Reseña #4: Rey de corazones (Helmholtz)

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Autora: LuciaAndres13

Reseñadora: Helmholtz (HelmholtzYWolfgang).

Capítulos reseñados: 10

El destello en los motores de una moto translúcida anunció su máxima potencia cuando una gatita de pelaje gris pisó el acelerador, dejando tras ella un grupo de soldados envueltos por una gran nube de humo morado.

—¡La tenemos! ¡Lo logramos, Sheep! —gritó Helmholtz, una vez se alejó lo suficiente de sus persecutores, llena de euforia, consumida por la adrenalina y soltó un grito de victoria, desactivando el camuflaje termo-óptico de su pelaje para ser vista por su amiga—. Por Los Antiguos, eso estuvo por los pelos.

Con las patas conectadas a los cuatro puertos externos instalados en el hombro de la gata se encontraba Sheep, una pequeña robot con forma de oveja, de unos diez centímetros de alto y lana purpúrea, quien solo soltó una tierna risa robótica y respondió:

—Bueno, todavía nos faltan otras cuatro. Pero la verdad esta se veía bastante bien...

—¿Bastante bien? Joder, ¿viste esa preciosa portada? Pronto volveremos por las demás, pero sin duda esta tiene algo especial.

—¡Ya quiero leerla! —dijo Sheep, entrecerrando sus ojitos con cierta malicia—. Y corregirla.

Ambas comenzaron a reírse y Helmholtz estacionó la moto en una de las calles del último distrito de Spectra. Se bajó, dejando activado el camuflaje termo-óptico en el vehículo, para entonces acercarse a un viejo contenedor de basura junto a la pared de un edificio y moverlo hacia un lado, dejando al descubierto una trampilla de metal. Helmholtz la abrió y juntas se adentraron en su pequeño refugio: un apartamento subterráneo de unos treinta metros cuadrados, atiborrado de ciberequipos conectados a una computadora que ocupaba la mayor parte de la estancia. Junto a esta se encontraba la cama, en donde la gatita se recostó y soltó un suspiro entre el cansancio y la emoción.

—¿Estás lista? —preguntó Helmholtz, a lo que la ovejita solo emitió un chillido de afirmación.

Detrás de la almohada había unos cuantos cables de fibra óptica sueltos, que Helmholtz conectó con los puertos externos de su nuca. Al estar vinculados con la computadora, los cables le permitían a Helmholtz y Sheep conectarse a una red más amplia del ciberespacio, de mucho mayor alcance que el de las gafas de la gatita, pues en lugar de proyectar las imágenes sobre los lentes, las sumergía por completo en el mundo cibernético.

Una vez dentro, pudieron ver frente a ellas la entrada de un establecimiento, cuyas luces verdes neón daban una apariencia enigmática y fresca dentro del edificio, haciendo resplandecer los rostros de los clientes que se encontraban sentados en una especie de bar. Helmholtz hizo zoom a su visión a través de las ventanas y alcanzó a observar los pasillos que se prolongaban al interior del negocio, curiosa.

As de tréboles —dijo Sheep, al leer en voz alta el nombre del bar, tanto en el letrero de la entrada como en el libro digital que sostenía en sus manos.

Una de las características del ciberespacio favoritas de ambas, era la curiosa experiencia de visualización de historias. A medida que fueran leyendo «Rey de corazones», la historia entre sus páginas iría desarrollándose frente a sus ojos, dejándolas como espectadoras fantasma que podían vivir sus cinco sentidos de forma tan vívida que pudieran sentirse como las actrices extras de la vida de alguien más.

—¡Mira, tiene un mapa! Es hermosísimo —dijo Helmholtz, impresionada—. ¿Dónde lo habrá hecho? Yo también quiero uno así para mis historias.

—Espera, espera, sigue leyendo. Mira lo que ocurre allá. —Sheep señaló con su cabeza hacia una de las mesas del establecimiento.

Ambas entraron y visualizaron toda la escena del primer capítulo, impresionadas.

—Mierda... Pero, ¿quién mierda es Gray y por qué fue tan pendejo de dejarse...?

—¡Shhh, vas a hacerles spoiler! —reaccionó Sheep, quien se volteó hacia una cámara imaginaria y guiñó un ojo.

—¿Y ahora a quién le hablas?

—¡A nuestros espectadores! Bueno, no sé si existan, pero imaginemos que sí y esperemos que se animen a leer, que este primer capítulo estuvo buenísimo.

—¿Verdad que sí? Joder, debo admitir que al principio no entendía nada, pero poco a poco te va mostrando el mundo a partir de los ojos de nuestra protagonista, Alisa, una sencilla camarera —comenzó a explicar Helmholtz, resignada a que alguien por los recovecos más oscuros de la red podía estarlas viendo—. Sencilla y chismosa, porque se enteró de todo lo que andaba pasando por las calles del reino, mientras duraba dos horas limpiando una bendita mesa. Joder, la mesa más limpia del mundo, yo quiero comer ahí, así también me entero de lo que pasa.

—¿Pero vas a contarles lo que pasa o no?

—Tranquila, tranquila, solo estoy procesando lo que acabo de leer, tenemos que seguir. La historia se centra en Alisa, quien como dije es camarera, y un buen día de chamba (pues todo estaba lleno de gente) decide que es buena idea quedarse escuchando la conversación de unos de sus clientes. Ahí más o menos se entera de que hay criminales saliendo a la calle por las noches, buscando unas cartas. Sí, me oíste bien, querido espectador sacado de la ciberpsicosis de Sheep, andan por el reino jugándose la vida por unas simples cartas. ¿Por qué? Bueno, yo tampoco sé, tengo que seguir leyendo.

—Eres malísima resumiendo, deja de burlarte de mis amigos imaginarios, yo sé que por alguna parte del mundo deben estar —dijo Sheep, frunciendo el ceño—. Mejor leamos diez capítulos de corrido y les comentamos al final, ¿te parece? Así también podemos soltarnos con más cosas.

—Buena idea, ¡aunque espera! Me faltó hablar de lo más lindo del capítulo: El señor Clover Kane.

—Ya vas a empezar...

—¡No, no, tú insististe con los amigos imaginarios! Ahora les tengo que contar sobre tremendo papucho. El tipo es el gusto de cualquier señora que se respete: el dueño del As de tréboles es un treintón, grandote, con barba, unos ojos analíticos que sientes que te escudriñan el alma y una personalidad enigmática. Dime, Sheep, ¿uno cómo hace para no derretirse si en el primer capítulo ya te muestran un hombre así?

—Igual, por la sinopsis no creo que sea el interés romántico de la protagonista...

—¡Me da totalmente igual! Más para mí —dijo Helmholtz, soltando una risilla coqueta.

Sheep comenzó a reírse, negando con la cabeza ante los comentarios de su amiga.

—Bueno, ¿siguiente capítulo?

—Jalo.

Así terminaron envolviéndose en la historia de Veltimonde, permitiendo que la preciosa y fluida prosa del libro las envolviera, para llevarlas hasta el corazón de un par de hermanos que solo buscaban sobrevivir en un reino que insistía con consumirlos.

—Qué aventura tan cercana y envolvente... Es curioso que este último capítulo sea la transición a toda la acción, después de todo el libro es de fantasía y hasta aquí no la ha plasmado. Creo que la autora quería mostrarnos primero quiénes iban a contarte la historia de Veltimonde... Y le ha salido genial —dijo Helmholtz, intentando conectar el conjunto de sucesos que acababa de presenciar.

—Sí, de hecho, el personaje de Harkan es quien realiza ese cambio, además del hecho de que Alisa ahora sea una prófuga de la ley. Él es el que acerca la realidad de la protagonista con la del reino, todo el entramado que empezará a desarrollar en los siguientes capítulos. ¡Pero espera! Tenemos que contarle a nuestros televidentes un poco de lo que vimos, no podemos dejarlos con la duda.

Helmholtz volvió a reír y Sheep hizo lo mismo.

—Bueno, trataré de contarles un poco de lo que pasó en estos últimos capítulos entonces —dijo la gatita, siguiéndole la corriente a las ocurrencias de su compañera—. Bien, luego de que Alisa se enterara de todo el chismesito, te cuentan su contexto. Resulta que vive sola con su pequeño hermano, Ciro, en un refugio oculto tras un contenedor de basura, pues sus padres murieron hace unos años y ella le tocó desde chiquita saberse la de chambiar, al igual que él, pues vende algunas setas y cestas en el mercado.

