VI. El cuaderno

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El lunes a las 11 de la mañana Pablo se encontraba jugando con los lapiceros en la oficina de la psicóloga del liceo, Iris Casablanca. Probablemente esa era la primera vez que había entrado a aquella oficina, de hecho, era sorprendente la manera en que había salido ileso de todas las veces que había metido la pata en el colegio.

Pero como a un bandido siempre lo cogen, ahí estaba sentado, escuchando a la señorita Iris hablarle sobre la ira encapsulada y la tristeza reprimida o algo así.

Pablo se rascaba el cuello, intentando no hablar mucho y poniendo una mirada de falso interés a lo que ella le decía, así tal vez saldría de allí rápido y se podría fumar un porro. Solo para calmarse después de sus múltiples altercados.

Razón por la cual lo mandaron a donde la psicóloga en primer lugar, se había metido en otra riña con un compañero de un grado menor, porque este le había dicho algo sobre su juego. Y después en la clase de español, la profesora pensó que era buena idea una reprimenda en frente de sus compañeros.

Y pasó lo predecible, González no se quedó callado y llamó a la señora Fiorela metiche.

Una falta de respeto para ella, para él, una manera sutil de decirle la verdad.

Pablo no quería parecer aquellos pelaos que odiaban a todos y a todo, pero se sentía bastante incomprendido, las personas pensaban que podían meter sus narices en su vida, así como así y a él simplemente no le parecía.

—Pablo, ¿me estás escuchando? — los collares de la señorita Iris se movían de un lado al otro, mientras ella intentaba llamar su atención.

Él asintió con la cabeza, afirmando.

Últimamente le decían eso mucho, que andaba perdido de las conversaciones, como en otro mundo. Él subconscientemente sabía quién era el culpable.

—Te estaba preguntando por qué sentiste la necesidad de golpear a aquel chico.

Pablo lo pensó. Sus ojos marrones miraron para arriba, pensando en qué decirle, algo que no sonara tan directo o "irrespetuoso".

—Él estaba pasado, me dijo cuanta vaina sobre mi juego — hizo una pausa— eche, que intente jugar él, si va a andar soltando la lengua sobre cosas que ni le importan. O sea, que me lo diga mi entrenador, ¿pero ese fantasmón? Solo me dio rabia y ya.

—Eso, ahí identificaste como te sentiste— la psicóloga escribió en un post-it, moviendo la cabeza en aprobación, Pablo recapituló sus palabras y estudió mentalmente cuándo habló él de sentimientos, ni que se haya puesto a llorar— te sentiste rabioso, colérico, y en vez de identificarlo e intentar regularlo, actuaste impulsivamente.

—¿Impulsivo? ¿Yo? Impulsiva la gente que anda mintiéndose donde no debe.

—Bueno Pablo, como no nos queda mucho tiempo, te voy a dejar una tarea importante. Y te doy permiso de no escuchar mis consejos si solo haces esta tarea— le entregó un cuaderno, era pequeño, tamaño bolsillo— tienes que escribir en este cuaderno todas las veces en las que alguien te moleste, algo te irrite o te haga sentir mal. Puedes también escribir sentimientos positivos, de alegría, de serenidad. El punto es que escribas lo que sientas cuando te ocurra algo.

Él agarró el cuaderno y lo miró con recelo.

—¿Y eso de qué me va a servir?

Iris lo miró a los ojos y con calma procedió a explicarle.

—El primer paso para actuar en conjunto de nuestras emociones, y poder manejarlas, es darnos cuenta de cuando están ahí. Y cuáles son.

El reloj mostraba que eran las 11:10 ya y González tenía clase de cálculo, una que sus papás le decían que era muy importante para su formación. Pero él solo quería jugar baloncesto, y entre cálculo y Miss emociones no sabía cuál era más espantosa.

—Bueno Iris, me tengo que ir— se paró de su silla y abrió la puerta de la oficina para salir de ahí.

Ella alzó la voz para recordarle la importancia de su tarea
— ¡Pablo! La próxima vez que vengas aquí quiero ver esa libreta con algo escrito en ella. No vamos a leer lo que escribiste, pero quiero ver qué hayas escrito algo.

Consideró su insistencia en el tema, si se ponía tan intensa con ello, tal vez era por algo.

—Dale Miss, ¡chao!

...

Cuando entró al baño, Pablo decidió prender uno, solamente sería uno. Además, toda la gente estaba en clase como para que alguien lo descubriera con las manos en la masa.

La cuestión aquí era que la marihuana tenía su olor característico, fuera donde fuera. Tanta fue la mala suerte de González de que un sujeto efectivamente se encontraba cerca. Era nadie más y nadie menos que Isaac, rondando los baños porque había pedido permiso para salir de clase.

Notó instantáneamente ese hedor a hierba, y alzó una ceja con curiosidad.

Como si se tratara de una película de misterio, o resolución de crimen, sigiloso, husmeó el lugar y lo que vio fue la espalda de su compañero de equipo con un trazo de humo saliendo de él.

"Está como muy temprano para prender las chimeneas navideñas." Comentó Isaac en su mente, pero consideró que no era nadie para reclamarle nada y si quería dañarse los pulmones chimeneando, allá él.

Eso sí, le sorprendió grandemente.

Se notaba que el humo venía de la boca de Pablo y además era el único en el baño. No era necesario ser experto para saber que a González le gustaba la marihuana.

Pablo se volteó y cruzaron miradas por un momento, los ojos del castaño no demostraban pena ni deseo de ocultarse. Isaac sintió más bien una energía pesada.

Huyó de allí en silencio, sabiendo que si Pablo antes no lo quería, ahora mucho menos.

...

