Capítulo 29. Christian

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A la mierda con no saber qué está haciendo.

Pensé que podía lidiar con eso, pero tan pronto como Andrea mencionó al teléfono "VIP" y "Justo enfrente del escenario" supe que la cosa iba en serio.

—Estaba pensando en que podríamos hacer algo juntos. —le digo a Ana desde la cama, ella está sentada en el banquillo de su tocador.

—¿Cómo qué? ¿Una cena?

—Si. O podríamos ir a un club.

Ana deja de peinarse el cabello y gira sobre el asiento para mirarme.

—¿Estás seguro de eso? Pensé que la idea de todo esto era pasar una última noche en libertad.

¿Mirando tetas falsas en una habitación que apesta a sudor y tabaco? No, gracias.

—Contrario a la creencia popular, no todos los hombres necesitamos embriagarnos una última vez para sentir que somos libres.

Sus ojos azules se entrecierran con sospecha y aparta el cepillo de su cabello.

—¿Andrea te dijo lo de los strippers?

—¿Qué? No. —carajo, era cierto—. ¿Entonces ese era tu plan?

—No. —encoge los hombros con indiferencia—. La idea en realidad era conseguir un lugar a dónde ir a bailar, así que vamos a ir a un club que tiene bebidas y área VIP. ¿Aún quieres unirte?

—Si.

Me mira por varios segundos antes de asentir y volver al espejo para trenzar su cabello. La taza de té sobre el mueble es lo único que le he visto tomar esta mañana.

—Tengo que ir a la tienda a probarme mi vestido, ya debe estar listo de todos los ajustes.

—Bien. —no estoy seguro de que me guste su rostro pálido—. Iré contigo.

Se levanta de un salto y apoya las manos en las caderas.

—Christian, ¡No puedes ver el vestido!

Me levanto de la cama y la rodeo para enfrentarla.

—No lo veré, pero pienso acompañarte.

Ella sabe que no tiene caso discutir conmigo, así que gira sobre sus talones y se dirige al armario para tomar un vestido y mallas térmicas, mientras yo voy al móvil y le hago saber a Andrea el cambio de planes. También le pido que de forma discreta programe una cita para Ana con el médico.

Me alisto con mi traje favorito gris Oxford y espero junto a la barra de la cocina a que ella esté lista. Por hoy podemos dejar el batido de frutas y vitaminas especiales para después.

Ana pisotea todo el camino hasta la sala, luego señala el ascensor con un gesto rápido.

—Vamos.

La acompaño al auto, ambos siguiendo a Taylor y subimos a la suv. El negocio especializado en vestidos de novia se encuentra justo en el centro, con atención personalizada para sus clientes ricos. Ana me mira antes de bajar.

—De verdad creo que no deberías estar aquí.

—Ignórame. —le pido, sus ojos se pone en blanco.

—Como si pudiera.

La gerente de la tienda nos recibe tan pronto como entramos, dedicándonos sonrisas espeluznantes mientras nos lleva a la sección de los probadores. Como tengo toda la intención de respetar la desición de Anastasia, me dirijo al sofá más apartado de los espejos y tomo el móvil.

Doy un vistazo rápido a los correos electrónicos, los mensajes de Alexander quejándose sobre la organización y la lista de invitados, luego escribo otro par de mensajes. Me detengo cuando veo a una de las vendedoras acercarse con un vestido en una funda larga.

Se dirige a la última cortina donde Ana está metida y se lo entrega a la gerente, que se apresura a sacarlo para dárselo a mi prometida.

Estoy tentado a echar una vistazo al vestido, pero al final decido apartar la mirada para respetar los deseos de Ana. Dudo que pueda ver adecuadamente el vestido desde mi puesto, así que me quedo ahí en la sofa.

Unos minutos después me doy cuenta que Ana está en silencio, no ha salido y las mujeres de la tienda parecen incómodas. Mi atención se dirige entonces a Taylor, parado a mi lado.

—¿Ocurre algo? —Ana me habría dicho que saliera si no quisiera que la vea.

—Parece haber un contratiempo, señor. —dice porque claro, él está al tanto de todo.

¿Un contratiempo? Guardo el móvil y miro a la gerente y su empleada que parecen al borde de la desesperación, yendo de un lado a otro susurrando algo.

—¿Es sobre Ana? —me levanto del sofá y me dirijo a dónde está ella.

Tan pronto como estoy ahí, escucho los sollozos.

Mierda.

—¿Nena? ¿Estás bien? —la escucho sorber por la nariz antes de responder.

—Si, estoy bien. Dame un momento.

Mis pies están clavados al suelo.

Este debería ser un día feliz y ella está ahí, sollozando en su vestido de novia. Sin pensarlo más de dos segundos, aparto la cortina para mirarla.

Mi mujer, acurrucada en el piso con los ojos llorosos y las mejillas manchadas de lágrimas. Carajo.

—Estoy bien. —repite—. No me veas.

Nada de esto vale la pena si ella no lo disfruta.

Me arrodillo frente a Ana manteniendo mis ojos en los suyos, y uso mi tono más bajo y tranquilo.

—Nena, ¿Qué ocurre?

—No lo sé. —aparta la mirada—. Me siento muy abrumada, esto es más grande de lo que imaginé.

¿Se refiere a la fiesta? ¿A la cantidad de invitados? Carajo, ¿La presioné demasiado cuando no estaba lista? No quiero asustarla y que termine huyendo de mi. Iría tras ella, pero ese no es el punto.

—¿Te sentirías mejor si fueran menos personas? —pregunto y a ella le toma un par de segundos asentir.

Bien.

—Puedo solucionarlo, nena.

Me acerco más y la levanto en mis brazos con un movimiento rápido, que la hace chillar y aferrarse a mi cuello. Saco a Ana del vestidor y me detengo solo un momento para hablar con la gerente.

—Mi novia se lleva el vestido puesto, traiga el resto de los accesorios. —sigo caminando hacia Taylor—. Llama a Stephan para que aliste el jet y tienes 30 minutos para subir a todos los que consideres indisoensables ahí.

Nos vamos a Las Vegas.

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💙✨

Siguiente capítulo, el final.

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