V. El hombre es como el perro

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Si desean una experiencia más musical, reproduzcan la canción cuando dice "Los del curso se miraban entre ellos"😙

A las seis de la mañana ya se había despertado Pablo, como si la noche anterior no hubiera tenido que meterse en un viaje para bajarle el volumen a las locuras de su "querido" hogar.

Despertó con la boca pastosa, intentando ignorar las ansias que le crecían en el pecho por fumarse otro cigarro y también por salir corriendo. Sin embargo, se había prometido que solo era uno, uno nada más y con esa consigna en la cabeza salió de la casa para el Liceo. 

A todos lados donde miraba recordaba aquella sensación de profunda calma, y tenía una voz encima suyo diciéndole que solo lo conseguiría si fumaba otra vez. Las ansias lo rodeaban y lo ahogaban, pero Pablo sabía a quién consultarle sobre ello. 

Tomás, el mono. 

No fue difícil entremezclarse con los de su grupo, pues conocían a Pablo desde hace rato, y en aquel momento lo consideraban un miembro más desde que lo vieron fumar y perderse a sí mismo en esa fiesta. Tomás lo saludó con un «hey bro», y para no parecer desesperado el castaño empezó a hablar de trivialidades. Igualmente, llegó un momento donde la lengua le picó por preguntarle.

—Oye man, ¿y tú normalmente fumas?—Pablo intentó decirlo en tono bajito, pero todo el grupo quedó en silencio. Pensó por un segundo que había metido la pata, pero después vio la sonrisa ladina en los labios de Tomás. 

—Claro que sí, man. Si quieres te llegas después de almuerzo. Siempre nos hacemos detrás de la biblioteca. 

Pablo caminaba los senderos, pasando debajo de los palos altos y verdes y de su sombra. Su cabeza estaba dando vueltas sobre su nuevo descubrimiento, y aunque tenía ganas de probar lo que sería la adrenalina pura en el colegio, algo dentro de sí le advertía. ¿Qué pasaba si no se podía contener? Pero decidió no escuchar aquella voz. Después de comer el almuerzo sucumbió ante la tentación y se fue a reunir a su invitación.

¿Qué tan malo era si lo había disfrutado? Algunas personas como Tomás fumaban a diario, y no se notaba. ¿Habría un problema realmente? El rubio le había dado un papelito del contacto de su dealer. Pablo no se imaginaba metiéndose en eso y que ocupara más espacio que el que debería, pero podría manejarlo. Él siempre había manejado todo solo, esto solo sería algo adicional. 

*** 

Su visita primeriza al grupo de Tomás lentamente se transformó en un urge diario, y Pablo notaba que la marihuana agudizaba sus sentidos cuando la necesitaba. Sin embargo, también se sentía más soñoliento y apagado cuando no había fumado. Después de una semana supo que los porritos del mono eran insuficientes. El lunes lo levantaron los pálpitos calcinantes en su pecho, porque el quería más.

Su ducha fue rápida, no tuvo mucho cuidado hacia lavarse el cabello o aplicarse loción, y era extraño que González saliera desarreglado o despreocupado por su imagen. Excavó por su ropa sucia, con sus manos apuradas y fijas en un objetivo, quería encontrar aquel papel que le dio Tomás. Y cuando dio con su lugar, llamó el número lo más antes posible.

—Ey, todo bien, ¿tienes cigarros ahí?— Preguntó directo al grano. Pasaba sus manos por su cabello con frenesí—. Solo necesito uno. Digo, unos cuantos.

—Uhh, claro. Centro histórico, estaré en el callejón de la calle 20.

Le respondió una voz desconocida masculina. A Pablo le convenció, y ni siquiera pidió precio ni nombre, con empacar 200.000 pesos en su maleta estaba hecho.

La mañana estaba inundada con carros y los sonidos de una ciudad costera ocupada con personas ocupadas yendo a sus oficinas. Los pitidos del bus y los primeros rayos del sol les quitaban las lagañas a quienes desearon quedarse en la cama y no ir a trabajar.

Sin embargo, Pablo se dio cuenta que en el estrecho de la 20 no había mucha iluminación por parte del sol, y los edificios viejos desprendían una energía más bien tétrica. Si el dealer ese quería espantar a cualquier persona sana, lo había pensado bien.

