Capítulo 3

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—Universo, ¿que tienes en contra de mí?—digo mirando hacia el cielo pensando en todo lo sucedido ayer.

Rebobinemos en mi memoria.

Luego de salir de casa de David, que llegó Kenneth todo se arruinó. Aunque ya se había arruinado cuando Lucía me confesó que le gusta David.

—Hola—nos saluda Kenneth —monten.

Ambas entramos al Audi negro de mi pareja, ambas en los asientos traseros.

—Sarah—me llama Ken—por favor, siéntate a mi lado—no me hubiese movido de no haber visto esa mirada suplicante y triste en sus cansados ojos marcados por ojeras.

Estuvimos todo el viaje en silencio, un silencio tenso e incómodo. Puse la radio a poco volumen. Sonaba 5.am de One Direction.

Bajamos frente mi edificio. Lucía se me adelanta dejándome sola con Ken. Él sale del carro y se apoya en el capó de este. Se mira las manos aclarando las confusiones que estoy segura que dominan su mente.

—Sar, yo te amo, nunca he dudado de ti, te lo juro. No tengo idea de que me sucedió, me cegué ante la idea de que tú...

—¿Yo qué, Kenneth?

—Estuvieras con David. —Baja la mirada y diviso un ligero rubor en sus cachetes.

—Ay, Ken. Yo te amo.—dicho esto sube la mirada y sonríe, ilusionado.— Además de que no podría estar con David, ni aunque quisiera.

—¿Por qué?

—Lucía se está enamorando de él. Y al parecer ella le gusta.

—Oh, entendido.

—Pero no creas que con esta charla está todo resuelto.—La confusión se apodera de su rostro. —Tienes que pedirle disculpas a David.

—¿Eh?¿Por qué?

—¿Acaso se te olvidó a quien le caíste a golpes en la mañana?

—Oh, cierto. —Asiente

—¿Cuándo lo harás?

—¿Qué?

Suelto un sonido de frustración

—¡Ay, que tonto me ha salido este chico, por Dios! Las disculpas, Kenneth, las disculpas a David.

—Ni de coña. No lo haré.

—Oh, sí que lo harás.

—No lo voy a hacer, Sarah. A quien me interesaba recuperar era a ti, no a el.

—Pues hasta que no te disculpes no me busques, Kenneth.—di por terminada la plática y caminé hacia mi edificio.

—¡Sarah!—escucho que grita a lo lejos, entra en el auto y golpea el timón, frustrado. —¡Mierda, mierda y mierda!

Al entrar al edificio subo por el ascensor. Entro en mi apartamento y lo primero que veo es a Sarah sentada en uno de los muebles cotilleando en Instagram. Se levantó al sentirme y me siguió hacia mí habitación. Lanzo las cosas encima de la cama desatando toda mi rabia contra ellas, como si las pobres tuvieran alguna culpa de todo lo que me sucede.

—Al parecer no salió tan bien como había pronosticado. —comenta

—¡Todo estuvo bien hasta que su maldito orgullo le prohibió disculparse con David!¡En un maldito engreído orgulloso que tiene el cabron ego hasta los cojones!

—Ese lenguaje, Sarah.

—¡Yo hablo como se me venga en gana, Lucía¡

—¡No tienes que cojerla conmigo! ¡Yo no soy la causante de ningunos de tus problemas! ¡Lo único que quiero y deseo es ayudarte a arreglarlos de una vez por todas, maldita sea!

—Lo siento, Lu.

—No, ahora no.

Me dió la espalda y salió de mi habitación, solo sentí el sonido de sus llaves al cerrar la puerta de la entrada.

—¡Joder!—tiro la mochila al suelo de un manotazo.

Me acuesto en la cama y sin darme cuenta quedé rendida

✓✓✓

El hambre es quien me despierta. Mi estómago está completamente vacío. Miro en mi teléfono y son las ocho y quince de la mañana.

—¡Mierda!—murmuro—Me cogió tarde.

Voy corriendo a la habitación de Lucía a despertarla ella también se debe haber quedado dormida. Toco a la puerta tres veces y no abre, entró sin más y no hay nadie. Su cama está toda tendida y arreglada, ni su mochila ni los zapatos que usa para la escuela están.

Me dejó y se fue. No me despertó.

Me visto lo más rápido que puedo, luego de asearme y lavarme los dientes. Decidí no desayunar, solo me atrasaría más. Comería a la hora del almuerzo. Llamo a un Uber mientras.

