CAPÍTULO 8: Ese extraño chico rubio

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—¿Dónde...? —Star se mojó los labios pasándose la lengua por ellos y cogió aire con mucha dificultad—. ¿Dónde... estoy? —balbuceó.

—¡Eeeh! Chist, chist. —Alguien le echó la cabeza hacia atrás con sumo cuidado y apoyó en su frente una tela mojada. Un pañuelo—. No te levantes «chica renacida». Todavía te falta un poco de cocción...

Por los oídos de Star se coló la aguda voz de Frankie Goes to Hollywood mientras cantaba «Relax. Don't do it». Intentó abrir los ojos y salir del trance en el que había estado sumida durante... ¡En realidad no sabía durante cuánto tiempo!

—¿Qué... dices? —susurró.

—Digooo que no te muevas, que todavía tienes una pata más en el otro lado que en este. —Sonrió la persona—. Vaya, ¡qué tienes que descansar!

—Sí... descansar...

Qué sueño tenía Star. Tenía mucho sueño, tanto, que durante unos segundos casi volvió a quedarse dormida, pero no podía permitírselo. Lo último que recordaba era...

—¡Eres tú! —Quiso exclamar la joven, pero solo le salió un hilo de voz cortada y áspera. Después, carraspeó para aclararse la garganta.

Consiguió abrir lentamente los ojos, ligeramente mojados por el pañuelo de la frente, que aún chorreaba agua. Y ahí estaba él, sujetándolo, el chico rubio. Pero... su apariencia era... diferente. Había cambiado un poco.

Este seguía siendo delgaducho. Algo menos, porque ella le había alimentado durante varios días. Sin embargo, su pelo era aún más rubio de lo que recordaba, casi tan blanco como el suyo, aunque ella todavía no se había percatado de ese pequeño detalle. Lo había peinado hacia arriba con gomina simulando una cresta, aunque no tan pronunciada. Llevaba unas grandes gafas para ver de lejos de estructura prácticamente cuadrada. Las lentes le caían rozando la punta de su redonda nariz. Todavía sonreía de medio lado, aunque no mostraba los dientes. Vestía una camisa ancha de color café y encima, un chaleco de cuero. ¡Curiosa mezcla!, pensó Star.

—Sí, soy yo —dijo curvando aún más su sonrisa—. Encantado. Soy Ben. Ben, el rubio...Ben, el guapo... Ben, el apuesto...¡puedes llamarme como gustes «chica renacida»!

—Ben, el mirón... —bisbiseó la chica.

—Nada de mirón. —Soltó el pañuelo y retrocedió dos pasos—. Soy Ben, el gato... Ben, el garante...

—Nada de galante... —sonrió Star con esfuerzo.

—Mira... ¡si ya te atreves a bromear! Eso es que estás casi guisada del todo—. Volvió a acercarse, quitó el paño de la frente de la muchacha y apartó un mechón de pelo blanco y húmedo de su frente—. Garaaaante, no Galaaante.

—No sé qué es eso... pero gracias por ayudarme, supongo...

—Bueno... Todavía no sabes si te estoy ayudando o te estoy secuestrando... ya que soy, según tú, un mirón —Vio cómo la muchacha abría de golpe los ojos como con un espasmo de terror—. ¡Qué no, que es broma! Claro que te estoy ayudando, tú me has alimentado, qué menos que no dejarte ahí tirada...

—¿Cómo has...? —comenzó ella.

—Cómo me he convertido en humano, ¿no?

La chica asintió despacio y estiró un brazo a modo de ruego. Ben alargó su brazo y colocó el otro en su espalda ayudándole a reincorporarse.

—¡Espera! Vuelve a tumbarte.

—¿Qué?

—Hazlo, porfaaa... quiero probar una cosa. —Ben cogió un mando que tenía justo detrás de él con un montón de cables enrollados—. Lo acabo de construir, una cama eléctrica... ¡No! No para darte una descarga idiota, ¿quién te crees que soy? Es para levantarte sola.

—Aaaaaah... —Suspiró la chica relajando los músculos de su cuerpo—. Oh... pues funciona fenomenal.

—¡Gracias!

—Bueno... cómo...

—Ah sí, que cómo me he convertido en humano y eso... Pues la respuesta es bastante sencilla: no soy humano.

—¿Eres un gato?

—Tampoco soy gato. Soy un garante, ya te lo he dicho. Los garantes somos una especie... aparte.

—¿Una especie aparte? Eso no existe Ben...

—Ooooh, sí. —rio Ben—. Sí existimos, sí. Y no solo existimos nosotros... hay otras especies a parte del ser humano.

—Ya... animales...

—No. Tampoco animales... otras especies que no conoces.

—¡Estás chalado!

—Vale... estoy chalado. Entonces, ¿cómo explicas lo que te ha pasado?

Era cierto. Star Moon se había olvidado por completo de todo lo que había presenciado aquella noche. Vio al chico Eville convertirse en algo sobrehumano. Un monstruo lleno de viscosos tentáculos con afilados dientes que habían conseguido arrancarle la vida de raíz. Sin querer, la chica había cerrado los ojos pensando en aquel incidente y se había puesto la mano en el corazón para comprobar que aún latía.

—¿Lo entiendes ahora? —preguntó Ben sentándose en una silla giratoria junto a un largo escritorio lleno de cachivaches.

—¿Por qué no estoy muerta? Ese chico... Matt Eville...

—Matteo Eville es un imbécil. Además de dar un miedo que te cagas.

—¿Le conoces?

—Oh sí, más de lo que me gustaría... 

