18.La Maldición del Sàtiro

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"Se que una alma de poeta no puede mostrarse sin abrirse en canal, pero quizás yo sea capaz de ocultar mi corazón y las heridas del mismo."

"Estaba sintiéndome a la deriva cuando una acaricia de cristal me ha despertado, la he mirado directamente a sus ojos observando su alma pura. Sin previo aviso mi voz de nuevo surgió."

"Toda ella me transmite una paz y una comodidad que hacía años que no experimentaba, una paz similar a cuando estaba en el regazo de mi madre y quizá también aquella paz que alguna vez logré en aquella que se convirtió en mi amor más allá de frontera y guerras. Será que todas ellas tienen ese efecto en mí o será que las que se han cruzado en mi vida eran cosa del destino..."

Sin saber exactamente como mis propias palabras se cruzaron en mi garganta, atravesando mis sentidos y nublando la conciencia de lo que aprendí a base de golpes, dolor y mucho sufrimiento.

"Saber la verdad únicamente te hará sufrir."

"No lo hagas, no soy lo que parezco, ya no hay vida en mí"

"... destino cruel y marchito que me ha llevado a mi estado actual"

"Recuerda que el mismo ser que nace no es nunca el mismo ser que muere"

Mis palabras eran un aviso para ella, pero de nuevo olvidé que también lo eran para mí, una vida fue suficiente para saber que debía de haber estado solo eternamente, porque una persona maldita tiene vetado compartir hasta una mirada.

El último día que la vi antes de que su ser esférico de cristal nos reuniera de nuevo, sentí arder la angustia en mi interior, el temor de que mi maldición hiciera mella en ella también se apoderó de mí. Aquello que había empezado con una naturalidad tranquilizadora se tornó una tormenta abrumadora que nos distanció para regresarnos a cada uno al lugar que pertenece por derecho de nacimiento o de muerte. En ese instante perdí de nuevo la respiración y quede una vez más inmerso en un eterno sueño donde el tiempo pasaba, pero no mis lamentos ni mis recuerdos.

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En esta ocasión no pude quitar de mi mente la mañana que regrese a mi comarca natal después de varios años de mi partida hacia un mundo por explorar. Mi alma estaba abatida, dolorida y rota, había explorado muchas alegrías, pero todas ellas eran solo un dulce atisbo de lo que estaba por venir, de todas condenas que me otorgo el destino maldito con el que nací.

Con las pocas fuerzas que restaban de mi atormentado cuerpo subí la gran colina que me separaba de la hermosa naturaleza en la que nací y crecí mis primeros años de vida, la selva húmeda llamada Loneutöfar. Anhelaba sus besos matutinos, sus risas lanzadas al viento, sus brazos confortantes y húmedos, que me llamara narciso, pero sobre todo anhelaba el regazo de mi madre, ansiaba cobijarme en su cariño y volver a mirarla a los ojos como cuando hacía de pequeño, anhelaba a Liríope, la Náyade de cabellos dorados, mi madre.

Me adentré en Loneutöfar inspirando y llenando mis pulmones del aire purificado del lugar, allí las criaturas más alegres y dicharacheras de toda la comarca de Dorlokein encontraban en aquel paraje un lugar al que llamar hogar, Loneutöfar era conocido por su exuberante vegetación y por las innumerables lagunas que componían tan idílico paisaje.

En el primer lago con el que me cruce unos insectos blanquecinos batían sus alas con suma delicadeza, aquel lago estaba repleto de vegetación hasta en sus aguas se podían encontrar plantas flotantes que adornaban y perfeccionaban la belleza del lugar. Las risas y el placer se fusionaban entre los seres que custodiaban la zona, las aguas y las orillas estaban repletas de féminas, Náyades y otras criaturas de igual o superior belleza, todas ellas adornaban sus cabellos con flores, frutos o plumas exóticas para acompañar sus cuerpos celestiales, entre todas ellas un sátiro posaba como si fuera amo y señor del lugar, sin duda la peculiaridad que lo destacaba lo hacía conocido en el lugar, el bello de sus piernas y de su musculoso torso era de brillo dorado. Conocía a la perfección a Aarón, pues resultaba que ese Sátiro es y será de mi misma sangre, él es mi primo Aarón, en el momento en que lo vi, disfrutando del placer, la lujuria y los gozos de vivir en un paraíso sin igual, entendí que esa hubiera sido mi vida si no hubiera tenido ese odioso afán de explorar y de salir de aquel lugar siendo solo un crío.

Aarón me ofreció acompañarle en la celebración de la vida que tenía a diario por esos lares, pero yo quería ir al lago donde nací, al lago donde mi madre estaría esperándome con sus pies sumergidos en la orilla. La poca esperanza que apenas mi ser albergaba en mi propia vida residía en ese tan esperado reencuentro, después de haber perdido todo lo que tenía y amaba en mi aventura por Zeehïro camine durante meses para llegar al origen de mi propia vida, para en cierta manera olvidar y renacer, pero desconocía la verdad y el temor que allí me aguardaba a la espera de mi llegada.

Cuando llegue al lago yhness, encontré una quietud que jamás hubiera esperado, no había nadie allí y mi mente no podía concebir tal desolación cuando en ella el lago yhness era mucho más vivo que el lago en el que tan solo unas horas encontré a Aarón, no podía ser que hubiera pasado tanto tiempo, que las criaturas que allí vivían se hubieran marchado así sin más, no había rastro de animales ni de insectos por toda la zona. Mi corazón y mi mente empezaron a colapsar con la idea de que quizás jamás encontraría a mi madre, y no queriendo aceptar la evidente realidad, empecé a buscar por todos los rincones que conocía hasta llegar a la roca donde la vi por última vez alentándome para que iniciara la aventura que yo tanto anhelaba en aquel entonces. Recordé el momento como si hubiera pasado tan solo unas horas y la visualice allí tumbada, sonriendo y transmitiendo su paz característica, y mi corazón la anhelo y la necesito más de lo que hubiera imaginado, haciendo que mi pesar me arrastrara a la desolación que caracterizaba el lugar.

