31. Los designios de la conciencia

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"Todos en nuestro interior tenemos temores ocultos en nuestro ser, y parece ser ley de vida que cuanto más grande es nuestra bondad, más secretos ocultos ella esconde."

Me pregunto qué hago aquí atrapada en mi propia mente, atormentada por las voces de vidas pasadas, por las voces de mi conciencia que atacan mi estabilidad emocional, quiero huir, quiero salir de este estado, pero mi cuerpo no me responde, mi mirada anda perdida en el abismo y mi cuerpo frío como el témpano se endurece por momentos.

Antes en la lejanía escuchaba la voz de Flubber, pero ahora no hay rastro de su voz, ahora solo están ellas, las otras seraphines invadiendo mi espacio, siempre he luchado por ser como ellas, pero nada es suficiente y aunque ya no vivo con ellas, sus susurros siguen presentes con una intensidad que me hace perder, perderme a mí misma en un océano de realidades de tormenta.

Como ser he caído a lo más bajo de mi existencia, pero ahí no acaba mi desdicha, sin previo aviso, decenas de manos con dedos fríos y largos me arrastran sin que pueda escapar, todo intento de quitarme de su agarre es en vano. Cansada y agotada mentalmente, ya nada tiene sentido para mí, ya no quiero librarme de sus fauces, solo dejarme llevar y aceptar mi condena.

Flubber está desesperada porque sus intentos en el mundo terrenal de sacarla del estado en que ella se encuentra no han dado sus frutos y empieza a frustrarse de sobremanera, no tiene alternativa, debe adormecer su reciente cuerpo físico para ingresar en el mundo de la conciencia espiritual el mundo del que vienen los cosechadores, un mundo que conoce a la perfección.

Recupero la visión de nuevo, pero sigo atrapada lejos de mi propio cuerpo y envuelta en la oscuridad que me domina, encerrada en una estancia donde no hay nada y lo hay todo, donde la soledad hace su aparición seguida de un ser distante, frío e invasivo, me indica sin abrir los labios que él es un sirviente del cosechador, de su amo y señor. Me obliga a acompañarle y mi cuerpo espiritual le sigue en contra de mi voluntad, él se desvanece con un chasquido de sus dedos, dejándome con unas cadenas que debo arrastrar navegando en los rincones más inhóspitos de este tenebroso lugar, ya nada importa, ya nada sigue.

Flubber, la esencia de la bola de cristal, navega por el mar de los quejidos, un mar repleto de lamentos creados por miles de años de vida, de la vida de nuestra seraphine, una vida repleta de luchas para hallar una identidad. En ese mar reposan los intentos frustrados e hirientes que le recuerdan que no es como las demás, también navegan las muertes que ha visto en el transcurso del tiempo donde todos envejecen menos ella, en las profundidades de este mar se hallan como monstruos moribundos las ilusiones rotas y las sensaciones jamás vividas arrastrando el peso de su existencia.

La bola sabe qué lugares debe recorrer, sabe el orden de los mismos y la manera de invocar la esencia perdida de la seraphine. Es una ardua tarea, pero está dispuesta a hacerlo por ella y por sí misma.

Corre por el prado de las redenciones del creador, se adentra al caos del deber, escala la cima del martirio y tras atravesar los sombríos y tenebrosos lugares de esa oculta conciencia, llega al fin a mostrarse delante de ella.

- ¿Qué haces aquí?- dijo la seraphine asombrada.

- Aquí es dónde pertenezco, aquí es donde nací el mismo momento que fuiste creada, yo nací de la misma manera que tú, porque yo soy tú y tú eres yo, somos una misma esencia y eso es lo que da valor a nuestras vidas, nuestra mera existencia. Sé que las voces te atormentan, sé que nuestra existencia en este mundo es difícil, pero no por ello imposible. No dejes que los cosechadores te lleven, seamos fuertes, podemos hacerlo juntas.

Flubber extiende su ser para que la seraphine pueda darle la mano y la acompañe. Cuando la bola de cristal percibe que le tiende su voluntad, ella dice:

- Esta noche no es segura en el lago, los malos espíritus han sido invocados y los cosechadores están sedientos de venganza , es hora de despertarse.

En el instante que le tiendo mi mano a Flubber despierto en el mundo terrenal, me ha sacado del estado en que estaba y me ha ayudado a entender cosas que ni yo misma era capaz de percibir, los límites y estados de la conciencia son sin duda imponentes y aterradores. Mi cuerpo esta dolorido y frio pero poco a poco va recuperando su movilidad y su estado natural.

Al mi alrededor el lugar que escasos momentos rebosaba de vida ahora resulta gélido y ausente de vida, lo único que se percibe con claridad son los aullidos de los malos espíritus que han sido liberados para ser rastreadores de sus amos que están sedientos de venganza. Me levanto y salgo corriendo del lugar dispuesta a huir de ellos, dispuesta a seguir luchando por mi existencia y a no dejar que los fantasmas de mi pasado me dominen.

