9¾ 🚂

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—Podemos estar aquí, YoungJae. Este vagón está vacío.

YuGyeom deslizó la puerta y enseguida se sentó en uno de los muebles de cuero, rebotó un par de veces en su lugar debido al entusiasmo y luego miró a través de la ventana hacia el mar de gente que esperaba fuera del tren. Por su parte, él tomó asiento en el otro sofá. Podría haberse sentado a su lado, pero hablar con él de esa manera iba a resultar más cómodo.

Le había sentado de maravilla haberse encontrado con él mientras ambos esperaban su turno para cruzar a través del andén. YoungJae no era de hacer amigos con facilidad, pero fue sencillo hablar con el rubio. Kim YuGyeom era alegre y había sido muy amable al autoproclamarse su amigo, porque YoungJae necesitaba uno. Hubiera sido diícil si llegara a Hogwarts y no conociera a nadie.

A pesar de que su familia se relacionaba con otros magos y tenían amigos muggles, los Choi eran muy recatados en cuanto a las relaciones que formaban, y en lo personal, a él no le gustaba salir mucho de casa. Hasta ese momento le había bastado jugar con sus primos en casa de la abuela, pero conforme los días fueron pasando y la hora de partir al colegio de magia se acercaba, YoungJae se dio cuenta que un amigo no le vendría mal. Lo malo fue que no tenía conocidos cercanos a su edad que fueran admitidos ese año a Hogwarts, la prima Dahyun era parte de la Academia Mágica Beauxbatons en Francia y el primo Félix iba a la Escuela Koldovstoretz en Rusia.

Se había resignado a estar solo durante los primeros días mientras se acostumbraba al sitio y pulía sus habilidades para socializar, pero por fortuna había chocado con YuGyeom por accidente. En lugar de molestarse, YuGyeom le tendió la mano y sellaron su creciente amistad con un apretón de manos juguetón.

—Hola, chicos— una mujer dio dos golpecitos en la puerta y luego movió su carrito lleno de comida, más que nada golosinas. —¿Les gustaría comprar algo?

YuGyeom desvió su atención de la ventana y miró con asombro las cajas y bolsas de colores llenas de dulces. Él era un niño muggle, por lo tanto no había visto dulces como esos.

YoungJae decidió comprar unos cuántos y compartirlos con él, enseñándole así algunas cosas sobre los dulces mágicos. Como que las ranas de chocolate estaban encantadas y que en la caja podrías encontrar cromos para coleccionar, cuyas imágenes aparecían y desaparecían todo el tiempo. Fue divertido verle brincar asustado cuando la rana saltó hacia su cara y se acomodó en su nariz.

YuGyeom era hijo de padres muggles que habían tenido un familiar perteneciente al mundo mágico en algún momento. Era bien sabido que antes de la segunda guerra mágica, los magos y brujas rechazaban a la gente como YuGyeom y los llamaban "mudblood" o "sangre sucia", una palabra bastante fea que por fortuna estaba casi extinta del vocabulario de los magos en la actualidad, aunque siempre existen las excepciones.

YoungJae sabía que aún habían familias que tomaban en cuenta el asunto de la pureza, y de hecho, era muy probable que se toparan con varios hijos de esas familias en Hogwarts. YuGyeom jamás se había enfrentado a una situación así y no tenía idea de lo que la palabra mudblood podía causar. Viéndolo desde otra perspectiva, llegó a la conclusión de que su amistad no fue una casualidad, él iba a defenderlo en caso de que surgiera algún inconveniente indeseado en el futuro. YuGyeom tenía un espíritu valiente y libre, estaba seguro que no requería que alguien lo cuidara o defendiera, pero Choi estaba dispuesto a dar la cara por cualquier cosa. Después de todo Kim es su amigo.

—¿No le dolerá si la como?— YuGyeom tomó a la rana con cuidado y su nariz por fin se vio liberada.

YoungJae soltó una gran carcajada por su pregunta, y luego de recuperar el aliento se encargó de explicarle a YuGyeom. —No son ranas de verdad, se mueven y saltan como las verdaderas porque están hechizadas. Muchos de los dulces mágicos son así.

