CAPÍTULO 11: EL SUEÑO

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Era yo, me encontraba en medio del bosque y tenía puesto un vestido gris que me llegaba a la rodilla. Metí mis pies desnudos entre la tierra húmeda para disfrutar del ambiente. Cerré los ojos por un momento. Cuando los volví a abrir, lo primero que distinguí fue el mechón de cabello rubio y sedoso que me había rozado la nariz. Di un paso hacia atrás.

Una chica, con rizos de oro, seguía a aquel cabello sedoso hacia los árboles: Jane. Me asomé entre los arbustos para percatarme de que mi hermana iba detrás de una niña de cabello rubio y lacio: Jennifer. Las dos tenían puesto el mismo vestido gris y también iban descalzas. Corrían, no como si alguien las persiguiera, sino como si trataran de llegar a algo. Sin pensarlo, las seguí. Mis cabellos largos volaban por la fría brisa.

Iba pisándole los talones a Jane cuando noté que ellas actuaban como si estuvieran solas en el bosque: cada una perdida en su propio mundo.

Mis hermanas se detuvieron al llegar a una pradera llena de flores de todos los colores. Jennifer volteó para vernos, esa era la primera vez en todo nuestro recorrido por el bosque que nos dirigía la mirada. Jane llegó junto a ella y yo me quedé un paso atrás, no entendiendo muy bien lo que estaba ocurriendo.

De entre los árboles, salió una joven, más o menos de la misma estatura que yo, pero de edad un poco más avanzada. Traía puesto un largo vestido blanco y gracias a la prenda no se le podían ver los pies. El viento hacía que su cabello rubio se elevara: Lorraine.

—Vengan, necesito que conozcan a alguien —nos dijo mi hermana mayor, haciendo una seña con la mano para que la siguiéramos.

Ninguna de las tres se movió.

—Confíen en mí, acérquense —insistió Lorraine.

Al ver que no nos apartábamos de nuestro lugar, extendió sus dos brazos hacia los costados, dejando sus palmas abiertas. Luego, lentamente, movió la cabeza hacia el lado izquierdo: De los árboles emanó una mujer, que se encontraba como en la edad de los cuarenta y tantos. Llevaba puesto el mismo vestido que Lorraine. Después mi hermana hizo el mismo meneo hacia la derecha y del bosque salió una mujer mayor con el atuendo idéntico a las dos anteriores. Todas traíamos el cabello suelto. Por alguna razón, esas dos mujeres se me hacían muy familiares; traté de recordar en dónde las había visto antes, pero no lo conseguí.

—Vengan —pidió Lorraine.

Jennifer, sin pensarlo dos veces, se acercó a las desconocidas muy decidida. A la hora de llegar a ellas, su vestido se convirtió en blanco.

Jane dudó un poco, pero al final no pudo evitar mover sus piernas hacia mis hermanas y las damas misteriosas. Al igual que Jennifer, su ropa cambió. Yo me quedé perpleja por lo que veía y no me moví de mi lugar.

—Emily, acércate, por favor —me pidió Lorraine.

Las cinco me miraban muy atentamente, esperando a que me reuniera con ellas. Tuve el presentimiento de que nosotras no deberíamos estar con las mujeres. No era porque nos fueran a hacer daño, al contrario, estaban ahí para protegernos; sin embargo, sentí que, si me acercaba, algo haría que me alejara de ese hermoso prado repleto de flores. Deseaba ir con ellas, pero no quería que nadie me apartara de este paraíso.

—No —logré decir.

—Emily, ven —dijo mi hermana, pero sonó más a una orden.

—No. Lo siento, pero no puedo.

Al decir eso salí corriendo, dejándolas atrás. Mientras me alejaba, oía a las suplicas de Lorraine retumbar en mi cabeza.

—¡Vuelve! ¡Vuelve! Regresa, Emily.

Me detuve de golpe. Ese último Emily no provenía de mi hermana. Si no era de ella, ¿entonces de quién?

—¡Emily! ¡Emily! ¡Emily! —volví a escuchar.