Bajo cuando me avisas que ya el Uber llegó. Le indico cual Universidad es y allí me deja. Claramente para cuando llegó ya los primeros turnos terminaron. Encuentro a Lucía y voy donde ella.

—Ey, no me despertaste.—Le digo caminando a la par de ella. No separa la mirada del frente.

—Aprende a levantarte por ti sola y no me hables.

Tras esto me quedo en shock intentando asimilar lo que me acaba de decir. Tanto así que reacciono no de la mejor manera.

—¡Sal de mi camino, estúpida!—chilla Camille, una chica que va buscando las casillas desde hace tiempo, y me acaba de encontrar de muy, muy mal humor. Descargo toda mi furia, rabia e ira en contra de ella.

Sin que se lo espere le cacheteo su delicado rostro haciendo que se le gire hacia la derecha y quedando las marcas de mis cinco dedos en ella. Se gira hacia mí con la boca abierta, sorprendida. Se me tira encima y comenzamos a jalarnos los pelos mutuamente, pero a diferencia del suyo, el mío no son extensiones. Por lo que logró quitarle al menos tres por jalón. Cómo mis manos ocupan su cabeza y de vez en cuando la suelto para meterle otras soplanas, utilizo mis piernas para darle patadas que la debiliten. Me está causando dolor de cabeza por los jalones pero los ignoro a toda costa, lo que sí no logré ignorar fue el maldito piñaso que la desgraciada me ha dado. Siento el característico sabor metálico de la sangre por lo que deduzco que me ha roto el labio. Ya la multitud estaba reunida en los pasillos observando la pelea y armando bulla. Con aún más molestia le devolví el piñaso varias veces. Los profesores no tardaron en llegar y con un poco de trabajo separarnos. Dejo que el director me levante por debajo de las axilas y me lleve, mirando hacia atrás y limpiando me la sangre con el dorso de mi mano. Le sonreí a Camille al ver su estado. Casi calva, ensangrentada, sucia, también con la boca rota, morados y marcas de mis dedos en la cara y un ojo que pronto va a parecer estar fuera de órbita.

«Gracias por permitir desahogarme, Camille»

Lo mismo digo, Betsy.

El director nos entra a su lujosa oficina, dos grandes ventanales que dan a la ciudad se encuentran detrás de su inmaculada mesa de cristal polarizado. Un calendario, una foto familiar y un portalápices es todo lo que se encuentra encima de la mesa. En las paredes foto del presidente, un gran reloj y en la más grande se encuentra la bandera de nuestra nación.

Ambas nos sentamos frente a la mesa que mencioné anteriormente. Jake, el director, se sienta frente a nosotras, une sus manos y dirige su mirada hacia mí, suspira.

—¿Se puede saber qué diablos sucedió allá fuera?

—Ya lo vió, señor. Esta monstruosidad casi me mata, solo mireme. —chilla Camille a mi lado. A lo que yo respondo con una baja y dicreta risa. Persivo como Jake reprime una carcajada. 

—La señorita Clarke tiene razón. No puedo permitir que esto se vuelva a repetir, señorita Scott. A partir de estos momentos le anúnciaré a cada docente de esta universidad que mientras se mantenga dentro de esta propiedad la mantengan bajo vigilancia.

—Vale—no tengo ningún problema con eso.

—Bien, señorita Clarke, puede retirarse. —noto como al levantarse se presiona la parte izquierda del torso y hace una mueca de dolor.

—¿Y yo? —cuestiono al ver que al fin se fue el engendro. El director se para suavemente y se dirige hacia mi silla. Se pone frente  mi y se sienta sobre su ya no tan impecable mesa.

—Tu...has acabado con esa chica, observa como la dejaste—dice en tono serio—me temo que tendré que... ¡felicitarte!

Empieza a reír y me le uno.

—La tenía merecida, ¿no es así?

—Muchísimo, además que no me cogió en el mejor momento, desaté toda mi rabia sobre ella.

—Se nota. Tu padre estaría orgulloso de ti si la viera. Pobrecita.

Jake y yo nos conocemos desde que nací literalmente. Era el mejor amigo de papá y es mi padrino de bautizo. Cuándo murió que mamá y yo nos quedamos solas y sin poder pagar los impuestos nos dejó quedarnos un tiempo en su casa, al final nos la dejó y se mudó a otra con su actual mujer.