—¿Y eso qué?— el niño rubio señaló la cajita que estaba a punto de abrir. —¿Te va a explotar en la boca o algo así?

—No, estas son grageas de todos los sabores, y en serio son todos los sabores. Están los comunes como el chocolate, manzana y limón, pero también están los asquerosos como la cebolla, pegamento y moco de troll.

—Ugh, no quiero probarlos jamás.

YoungJae sonrió mientras se llevaba una a la boca. A él le gustaba comerlas porque quería descubrir todos los sabores posibles.

YuGyeom le dio un mordisco a la rana de chocolate y se entretuvo viendo el cromo que le había salido en la caja. YoungJae continuó saboreando las deliciosas y no tan deliciosas grageas, y luego decidió observar -de nuevo- por la ventana. Habían muchas más personas de las que había esperado, nunca se imaginó que el regreso a clases en Hogwarts fuera tan caótico, aunque debió suponerlo ya que el tren es el único medio de transporte en el que se puede ir, así que todos los estudiantes de cada grado se reúnen en el mismo lugar, sin embargo, sus sitios dentro de los vagones estaban en lugares diferentes.

Vio pasar a unas chicas mayores que cargaban sus escobas por el hombro, y él pensó que sería genial poder ver un partido de Quidditch en vivo por primera vez, hasta ese momento sólo los había visto por televisión cuando su mamá ponía el canal mágico de deportes. Ellas cruzaron frente a la entrada del andén y siguieron de largo, él había tenido la intensión de seguir contemplando los asombrosos detalles en la madera de las escobas, pero su atención cayó en alguien más. En ese momento vio salir del portal a un señor que llevaba un carrito lleno de maletas y a una señora con un vestido de falda ancha que flotaba grácilmente con su caminar, pero no fue el bonito vestido lo que llamó su atención, sino el niño de cabello castaño que se aferraba con fervor a él.

La pareja se detuvo momentáneamente a revisar que todas las pertenencias hubieran traspasado el portal y el niño castaño se quedó quieto bajo el letrero donde el número 9 ¾ se veía en color dorado, observando rápidamente el panorama que se expandía frente a sus ojos sorprendidos. YoungJae detuvo la degustación de las grageas y siguió con la mirada al niño hasta que lo vio encontrarse con otro de ojos pequeños y cabellera negra que cargaba un transportador de mascotas. El castaño le dijo algo al otro y luego de un intercambio de palabras que claramente no podían escucharse hasta donde estaba, YoungJae le vio sonreír con gracia, sus labios se alzaron y en sus ojos se podía reflejar la sinceridad con la que estaba disfrutando el momento, fue una clase de expresión que contagió esa felicidad en YoungJae. El niño castaño era el tipo de persona que se veía amable a simple vista, había algo en él que hacía que YoungJae quisiera acercarse y ser su amigo.

Eso no estaría mal, pensó con un golpeteo emocionado en su corazón.

—Tenías razón YoungJae— YuGyeom lo sorprendió sentándose a su lado para mostrarle la caja en la que había estado la rana. —Hace unos instantes estaba la imagen de una tal Helga Hufflepuff pero ahora ya no.

—Aparecerá cuando menos lo esperes.

—¿No puede aparecer cuando yo quiera? Es decir, ¿ahora? ¿Ni siquiera si digo una palabra mágica como "ábrete sésamo"?

—Jajaja, no se puede, YuGyeom— se carcajeó fuerte. El chico había perdido la cuenta de cuántas veces el rubio le hizo reír en ese poco tiempo, desde antes de traspasar el portal. Incluso la panza ya le empezaba a doler debido a tanta risa que soltaba. —Además, "ábrete sésamo" se dice cuando quieres abrir algo, pero no es un hechizo real.

YuGeom regresó a su asiento y soltó un suspiro. —¿Cuánto más tendremos que esperar?

—No tengo idea.

—Esto ya me está cansando. ¡Abracadabra!— dijo apuntando hacia el techo, y como si hubiera sido por un encantamiento, el tren comenzó a moverse. —¡Al fin!