Me volteé en dirección hacia al prado de flores justo a tiempo para percatarme de que, la persona a la que pertenecía esa voz misteriosa, se acercaba a toda velocidad...


—¡Emily! ¡Emily! ¡Emily!

Abrí los párpados poco a poco y me encontré con los ojos de Peter clavados en los míos.

—¿Qué es lo que pasa? —pregunté adormilada.

—Son las cinco y media de la mañana, tengo que irme a preparar para la escuela.

—Sí, creo que sí —dije con confusión.

Aunque mi cuerpo ya estaba despierto, mi mente seguía pensando en el sueño. La voz misteriosa que se acercaba... era suya. Peter me miró fijamente, notando que todavía estaba medio dormida; así que, con dulzura, desenrolló sus brazos de mi cuerpo y me dejó con cuidado sobre el lecho.

—Nos vemos luego —me murmuró al oído y se levantó de la cama.

Lo oí bajar las escaleras. Segundos posteriores, la puerta se cerró.

No podía dejarlo ir, no así. Por lo que, en menos de lo esperado, descendí apresuradamente por los escalones. Me había puesto las primeras botas que encontré y un suéter de lana café. Salí de la casa, tratando de correr entre el frío. Peter ya estaba a punto de doblar la calle hacia la izquierda cuando logré liberarme de la nieve que me impedía seguir andado. Llegué hasta él poniendo mi mano sobre su hombro.

—Gracias por quedarte conmigo.

Volteó y me miró a los ojos.

—De nada. Me agradó mucho.

—A mí también.

—Me refiero a que me gusta observarte dormir. Hablas entre sueños, ¿sabías?

—No... —suspiré—¿Qué lograste escuchar?

—Decías que no podías hacerlo, que no debías dejar ese hermoso paraíso. Fue interesante. ¿Te acuerdas qué soñaste?

—No —mentí.

—Bueno, pero si quieres lo podemos repetir otro día.

—¿A qué te refieres? —pregunté. Después hice una pausa al darme cuenta de que hablaba sobre volver a dormir conmigo. Por lo tanto, dije— Ah, sí, claro; me encantaría.

Estar otra vez entre sus brazos era algo a lo que no me podía negar.

—Ya me voy —anunció y dio un paso al frente para darme un rápido beso.

Cuando se despidió moviendo la mano, lo único que pude hacer fue asentir. Después se alejó sobre el camino lleno de nieve. Quería correr hacia él para decirle que no se alejara de mí, se me hacía insoportable verlo marchar.

Me aparté de la avenida cuando su imagen se perdió por el sendero. Por lo tanto, arrastré los pies hasta estar de nuevo en mi cuarto. Sin saber por qué, me tiré sobre el colchón con melodrama. Extendí mis piernas y brazos para relajarme. Cerré los ojos por un momento, sintiendo cómo el frío recorría todo mi cuerpo.

En lo único que podía pensar era en Peter. Esa había sido la primera vez que había soñado con él. Aunque sólo apareció por un momento, hizo que lo confundiera todo. Al principio fue sencillo: No quería alejarme del prado porque era muy bello, me sentía a salvo ahí; también estaba la voz en mi cabeza diciendo que, si me iba con esas mujeres, nunca podría volver a aquel lugar. Decidí quedarme, eso está claro. Sin embargo, ellas continuaron insistiendo, entonces, para salir de su alcance, retorné hacia el bosque. Me gritaban que regresara, pero hice caso omiso y no paré de correr hasta que escuché su voz, esta provenía del prado; era como si él hubiera salido de ese sitio para volver por mí... ¿Por qué estaba teniendo tanto miedo de perder a Peter? Me dolió la cabeza, estaba gastando mi tiempo en puras tonterías.

Sin darle más vueltas al asunto, me levanté y miré el reloj: Había transcurrido un poco más de una hora. Me quité las estorbosas botas de los pies y me cambié, poniéndome ropa abrigadora. Salí de mi casa treinta minutos antes de que iniciara mi primera clase. Lorraine decidió llevarnos, así que, cuando ya estaba en la escuela, sólo faltaban diez minutos para entrar. Jane y Jennifer corrían hacia las instalaciones.

