus palmas contra sus muslos y se levanta.

—No, creo que todo está dicho. —rodea el escritorio y se inclina para abrazarme—. Te quiero, hijo. Respetaré tu decisión.

Se aparta y lo sigo hasta la salida de mi oficina, donde Taylor y Andrea nos lanzan vistazos curiosos. Carrick camina dentro del ascensor y sonríe.

—Supongo que te veré el día de tu boda. —dice.

—Solo para aclararlo, —cambio el semblante serio por una mueca—. ¿Grace te obligó a disculparte?

Mi padre mueve sus brazos en un gesto incómodo.

—Un poco, pero estoy aquí porque quise hacerlo. Eres nuestro único hijo, Christian. Perderte nos mataría.

Con eso dicho, presiona el botón y las puertas metálicas se cierran para llevarlo a la planta baja de mi edificio. Un obstáculo menos, creo. Giro sobre mis pies y me dirijo a mi secretaria, que espera paciente junto a Taylor.

—¿Cómo van los preparativos? ¿Algún contratiempo?

Andrea revisa una lista que mantiene sobre una carpeta con etiquetas de colores, nombres y garabatos; su sonrisa se ilumina cuando señala un diagrama con objetos redondos esparcidos por lo que parece el jardín trasero de mi casa.

—Todo está bien, señor Grey. Tenemos lista la decoración, el catering, la música y el vestido de la señorita Steele está recibiendo los últimos ajustes.

—Enviaron mi esmoquin hace dos días, ¿Qué más hace falta?

La rubia revisa rápidamente su lista.

—La luna de miel. La señorita Steele dijo que no lo hablaron, pero consulté algunos lugares que podrían visitar juntos. —saca de la carpeta un par de hojas con cotizaciones—. En caso de que quiera tomarse unas pequeñas vacaciones con la señora Grey.

Señora Grey.

Carajo, eso se escucha perfecto.

—Me convenciste, elige uno que tenga a Santorini y Montecarlo y haz todas las reservaciones.

Andrea parece feliz, pero de todas formas lo aclaro en caso de que esté tan emocionada que quiera compartirlo con Anastasia.

—Ni una palabra de esto a ella.

—Entendido, señor.

Me alejo del escritorio de Andrea para volver a mi oficina cuando la voz de la rubia me llama de nuevo.

—¿Señor? ¿Quiere que me encargue de las despedidas de soltero?

Bueno, mierda. ¿Es necesario eso? Es una tradición esperada, creo. Y no puedo dar por sentado que Ana lo odiará por lo mucho que yo lo hago.

—¿Te refieres a algo con strippers masculinos?

Ella debe estar imaginándolo porque se sonroja.

—Puede ser una salida a un club, o una reunión en alguno de los lugares más populares de Seattle.

Eso tampoco ayuda.

—Andrea... —digo su nombre con la mayor seriedad—. Pregúntale a Anastasia lo que desea, y si eso incluye hombres en tanga agitando sus paquetes sobre mi prometida, asegúrate de que jamás me entere.

O podría ser catastrófico para ellos, lo juro.

Antes de que pueda dirigirme a la comodidad de mi oficina, retrocedo y voy por el pasillo a la oficina de Alexander. Golpeo la puerta una vez antes de entrar.

—Christian. —me sonríe desde el escritorio—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Por supuesto. Como ya sabes, me voy a casar, y necesito un padrino, que serás tú. Organiza la despedida de soltero con un pequeño grupo de allegados, elige un bar deportivo de tu preferencia y haz que nos lleven a un casino. No voy a apostar, tú tampoco lo harás pero será la excusa perfecta para permanecer fuera hasta las 11 de la noche, cuando volveremos a casa.

Apenas termino, las cejas de Alex se alzan.

—Carajo, Christian, ¿Me necesitas siquiera para algo? Estoy seguro que podrías ser tu propio padrino.

Imbécil.

—¿Puedes hacerlo o debo pedírselo a mi futuro suegro?

Alexander se ríe.

—Si, claro. Él te llevará a ver béisbol, apuesto por eso. —se levanta de la silla y viene a estrechar mi mano—. Con gusto seré tu padrino, puedes confiar en mí para los detalles.

Oh, rayos.

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AngiAlvarado hermosa, muchas felicidades por tu cumpleaños! Aquí está tu regalito 😊🥳🎂🙌

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