Después de comerse una lasaña de pollo en el almuerzo, por las mesas del comedor se pasaba Emilia, con sus brownies en una bandeja, ofreciéndolos a solo tres mil pesos.

Estaban baratos temporalmente, era mientras las personas apreciaran lo sabroso que se sentía el chocolate melcochudo de sus brownies.

—¡El equipo de baloncesto tiene cara de que quiere brownies!— se acercó a los seis sentados en una de las mesas—Brownie, brownie a tres milllll.

Les pasaba la bandeja por las narices y después se la ponía en la cabeza como las señoras que vendían cocadas en la playa.

Podía verse ridícula, pero en su defensa, para vender tienes que ser creativo.

—¿Y esta de donde salió? Parece vendedora ambulante— comentó González fingiendo ser discreto, pero para nada.

—Deja la grosería Pablo— Alexis le pegó un pequeño zape, y después se volteó hacia Emilia —yo sí quiero, dame dos para mí porfa.

Ella sacó sus bolsitas y antes de hacer cualquier cosa, ató su pelo, el cual estaba trenzado. Alexis notó lo linda que se veía hoy, en su cara había brillo porque otro cliente le había comprado.

Emilia los empacó y al entregarlos, Alexis probó uno inmediatamente y sonrió al sentir la textura increíble en su boca.

—¡Están buenísimos!

Oscar y Alan confiaron en el gusto del más alto y compraron los suyos. Pasó lo predecible, los amaron.

En un momento Emilia se sentó al lado de Alexis porque él empezó una conversación con ella de cómo hacía sus postres y cómo había empezado.

Rodrigo de una se pilló el intento de coqueteo de su amigo y le lanzó una sonrisa ladina silenciosa.

—Deberíamos hacer un plan para los que quieran hacer brownies— Emilia propuso efusiva— mi cocina está equipada para todo.

—Ey sí, me interesaría saber cómo los haces— Alexis le sonrió amigable— ¿me podrías dar tu número? Ya sabes... para contactarte y ver si hacemos brownies.

—Ajá— soltó Pablo— y a mí de repente me empezó a gustar tocar el piano.

—¡Bueno, si llegan a hacer ese plan, nos dicen a todos para que podamos ir!— Oscar le dijo a Alexis y a Emilia mientras abrazaba de lado a Isaac. Quería incluirlo más en los planes que hacían como grupo, y esa sería una gran oportunidad.

Ya todos se estaban excusando de la mesa para salir de la cafetería después de almorzar, pero Oscar detuvo a Pablo antes de que él pudiera irse.

—Pablo, tú y yo tenemos que hablar de algo.

—¿Y a ti que mosco te picó? — Pablo se confundió al notar el tono preocupado de su amigo—Ah, ya sé que es. No te preocupes, ya sé que te entrompas con Isaac, todos lo sabemos.

Le sobó el hombro con fingido pesar y después le sonrió burlón. Oscar cambió su semblante de uno preocupado a uno medio molesto.

—No estoy para chistecitos— el moreno negó con la cabeza——. Estoy hablando en serio. Sé que andas fumando, que fumaste hoy, y la semana pasada y antes de entreno.

—Ey, qué vergas—fue lo único que le salió de la boca a Pablo—no sé de qué me estás hablando.

—Lo sabes perfectamente— el moreno se acercó a él y olió su camisa—. Iugh, y hueles a mierda.

El castaño se alejó, aprehensivo.

—Cállate, eso no es cierto.

—Tú sabes que sí—Oscar volvió a cambiar de molesto a preocupado— no quiero parecer tu papá regañándote ni nada, y sé que siempre has hecho lo que te da la gana, pero de amigo a amigo... eso no te va a traer nada bueno. Y mano, te está haciendo daño ya, no rindes como antes en entreno. Meterse en un vicio de esos es peligroso, y yo no quiero verte mal.

Pablo lo miró con rabia de arriba a abajo. Ese había sido un día completo de personas hablándole de lo que estaba haciendo mal, todo mal, mal, y mal.

—Deja de meterte en lo que no te importa.

Empujó a Oscar para apartarlo, pero no lo suficientemente fuerte para que fuera doloroso. Y se fue, sin decirle más.

Al llegar a su casa le echó cabeza por un rato y los cables se unieron muy fácil. Había sido el sapo del Isaac que le había ido con el chisme.

Maldijo en su cabeza porque si Isaac era bocón y metiche, Oscar lo era por mil. No quería que el resto del equipo se enterara de sus trapos sucios, y mucho menos Camilo Bon.

Una incertidumbre espesa empezó a correr por sus venas, y recordó lo del cuaderno. Tal vez funcionaba eso de escribir las cosas. Tendría que probarlo primero. Sacó la libreta miniatura para escribir su primera nota.

Esto de fumar porros me tiene preocupado. El bocón del Isaac fue soltándole la sopa a Oscar y él me dictó un sermón todo "arrepiéntete pecador". No sé ni por qué escribo esto pero me da rabia que la gente se meta en mi vida cuando no saben nada de mí.


...

Holaaa mi gente :D

¡Si necesitan más definiciones pídanlas !

Definiciones:
Pelaos: muchachos.

Sapo y bocón: alguien que se mete en la vida de los demás y habla de más o cuenta los secretos de los demás. Bocón hace referencia a alguien que habla mucho, alguien que no puede quedarse callado sobre los asuntos ajenos.

Cocadas: dulces de coco latinoamericanos que son súper populares en la costa colombiana.

Entromparse: besarse con alguien con intensidad.

Están tensas las cosas ahora que dos personas saben q Pablo anda de fumador.😬

¿Cuánto le durará la wachafita a Pablo?🤔🤔

Pregunta del día:

¿Qué piensan de Oscar?

¿Quieren ver el plan de los brownies?

Gracias por leer🧡🧡🧡🧡

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