Pablo intercambió su billete por el paquete nuevo de diez porros. Para él era suficiente, y también tuvo que pagar 80.000 pesos por ese gustico.

Fumó uno mientras cogía un bus para dirigirse al liceo, no habían tantas personas en el transporte y por ello pudo fumar tranquilo. Sacó otro, pero lo guardó rápido al ver las puertas grandes del instituto.

En el patio, las hojas de los árboles se veían más brillantes, como si fueran verde neón y Pablo fascinado, volteaba hacia todos lados para poder apreciar la naturaleza en todo su esplendor.

El olor de la comida de la cafetería pegó más fuerte en su olfato, recordó que no había desayunado nada realmente, pero igual tenía clase, comería más tarde.

Antes de entrar a su salón, se echó algo del axe que siempre cargaba en el bolso, una especie de desodorante-perfume, no fuera a ser que alguien lo pillara oliendo a marihuana.

Se sentó al lado de Alan, como siempre, pero esta vez no le aburrieron los contenidos del tablero, más bien, hacían una ilusión en sus sentidos los colores brillantes de los marcadores y las cartulinas de sus compañeros.

Su mirada se perdía en los espirales de los dibujos, y a quién engañaba, era una sensación que lo hacía sentir apacible de la mejor manera. Luego de algunas presentaciones sobre evolución y selección natural de otros compañeros, era el turno de su grupo. Pablo ni se acordó que tenían que presentar, e igual ese tema estaba en su último interés.

Alan le hizo una seña para que se parara con él a presentar, y Oscar se paró en frente de todos también. El castaño se dio cuenta que era un trabajo en tríos.

Pablo consideró que tenía nota asegurada, entonces no hizo el esfuerzo por acordarse de la evolución de lo que sea que estaban hablando. Alan le pasó una cartilla brillante, en la cual había una ilustración de varios hombres parados detrás del otro, él la trazó con su dedo y se percató del homohabilis.

Ahhhh este es un mico.

Recordó la evolución del hombre, eran las distintas formas que habían pasado los micos-hombres para ser hombres hoy en día.

González pensó en que no había ningún superhéroe mico y contempló la necesidad de uno. Si los micos en esa foto se veían agresivos y fortachones, ¿por qué nadie había creado a Micoman?

Sería el boom del momento. Soy un genio, wau. Pensó.

Seguido a eso, Alan le pasó una cartilla con la evolución del lobo y al final salía un perrito, que le recordó a Pablo de la perrita que tuvo cuando era niño, Silvia.

Mientras la profesora escribía apuntes del grupo pasado, Pablo susurró en el oído de Alan.
—Alansito, no me acordaba que hoy había presentación— Alan lo miró de lado con incredulidad—solo digan ustedes todo, yo estoy aquí de apoyo moral.

Procedió a alzar las cejas y sonrió con los ojos cerrados.

Qué simpático de su parte no hacer nada en la exposición. Pensó Alan, pero Pablo era su amigo y lo iba a cubrir igual.

—Oye, ¿tú estás seguro de que dormiste anoche?— le preguntó Oscar a Pablo en un tono bajito, éste de respuesta solo negó con la cabeza—. Manin, no te preocupes, esta vez te tenemos cubierto.

Le subió el pulgar con seguridad y la profesora les indicó que ya podían empezar. Pablo mostraba sus dos cartillas a todos con orgullo. Y mientras sus amigos hablaban del origen del lobo no se qué, la profesora tiraba miradas sutiles hacia Pablo, que en los cuatro minutos de exposición no había dicho ni pío.

Cuando terminaron de hablar, se mentalizaron a irse tranquilos al puesto. Hasta que la profe Martha alzó su voz.

—Quiero hacerle una pregunta a Pablo— tenía su mano puesta en su mentón, y los miró divertida—no te alarmes Pablo, solo quiero saber qué nota ponerte a ti en específico.

Pablo se paró ahí sin decir nada y después de un silencio sepulcral en el curso, decidió responder. Igual él nunca se quedaba callado. Sonrió y le indicó.—Dale Miss, aquí estoy.

