Capítulo 2

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Pues no me queda de otra que asumir lo que me toca, y es necesario pasar esta materia para poder graduarme. El problema es Kenneth, por David no me preocupo, ni siquiera nos conocemos, pero si Ken sabe que mis repasos son justamente con él...

El timbre suena, dándole paso a el momento más aclamado, añorado, anhelado y por el que todos sienten un aprecio inmenso, el receso.

Salen todos disparados del salón luego de una muy tediosa clase de filosofía en la cual dejaron demasiados deberes, en cambio yo recojo mis pertenencias sin apuro. Salgo del salón en dirección al patio y Lucía viene corriendo hacia mi dirección.

—A ti misma te buscaba —dice agitada.

—Vaya, sí que me extrañaste. Si te consuela yo también.

—Sarah, se están peleando...

—Sí, lo deduje por la bulla que sentí.

—...Kenneth y David.

—¿¡Qué!? ¿¡Y me lo dices ahora!?

—A veces te odio.

Salimos al patio rápido, cuando llegamos encuentro una escena que me impacta. Mi pareja está encima del pobre chico con el rostro lleno de sangre, aunque Ken también tiene lo suyo. Corro hacia ellos intentando evitar que siga la pelea, pero caso omiso me prestan.

—¡Ken, para! ¡Ken, por favor! ¡¡¡KENNETH ALEJANDRO HANS!!! ¡¡¡BASTA!!!

El puño que iba dirigido hacia la cara de David se detuvo, el dueño de la mano me miró estupefacto y pareció volver en sí. Se levanta de encima del chico, agitado e hiperventilando.

—Sarah, yo...

—Ya hablaremos de esto después, Kenneth.

Zanjo y voy camino al chico que intenta levantarse del suelo, le ayudo en la acción y lo acompaño a la enfermería. La enfermera pone cara de horror al ver el rostro del muchacho, va enseguida buscar un botiquín de primeros auxilios y empieza a curarles las heridas y a bajarle la inflamación. Aún por encima de todos esos golpes, la cara inflamada y la nariz rota se ve muy atractivo.

—Gracias—me dice el chico.

—No fue nada. No iba a permitir esa barbarie. Mira lo siento mucho por lo que ha ocurrido, en serio no tengo ideas de porque haya hecho esto, lo más probable es que sea por celos, pero ya hablaré con él. Esto no se volverá a repetir. Te lo prometo.

—Celos, malditos celos. —Niega con la cabeza.

—Emm...si no te incomoda...tengo que hacerte una pregunta.

—El profesor Layton les dijo que hablaran conmigo para estudiar, sí, lo sé. Espero que no traiga como daño colateral otra hinchason.

—Esperemos...jeje...

—Esta tarde a las seis. ¿Les parece?

—Sí...em...sin problemas. ¿Me mandas la dirección de tu apartamento?

—Claro, dame tu número .

Intercambiamos teléfonos y me envía su dirección por e-mail.

—Entonces...—los nervios me carcomen.

«Relajate, Sarah»

—Nos vemos esta tarde. — se despide él con una sonrisa, agito mi mano en gesto de despedida y me largo de la enfermería.

✓✓✓

—¿Esta misma tarde?—cuestiona Lucía con un puchero.

—Sí, espero que no tengas ninguna objeción. Además hubo una lengüita a la que se le escaparon palabras y causó que esté lleno de golpes, ¿recuerdas?

—Valee—alarga las vocales y bufa molesta.

Acabamos de entrar en nuestro apartamento y por la escena que acabo de captar en mi mente, me quedaré traumatizada por el resto de la vida. 

Un par de viejos cuerpos —por así decirlo—en el sofá desnudos, besándose, acariciándose y gimiendo, botellas de cerveza en el suelo y peste a alcohol predomina en el ambiente.

No se dan cuenta de nuestra presencia hasta que su hija, roja de la pena y la vergüenza, carraspea y ellos detienen su actividad y nos miran. He salido del estado de shock y comienzo a reír histérica, mientras Teresa y Miguel se visten rápidamente pidiéndole disculpas a su hija y a mí.

Secandome las lágrimas de histeria que han caído por mis cachetes me siento en una de las sillas de la isla de la cocina, me percato de que Lu viene hacia mí, parece un tomate, pobrecita.

—Sar, lo siento. Que pena, por Dios.

—No fue tu culpa, y no estoy molesta. Solo una cosa, tus padres tendrán que subir la cantidad de lo que mandan mensual para poder pagarme el psicólogo.

Y rompo en risas, pero la diferencia esta vez es que Lulú me acompaña.

Me encantan estos momentos así, donde ambas nos divertimos y la pasamos bien sin interrupciones ni molestias. Estos momentos perfectos y sagrados de nuestra amistad que solo la muerte podrá detener.

✓✓✓

Paradas frente al lujoso edificio en el que reside nuestro repasador, confirmamos que es exactamente este a través de la foto que me envió. Con el permiso de él, le pasé el número de celular a Lulú para que lo tuviera para cualquier duda.

Subimos hasta el tercer piso, quinta puerta, lado izquierdo, justo como indicó. Lulú toca la puerta delicadamente. Se escucha como desde dentro nos avisa que está en camino. Se tarda unos segundos más hasta que lo tenemos frente a nuestros ojos y... Joder, pero joder de...joder, del bueno.

Está...fantastilloso( fantástico y maravilloso) va vestido con unos vaqueros que se le ajustan a las notables piernas ejercitadas que porta, sudadera gris con logo de una película al parecer de terror y unos converses blancos como el coco. Muestra una sonrisa ladina al darse cuenta de que lo miraba descaradamente. Carraspeo presa de la vergüenza y entro en su apartamento.