Pone un brazo encima de mí hombro y me sonríe.

—Ya eres toda una mujer, tal cual ellos querían, inteligente, bella, valiente, ágil y audaz. Sabes que puedes contar conmigo para todo, Saritah.

—Gracias, Jake. Te quiero.

—Yo también, princesa. —me da un beso en la mejilla y yo me dirijo a la salida. —No creas que te quedas sin castigo por esto.

—Ah,¿no?

—No, muchachita.Vas conmigo al festival de la cosecha el mes que viene.

—¿¡Qué!? No, eso no, por fis. —con mi puchero lo hago cambiar de idea.

—Vale—dice alargando la última vocal. —Iremos unos días antes a colaborar en la preparación si tanto insistes.—sonríe con maldad

—¡Arrrgg! —suelto molesta.

Voy a mi próxima clase, Leyes. Intento convencer al profesor de que me permita entrar a clases que estába en la dirección y por eso llego tarde, pero ni puto caso me hace el cabron. 

Salgo al patio de entrenamiento a esperar que pase los últimos minutos que quedan para comenzar el horario de almuerzo e ir al comedor.

Al sonar el timbre todos se dirigen hacia allá. Yo con buena fé espero que no me suceda nada aquí. Todos se acomodan en sus asientos y yo espero para que me llegue mi turno y servirme. Pero como si el universo quisiera contradecir me caigo al suelo con toda la comida encima de mi ropa, dadondeme un buen golpe en el trasero por el cual deduzco que me he quedado plana y como era de esperar todas las miradas se posan en mí y el comedor entero ríe a costilla mía.

Me levanto del suelo molesta y voy al mismo lugar donde estaba hace un rato.

Y aquí estoy ahora, sentada en el césped verde e impecable bajo la sombra de un frondoso árbol cuestionandome que fue lo que hice para caerle tan mal al universo.En estos instantes estoy muerta de hambre porque no he comido nada desde ayer. Noto una silueta acercándose pero no me inmuto. Se sienta a mi lado y suspira.

—Al parecer no ha sido un buen día —comenta David. Y me brinda una manzana, la acepto con gusto

—Para nada.

—¿Que sucedió? Puedes desahogarte conmigo.

Le empiezo a contar cómo ha sucedido todo a partir de qué salimos de su casa.

Para cuando terminé tenía unas lágrimas a causa de toda la rabia que siento

—Joder, sí que te lo han puesto difícil. —ante su comentario no puedo más y comienzo a llorar, agarra suavemente mi cabeza y la acomoda sobre su pecho.—Shh, ya tranquila. Todo estará bien, ya verás.—acaricia suavemente mi cabeza— Yo estoy aquí, cuenta conmigo para lo que sea, Sarah, lo que sea.

Y así nos quedamos durante no se cuánto tiempo más. Acompañándonos el uno al otro, ofreciéndonos calor en este día tan frío. Sintiéndome segura y cómoda entre los brazos de David. Con ganas de que este momento no termine nunca en la vida, que sea así para siempre, pero por desgracia las cosas nunca son como uno desea.

—¿Sarah?—la voz de Kenneth crea que nos separemos.—Y decías que no estabas con él —su voz sonó destruida y melancólica.

—Y no lo estoy, Ken. —me levanto calmada.

—Ah,¿No?

—No.

—Bueno, explicame esa abrazadera.

—¿Qué?¿Ahora no puedo abrazar a nadie sin tu permiso?

—Claro que si, Sar.

—¿Sabes por qué me abraza? Porque he tenido un día de mierda desde que peleé contigo ayer, Lucía no me habla, hace un rato me peleé en el pasillo, me caí en medio de la cafetería y todos se han reído de mí, no he comido nada en todo el puto día y estoy jodidamente hambrienta. Solo he comido una maldita manzana que él me acaba de traer ¿en dónde estabas tú, Kenneth?Ha sido el único que ha venido a apoyarme, Ken. No sabes lo mal que me siento.

Mierda, estoy llorando.

—Sar, disculpa.

—Vete.

—¿Me estás...dejando?

—No, Ken, no. Debería, pero no.

—Claro, deberías para poder estar con él sin problemas.

—¡Que no joder, que él le gusta a Lucía!

Oh, no.

Me giro hacia David y veo la cara de sorpresa que se le ha quedado.

—Ahora lo sabe por mi culpa. Más problemas.—susurro y miro con mala cara a Kenneth


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