VIII. Metafóricamente en la cancha

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Pablo
Un día Rodrigo me dijo que si hicieran un video de las top 10 personas más descaradas en el mundo, que por lo poco, yo estaría en las primeras tres.

Bueno, eso fue cuando le gané tres partidas consecutivas en el Call of Duty, hasta me llamó Pay To Win, pero todos sabemos que solo estaba ardido porque las horas que yo invertía en el básquet, él las metía (y todavía lo hace) en jugar COD.

Sin embargo, yo creo que con todo lo que está pasando, no me sorprendería escuchar mi nombre pronunciado por una voz de YouTuber demasiado acentuada y animada diciendo:

"Y para el top #1: ¡Pabloo González!"

Como mencioné antes, yo invertía horas en el básquet, en conjugación verbo pasado. Los últimos días no he podido, porque han sido algo... ajá.

Aún si no he estado yendo, hoy tengo planeado mostrar la cara. Es mi equipo y tengo que coger seriedad, por lo menos hoy.

Me doy cuenta que en mi bolso se acabaron los porros, y después de una búsqueda afanada en la reserva de mi closet, veo que no queda ni uno.

Esta semana he estado intentando fumar menos, porque en la pasada, siendo honestos, me excedí un tanto. ¡Y lo admito! Pero también tengamos en cuenta que la vida me ha estado poniendo retos y francamente me estresa no tener uno a la mano.

Es como aquel sentimiento que da el chillido que hace la tiza en una pizarra acompañado de tus piernas temblando. Similar a una mano que ejerce presión sobre ti, y tú te encuentras sin poder porque no sirve de nada pelear contra la necesidad. (O la voz que no se calla hasta que se llenan los pulmones de humo.)

Destensiono las manos aruñando los asientos de cuero de mi carro, nadie me dice nada, y mucho menos el chófer que solo cambia la estación de radio.  Después atravieso mi rostro con mis manos. Estoy algo desesperado, además de que voy a llegar tarde a clase, llamé a mi proveedor (me enteré que se llama Styven) y no me contesta. Lo mismo con los mensajes.

Intento concentrarme en el celular en frente mío, entrando a la galería y repasando las fotos del último mes. No hay mucho que ver, entonces paso a los retratos viejos de hace meses y aparece un video que tomé en la playa, donde estoy con mis amigos.

El vídeo es bastante movido, lo tomé yo y salen los otros cuatro montando cuatrimotos. Deslizo hacia atrás y aparece una foto que tomó Rodrigo hace meses, donde estoy yo con mi brazo rodeando a Alan, cuando fuimos a un partido local de básquet, Felinos vs Warriors.

Me entra la maluquera de la nada. No he estado hablando con ellos tanto como antes y parte de mí los extraña, nuestras salidas, los juegos, los entrenos.

Ahora mismo están distantes conmigo, y sé que es por todo este desastre de los porros, no entrenar, etc. Pero la verdad yo creo que ellos tienen montado su propio drama, no es para que me eviten como si tuviera lepra o la plaga.

Veo otra foto y esta es de un desayuno grande que comimos en un torneo, dos arepas de huevo para mí, con bollo limpio y caldo de costilla. Ahora que lo pienso, he dejado de desayunar tanto, no me imagino comiéndome todo eso y bajarlo con jugo. De solo pensarlo me dan arcadas, que montonera de comida.

Cuando llegamos mi cabeza da vueltas, y siento como si me hubiera bajado de un vuelo que duró seis horas y con turbulencia. Mi cuerpo se siente pesado al entrar a clase y hago un esfuerzo inusual por mantener la compostura mientras la profesora habla y habla.

Valen está sentada al lado mío, es la única que me busca recientemente. Igual, siento la mirada de Alan encima. Ya no me siento con él y se la pasa tirándome miradas de reojo, si quiere andarme vigilando que me hable por lo menos. Y eso, que yo soy el que los busca a ellos, pero ahorita mismo no tengo energía para eso.

En el descanso Valentina se queda a mi lado, y creo que me besa la mejilla porque me sobo el cachete y hay rastros de labial rojo. El día se siente tedioso y solo presto atención al urge creciente que siento por tirarme de un acantilado, hacer motocross, o canopy, ¡hasta me suena inscribirme en salto bungee!

Necesito cualquier cosa que me recuerde que estoy vivo. Postrado en esta silla, parece que todo alrededor mío se mueve excepto yo. Mi pierna empieza a temblar de más y me entra un afán por morderme las uñas, entonces eso es lo que hago. Me sofoca estar atrapado en estas cuatro paredes, y mi mente empieza a cuestionar porqué siquiera sigo yendo al liceo.

¡AAAAAAAAAAAAAAAAA Cule azare!. Styven, Styven, Styveeeeen. ¿¡Dónde tienes mis cigarros?!

Salgo de la última clase, casi atropellando la puerta, y por el pasillo me encuentro a mi grupo de amigos. Sé que van todos a entrenar y veo a Oscar conversando animado con Isaac. Alan me había dicho por mensaje que el grupo no era lo mismo sin mí, pero ahí se ven de maravilla, como si mi ausencia no hiciera la pizca de diferencia.