Abría sus manos como señalizando un "mírenme" y Alan estaba conteniendo la respiración para que no dijera ninguna pendejada, y Oscar en el otro lado, estaba que se le salía la risa.

—Bueno, Pablo, tú estabas sosteniendo unos afiches, y éstos mostraban las evoluciones de dos especies. ¿Me podrías dar un detalle de una de las dos y decirnos porqué es relevante en el tema de la evolución?

A González su pregunta le había producido risa, causada parcialmente por cierta sustancia y porque no entendió a qué se refería. Decidió tomarse unos diez segundos para pensar y esperar a que se le iluminara el bombillo.

Alan veía como se alargaba el momento incómodo y casi desesperante, al notar que todo el mundo estaba en silencio. Además, Pablo tenía pinta de que se había quedado toda la noche jugando Play. Pero antes de que el pelinegro pudiera susurrarle alguna respuesta, Pablo sacó su celular, y no fue para preguntarle a Google ni nada por el estilo.

Los del curso se miraban entre ellos, confundidos, hasta que escucharon la voz de Silvestre Dangond en la canción "Me tiene Pechichón", sonando por el parlante del celular de Pablo a todo volumen.

A Alan se le detuvo el ritmo cardiaco, y la profesora solo observaba la escena con curiosidad.

Mientras se entonaba la canción movida de vallenato, Pablo cantaba a su par, moviéndose por todos lados de la pizarra, bailando gustoso.

Me tiene pechichón, chon chon chon chon

Me tiene sabrosón, son son son son

Me tiene pechichón, chon chon chon chon

Me tiene sabrosón, son son son son

El hombre es como el Perro

El hombre es igual que el Perro

Meneaba sus hombros con la mano en el pecho, sus piernas se enredaban y desenredaban en un baile típico de vallenato. Eso parecía más una rumba o una clase de zumba que una de biología.

El hombre está donde lo tratan bien

El Perro está donde lo tratan bien

Todos en el salón le siguieron la danza con sus ojos, y Pablo se sintió el rey de la pista. Estaba un poco desorientado en un momento, pero eso no le impidió nada. En el solo del acordeón, se volteó hacia Alan y este solo negaba en su interior con un semblante más bien paralizado.

Pablo consideraba que su querido amigo necesitaba un baile, y puso sus brazos alrededor de los hombros del más bajo, guiándolo hacia los lados de la pizarra, abrazándolo en un son vallenato.

Alan solo se dejaba mover como una caja de mudanza, quieto y muy apenado, al punto en que sus mejillas se tiñeron rojas de la pena que estaban pasando en frente de la profe Martha.

Al finalizar la canción, Pablo le agradeció a Silvestre Dangond por iluminarle la conciencia con tremenda canción gozosa.

—Miss Martha, con este baile quise demostrar un punto importante de nuestra presentación. Como dice Silvestre, el hombre es como el perro. Y dicen las cartillas, que el hombre evolucionó del—achicó los ojos para leer las letras chiquitas— homohabilis y el perro, vino del lobo Canis lupus... Bueno, el hombre es como el Perro porque ambos tienen sus ancestros.

Y con ello cerró su intervención, les dio a todos su sonrisa característica y la audiencia (su curso) no tuvo otra opción que aplaudir ante el inaudito show.

—Bueno, eso fue— Miss Martha estaba algo átonita— chicos, siéntense porfavor.

En su puesto Alan reposó sus brazos sobre sus piernas, y con ambas manos se tapaba la cara.

Sentía una mezcla de pena, auto-cringe, pena ajena e incredulidad. Un embrollo se desbocaba en su estómago, y algún día le cobraría a Pablo la vergüenza que sentía, porque además de ello, sus compañeros seguían hablando de la escenita, y los miraban a ellos exclusivamente.

—Ey Pablo, tú enserio eres lo máximo, vale— Alexis y Rodrigo se acercaron a ellos con las caras iluminadas de la risa, algo que a Alan le molestó un tanto.

¿Acaso no se podían tomar nada en serio?