Caminaba con mi mochila cuando vi que mi amigo estaba quieto, observando la enorme entrada de la secundaria. Me coloqué junto a él.

—¿Qué ves, Edwin?

No necesité respuesta para saber que su mirada atravesaba el gran patio de la escuela, fijándose en la chica que estaba justo en el umbral del edificio. Ella no dejaba de parlotear; y luego, con sus dedos finos, se acomodó el cabello pelirrojo y sedoso detrás de la oreja: Jade.

—Ahí está. ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? —preguntó, volteándome a ver.

—Habla con ella, deja que todo fluya.

Yo nunca había sabido cómo aconsejar en estas cosas, así que fue lo mejor que pude ofrecerle. Volteó a mirarla otra vez y después sus ojos regresaron a mí.

—Hablar con ella, dejar que las cosas fluyan —hizo una pausa—. Listo, ya lo tengo.

Salió apresurado para atravesar la calle hacia la escuela.

—¡Edwin, espera! —dije, cruzando la avenida. Al ver que no me escuchó, le volví a gritar— ¡Edwin!

—¡Anderson! —me respondió, volteando hacia atrás.

—Guau, Anderson, eso es nuevo. 

Él no pudo evitar sonreír. Por alguna razón, hizo que me echara a reír.

—Ya vámonos o llegaremos tarde a clases —dije entre risas, jalándolo de la manga de su abrigo.

Ingresamos para dirigirnos al salón de Literatura. Al final encontramos a Jade, Peter y a Dylan esperando en la puerta del aula con otros estudiantes.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Jones está hablando con el director —contestó Dylan.

—¿Y dónde está Evelyn? —quiso saber Edwin.

—Eso es lo que me he preguntado toda la mañana —respondió el rubio otra vez.

—Aquí estoy —anunció Evelyn.

La volteamos a ver. Tenía un mal aspecto: Su cabello y ropa estaban mojadas, y tenía unas ojeras demasiado notables.

—¿Qué te pasó? —preguntó Peter, abriendo los ojos con perplejidad.

—Venía para acá cuando un asqueroso auto me empapó toda —se quejó enfadada.

—Mírale el lado positivo, Palmer: Por lo menos no se te metió la nieve a las orejas —comentó Dylan.

—¡No le veo el lado positivo porque no lo hay! ¡Estuve todas las tontas vacaciones cuidando a mi odioso primo que cree que la arena para gato es comestible!, ¡díganme qué tiene eso de bueno! ¡Nada!

—Perdón, perdón. Cálmate, Evelyn —la tranquilizó el rubio.

—¿Y qué pasó con lo del concurso de debate? —preguntó Edwin.

—¿Qué concurso de debate? —se interesó Jade.

—Me inscribí a un concurso de debate que lleva a cabo la escuela. Primero nos darán teoría y prácticas, y después será el evento. Dura todo este mes —explicó Evelyn.

Hubo un incómodo silencio entre nosotros. Dylan parecía perdido en sus pensamientos, cosa que nunca lo había visto hacer. Peter consultaba la hora en su reloj de mano. Evelyn se hacía una trenza. Edwin observaba a Jade, hasta que ella se dio cuenta de que él la estaba mirando, entonces lo volteó a ver y Edwin apartó la mirada inmediatamente. Nuestro sigilo se fue cuando Evelyn gritó desesperadamente:

—¡¿Y qué es lo que están esperando?!, ¡abran el maldito salón de una buena vez!

La profesora Jones se hizo paso entre los alumnos y abrió el aula. Luego se puso al lado de la puerta para que mis compañeros pudieran ingresar.

—Cuide esa lengua, señorita Palmer. No creo que quiera tener una semana de castigo, ¿verdad? —le advirtió la profesora a Evelyn.

