XV: Tu falta de querer

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Parte 1

Dos semanas transcurrieron y Pablo sentía que su cuerpo se estaba adaptando lentamente a no fumar todos los días. Habían noches que las pasaba en vela porque la abstinencia hacía ecos en su cabeza y no lo dejaba tranquilo, y había estado yendo con la psicóloga varios días a la semana. Ella le ayudó a trazar un plan para desligarse de la marihuana, algo que le estaba costando trabajo, y era notorio por las bolsas oscuras que se estaban formando debajo de sus ojos.

Seguía tomando las pastillas de prescripción que le dejaron en el hospital, y ya sólo le quedaban algunos días para que se le acabara el tiempo necesario de dosis. Valentina le había ayudado con eso, acercándose a él cada vez que podía y explotándole el celular con llamadas y mensajes. De todas formas Pablo se había memorizado su horario para tomarlas, y realmente no necesitaba la ayuda de la chica, pero ella seguía ahí.

En aquel miércoles, la primera hora de clases era la de matemáticas. Valentina Ovalle llegó corriendo, entrando por la puerta, en sus manos tenía embolatados varios cosméticos y unas carpetas, y a su maquillaje todavía le faltaba el labial y el rubor, por la prisa de salir de su casa.

Rápidamente se acercó a donde estaba sentado Pablo, que ahora se había vuelto a sentar al lado de Alan.

—Pabli, mi amor—cada vez que escuchaba esa voz, ese apodo, ese mi amor, Alan sentía como si un alacrán le recorriera la espalda, erizando cada uno de sus vellos—te traje la tarea de matemáticas lista. La que era para hoy.

Ella sacó un papel lleno de procesos, en el cual había probablemente trabajado toda la noche. Además ni siquiera había dejado que Pablo escribiera su propio nombre, pues ahí estaba escrito, con letra roja, brillante. (Y muy simétrica para ser de González.)

Pablo González

—Entrégalo así, Pabli—ella seguía parada en frente de los dos, pintándose los labios de un rosado pálido, restregándose la nata en ellos con impaciencia.

Pablo le lanzó una mirada a Alan de: "como le digo" y Alan solo lo miró de reojo como respuesta. No tenía que decir nada, pues con sus ojos le respondía: "de eso te encargas tú". Ellos eran simples de descifrar, ese lenguaje telepático les salía cada que Pablo hacía alguna imprudencia y no se podían hablar.

—Valen, gracias—Pablo soltó una risa leve para intentar ser prudente—pero ya hice la tarea. Alan me dijo ayer que la hiciéramos juntos.

A ella le tomó unos segundos asimilarlo.

—Ah.—miró mal al pelinegro y simplemente se fue, dando pasos altaneros, después de arrebatar el papel de la mesa de Pablo. Cuando se acabaron las dos horas de clase, Valentina siguió a Alan hasta su casillero, expresamente para hacerle saber su opinión.

—No es por nada, pero yo como su amiga, tendría un poco de consideración con Pablo.

Alan notó que le estaba hablando directamente a él y se le hizo algo extraño. Cuando volteó su cara para buscar de donde venía su voz, se encontró con la mirada de Valentina, haciéndole el scanner, como de costumbre. Las palabras le salieron sin aviso.

—¿Y tú de qué hablas?

—Estoy diciéndote que Pablo está en un proceso y está tomando medicamentos. Literalmente no está en condiciones para que se trasnoche haciendo trabajos—ella hablaba y hablaba como si conociera cada detalle del día cuando hicieron esa tarea, y como si él hubiera sometido a Pablo a maltratos o algo por el estilo. Alan sintió un ardor en el pecho que nunca antes había sentido.—Y no sé si tú siquiera le prestas atención, pero se nota que está cansado, solo mírale las ojeras, por Dios.

El pelinegro respiró hondo, intentando que no le llegara nada de lo que le decía, mientras Ovalle se seguía quejando como si quisiera seguir discutiendo y armando tropel. Alan sabía que contraatacarle sólo le daría a ella el gusto de la discusión, entonces se mantuvo lo más calmado que pudo.

—Hicimos esa tarea porque Pablo quiso hacerla. Pregúntale si alguna vez lo obligué a hacer algo. Deberías intentar conocer más a tu <<Pabli>> en vez de concluir cosas que no son.

Era impresionante como ella pensaba que Pablo no se podía valer por sí mismo ni hacer nada, ¿la burbuja de cristal entonces?. A Alan también le daban ganas de avisarle que Pablo ni por ahí gustaba de ella, y decirle que dejara de intentar sin propósito y ser tan dramática. Pero no lo haría. No había necesidad. Sabía que sus palabras no iban a cambiar nada a la larga.