—JAJAJA— Pablo se rió más exaltado que nunca, lo que normalmente le parecería gracioso, ahora era el pico de la comedia, demasiado bueno para ser real—Alansito, ¿te gustó el baile?

Oscar sonrió al mostrar el video de Pablo bailando, duraba toda la canción y puso el momento donde ellos dos bailaron. Alan quitó sus manos de su cara para darles una mirada asesina.

—Los voy a matar algún día.

Las risas sonoras duraron tanto que después de unos segundos a Alan le sacaron una sonrisa pequeña.

Ah, que iba a hacer con estos pendejos que tenía como amigos.

...

En la hora de almuerzo cada grupo del curso se sentaba en su mesa, y el grupito básquetbol ahora contaba con un integrante más.

No solamente le basta con ser una mosca en entreno, ahora tiene que llegar a zumbar en el almuerzo. Pensó Pablo, al ver que Isaac se sentaba al lado de Oscar para comer. 

Y sí, habían ido a comer ayer todos, y por un momento casi se le olvidaba a Pablo su tormenta personal con Isaac.

Isaac por su parte, se encontraba sereno. Seguía igual de pálido que de costumbre. Como nuevo en la costa, concluyó que le tomaría como un mes a su piel broncearse. Por ahora solo se ponía roja cuando le pegaba mucho el sol.

—Ah manin, ¿cómo le haces para tener la piel tan clara?—Oscar le hizo un puchero, mirándolo con las manos en sus mejillas.

Isaac se rió un poco en sus adentros, estaba cogiéndole un poco de confianza a él, pero más que todo era porque percibía que Oscar tenía un interés genuino en volverse amigos.

—Eh, solo es genética.

Siguió mascando su carne al bistec y Oscar se tiró en la mesa, con los brazos abiertos y muy extra, algo que había copiado de González.

—Solo es genética— imitó su voz, con un tono robótico. Isaac solo lo miro de reojo— ¡Yo era blanco cuando nací! Ahora estoy re negroooo.

Oscar señaló su piel oscura, su tonalidad era color almendra, al tomar el sol se bronceaba bastante y hacía que sus ojos se vieran aún más negros de lo que eran. Isaac no supo que decirle, entonces se quedó callado.

Al terminar de comer, fueron juntos a clase, e Isaac solo esperaba en sus adentros que Oscar y los demás fueran un poco pacientes con él, pues no le era tan fácil abrirse.

Pensó en que si se integraba, podría mejorar su unión de equipo, y así tendría también un beneficio personal. Su propósito inicial era tener una buena armonía de equipo que se notara en la cancha, y que fuera atractiva para los reclutadores nacionales.

Isaac solía planear ese tipo de cosas con frecuencia, su imagen, su entrenamiento, qué tan buena herramienta podría ser en un sistema de juego. No obstante, en el área social sólo se dejaría llevar, y al parecer aquellos costeños estaban dispuestos a integrarlo.




...








En el entreno de esa tarde, Pablo estaba más desconcentrado que otros días. Supo después que no debió fumarse un porro antes de jugar, pues en vez de ponerlo activo, lo confundió y lo mareó. Sus movimientos se volvieron más lentos y predecibles, bajando su rendimiento general. Los del equipo lo notaron, especialmente el capitán Alexis, pero él sabía que bien podía estar teniendo un mal día y ya.

González caminó desde la terminal hasta su casa, pensando en que tal vez el hombre sí era como el Perro. El perro se quedaba en la casa que le dieran comida, el perro era fiel a quien lo acompañara siempre, y el perro estaba donde lo trataban bien. Sin embargo, no consideró el caso del perro terco, uno que siempre mordía el mismo hueso. Aquel hueso tenía el poder de atravesar sus vísceras y hacerle mucho daño, pero él lo seguía royendo. El perro no entendería nada hasta que llegara ese día.

Nota de autor:

Me tiene pechichón chon chon chon chon 🕺🏻 🎶

Tal vez no lo sepan, pero el vallenato tiene mucha popularidad por aquí en la costa. Se escucha en todas las emisoras de radio.

Pregunta de hoy: ¿Cuál es una música típica de su país o región? ¿Qué tan popular es?

Gracias por leer <3

Esperen la playlist de esta historia :]




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