Me ven en la distancia y sus ojos transmiten incomodidad, se nota que quieren evitar verme. Oscar por lo menos está sonriendo, pero con él no se sabe si te está sonriendo a ti, o si le está sonriendo a la vida. Si les dijera que Oscar mete marihuana, ¿me creerían? Tendría sentido que lo hiciera, tiene hasta más pinta que yo.

El que desvía su cara más rápido es Alan, mi amiguito Alan, el más "discreto". Y la verdad sí me molesta, porque él mismo me dijo que podíamos hablar, el otro día me echó cule parla sobre la amistad, la casa, el pasado. Son simplemente unas bellezas, me ignoran mientras paso y yo camino indiferente de la misma forma, porque me voy a cambiar para entrenar.

Y sí, iré aunque no me quieran ver ni en pintura.

...

Cuando coincidimos en el coliseo y empieza el entreno, ellos se agrupan como una colmena de abejas y no paran de susurrar sobre algún tema. Lo cual prende una luz de interés en mí y no tardo mucho en expresarlo. Porque si no se han dado cuenta, siempre digo todo lo que pienso.

—Ajá y ustedes qué—sueno como si estuviera picado por algo, y tal vez sí lo esté—si tienen algo que decirme, díganmelo en la cara.

Rodrigo y Alan miran al piso y por sus expresiones parece que se murió alguien, lo cual me confunde más.

—Pablo, Pablo—Oscar dice mi nombre pausado y niega ligeramente, cuando me habla nunca se siente 100% serio, entonces no sé si me está jodiendo o no—como de los aquí reunidos yo soy aparentemente el único valiente, voy a ser el vocero y a decirte lo que pensamos todos. Entonces escúchame.

Trago saliva, me doy cuenta que va en serio y ellos se paran encarándome, como si estuvieran haciendo una muralla.

»Voy a ir directo al punto. Creemos que no te estás tomando en serio el equipo. Tú solías ser una pieza fundamental en la cancha, hacías del líder en muchos torneos, aunque esa era responsabilidad de Alexis, y le metías mucha disciplina al básquet. Aquí entre nosotros, yo pensé que cuando salieras del liceo te ibas a dedicar a esto. Aún así, mano, aquí todos sabemos que ahora mismo solo puedes pensar en fumar, y es algo triste, pero las cosas que haces tienen consecuencias.

Entonces empieza a enumerar cada cosa que he hecho mal con sus dedos.

»No has venido a entrenar, me dices que se te olvidó, no estás rindiendo y te digo, el alero es muy importante en el juego, juegas a corta y larga distancia, te metes en el aro, ayudas con los rebotes. Pero con la mente borrosa no puedes hacer nada de eso. Y por ello te decimos, estás bienvenido a entrenar, pero ya no queremos que juegues en el torneo Supérate. Tenemos la oportunidad de ir a regionales, y no la vamos a perder por tus trapos sucios.

Cuando termina mi labio tiembla y veo sus expresiones, Oscar evita mirarme, y ya no sonríe, muerde su labio interior después de decir todo lo que tenía guardado.

Alexis en cambio se muestra impenetrable. Lo miro intensamente, porque es el capitán, debió decírmelo a solas.

Rodrigo y Alan siguen mirando al suelo, y este último juega con sus dedos. Encaja todo, con que por esto no me han estado hablando.

De repente se sienten como unos completos desconocidos, nuestros chistes internos, las salidas, el equipo y los hermanos que pensé que tenia se escapan de mi lado.

La verdad cae encima mío como un derrumbe, ellos no quieren jugar conmigo. Y lo peor, no he fumado ni uno solo hoy, entonces entendí nítidamente lo que quisieron decirme.

No voy a competir en el Supérate en mi último año.

No me jodan.

He trabajado toda mi vida por esto, los entrenos en la madrugada cuando el reloj marcaba las 4, las prácticas extendidas, la sobre exigencia hacia todos mis músculos, entrar a básquet desde primaria, ¿y todo para que fue?

Mi corazón martilla a un ritmo desesperante y vuelvo a sentir miedo, mis piernas se sienten ligeras y mi cuerpo no tiene brújula, tal vez me caiga.

Una sustancia no se compara con lo que las emociones le hacen a tus sentidos.

Lo tengo bajo control, lo tengo bajo control, lo tengo bajo control.

Veo a Isaac alejarse de nosotros, ya va a entrenar, pienso y no es justo, porque ahi debo estar yo. Antes de que se vayan los demás siento la necesidad de reprochar, aunque sea el último aliento, aunque tengo un nudo en la garganta estorbando.

—El Supérate es en tres meses— empiezo y aclaro mi voz, alzo mis brazos inconforme—no pueden hacerme esto, oigan.

Y como antes, el único que me replica es Oscar.

—Lo siento, bro. Tú te lo hiciste a ti mismo.

Sus palabras son un golpe seco en mi estómago, no me entienden, estar en esta cancha es mi razón para levantarme, él dijo que creía que yo iba a jugar básquet cuando me gradúe y, ¡lo haré! Es lo que tenía planeado, pero creo que hasta a mí se me ha olvidado.

Me da rabia la situación entonces me salto el entrenamiento, no quiero estar con ellos. Me llega la idea de hacer algo impulsivo esta noche, desde siempre he sido bueno con la vida nocturna. Corro sin rumbo y antes de soltarme a la calle, escribo algo en mi cuaderno.

Nota

1. Isaac es el nuevo alero.

2. No tengo nada bajo control.

...

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