Capítulo 22

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Entregarme a sus caricias así, exhausta tras permitirle jugar conmigo a su antojo, aún ebria de miel y madreselva, todas mis emociones y sensaciones a flor de piel, era placer en sí mismo. Un placer que sólo seguía incrementándose cada vez que estábamos juntos, y del que mi cuerpo parecía incapaz de saciarse.

Descansé mi espalda contra su pecho y se me escapó un suspiro entrecortado al sentir que sus dedos resbalaban más allá de mi ombligo. Sentí la punzada en mi vientre como si acabáramos de reencontrarnos hacía un momento, no tres días atrás. Intenté tenderme de espaldas y hacerle lugar entre mis piernas, pero apartó su mano de mi cuerpo. Mi gruñido lo hizo soltar uno de sus siseos divertidos.

Sujetó mi mano para guiarla a su ingle y regresó sus dedos a mi entrepierna, donde se movieron en círculos hasta hacer que me arqueara agitada. Entonces los llevó un poco más allá. Su roce pareció volver a encender el fuego en mi vientre que él mismo acababa de aplacar.

—Hazme saber si sientes alguna molestia —susurró.

Sus dedos se demoraron moviéndose en círculos lentos que alimentaban las llamas hasta hacerme temblar. Sentir uno de ellos presionar un poco, hundiéndose apenas en mi vientre, me arrancó un gemido. Mi puño se apretó en su ingle, que volvía a despertar. Su dedo se retiró un momento y volvió a buscar mi carne.

Las llamas dentro de mí se alzaron hasta mi pecho, soltando una lluvia de chispas tras mis párpados apretados. Su dedo continuó retrocediendo para volver a hundirse en mí, un poco más cada vez. Mi puño se alzó y descendió en su ingle, imitando inconscientemente su cadencia. Su gruñido agitado, sus caderas adelantándose a mi encuentro, sólo alimentaron mi necesidad.

—¿Me sientes, mi pequeña? —resolló en mi oído. Su dedo se sumergió en mí tanto como podía—. Esto es sólo un atisbo de lo que sentirás cuando al fin pueda hacerte el amor.

Volví a gemir, sus caderas empujándose en mi mano con el mismo ritmo con que su dedo se movía en mi vientre. Jamás había imaginado que sentir tanto fuera posible.

Me quejé de frustración cuando dejó mi cuerpo. Pero fue sólo un momento, para inclinarse entre mis piernas. Su dedo volvió a hundirse en mi vientre al mismo tiempo que su lengua corría entre mi piel. Grité y me agité, sintiendo que el placer era tanto que me estallaría el pecho. Me deshice contra su boca, tensa y arqueada, luchando por seguir respirando.

Entonces me hizo voltearme boca abajo. Su mano sujetó mi glúteo para que su cara se apretara entre ellos. Volví a gemir y revolverme, la cabeza ofuscada por la intensidad de lo que me hacía sentir. Su lengua iba y venía entre mis glúteos, acariciando la carne contraída hasta rozar mi vientre.

Mi espalda parecía a punto de quebrarse, arqueada para apretarme contra su cara. De pronto se tendió sobre mi espalda, agitado y sudoroso, y sus caderas apretaron su ingle contra mi cuerpo. Sentí entre mis glúteos la firme presión, que empujó mi carne para hacerse lugar.

Un ardor doloroso me paralizó. Se detuvo de inmediato, sin empujar más allá. Confiaba en él, de modo que permanecí muy quieta, tolerando el dolor. Su mano se apoyó abierta en la base de mi espalda y lo sentí estremecerse, al tiempo que el filo de su puño tocaba mis glúteos.

El dolor se disipó, dejando sólo el ardor ante aquella ínfima intromisión. Su puño continuó moviéndose entre mi cuerpo y el suyo, cada vez más rápido. Hasta que oí su gemido enronquecido al mismo tiempo que sentí una explosión de calor muy distinta a la que aún hacía palpitar mi vientre. Se abría paso dentro de mi cuerpo hacia mis entrañas, fundiéndose con mi carne. Alcancé a sentirlo derrumbarse sobre mí al mismo tiempo que mis músculos parecían derretirse y perdí toda noción de mí misma y cuanto me rodeaba. Como cuando bebía de él, pero muchísimo más intenso.

