CAPÍTULO 9: El pecado de la supervivencia

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Matteo Eville no tardó más de un día en percatarse de que el Rithiki anual no había funcionado. Volvió a casa para reunirse con el resto de la familia Eville esperando unos golpecitos en la espalda a modo de felicitación, pero eso nunca llegó a ocurrir.

Matt y Star tenían algo en común, y es que los reconocimientos no eran habituales en el interior de los muros de ninguno de sus hogares. En el caso de Star, el problema era que Nahama y Hanson Moon ni siquiera tenían en cuenta la existencia de su hija. Excepto para pedirle el peor favor su vida: averiguar más sobre la supuesta casa escondida de la bisabuela Belia.

En el caso de Matt, el asunto era más sencillo de entender, pero no menos doloroso: exigencia, respeto e ilustrismo. Tanto su padre, Damon Eville como el abuelo Michael eran seres complejos, tremendamente estrictos y puntillosos. Pero Matt lo llegaba a comprender, pues esas características habían sido las que los habían mantenido vivos durante tantos años. La señora Eville, Mary Dorcas, era una mujer oscura, no hablaba demasiado, pero su actitud era sólida y rígida, aunque con Matteo solía mostrarse gentil.

Aunque el Rithiki anual hubiera salido bien, Matt jamás habría recibido elogio alguno. Quizá unas escasas palabras de su madre a la hora del té, cuando ambos se encontrasen solos en la sala de lectura. Sin embargo, el ritual ni siquiera llegó a completarse porque Star Moon, su error, la mayor equivocación de su larga existencia, nunca llegó a morir del todo.

Beros se encontraba custodiando la alta puerta de metal sellado de la cámara, una cámara sumida en la penumbra. No había ventanas y las paredes eran de piedra virgen. Las velas blancas se repartían por todo el espacio. Algunas se situaban sobre los muebles de madera antiguos, otras simplemente volaban como colgadas de un hilo invisible. El techo tampoco era regular. No había sido tallado por el hombre, pero de él pendía una suntuosa lámpara de más de un siglo. Brillaba recubierta de cristales de colores: morado, negro, dorado, verde esmeralda... Si uno se fijaba bien en la piedra, veía el centelleo de la luz reflejado en ella. Parecía un caleidoscopio.

Las velas y la lámpara eran los únicos lugares con iluminación de la sala. El resto dormía bajo un halo de tinieblas. Damon, Mary Dorcas y Matt rodeaban un ara de mármol negro, y tras ellos, se encontraban el resto de asistentes a la fiesta de Halloween. También la mujer tan apuesta con el pelo negro y brillante recogido en un flequillo corto y labios de intenso carmesí, el hombre con sombrero de copa, dos gemelos infantes de dientes afilados y una joven adolescente de ojos rojos. Sobre la mesa de piedra, se extendía una mancha siniestra y húmeda que parecía moverse.

Unos pasos más arriba se encontraba Michael Eville, ataviado con una larga túnica cerrada que le llegaba hasta las rodillas. Era como una armadura de cuero opaco, con escamas en los hombros. Tenía el pelo del mismo color, y tan largo, que le rozaba el límite de la baja cintura. Lo más extraño, es que a pesar de haber sobrepasado ya los más de doscientos soles, parecía un muchacho. Lo único que atisbaba a ver que era anciano eran su rostro y su forma de comunicarse. Tanto en sus gestos como en sus palabras.

Los miembros allí reunidos guardaban silencio y levantaban la vista hacia la humedad de la cúpula. Todos menos Michael, que repetía una y otra vez las mismas palabras: «Enun kanta zak. Eu tsi Entheriusari Elmahi gai suna. Hanngu eguna siko dang et unibersoa Kerz jakintsuek rako tedu. Enun kanta zak. Eu tsi Entheriusari Elmahi gai suna. Hanngu eguna siko dang et unibersoa Kerz jakintsuek rako tedu. Enun kanta zak. Eu tsi Entheriusari Elmahi gai suna. Hanngu eguna...».

Normalmente solo le llevaba tres repeticiones cerrar la ceremonia, no obstante, aquella madrugada tuvo que repetir las plegarias unas siete veces hasta darse cuenta de que el resto de los invitados habían bajado la cabeza para mirarle fijamente, porque los restos del cuerpo sacrificado no habían caído a través de la tierra para posarse sobre el ara de mármol negro.

Así ocurría cada noche de luna nueva en Sceneville: el cuerpo casto del humano sacrificado aparecía sobre la mesa profanado en sangre, piel y huesos, y después ellos, los Eville y sus invitados, se alimentaban con él. Se relamían de gusto y no dejaban ni un pedazo. Así el Rithiki se completaba y el avenimiento se sellaba, un ciclo más, para permanecer vivos hasta el día del Hanngu.

—¿Qué ocurre? —requirió Damon mirando a su hijo—. ¿Por qué no ha pasado nada?

—Calma. —sentenció Michael—. Acércate Matteo.