Ella hizo una mueca y Dylan no pudo evitar reírse. Los estudiantes se empujaban entre sí, me estaba aplastando la multitud. Cuando pude salir de aquel montón, me encontré con Peter. Él me ofreció la mano y yo se la tomé.


A la hora del almuerzo, mi mano seguía entrelazada con la de Peter. Nos sentamos a la mesa, donde siempre nos habíamos colocado desde que nos conocimos. Dylan llegó con nosotros, tomó asiento y acomodó su almuerzo.

—¿Dónde está Evelyn? —preguntó Peter.

—Se fue a la primera sesión de Debate —respondió Dylan.

—¿Y Edwin? —quise averiguar.

—Está con Jade en el gimnasio —me explicó.

—¿En el gimnasio? —volvió a preguntar Peter con intriga.

—Sí, al parecer la profesora Wilson quiere que las animadoras empiecen a entrenar para el campeonato de fútbol —contestó Dylan.

—La profesora Wilson exagera demasiado, nosotros vamos a comenzar con los entrenamientos hasta la siguiente semana —comentó.

Peter era uno de los integrantes del equipo de fútbol. Por lo que me habían dicho, él había jugado muy bien la temporada pasada, pero, aun así, el entrenador Mason no lo nombró capitán porque ese puesto ya lo ocupaba... Dayron. Con el simple hecho de pensar en su nombre se me erizó la piel. Peter se dio cuenta porque me acarició la mano.

—Bennet, tienes diez minutos para estar en la cancha —dijo el entrenador Mason detrás de nuestros asientos.

Peter se sobresaltó y volteó al lugar de donde provenía su voz. Al parecer no le gustó lo que acababa de escuchar.

Mason también daba la clase de Educación Física. Debo admitir que yo sólo era buena en esa materia cuando se trataba de atletismo, como resistencia o velocidad; en lo demás resultaba terriblemente pésima.

El entrenador era un hombre alto, calvo, de hombros anchos y voz demasiado gutural. Siempre traía puesta una gorra de algún equipo famoso del deporte que fuera.

—Pensé que íbamos a empezar la semana siguiente —contradijo Peter.

—Pues hubo un cambio de planes. El director Morrison quiere vernos campeones otra vez, así que el maravilloso capitán del equipo decidió comenzar de inmediato con el entrenamiento —comentó Mason orgullosamente.

Para mí el término maravilloso jamás combinaría con el nombre de Dayron.

Peter no estaba conforme con el cambio de planes, por lo tanto, no se movió de su lugar junto a mí.

—¡¿Qué esperas, Bennet?!; deja a tu novia y repórtate con el uniforme en la cancha de juego —exclamó el entrenador y después se retiró a otra mesa.

 Novios era la nueva palabra con la que la gente había decidido llamarnos.

Peter volteó a mirar nuestras manos entrelazadas, después dirigió sus ojos a los míos.

—Lo siento, pero tengo que irme.

—Sí, está bien.

—¿Sabes lo que va a pasar de aquí a marzo, Emily?, el fútbol me va a absorber demasiado. Me temo que apenas tendremos tiempo para hablar. Estos meses serán muy largos para mí.

Dos meses. Dos meses faltaban para que fuera marzo. Íbamos a estar distanciados por dos malditos meses.

No esperó a que yo dijera algo, así que sólo me besó la mejilla, separó lentamente su mano de la mía y se fue.

—Blair, todo tu equipo está listo para empezar la práctica —escuché la voz de Mason.

—Gracias, entrenador.

Dayron pasó junto a mí. Estoy casi segura de que me guiñó el ojo, yo aparté la vista de inmediato. Después él salió de la cafetería vestido con su uniforme de fútbol.

—Bueno..., sólo quedamos tú y yo —anunció Dylan, haciendo que volviera a prestar atención. Así es, sólo él y yo. Edwin estaba por ahí, tratando de llamar la atención de Jade mientras ella practicaba sus rutinas de animadora; Evelyn se encontraba preparándose para el concurso en el que siempre había querido participar; y Peter estaba en la cancha de fútbol, seguramente tratando de no resbalarse con la nieve. Dylan y yo íbamos a ser los únicos desocupados en estos dos meses—. ¿Y cómo te fue ayer en tu velada romántica?