—En una de esas ventas en el mercado —agregó Sheep—, a una señora se le cae una manzana y, aunque Alisa intenta devolvérsela, la doña no la escucha. Alisa piensa que es un milagro de Los Antiguos y se la queda, para entonces irse a su casa tan tranquilos.

—El problema es que la malparida manzana terminó de joderles la vida porque la acusan de robo, sí, absurdo, injusto y te deja con ese mal sabor de boca de la impotencia. Resulta que, en el nuevo sistema penitenciario de Veltimonde, la forma de «redimir» ese tipo de delitos, es participando en el juego de recolectar la baraja de cartas que se encuentra regada por todo el reino, compitiendo con centenares de criminales que están dispuestos a jugarse la vida por su libertad. Una mierda, ¿no?

»Pues bueno, así es como Alisa termina metida en El Juego de la Reina de Corazones. Mucha perra esa vieja, ¿verdad? Todavía no la conocemos, pero sin duda ya se ganó todo nuestro odio por inventarse tremendas mamadas. ¿La tipa estaba aburrida y quería divertirse con el sufrimiento ajeno? ¿Qué tipo de crítica quiere hacer la autora? Lo sabremos en siguientes capítulos, pero resulta bastante obvio por dónde quiere llevar su trama distópica.

—Sí, sí, aunque pudimos notar varios clichés, la verdad es que están bien construidos y la trama sigue sintiéndose fresca. A eso hay que añadirle que la autora tiene una narrativa muy bonita y, aunque también notamos uno que otro errorsillo, realmente no es nada muy relevante. Quizá hacer menos pausas en las narraciones frenéticas y fragmentar los párrafos largos vendría bien.

Helmholtz asintió con la cabeza, para luego continuar con el análisis:

—También hay que felicitar a la autora por su forma de construir escenas y las transiciones que hace entre una y otra. Aunque la mayoría de los párrafos son descriptivos (lo cual se agradece bastante, pues genera una ambientación envolvente y fluida), sabe abordar momentos donde es necesario el suspenso e incluso el horror. Hay dos escenas en particular que me gustaron mucho, pues aunque el enfoque principal de la obra no es el terror, utiliza algunos elementos que generan en el lector una sensación de pánico real y un miedo muy tangible de que los personajes puedan encontrarse con la mismísima huesuda. Juega bien con las características de sus personajes, pues vivir en un mundo tan hostil siendo una mujer joven, que además tiene a un niño a su cuidado... Te hace sentir la vulnerabilidad de las personas que realmente viven situaciones así y que se permite plasmar en sus personajes.

—Además, mete referencias a clásicos del terror, como la escena del hacha en El Resplandor, que también están muy ricas —intervino Sheep—. Ese tipo de detalles son los que enriquecen a una historia, sobre todo por la gran construcción de personajes y de mundo que tiene.

—Eso, lo que ella dijo, el chismesito del reino está buenísimo y el trasfondo del sistema penitenciario pinta interesante. Tenemos que seguir leyendo esta historia, Sheep, la verdad es que me está gustando muchísimo.

—¡A mí también! Tengo curiosidad por cómo se va a manejar la fantasía, ¿serán poderes en los personajes, algún tipo de magia, seres mitológicos? ¿Algo estilo Alicia en el país de las maravillas? No sé, no sé, ya me los imaginé a los dos hermanitos trepados en un dragón o corriendo detrás de un conejito y no puedo sacar esas imágenes de mi sistema.

—Qué bonita escena acabas de poner en mi mente, Sheep, ojalá que se arme algo wapo, yo le tengo fe.

Pero antes de que pudieran continuar hablando, un estruendo que ambas reconocieron como proveniente de fuera del mundo de Veltimonde y del ciberespacio, las devolvió a la realidad en la que acababan de robar uno de los más importantes libros que Echo Nexus, una de las compañías más importantes de la ciudad de Spectra, se disponía a destruir. Helmholtz, aún recostada sobre su cama, desconectó los cables de fibra óptica de su nuca y volteó a mirar con horror a Sheep cuando escucharon varios golpes contra la trampilla de metal, como si alguien estuviera intentando romperla: habían sido descubiertas.

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