Matt Eville dio dos pasos cortos pero firmes. Por fuera mostraba un aspecto indómito. Apretaba la mandíbula lo más fuerte que podía para que nadie se diera cuenta de que en realidad le temblaba el labio. En su interior, el miedo se expandía. No lograba entender qué estaba ocurriendo y por qué el cuerpo de aquella maldita Star Moon no se había atomizado ante todos ellos.

—¿Qué ocurre, señor? —preguntó el joven.

Michael bajó el volumen de su voz, colocó sus dos manos sobre los hombros de su nieto y se agachó para hablarle.

—Matteo, ¿hay algo que quieras contarme?

—No, señor. ¿Qué ocurre? ¿Por qué...? ¿Por qué no ha pasado nada?

—¿Estás seguro de que no hay nada que quieras decir? ¿El sacrificio ha salido bien?

—Sí, Dómine. Todo ha ido bien. Ningún contratiempo. —Matt levantó la mirada y en ella había verdad. Su rostro era un espejo de su certeza.

—Mmm. —el Dómine se aclaró la garganta y se dirigió a sus fieles que cuchicheaban nerviosos—. No hay de qué preocuparse Desdenios, todo parece apuntar a un contratiempo sin importancia.

Los Desdenios, seguidores del Dómine Michael Eville lo miraban incrédulos. Nunca antes, en decenios, había acontecido algo similar. El ambiente general rezumaba desconfianza hacia la actitud tranquilizadora de su señor.

—Podéis subir arriba... —continuó Michael—. La fiesta no ha terminado. Cuando el sacrificio se atomice, seréis llamados a venir. —Alzó los brazos en dirección a ellos con actitud amigable—. Por lo pronto, no dejéis de pasarlo bien. Este ocaso es único. No lo desperdiciemos, amigos. —Con todas sus intenciones, forzó una sonrisa absolutamente tenebrosa.

Beros abrió la enorme puerta de metal y acompañó a los invitados hasta la salida. Damon y Mary Dorcas salieron tras la multitud y Matt quiso seguir a su padre y a su madre. No obstante, una mano inquebrantable lo detuvo en seco.

—Tú no. —El Dómine se acercó a la puerta lentamente, como si para desplazarse, flotara en el aire. La cerró y después Matt escuchó cómo los cerrojos se precintaban solos provocando un traqueteo recubierto de eco.

—Abuelo...

—¡No te atrevas a llamarme abuelo, Matteo! —Fue un grito, pero este grito no se escuchó en la sala, sino en la cabeza del chico—. No voy a preguntarte de nuevo si tienes algo que contarme. Sin embargo, déjame decirte que a pesar de tus estúpidos esfuerzos, el sacrificio no se ha llevado a cabo...

—No puede ser... —murmuró Matt entre dientes, para sí. 

—No me interrumpas.

—Una única oportunidad te ha sido ofrecida y no has sabido aprovecharla. Los Desdenios no confían dos veces. Si el Rithiki no se cumple, vendrán a por nosotros. Si vienen a por nosotros el Hanngu no ocurrirá jamás. ¿Sabe tu necio cerebro lo que eso significa? —Michael levantó una mano y con una presión arrolladora Matt salió expulsado para chocar en un golpe abrupto contra la pared.

El chico nadó en un mar confuso durante unos segundos. Él le había mostrado su poder, su Entherius, a esa chica. Le había quebrado la sangre, la piel y los huesos, y le había succionado la vitalidad hasta dejarla seca. Él había visto cómo la joven y frágil Star Moon dejaba de respirar y moría. La imagen de su cadáver no desaparecía de su cabeza. Quizá se marchó demasiado rápido. Quizá... ¡No! ¡No era ni remotamente posible! Matt cerró los ojos y se desatomizó para atomizarse de nuevo en otro área de la sala, lejos de la poderosa influencia del Entherius de su abuelo.

—¡Yo la vi morir! —gritó desconsolado.

—Meh, meh, meh... —se burló Michael—. Deja de quejarte. Está claro que algo no ha funcionado. ¡Soluciónalo!

—¿Cómo?

—¡Soluciónalo y punto! Yo debo pensar en cosas más importantes, como sacar a los Desdenios de la mansión sin que te maten o como proteger la casa de aquellos que vendrán a por nosotros por no sellar el pacto esta misma noche. —El Dómine se desatomizó fuera de la hermética sala, solo alguien con su poder podría hacerlo, teniendo en cuenta que se trataba de un espacio dónde la energía fluía a niveles estratosféricos y que estaba lleno de inscripciones de protección.

Durante un buen rato Matt estuvo encerrado en la cámara. Abrazó la idea de que su abuelo no le había dejado salir para protegerlo de los Desdenios. El respeto de estos era para con su abuelo, pero no con él y el líder tenía razón al pensar que podrían intentar terminar con su cuasi-inmortal vida. Aunque probablemente solo lograrían torturarlo un poco.