—Si tú eres un ga... garante, ¿qué es él? —se interesó ella.

—Bueno... esa pregunta es más complicada. Lo único que puedo decirte seguro es que... no es humano. Eso seguro. —Ben se encogió de hombros y comenzó a mover algunos de los trastos que tenía sobre el enorme mostrador.

Después de unos cinco minutos charlando, Star comenzó a sentirse algo mejor. Había conseguido borrar el desenfoque de sus ojos y por fin podía distinguir claramente dónde se encontraba. Era una sala fría y cuadrada. Parecía un hospital, pero no lo era porque no había ventanas, ni enfermeras, ni médicos. Aunque, a decir verdad, Ben tenía pinta de científico. De científico loco.

La mesa pegada al final de la pared ocupaba todo el largo, y sobre ella había un par de microscopios, algunas probetas (unas a rebosar de sustancias extrañas y otras vacías), cables y circuitos eléctricos desconchados y un ordenador de esos con pantalla negra y letras en color verde. De lo más moderno. Ella solo había visto uno así una vez, en el instituto, en un curso de verano al que se había apuntado para no pasar el tiempo libre en casa, con unos padres que no reparaban en ella.

La luz del techo era blanca y ella estaba tumbada sobre una camilla de metal, reclinable, porque Ben la había trucado para que se moviese sola. Un mechón de pelo le cayó en la cara y de pronto lo vio: ¡era completamente blanco! Asustada, se miró las piernas y reparó en que se veían mucho más grandes de lo que estaba acostumbrada. Levantó las manos y se las acercó mucho a la cara. Entornando los ojos, intentó ver algo, una minucia. Una pista que le diese más información, pero lo único que llegó a ver fue que su cuerpo ya no parecía su cuerpo.

—Ben. ¡Un espejo! —demandó.

—¿¡Qué!? —preguntó extrañado.

—¡Un espejo! ¡Ya! ¡Rá-rá-rá-pido!

—Vale... vale... —El chico salió de la sala durante unos pocos minutos y volvió con un pequeño espejo redondo entre las manos.

—¿¡¡No había uno más grande!!? —vociferó ella todo lo que pudo, fuera de sí.

—¡Respira renacida, que me estás chillando!

—Perdona... es que... —Star bajó la mirada a modo de disculpa algo avergonzada. No quería ser grosera con Ben que había sido tan... majo con ella. Pero es que no entendía qué le estaba pasando. Por qué ese mechón de pelo se veía de un color tan blanco y brillante como el de la propia luna.

—Vale, Star... —dijo acercándose lentamente a ella—. Te voy a dar el espejo... muy despacio.

—¿Por qué me hablas así? ¿Qué soy?

—No tienes de qué preocuparte. Hazme caso. Solo... cuando te veas, intenta no asustarte demasiado, ¿vale?

Sin darle muchas vueltas, Star le arrancó de cuajo el espejo con una fuerza que no recordaba haber tenido nunca y se lo colocó delante, frente a frente. Durante varios minutos boqueó para hablar pero no dijo nada. Ben, se apoyó contra la pared con los brazos cruzados, y en ese tiempo, la sala se convirtió en un ring de lucha entre la boca de Star y los gestos de Ben esperando a que pronunciase alguna palabra. Lo que veía delante de ella era... su cara pero muy diferente. Se veía reflejada y de algún modo se reconocía. Sin embargo, sus ojos ya no eran de color gris, eran de un color azul casi radiactivo, el pelo completamente blanco, y sus facciones estaban más marcadas. A pesar de estar débil por el ataque de Matt Eville, algo dentro de ella brillaba y le calentaba el pecho haciéndole sentir invencible.

—¿¡Vas a decir algo de una vez!? —solicitó el chico, aunque no provocó la reacción que buscaba, pues ella cerró la boca en una línea recta que se convirtió en puchero y terminó en lagrimones—. Ay... ay Star, que no quería hacerte llorar... toma. —Tendiéndole el pañuelo mojado que antes había estado en su frente.

—¿Qué soy Ben? ¿Soy un monstruo? ¿Estoy muerta? Porque si esto es el cielo... no tiene pinta de ser demasiado cómodo...

—Ni eres un monstruo, ni estás muerta. Y eso de ir al cielo... bueno, ya lo averiguaremos.

—¿Y qué soy? —sollozó Star.

—Vale... ¿Si te lo cuento prometes creerme? ¿Me prometes que no te asustarás y que no pensarás que estoy como una maldita cabra montesa?

—No tengo muchas más opciones... —dijo encogiéndose de hombros y secándose las lágrimas con el pañuelo mojado.

—Vale, venga... —Ben tendió su mano hacia delante sujetando el brazo de la chica—. Bájate de ahí, te voy a dar ropa que te quepa... y te haré un café calentito, ¿quieres?

—Ajá... —Asintió ella sintiéndose agradecida y arropada.

—¡Ser una «chica renacida»... debe cansar mucho! —bromeó Ben colocándose el brazo izquierdo de Star por la espalda mientras ambos se dirigían fuera del laboratorio.

—No me llames renacida... por favor...



¡Pues ya sabemos quién era el chico misterioso que observaba a Star Moon y no, no era Matt Eville! Era Ben 🙃

¿Qué os ha parecido el capítulo 8? Os dejo el temazo de los 80 para colaros en el laboratorio de Ben 🧪

¡Gracias por el apoyo que le estáis dando a esta historia! Yo estoy muy feliz escribiéndola. 

https://youtu.be/Yem_iEHiyJ0


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