—Hola—saludo al pasar por su lado. Asiente y cierra la puerta.

El salón es bastante grande, tiene un hermoso juego de muebles rojo vino con una mesita auxiliar en el centro. En la pared cuelga un pantalla plana de treinta y dos pulgadas. Luego está la cocina-comedor con todo lo necesario para cocinar, no obstante, algo me dice que él no cocina. Una mesa de mármol— al igual que las mesetas de la cocina—con seis sillas. Todo pulcro y con aroma a lavanda

—Vengan, chicas. —hace un gesto con la mano indicándonos que lo sigamos.

Hacemos lo que nos pide y nos adrentamos en una habitación llena de pósters de diferentes bandas, películas y dos o tres animados como los Simpsons.

En un rincón hay una pequeña mesa de madera con un portátil encima, junto con un portalápices. En una pared cuelga una pantalla grande de las que sirven para jugar PlayStation en realidad virtual.

Su cama doble pegada a la pared, tendida con sábanas de Marvel al igual que las almohadas. Detrás un par de grandes ventanas tapadas por cortinas grises. 

—Bienvenidas a la guarida del lobo.

—Esto más bien parece la habitación de un chico adinerado. —comenta Lulú

—Nuestras habitaciones son bastante parecidas, Lulú, y no somos adineradas.

—Es cierto.

—Mis padres son dueños de unos de los mejores restaurantes de Canadá y socios de una cadena de hoteles aquí en Toronto. —interviene David.

—Ouh, entiendo. —Lucía se queda atónita ante la información.

Yo mientras, inconsciente, he mirado demás al chico y él —otra vez—se ha dado cuenta. Viro mi rostro y sostengo mi mirada hacia un póster de The BackStreet Boys.

—¿Te gustan?—interrogo.

—Son mis favoritos. —responde.

—Los de ella también—interviene Lulú—Se la pasa atosigandome en la casa cada vez que pone la bocina a todo volumen.

Ambos ríen y yo fulminó con la mirada a Lucía, ella aumenta su risa. Adora burlarse de mí

—Bien, no vinimos a contarnos nuestros gustos y preferencias. Que yo sepa vinimos a estudiar para pasar Matemáticas. —Les recuerdo a los desmemoriados.

—Tienes razón—recalca y me señala con el índice.—Sientense en la cama. —Dictamina. — ¿Qué fue en lo que se equivocaron, Lucía?

—La geometría. —se sonroja ante su mención.

—Lo veía venir.—le dedica una dulce sonrisa.

«Mmm, gato encerrado»

Concuerdo contigo, Betsy.

¿Qué? Nombré a mi conciencia, sí. ¿Algún problema? Y si lo tienen es muy suyo *saco lengua*

✓✓✓

No se cuánto tiempo hemos pasado desde que llegamos aquí, pero afuera ya se ha hecho de noche. David nos sigue explicando varias cosas y Lucia prestando atención como a ninguna otra persona. Mi celular suena dándole paso a la canción escogida explícitamente para este contacto, Kenneth. Suena I Want In That Way a través de mi bocina interrumpiendo la clase. Disculpo la interrupción y salgo con él teléfono al salón.

—¿Que quieres? —digo al coger la llamada.

—Te quiero a ti, Sarah—dice con una voz suplicante que me ablanda el órgano que reparte sangre por todo mi ser.

—Kenneth...

—En serio, amor. Lo siento. Pero creo que esta es una conversación que no deberíamos tener por móvil.

—Opino lo mismo

—Llego a tu casa en unos minutos.

—No estoy ahí. Estoy en casa de David.

Juraría que apretó más de lo debido el volante.

—El repaso, ¿no?.

—Sip

—Y...¿les queda demasiado?

En ese preciso momento Lucía y David salen de la habitación, la primera con la mochila encima, por lo que deduzco que sí, acabamos de terminar.

—¿Sarah?

—Ya terminamos.

—¿Puedo ir a buscarte? Buscarlas, mejor dicho.

—Sí. ¿Sabes dónde es?

—Sí, enseguida llego

Cuelgo y me giro hacia los chicos que están tranquilos y platicando en los muebles. Lulú mantiene una sonrisa tímida y los cachetes sonrojados, en lo que David sonríe coqueto colocándole un mechón rebelde de cabello a Lucía detrás de la oreja. Está claro que se gustan.

—Tierra a Lulú—rompen el contacto visual y me miran ambos.

—Ya podemos irnos, te explico en el camino lo demás.

—De hecho, Ken vendrá a buscarnos.

—¿Se arreglaron?—le brilla la mirada. Sin embargo a David se le ensombrece.

—Aun no. No te preocupes, no subirá. —me dirigo a él.

—Mas le vale. Hasta mañana, chicas.

—Adios—respondemos al unísono.

Vamos descendiendo por el elevador mientras Lu me va explicando lo último que hablaron.

—Lucía

—¿Mmm?

—¿Te gusta? —porque para mi suerte o desgracia, a mí sí.

—¿Q-qué? No, no, no.

—¿Entonces por qué te acabas de poner nerviosa y tartamudeas?

—Y-yo no tartamudeo—dice muy digna—Es solo que esos ojos café tan atrayentes, esa ronca pero a la vez delicada voz, sus labios rosados y húmedos, la sonrisa que adorna su rostro. ¡Joder, sí que me gusta!

«¡Joder, sí que le gusta!»

Mierda, Betsy

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