—¡¿Como te atreves a decir eso!?—la muchacha parecía no querer dejar el tema. De hecho Alan pensó que la iba a dejar callada con lo que dijo, pero esa iba a ser una tarea más difícil.—¿Cómo dices eso si yo lo conozco? Todo este tiempo he estado haciendo esto por él y yo soy la que más me preocupo, yo soy la que más quiere...

Alan tomó dos pasos hacia atrás y se dirigió derecho al salón, pasando por el lado de ella. La había dejado peleando sola. Valentina se apresuró a seguirlo, pero la clase ya había empezado y la profesora estaba hablando, entonces se tuvo que tragar todo lo que tenía planeado decir con sus aires de dramaturga.

Cuando Alan se sentó en su puesto, González de una lo cuestionó.

—¿Estabas hablando con Valentina?—le tocó el brazo a Alan para que le dijera.

—Nah. Ni idea de con quién habrá estado peleando.

Pablo asintió y dirigió su cabeza hacia la profesora de la clase de desarrollo humano, donde más que todo les estaban haciendo quizzes de orientación vocacional. Todo porque estaban en último año, y ya era algo alarmante quedarse callado cuando les preguntaban "qué quieres estudiar".

En el tablero estaba escrito:

"Prepárense para presentar en frente de toda la clase cuál es la carrera que van a escoger y por qué la quieren escoger."

—Alansitooo, ¿qué vas a decir?—Pablo se dirigió hacia él. El susodicho lo pensó por un instante. Había pensado en estudiar relaciones internacionales o economía, pero realmente no estaba seguro. O sea, tener diecisiete y decidir el curso de tu vida entera sonaba inverosímil, aunque estuviera en último año.

—La verdad no estoy seguro. Es posible que economía o negocios, no sé.

—Ya encontrarás algo—Pablo tocó su hombro en intento de reconfortarlo—igual yo te veo haciendo cualquier cosa, digo, en todo te iría bien.

Alan sintió una suavidad en su pecho, igual que una marea calmada y serena. Eso lo tomó de sorpresa. La verdad a veces sí sentía ansiedad por el futuro, aunque aparentara que no, pero las palabras del castaño tenían un don especial de hacer sentir a la gente como si nada fuera tan en serio, como si todo iba a estar bien al final. El malestar en el pecho que lo había punzado antes se había perdido en la neblina tranquila que cubría su interior.

Antes de que pudiera devolverle la pregunta a Pablo, Tomás hizo su acto de presencia. Al parecer no iba a dejar a Pablo quieto, pues le pasó el brazo por el hombro después de volarse las sillas con rebeldía y sin aviso.

—Man, estoy cansado de estas clases de mierda.—Tenía un corte nuevo en su ceja. Alan lo notó por la delgada línea con carne rosada y tierna que hacía diferencia entre su ceja rubia.—Si te llaman ¿qué vas a decir, ah?

Los amigos de Tomás invadieron sus pupitres como una colmena de abejas siguiendo a su reina. A Alan claramente lo dejaron en segundo plano.

—Yo creo que va decir que dealer—dijo uno de ellos, y los demás se rieron en unísono.

—Oye, ¿sí cierto?—Tomás le apretó el abrazo a Pablo—si coges la vida de dealer voy contigo.

Pablo quería hundirse entre esas risas, sus hombros se tensaron y deseaba encogerse como una mota en el buzo del rubio para desaparecer. ¿Antes se reía de ese tipo de cosas?

—Pablo no va a ser ningún dealer—comentó otro de sus amiguitos. Pablo pensó que por fin vendría alguien a defenderlo, pero su tono escarnioso le convenció de lo contrario.—Probablemente termine como esos riquillos que fingen trabajar, pero en realidad andan drogados todo el día.

Pablo esperaba todo, menos aquel comentario. Alan jugaba con sus dedos frenéticamente, siendo testigo de cómo la cara de Pablo se tornaba roja progresivamente, mientras su mandíbula se tensaba y sus ojos se perdían en un punto lejano. En su cabeza se había activado un recuerdo específico, como un objeto antiguo que fue guardado en un cofre, pero que al pasar los años se volvió más frágil.

Las risas de todos se volvieron escandalosas, activando un brillo de rabia en sus ojos que solo el pelinegro pudo advertir. De repente sus puños se apretaron, y sin tenerles más paciencia empujó a Tomás sin medir su fuerza, deshaciéndose de su abrazo.

—Dejen de joder—todos los súbditos del rubio se alinearon con él, alejándose de Pablo. Tenían cara de extrañados, mientras Tomás abría los ojos con sorpresa.