Cuando consigo mantenerme en pie con firmeza, agarro el cuerpo inerte de Flubber y me dispongo a adentrarme en el bosque para dirigirme como cada noche a la cueva donde está la cabaña de Madame Blavatsky. La oscuridad especial de esta noche y los silbidos chirriantes de los espíritus hacen que el panorama sea desalentador, intento no dejarme llevar por ello, pero resulta en cierta manera inevitable. Mis piernas siguen adormecidas y doloridas, apenas me responden, pero debo seguir caminando, debo huir de los que me persiguen, Flubber me lo ha dejado bien claro y confió plenamente en ella.

Apenas puedo contener la respiración ni la aceleración de ese corazón que yo como seraphine no debería de tener. Sin previo aviso, un asombra emerge entre los árboles y me golpea en las piernas haciendo que caiga y entonces reconozco la sonrisa malévola que me llega a través del eco del bosque.

Ella yace tendida en el suelo, cubierta de moratones y con el cuerpo tembloroso, entre las sombras de la vegetación aparece él, es el mismo ser frío e invasivo que la tenía presa en el mundo de la conciencia espiritual. Su nombre es Akhael el mártir y su apariencia es de lo más escalofriante y excéntrica posible; su piel ya rosada por las múltiples heridas de sangre seca que cubren todo su cuerpo, sus cabellos y la ornamentación que lleva están hechos de órganos de criaturas del mundo terrenal, en su rostro luce un tercer ojo frontal que hace juego con sus cuernos retorcidos blancos y negros, de sus lumbares emergen diez viscosos y enormes tentáculos, como vestigio de su pasado luce una aureola negra corrompida y una enorme guadaña que usa para derribar a las presas de su amo.

Akhael se dirige hacia ella y con el mango de su guadaña sosteniendo la barbilla de ella la obliga a mirarle a la cara, mientras él sigue con su sonrisa malévola, cuando consigue tenerla como él quiere, se queda en silencio durante un breve tiempo mirándola a los ojos y luego le dice fríamente:

- Se puede saber qué haces tumbada, mi amo ya está aquí, muestra el respeto que mi señor se merece, no seas impertinente criatura física, arrodíllate ante él.

Tras sus palabras me golpea con su guadaña, como es posible que Akhael esté aquí, él no es de este mundo. No soy capaz de finalizar mi pensamiento de huida cuando ya noto su presencia, la presencia del cosechador, sin duda su amo ya está aquí. El cosechador ha venido a por mí, está sediento de hambre y piensa saciar su hambre conmigo. Si quiero salir con vida debo de huir de inmediato, pero no consigo dominar mi cuerpo, no me responde, apenas he conseguido sostenerme en mis piernas, pero tiemblan tanto que cualquier soplido me haría caer sin dificultad.

No puedo ver con claridad al cosechador puesto que cada vez que intento mirarle noto como si retorciera mi mente y comprimiera mis ojos, en momentos como esto es cuando odio tener un cuerpo físico y no ser incorpórea como el resto de las seraphines; en mis intentos de ver al cosechador que me acecha consigo distinguir esos ojos, esos terribles ojos amarillos. Lucho en vano por quitarme las garras que se aferran a mi cuello y me alzan a varios metros de altura sobre la superficie, en mi insignificante resistencia para no aceptar lo inevitable, veo al ciervo, al guardián de bosque que me mira directamente y proyecta en mi mente una voz "La luz solar le quema corre hacia el oeste y no pierdas el rumbo" en ese momento los primeros rayos del amanecer se filtran por las ramas de los árboles llenando de luz y claridad el lugar.

El cosechador se ha marchado y ha dejado caer mi cuerpo en la tierra húmeda y dura, no hay rastro visible ni del amo ni del siervo y aunque la noche no es ya visible aún por las grietas de rocas y troncos donde la luz no filtra se percibe el aliento de innumerables cosechadores y sus fieles sirvientes, es momento de correr y no perder el rumbo. Las ramas de los árboles azotan mi cara, la sangre que ahora brota de mis pies descalzos se fusiona con la tierra húmeda, las espinas de plantas y arbustos perforan mi piel, soy consciente que ir sin apenas esquivar lo que me encuentre por delante me debilita más, pero el tiempo apremia y noto como sus almas se relamen a la espera de que mi cuerpo desfallezca.

Corrió más de lo que permitían sus delicadas piernas y consiguió adentrarse en la grieta, en la entrada de la cueva, pero no consiguió llegar a la cabaña, dado que había perdido mucha sangre en sus cortes y heridas, las piedras preciosas de la grieta estaban teñidas de rojo mientras su cuerpo yacía inconsciente pero a salvo. Pocas horas después, Madame Blavatsky hallo su cuerpo, la llevo a su cabaña donde la curo y velo por ella como si de su propia hija se tratase.

Al llegar el atardecer en la colina junto a la cabaña, una silueta azul esbozaba con sus manos el horizonte en búsqueda del rastro de un ser querido, con mucho pesar Madame Blavatsky no podía parar de buscar alguna señal de su regreso y entre susurros dice:


- Kramnco, amigo mío, espero que los hechos de anoche solo hayan atrasado tu regreso.


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