El niño rubio se pegó a la ventana y comenzó a mover la mano de un lado a otro con rapidez, sonriendo grande y gritando como los demás que se despedían de sus familias.

—¿De quién te despides?

Los padres de YuGyeom no podían atravesar el portal, él había cruzado junto YoungJae y una trabajadora del colegio.

—De nadie, sólo tenía ganas de hacerlo. ¡Oh, mira! ¡Ahí están tus papás!

YoungJae se le unió a la despedida con la mano junto a una sonrisa hasta que salieron de la estación y el tren comenzó a ganar más velocidad.

—¿Sabes? Estoy emocionado por ver el colegio y conocer personas. Apuesto a que deben haber muchos niños y niñas interesantes.

YoungJae estuvo a punto de responder que él también se sentía de la misma manera, ahora menos asustado porque ya no estaba solo, pero se vio interrumpido cuando ambos escucharon un golpe en la puerta y voltearon justo cuando esta se abrió y un chico cayó de manos y rodillas en el suelo del vagón.

YoungJae lo reconoció de inmediato. ¡Era el niño castaño que vio bajo el letrero 9 ¾!

—¿Estás bien?— le preguntó.

En ese momento, el castaño le miró entre asustado y avergonzado, pestañeaba rápidamente y vio cómo una sutil cobertura carmesí aparecía en su rostro.

—Yo, eh... Sí, sí, estoy bien. Lo siento.

Se puso de pie y se limpió las manos en la tela de sus pantalones.

—Él parece interesante— dijo YuGyeom— Me agrada.

El castaño los miró a ambos y luego bajó la mirada, aparentemente intimidado por las palabras de Kim y la presencia de ambos. YoungJae quería que mostrara su cara bonita y una sonrisa alegre.

—Hola. ¿Está bien si nos sentamos con ustedes?— el chico de ojos pequeños y hebras negras que vio en el andén preguntó con una sonrisa amable poniéndose junto al castaño.

—¡No hay problema!

YuGyeom comenzó con su plática fluida y le mostró una vez más a YoungJae el don que tenía para hablar con las personas. Le mostró el cromo de Helga Hufflepuff que ya había vuelto a ese tal Jae Beom y luego de eso YoungJae no escuchó más. El castaño se había sentado a su lado, movía los dedos de las manos con nerviosismo y carraspeó un par de veces antes de hablar.

—Me llamo Jackson.

—Mi nombre es YoungJae. ¿Quieres?— dijo ofreciendo sus grageas.

Jackson aceptó, fue así como durante todo el trayecto a Hogwarts, los dos se mantuvieron compartiendo las golosinas y riendo por las muecas que hacían cuando les tocaba un sabor desagradable. YoungJae pensó en ese extraño sentir dentro de su pecho cada vez que lo veía de reojo o pensaba en lo bonita que era su nariz y su sonrisa.

Era curioso, vaya que lo era, porque esos booms booms saltarines en su pecho habían aparecido en el momento que lo vio en la entrada del andén, y en lugar de reducir, incrementaban con cada sonrisa de Jackson.

Con el pasar de los años YoungJae se dio cuenta de que Jackson le gustaba más que los cómics o la emoción por experimentar un sabor nuevo. Y resultó muchísimo más curioso saber que ambos comenzaron a desarrollar sentimientos por el otro el mismo día, el 1 de septiembre del año 2016, y en el mismo lugar, en el andén 9 ¾. Un lugar peculiar que te da la bienvenida a un mundo nuevo donde cosas mágicas pueden suceder, como que las ranas de chocolate saltan, los cromos aparecen y desaparecen, las amistades pueden surgir tras un choque o dos niños pueden experimentar el amor por primera vez.

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Hablemos de:

Cromos: son cartas intercambiables que tienen la imagen e información sobre alguna bruja o mago famoso.

Helga Hafflepuff: una de los cuatro fundadores de Hogwarts.

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Esto ha sido todo por ahora. La verdad, me divertí mucho escribiendo esta historia.
No será la única que haga sobre el mundo de Harry Potter. Así que si te gustó esta, pasa por mi perfil en un futuro no muy lejano para leer las que faltan.

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