Unos cabellos dorados que reconocí a la perfección me llenaron de la esperanza de reencontrarme con ella, mi corazón aleteo ligeramente aflorando aquella pequeña idea que tenía de encontrar la paz y la consolación que tanto necesitaba de sus brazos. Como si de un rastreador me tratara me dispuse a seguir huellas, rastros, marcas que el paso de ella habían dejado en su incursión fuera de aquel lugar y gracias a la conexión que siempre hemos tenido reviví los hechos como si hubiera estado allí observándola desde cerca...

Liríope mantuvo su sonrisa hasta que vio partir y desaparecer a su retoño en el horizonte, se sentía tremendamente orgullosa por él, pero en el instante que dejó de verlo un vacío quebró su alma, había dejado marchar a la única persona que era su familia y por consiguiente su hogar. Sabía que no podía depender emocionalmente de él eternamente, pero él marcho tan pequeño, tan joven, tan suyo y tan tierno que pensar que no volvería a verlo al día siguiente le rompió el alma y quizás algo más.

Permaneció impasible y paralizada durante días y noches, pues su vida había dejado de tener sentido y su hijo que era su razón de ser y existir ya no le acompañaba en cada uno de los amaneceres, nadie se acercó a ella, nadie intentó sacarla de aquel estado, nadie le dio las palabras de aliento que tanto necesitaba. Sin demora, la dependencia arraigada que tenía con su hijo crecía estrepitosamente hasta el punto de plantearse quitarse la vida ahí mismo cada uno de las noches, pero no tenía el valor suficiente y pasaba las noches derramando numerosas lágrimas hasta que los rayos de sol se las secaban.

Cansada de ser, estar y parecer, emprendió el rumbo en busca de su hijo, lamentando no haberlo acompañado en sus numerosas aventuras, era consciente que ese viaje la llevaría lejos de la comarca y que quizás perdería la vida, pero todo aquel riesgo que implicara volver a ver a su retoño merecería siempre la pena por mínima que fuera la posibilidad de reencontrarse con él. Atravesó imparable la selva Loneutöfar, supero contra pronóstico los límites de la comarca, uso su belleza y dones de seducción para encontrar y seguir el camino de su propio hijo para salir de la comarca.

Liríope sin saber bien como llego al primer desierto que separaba Dorlokein de las otras comarcas, como náyade le era sumamente difícil atravesar la sequedad del desierto, la travesía era compleja y extensa, pero nada pararía a una madre de reunirse con su propio hijo. Para su fortuna, su travesía por el desierto le llevo a un oasis desconocido, pero sumamente vital para su supervivencia, se sentó en una roca y sumergió cansada sus pies heridos en la orilla del manantial que reinaba el lugar, a la espera de continuar su viaje al día siguiente dejo que sus ojos se cerraran en un suspiro de sus labios.

Sabiendo que ella necesitaba tanto como yo o más incluso, ese reencuentro entre madre e hijo, una fuerza interior me lanzo a trotar y seguir el mismo recorrido que ella había realizado tiempo atrás y en la lejanía la vi en el mismo oasis, tumbada en una roca esperando mi llegada. Al acercarme ante mis ojos, el manantial que había visto tan sol o unos segundos antes desapareció, quedando solo ante mí la roca y su cuerpo dormido.

Madre e hijo compartieron espejismo con años de diferencia, pero el tiempo y la deshidratación había  hecho de las suyas, no hay Náyade que sobreviva a un paisaje tan hostil y seco,  era el momento de que uno de los dos despertara.

Me encontraba abrazándola cuando mis ojos se abrieron y desperté del trance en que me encontraba, fue entonces cuando horrorizado fui consciente del cuerpo inerte y sin vida que sostenía en mis manos, su cuerpo se hallaba consumido y momificado por la deshidratación, lo que una vez fue una náyade repleta de alegría estaba consumida y reducida en un cuerpo destruido por el tiempo y el desierto.

El sátiro gritó y lloro con todas sus fuerzas hasta perder su  propia voz, aquel amanecer supo con certeza que era una criatura maldecida y que todos aquellos que alguna vez lo amaron sufrieron y estuvieron condenados de por vida. Hay momentos en la vida que aunque uno siga vivo todo quema y arde por dentro despellejando tu ser como si ya hubieras muerto en vida porque hay heridas que jamás sanan y golpes que que te cambian por completo.

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Cuando su ser esférico de cristal me arrastro hasta la superficie del lago y la vi de nuevo con su pálida piel lavanda y su característico aroma floral, supe que mi voz podría alzarse de nuevo, que mis versos saldrían a la luz y que en ella había encontrado una serenidad para simplemente recitar sin olvidar. Pero antes debía ser sincero y pedirle a ella una amistad como si fuera la princesa del Dragón Borbón, no es el siguiente poema en mis papiros ni en mi historia, pero la ocasión quizás merezca la pena siempre y cuando no olvide mi maldición, no cometeré nuevamente el mismo error. Se nos ha dado una nueva oportunidad para ser y estar, pero no para padecer.

"Se que una alma de poeta no puede mostrarse sin abrirse en canal, pero quizás yo sea capaz de ocultar mi corazón y las heridas del mismo."


Si les ha gustado el capitulo me harían enormemente feliz si votan, comentan y comparten.

¿Creen en la maldición del sátiro?

¿Alguna vez han sentido que están maldecidos?

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