—¿Qué mondá te pasa oye?—Tomás se recompuso, y había una notoria molestia en su voz—¿crees que porque Valentina no te la chupa bien te puedes desquitar conmigo?

Todos sus amigos rieron de nuevo. Pablo contraía sus puños, resistiendo el urge vivo en su interior por empezar una pelea en el salón.

—Cállate.

—¿Me vas a mandar a callar tú?— los amigos de Tomás hicieron una ronda, como una banda de atracadores, y la profesora se dio cuenta rápidamente.

—¡Niños! ¡Tomás García!—ya se conocía las escenitas como estas. Se metió en el círculo y empezó a mandar a cada uno para su puesto. Sí, era verdad que cogían su clase de relajo, pero tampoco quería que le formaran un desorden en el salón.

—Vámonos, este man se trabó más de lo usual—Tomás le dijo a su pandilla, y todos se fueron desintegrando por el salón. Cuando pasó por el lado de Alan, le preguntó en el oído si a Pablo le había picado un bicho, pero el más bajo no respondió nada, pues él no tenía cartas en ese asunto.

Cuando por fin estuvieron los dos solos, Pablo de una vez se sentó al lado de Alan, pues éste se había alejado por el disturbio de hacía un segundo.

—No sé que mondá le pasa a esos manes—su respiración estaba todavía acelerada, probablemente estaba odiando mentalmente haberse quedado con las ganas de pelea. Alan alzó los hombros.

—Ellos siempre han sido así.

—Ahorita que salgamos se va a formar—Alan recordó las peleas de después de los partidos con algunos equipos con los que las cosas no se resolvían en la cancha. Esto era igual de estresante, pero sin basket— y después no les voy a volver a hablar en la vida.

Alan cerró los ojos al imaginarse las caras de los dos manchadas de moretones y sangre. Para nada le gustaba esa idea, pero igual no pretendía meterse en algo que no era problema suyo.

—Solo tú sabes qué es lo mejor para ti— le dijo Alan, evitando mirarlo y jugando con un lapicero.

—No entiendo como parece que todo te resbalara.

Alan se sobresaltó. Era todo lo contrario. Para nada le resbalaba, y le preocupaba que Pablo terminara en el hospital de nuevo, o tener que ver su cara golpeada con un labio partido. Solamente que no iba a alarmarse ni a rogarle. No funcionaba, si Pablo tenía que pelear para aprender algo, tendría que hacerlo y ya. Aún así, Alan pensó que si le proponía un plan distinto, tal vez no tendría que lavar heridas esa noche.

—No me resbala. Solo me molesta un poco que quieras quedarte de más en el colegio cuando hoy estaba pensando en que podíamos ir al concierto este del cantante que todos están hablando.

La energía que Pablo tenía en su cuerpo estalló al escuchar ese plan. Le asintió a Alan con entusiasmo. La rabia se iba descargando lentamente de sus hombros.

—¡Ah! ¿El concierto de Jay Cruz? Ey Alan, ¿a ti desde cuando te gustan esos planes?

La verdad no le gustaban. Pero prefería soportar dos horas de caos a otra pelea de malandros.

—Siempre me han gustado—miró abajo con cara de "qué pesar"—pero al parecer tú tienes otro plan.

—Nada, nada. Eso otro día. Yo quiero ir a ver a Jay. Nos tomamos unas frías, la pasamos bacano, y pa la casa—le explicó Pablo con emoción. Alan asintió, orgulloso de sí mismo porque su táctica le había funcionado.

—¿No que no podías tomar alcohol por las pastillas?

—Se me había olvidado—González soltó una risilla—supongo que me pediré una limonada entonces.

La profesora empezó a llamar nombres para que pasaran al tablero a hacer la actividad. Después de cinco estudiantes de medicina, Emilia compartió por supuesto que quería tener su propia repostería y estudiar gastronomía. Rodrigo dijo que quería estudiar informática, Alexis quería estudiar ingeniería, y Alan había dicho que quería algo relacionado con negocios.

Luego Valentina contó que quería trabajar en la salud como médica. Alan no pudo evitar sentir cierto malestar cuando hablaba ella.

Prefiero tomarme un té de trinitarias e intoxicarme a que me trate ella. Pensó una pequeña voz en su cabeza.

Era el turno de Pablo y él le hablaba a la gente con las manos, explicándoles que quería algo relacionado con el deporte.

—He jugado básquet toda mi vida. Es en lo que mejor me va—el ruido que Tomás hacia mientras se burlaba con sus amiguitos en el fondo del salón fue acallado por la voz femenina de una compañera de su curso.