Más que despertar, fue como si recobrara la consciencia después de desvanecerme. Por fortuna estaba entre sus brazos. De lo contrario, creo que hubiera rodado del jergón al suelo. Mi cabeza todavía seguía un poco ofuscada.

—¿Cómo te sientes, mi pequeña? —susurró besando mi frente.

Creo que asentí, frotándome la cara. Todavía no estaba en condiciones de hablar.

Mis manos se agitaron hasta dar con su cara y lo atraje hacia mí para besarlo. Me lo permitió, pero aun en mi aturdimiento, advertí su cautela.

—Perdóname. Debería haberme contenido.

Meneé la cabeza antes de hundirla en el hueco de su cuello.

—¿Cómo te sientes? —volvió a preguntar.

—Tu simiente... —murmuré—. Mis entrañas...

—Lo siento.

—No, no, estoy bien, es sólo que... —El olor a comida distrajo mis pensamientos erráticos—. ¿Liebre? ¿Saliste a cazar?

Rió por lo bajo, apretando su abrazo por un instante. Me ayudó a sentarme y vestirme. Mientras comíamos, me pidió que le hablara de cuanto había sentido, alentándome con preguntas muy serias cuando notaba que me ganaba la vergüenza. Como cuando traté de explicarle lo que había sentido cuando tocara mi vientre.

—Me di cuenta que eso era lo que había estado anhelando —dije, luchando a brazo partido contra mi pudor—. Sentirte dentro de mi cuerpo. Como si todo cobrara sentido.

Me interrumpió para besarme con ese ímpetu que le era tan propio. Se disculpó de inmediato y me permitió seguir comiendo.

—Lo que dijiste al despertar —terció—. ¿A qué te referías?

—Ya te dije que tu simiente me llena la cabeza de nubes.

—Sí —rió por lo bajo.

—Bien, eso, pero lo sentí mucho más rápido y mucho más intenso. Perdí control de mi cuerpo.

—Lo siento.

Meneé la cabeza enérgicamente.

—No, no comprendes. Tea tiene estas hierbas que quema cuando algo la preocupa demasiado, o le duelen mucho los huesos. El humo te relaja y te hace sentir bien, como si no existieran los problemas. —Me encogí de hombros—. Tu simiente me hace el mismo efecto: me siento tan bien, distendida, como si flotara. No quedan pensamientos, sólo lo que siento. Y son todas sensaciones hermosas.

Su risita me hizo fruncir el ceño.

—Lo siento —repitió—. Continúa, por favor.

—Bien, fue como si mi carne, mis entrañas, absorbieran tu simiente. Y el efecto fue instantáneo. Me llenó de nubes por dentro, no sólo la cabeza, sino todo el cuerpo. Jamás hubiera creído que podía experimentar semejante bienestar.

—Pero te causé dolor. Perdóname —murmuró acariciándome la mejilla.

—Sólo un poco. Más bien ardía. —Tomé su mano y la besé sonriendo—. Comprendo lo que sentías. O sea, puedo imaginarlo porque yo sentí lo mismo cuando me tocaste. —Remonté su brazo hasta su cara y me incliné hacia él—. Sé que aún no puedo recibirte en mi seno, mi señor. Pero podría recibirte así.

—No. El dolor...

—Enséñale a mi cuerpo, mi señor. Si eso te da placer, quiero dártelo.

Asintió inclinando la cabeza. Mi pulgar, que acariciaba su mejilla, rozó sus largas pestañas, y me sorprendió hallar un rastro húmedo en ellas. Olvidé la cena para pasarme con torpeza del taburete a su regazo.

—Te amo —murmuró junto a mis labios, envolviéndome en el calor de su abrazo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro