Reseña #13: El Monstruo en el Espejo (Wolfgang)

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Autor: rubencaterpila

Reseñador: Wolfgang (HelmholtzYWolfgang)

Partes reseñadas: 6 (Obra completa)

El sonido de varias explosiones y edificios derrumbándose llegó hasta los oídos de Wolfgang, quien interrumpió su faena y miró el paisaje que tras él se extendía: la polvorienta urbe colapsaba mientras el fuego devoraba todo a su paso.

La muerte, que aún lo acompañaba, miraba el espectáculo mientras movía la cabeza en señal de negación, adoptando una actitud de reproche ante la imprudencia de su compañero, pues el fuego avanzaba rápido y aún les faltaba una historia por rescatar.

—Míralo de esta manera: ahora sabemos que solo es necesaria una fogata para incinerar una ciudad llena de escritos y papeles olvidados —dijo Wolfgang con cinismo, para inmediatamente después volver a centrar su atención en la cerradura que intentaba abrir.

Se encontraban frente a la puerta de una vieja cabaña abandonada de medianas dimensiones, cuyo interior era imposible de ver, pues parecía que las ventanas estaban cubiertas con paneles grises inamovibles y la luz del ocaso apenas y la bañaba débilmente con sus tenues rayos.

El orejudo tenía entre las manos un par de alambres oxidados que había encontrado tirados a un lado del camino empedrado, mismo que conectaba la ciudad con la zona en la que ahora estaban: una loma en los límites de la metrópoli más cercanos al centro de la misma. Aunque había pensado volver a usar su revólver para evitar el engorroso trabajo que implicaba abrir una cerradura con sigilo, rechazó la idea cuando, al apenas haber puesto un pie sobre el descolorido tapete de «Bienvenidos» que adornaba el piso de la entrada, sintió que un mal arcaico clavó su atención en él, vigilando cada uno de sus movimientos.

De pronto, un leve chasquido sonó y el rechinido pétreo de la puerta abriéndose obligó a Wolfgang a incorporarse de un salto, pues como ya lo había advertido, dentro de aquella cabaña había más que una simple historia. No le quedó la más mínima duda cuando, junto al vaho seco y el olor a antiguo que despidió el lugar al ser abierto, también salió un suspiro pesado y tétrico que le envolvió el cuerpo y le provocó varios escalofríos.

—Siempre guardando lo mejor para el final, ¿no, Huesos? —dijo Wolfgang, intentando mantenerse estoico ante el peligro inminente que se extendía frente a ellos.

La huesuda y él avanzaron cuidadosamente por un estrecho pasillo y, a su paso, comenzaron a encenderse varias luces que, aunque débiles y amarillentas, iluminaban lo necesario para mostrar el lúgubre y tétrico interior de aquél sitio: la paredes, las puertas y cada ápice de carcomida madera se encontraba tapizado de innumerables espejos o trozos de estos, como si aquél lugar estuviera destinado a ser una prisión perpetua para el más aciago de los egos.

El crujir de algunos espejos bajo sus botas mantenía al orejudo en un constante estado de alerta, pero continuaron caminando sin decir palabra alguna. Así llegaron hasta el centro de la cabaña, donde aún se apreciaban algunos muebles (una mesa, algunas sillas y un par de sofás de diferente tamaño); sin embargo, Wolfgang pudo advertir manchas rojas en varias partes de los mismos, así como en los espejos del suelo: su nariz no podía equivocarse, se trataba de sangre seca.

—¿Pero qué mierda pasó aquí, Huesos? —volteó a ver a su compañera, intranquilo, pero esta no había terminado de encoger los hombros, cuando un débil gruñido, parecido a una canción de cuna, comenzó a inundar el ambiente.

La macabra cacofonía venía directamente del piso de arriba. Wolfgang sacó su revólver y, decidido, comenzó a subir las escaleras.

—Los Antiguos no me pagan lo suficiente para esto —soltó, nervioso, mientras sostenía el revólver con ambas manos, listo para llenar de rayos gamma a cualquier espectro que se atreviera a salir—. ¿A quién engaño? Ni siquiera me pagan, a veces es jodido hacer las cosas por amor al arte, ¿no?

La muerte, cansada de sus bromas, permaneció inmutable, siguiéndolo de cerca, pues ella también sabía que ese lugar no guardaba nada bueno. Así llegaron al primer piso de la cabaña, donde otro pasillo repleto de espejos se extendía, sin embargo, había una única puerta que carecía de estos, se encontraba entreabierta e indudablemente, aquél era el lugar donde se originaba la perturbadora melodía.

Wolfgang avanzó lentamente, terminó de abrir la puerta con cautela y entró a la habitación, e instintivamente apuntó su revólver hacia todas direcciones, pero la canción de cuna se había detenido, no había rastro de nadie más en el modesto cuarto, sólo estaban él y la muerte.

Se trataba de un espacio destinado a una niña pequeña, pues se encontraba adornado con dibujos infantiles, juguetes y peluches. Sobre la cama yacía un libro no muy grueso, de portada vistosa y desconcertante. Wolfgang se acercó y lo tomó entre sus manos.

—«El Monstruo en el Espejo», todo empieza a cobrar sentido, ¿no, Huesos? Vigila mientras yo veo de qué va esta vaina —dijo el orejudo, para luego sentarse sobre la pequeña cama y comenzar a leer la obra.

La muerte se quedó parada frente a la puerta, mientras Wolfgang leía página a página la turbia verdad que se plasmaba en aquellas olvidadas páginas. No tardó mucho tiempo en leer el libro completo, entonces lo cerró, lo guardó en las bolsas interiores de su gabardina y soltó un largo suspiro, abrumado.

—Es en momentos como estos en los que agradezco haber tenido una familia «decente», Huesos —confirmó Wolfgang, mientras su mirada se entristecía al tiempo que miraba los detalles que adornaban la habitación infantil.

La muerte se acercó a él y se sentó a su lado, lista para escuchar su habitual análisis y monólogo.

—«El Monstruo en el Espejo» es una gran obra escrita por un tal Rubén Oruga, sin duda es un gran escritor. Sabe cómo describir y sumergir al lector en un ambiente tétrico, lúgubre y a la vez engañosamente esperanzador.

»Con una clara tendencia al terror psicológico y frases, al inicio de cada capítulo, que contrastan con la realidad turbia y macabra de la obra, te sumerge de lleno en la vida de Clara y su hija Emma. Ellas viven en un «tranquilo» pueblo de nombre Brookside. Lugar donde recientemente se han dado varias desapariciones de niños.

»La situación económica de la familia no es mala, pues Emma y Clara se mantienen gracias a la pensión que el padre de la niña les dejó, sin embargo, viven casi aisladas del mundo, en los límites que separan al pueblo del bosque. En parte porque a su madre no le gusta convivir demasiado con otras personas y en parte quizá, porque ambas sufren de extraños problemas mentales que conforme avanzas en la historia, van cobrando sentido y fuerza.

»Clara padece una extraña enfermedad que la hace vomitar sangre, y Emma lucha constantemente con sus pesadillas o «terrores nocturnos», como los llama su psiquiatra el Dr. Harding. En realidad, ambas combaten con sus propios demonios, por parte de Clara se nos habla sobre «Los Hombres Sonrientes». Seres de pesadilla que la han acompañado desde que era una niña, ahora ella teme por el futuro de su hija, pues los terrores nocturnos que esta describe le recuerdan mucho a esos seres que aún ahora jura mirar, de vez en cuando, entre los árboles del bosque.

»Paralelamente y más a modo de conexión con un lore que se siente mucho más extenso, se nos habla sobre una extraña mutación que está afectando a varios humanos en el planeta. Las autoridades esperan que no se trate de una pandemia, pero entre esto y las desapariciones de infantes, la cosa no pinta nada bien...

De pronto se quedó callado, aquella historia había tocado fibras sensibles en su corazón y tan solo pudo mirar con tristeza los dibujos que la pequeña había dejado pegados en varias partes de su habitación: no eran agradables, pues siempre buscaban retratar al monstruo que la acechaba todas las noches. Se acercó a ellos y los acarició suavemente, como si a través de ellos pudiera conectar con el dolor de aquella pobre alma atormentada.

—No te puedo contar más al respecto, pues es una obra corta y no quiero spoilear a nadie. A Los Antiguos les gustará, estoy seguro. Tiene muchos puntos positivos, como el manejo del ritmo, los giros argumentales y el tremendo plot twist que se nos da casi al final. La construcción de personajes es fluida y los recursos narrativos, así como los visuales, nos meten de lleno en la psique de las dos protagonistas.

»El lore extendido está bien manejado pues, aunque no se da mucho contexto sobre el mismo, expone lo suficiente como para entender ciertas cosas dentro de la trama y también nos deja con muchas posibilidades para desarrollar otras historias dentro del mismo mundo.

»Errores tiene más bien pocos, ortografía y redacción, ya sabes. Pero eso es algo que cada quien puede arreglar como le venga en gana y, en el caso de esta obra, no afectan para nada el ritmo de la lectura.

La muerte miró a su compañero, satisfecha por sus comentarios y por la obra que acababan de rescatar. Sin embargo, la aparente tranquilidad de la que, hasta ese momento, habían gozado, se vio fracturada cuando la horrida nana de cuna, comenzó a sonar nuevamente. Pero esta vez cada vez más fuerte, más caótica y cargada de una furia mal disimulada.

—Creo que ha llegado el momento de irse a la verga, Huesos —dijo Wolfgang, empuñando nuevamente su revólver entre sus manos.

Avanzaron frenéticamente, corriendo por el pasillo y bajando por las escaleras, mientras a su alrededor todos los espejos iban reventando uno a uno, lanzando esquirlas que lograron traspasar el pelaje del orejudo y penetrar su piel. Sin embargo lograron salir justo a tiempo, pues el enorme mal que residía en aquella lejana cabaña comenzaba a mostrarse en todo su esplendor: un espectro de gigantescas dimensiones, con garras negras y afiladas, tan largas como un pequeño edificio, vestía una túnica de color azul plomizo y, mientras ascendía, Wolfgang pudo ver que su cuerpo estaba hecho de un sin fin de almas que clamaban por ayuda.

—¡WOLFGANG! —gritó el ente, con su voz deforme y multitudinaria, pues sus alaridos eran una conjunción de las voces de todos aquellos espíritus que mantenía atados a su malversada existencia.

Pero nuestro orejudo ya había emprendido la huida y con Huesos a su lado, corrían hacia el interior de la ciudad. De pronto se frenó en seco y, con la respiración agitada y una mirada de visible preocupación, miró a su compañera y le dijo:

—Dime que tú sí recuerdas dónde mierda dejé la nave. 

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