—No es por nada Pablo, pero si yo tuviera tu familia y tus contactos estudiaría derecho sin pensarlo. ¿El hijo de los González? ¿Deportista? Ja.

Pablo rodó los ojos. Pero no tenía ganas de estar de contestón.

—Melany, mejor te inventas un comentario que no haya escuchado.

Le procedió a sonreír a la profesora y se volvió a sentar.

—Bueno, chicos, recuerden el mercado laboral de Colombia. Ténganlo en cuenta al elegir su carrera—aconsejó la señora, y solo algunos se dieron cuenta que podía ser una referencia a lo anterior—Ahora sigue Sara.

Sara no se llevaba con todos en el salón, y de hecho casi nunca hablaba con Pablo o con alguno del equipo de básquet. Era de esas personas que si le caes bien, te lo hace saber, y si no, también te lo hace saber con su indiferencia. La tenían catalogada como "la loca del skate", y era verdad, pues todas las tardes se las pasaba en el parque de skate de la ciudad girando su patineta en el aire, y a veces aporreándose las rodillas. Aquel día tenía su pelo castaño oscuro en una cola alta, y antes de hablar, se acomodó la pañoleta roja que usaba como collar.

—Quiero estudiar cine, ¿felices?—todos la miraron con confusión por su tono sarcástico—Nah, mentira, mejor digo que voy a estudiar medicina para que me aplaudan. ¿O mejor digo psicología? Da igual lo que exponga hoy, diga música o arquitectura, igual me dirán que tengo cara de eso. Es una hipocresía, ¡porque ni siquiera se conocen!

«Les pongo un ejemplo. ¿Lo que diga Melany sobre la carrera de Pablo lo hace más o menos deportista? ¡No! Si dicen algo aquí es para que les aplaudan, pero es mejor decir lo que los demás quieren escuchar. Pues, algunas carreras para son más válidas que otras, ¿no es verdad?

Se instaló un silencio sepucral en el salón. Había sido un comentario indirecto hacia la profesora. Los dos amigos de Sara la miraban con orgullo ante su discurso. Algunos otros todavía estaban procesando sus confusas palabras, y a otras personas les parecía una locura.

—Tenía que ser la loca del skate—le susurró Valentina en el oído a Emilia—no sé ni siquiera a qué quiso llegar con eso.

La profesora interrumpió el discurso de Sara algo incómoda.

—Sara. La actividad solo te pedía hablar de tu carrera.

—Pues ya sabe lo que pienso de eso—la castaña la miró con sus ojos delineados, despreocupada. Después se dirigió a todo el curso.—Sepan que estudiar derecho o medicina no es lo único que les puede traer éxito. ¡Hagan lo que más deseen!

...

Después de salir de clases, Alan y Pablo sí fueron al concierto de Jay Cruz. Allá se encontraron con algunos amigos de otros colegios y en general, fue una buena noche. Pablo sí se tomó la famosa limonada, y también tres gaseosas. Le tuvo que hacer el feo al trago porque en el hospital le habían dicho que mezclar alcohol con esas pastillas era peligroso, y podía causarle "efectos adversos" (de los que no quería enterarse, para decir verdad).

En el climax del concierto, la gente estaba saltando y abultándose, pero Pablo no quería despegarse del lado de Alan. Inconscientemente tenía miedo a encontrarse con Styven y no poder decirle que no. Entre todo el alboroto, las personas se interpusieron entre él y Alan, y Pablo intentaba nadar por esas corrientes de desconocidos, mientras sentía que se alejaba más.

—¡Alan! !Castañeda!

Volteaba su cabeza, perdido, con una canción ruidosa de fondo y los golpes del beat bien marcados, como si anticiparan su destino. Unos ojos alargados y con la pupila triangular interceptaron los suyos, y para González era inconfundible aquel cuerpo lánguido con esa capucha. Styven nunca desaprovechaba una fiesta o concierto.

—Verga.—Pablo susurró para sí mismo. Styven no estaba tan cerca ni tan lejos, pero estaba seguro que ya lo había visto, y parecía dirigirse hacia él.

La visión del castaño se nubló y ya no le importaba apartar a las personas en frente suyo para poder salir de allí. Solo tenía un objetivo en su cabeza, encontrar aquellos rizos oscuros entre la multitud y correr. Pasó lo que parecía un río de gente, hasta que encontró a Alan tomándose un té frío. No era difícil de reconocer, pues era el único quieto entre fans de Jay que saltaban con la música.

—Alan—Pablo le jaló el brazo, obligándolo a voltearse. El pelinegro lo miró extrañado, pues estaba pálido como un muerto y su pecho subía y bajaba de la conmoción—nos tenemos que ir.