Al final, los cerrojos se abrieron solos y el chico pudo salir y resguardarse en su habitación, fuera de las sentenciadoras miradas de su abuelo y su padre. Sin embargo, el tiempo que estuvo encerrado en el templo no fue en vano. Mientras caminaba de un lado a otro, se tumbaba en el ara mirando la mancha orgánica del techo o se entretenía observando los destellos de sus venas al dejar salir levemente a su Entherius, pensó en que todavía quedaba tiempo, en que la luna aún debería seguir presidiendo el cielo. Solo le quedaban veinte minutos, pero quizá sería suficiente para encontrar otra víctima. Otro sacrificio con el que cumplimentar el Rithiki. Otro cuerpo con el que recuperar la confianza de su familia, de los Desdenios y mantener a salvo el día del Hanngu.

Así que, cuando caminó a su habitación para esconderse, lo que en realidad hacía era escribir una oración en su puerta para proteger su aventura de curiosos inoportunos, como una madre preocupada. Se desatomizó para atomizarse de nuevo en Sceneville, la villa. Quiso ir Sceneville central primero a mirar si el cadáver de Star seguía ahí, pero no tenía tiempo. Los minutos seguían corriendo y era casi de día. No debía perder el tiempo. Debía solucionar el entuerto y cuanto antes.

La última vez seleccionar a su víctima le llevó horas, tuvo que cambiar de plan en el último minuto y quizá por eso había fallado. En cambio, no le quedaba más remedio que confiar en su instinto una vez más, porque el primer rayo de sol asomaba en el cielo y ser perfeccionista no era ya una opción.

Iría a por una presa fácil. Las casas unifamiliares se extendían alrededor de todo ese lado de Sceneville. Se limitaría a observar rápidamente qué casa tenía fácil acceso. Entraría en el cuarto de algún pobre niño y acabaría con su vida. Matar a niños no era una decisión sencilla, no para él. Además, normalmente los de su linaje evitaban hacer el sacrificio en un lugar tan concreto como una casa, pues borrar el rastro de la masacre suponía un trabajo mucho más laborioso y no debían ser descubiertos por los humanos de ninguna de las maneras.

Se escondió en la copa de un árbol. Se sentó durante unos pocos segundos sin dejar de mirar el cielo. Todas las casas le parecían iguales, así que al final, simplemente alzó la mano y eligió. Se atomizó en una acogedora habitación. El niño, de unos seis años, dormía plácidamente. Matt cerró los ojos para dejar salir a su Entherius y dar paso a su transformación liberando sus tentáculos mortales, pero la puerta de la habitación se abrió de golpe. Tuvo que atomizarse en el armario, y desde ahí vio cómo las cabezas de dos hombres asomaban por la ranura.

—Es precioso, ¿verdad? —dijo uno de ellos.

—Sí... su madre biológica también era muy guapa... 

—Ya, pero nuestro niño lo es más. Míralo.

—Tenemos que dejar de hacer esto todas las mañanas o al final pensará que estamos locos.

—Bueno, probablemente cuando cumpla los dieciséis pensará que estamos locos igualmente...

Cuando la puerta se cerró, Matt no tuvo piedad. Aunque le conmoviese la escena mínimamente, tenía que actuar rápido. Se concentró, abrió la boca e hizo aparecer el primero de los renegridos tentáculos. Después, salió el segundo de su vientre. Alargó ambos mientras se efectuaba la transformación, y justo cuando se quedó a unos centímetros de la cara del niño, este abrió un ojo a causa del sol que se colaba por la ventana.

La oportunidad de Matt Eville para redimirse ante su estirada y ancestral familia había llegado a su fin, pero el tiempo corre rápido y lento al mismo tiempo cuando hay algo trascendental en juego, así que, hasta que el joven observó conscientemente que el sol ya brotaba con esplendor y se fundía con las motas de polvo que flotaban en el aire, los viscosos y negros tentáculos ya estaban diseccionando al niño, que se retorcía tumbado en la cama intentando luchar contra aquel monstruo de cuernos ahuesados.

Ese niño tenía nombre: Willy Álvarez Smith. Fallecido a los seis años en la villa de Sceneville. Sus padres, Billy Álvarez y George Smith lloraron su temprana pérdida.

Cuando Willy dejó de luchar, Matt se posó en el suelo. Se quedó sentado en la habitación, tan acogedora y que ahora lucía manchas de sangre y pedazos de piel, una hora aproximadamente. Quiso ver si el cuerpo del muchacho se desatomizaba, pero nunca llegó a suceder. Era tarde.

Los siguientes días Matt no apareció en la mansión Eville. La frustración hacía mella en su voluntad y sin querer, matar se había convertido en una forma de alivio casi primitivo para su alma. Aunque nunca supo si tenía alma o no.

Se le olvidaron las normas, de su mente desaparecieron las leyes de todo su mundo. Y eso provocó que en los periódicos y en el telediario comenzasen a aparecer noticias espantosas: siete días, siete muertos. Todos ellos menores de edad, sin distinción de género. Al parecer, los rasgos de los asesinados tenían algo en común: aspecto dulce e inocente.


https://youtu.be/_Ci0Kgdpgsw

¡Hasta aquí el capítulo 9! Me ha encantado escribir un capítulo cerca de Matt Eville. Ahora le conocemos un poquito más. 

¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿Qué os parece el vie-joven? 🤣

Como pasamos la segunda ronda, tendréis toda la historia al completo de Ella es Star Moon y eso me da esperanza 🦋


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