—Pero, ¿qué pasó?

—Nada—Pablo miraba alrededor con angustia—nada. Solo vámonos.

Encontraron la salida de ese lugar tumultuoso y se subieron al carro de Alan. Pablo no quiso decir mucho más, pues en su cabeza estaba pensando qué hubiera pasado si Styven le ofrecía un porro, o si le volvía a dar su contacto. Después de algunas cuadras manejadas con silencio, Alan no soportó la confusión.

—Pablo, dime porqué salimos de allá como si hubieras visto un muerto—Pablo lo escuchaba mientras miraba por la ventana—y no me digas que nada, porque lo que sea que fue, te sacó de un concierto de Jay Cruz.

Dos minutos de silencio. Nada. Alan no quería ser intenso, lo odiaba.

—Pablo. No te voy a rogar para que me hables. Pero me puedes contar—Alan dejó una sola mano en el timón y miró hacia el asiento de copiloto.—Somos mejores amigos. Me puedes decir lo que sea.

Pablo prendió la radio del carro. Quería algo que llenara su espacio mental. Un vallenato tristongo se apoderó del ambiente, genial.

No hubo más conversación en todo el camino hasta la mansión de Pablo, entonces Alan se despidió de la pequeña esperanza que tenía de saber. Ya en frente de su jardín opaco por la oscuridad, y con el carro parado para que se bajara, Pablo se restregó los ojos con sus manos, abrumado.

—Fue Styven. Me vio y quería venir donde yo estaba.

—¿Styven?—Alan buscó los ojos de Pablo, no sabía quién era el tipo.—¿Quién es?

—Es una mierda que no le pueda decir que no. Siento que no podría.

—¿Decirle no a qué?—le preguntó Alan, todavía confundido.

—A los porros. Era Styven. El que me los vendía. El dealer. Y es una mierda.

Las cejas de Alan se alzaron automáticamente al darse cuenta, y recargó su espalda en la silla. Pablo respiró hondo, pensó que ojalá pudiera quedarse en ese carro por otras tres horas.

—Tranquilo— Alan no sabía qué necesitaba escuchar, pero sabía que la comprensión sería lo mejor.—Esta vez no lo enfrentaste, pero lo harás en el futuro. Él ya no está aquí. Ya no te puede ver, ni se pueden comunicar. Cuando entres a tu casa, tómate un vaso con agua y respira. Todo está bien.

Pablo asintió y abrió la puerta del carro. El pelinegro sentía que podía hacer algo más por él, pero no sabía qué exactamente. Esperaba que sus palabras pudieran hacerle sentir que todo estaba bien, como en la mañana, cuando lo que dijo González se convirtió en serenidad. Pero sentía que esa habilidad era de Pablo y no de él.

—Gracias bro—el castaño miró hacia abajo y después le sonrió sutilmente. Rezaba para que su cabeza no le martillara con posibilidades cuando entrara en su casa.

—Llámame si necesitas algo.

...

Al entrar a su casa, grande y desoladora, Pablo siguió el consejo de Alan y se tomó un vaso del agua en el refrigerador. Ya iba a subir las escaleras y tirarse en su cama cuando se dio cuenta que habían vidrios rotos por todo el piso al lado de la alacena. Tres botellas de Jack Daniels , y el contenido anaranjado de una salpicado por el tapete. Inmediatamente pensó en Isolda, y que probablemente se había peleado de nuevo con su papá. No necesitaba más preocupaciones entonces solo se subió a su cuarto, echándole seguro a la puerta, por si pasaba alguna locura.

Antes de acostarse, sacó su cuaderno. Un día así de estrambótico merecía una nueva nota.

Nota: Le corrí a Styven en un concierto de Jay Cruz. En el colegio me dijeron que estudiarían derecho si fueran yo. Creo que estoy en un espiral. Tomo agua y me repito que todo estará bien, pero en mi casa hay botellas rotas en el piso y no sé como salir de esto.


...

Nota de autor:
Heyyy, ¡por fin salí de vacaciones! Hay muchas cosas que pasan entre un cap y el otro en mi vida, y siento que debería hacer un blog para relatar todas las locuras. JJAJAJAJA

Yo soy estudiante IB entonces igual en estas vacaciones me va a tocar trabajar en varios ensayos y estudiar para los exámenes externos 😫

Pero ajá, hay que tomarlo con buena actitud. ¡Estamos vivos!😋😋

Hablando de la historia, ¿qué piensan de Sara? Es una nueva en EECDP, que hace raaaato quería escribir. 😁 Les dejo una fotito d sara.


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