Su pregunta me confundió un poco, pero después supe a qué se refería.

—Créeme, si tenía que ser un reencuentro romántico, lo arruiné por completo —respondí.

—¿Por qué?, ¿no lo besaste lo suficiente?

—¡Dylan, cállate!

Él se echó a reír.

—¿Y puedo saber cómo te enteraste? —lo interrogué.

—Edwin nos mandó un mensaje de texto a todos, pero cuando Peter dijo que iría a verte, nosotros ya no deseamos interrumpir; queríamos darles privacidad —me explicó.

—Pues terminó siendo un desastre. Estoy segura de que Peter no se la pasó nada bien —dije, pensando en cómo me había inundado la nostalgia aquella noche.

—Por supuesto que se la pasó bien.

—¿Qué te hace pensar eso? —cuestioné a la defensiva.

—Siempre se la pasa bien cuando está contigo, cualquiera lo puede notar con facilidad —no sabía qué contestar, así que lo observé comer.

Dylan se había vuelto a perder en sus pensamientos. Cuando se percató de que lo miraba, añadió:

—Supongo que la mamá de Jade se equivocó.

—¿A qué te refieres? —pregunté.

—Cuando éramos niños, la madre de Jade le alegaba a la mía que, algún día, la pelirroja y yo terminaríamos juntos —me sorprendió el giro de nuestra conversación—. Eso estaba pensando —me aclaró.

¿Acaso había estado meditando esa situación toda la mañana?

—Ah —fue lo único que pude decir.

—Pero ahora me doy cuenta de que sus teorías han sido falsas, por lo cual, estoy muy agradecido.

—¿Estás hablando de Edwin?

Asintió con la cabeza.

—Ahora él anda por ahí, tratando de robarle el corazón. No lo culpo, ella es muy bonita —comentó.

No sabía adónde quería llegar con todo esto, así que pensé que era el momento adecuado para aclarar una duda que había tenido desde el día en que los conocí.

—¿Cómo te hiciste amigo de Jade?

Él no pudo evitar sonreír.

—Un día, cuando tenía cuatro años, mi madre decidió llevarme a su trabajo en el norte de la ciudad; ella es profesora de Matemáticas. Mientras todos estaban en clases, yo me dedicaba a hacer travesuras con mi carrito de juguete por todos lados. En una ocasión, sin ningún permiso, entré a la biblioteca para seguir jugueteando. Me detuve cuando escuché una voz demasiado infantil en el otro pasillo. Caminé en silencio hacia ahí y me encontré con una niña de cabello muy corto, lacio y pelirrojo. Al ver que la estaba observando, Jade dejó de jugar con sus muñecas y se quedó en silencio. Recuerdo perfectamente cuando me acerqué a ella en forma amistosa, no nos quitamos la mirada de encima por un par de segundos, y después tomé una de sus muñecas y la subí a mi carrito, consiguiendo que Jade sonriera.

—Su madre era directora de esa secundaria, así que ella casi siempre estaba ahí —siguió con el relato—. Nos divertimos por un largo tiempo. Jugábamos por los pasillos de la biblioteca; aunque siempre nos pedían discreción, nosotros nunca hicimos caso. Creo que esa fue la primera vez que Jade rompió las reglas; la primera y última vez que he visto a Jade romper las reglas.

—Todo terminó cuando la señora Johnson se divorció —añadió—. Se mudaron a una casa que se encontraba lejos de ahí, ya que le habían ofrecido un mejor empleo. No volví a ver a Jade desde aquel día..., hasta que entré a la primaria. Ella apareció por la puerta del salón, reconociéndome al instante, por lo que no dudó en sentarse junto a mí. Así pasaron los años. Sólo ella y yo, nadie más. Éramos inseparables.

—Jade decidió que para la secundaria iba dejar que su cabello creciera y precisamente así lo hizo, su estilo no ha cambiado desde entonces —continuó—. Cuando entramos al primer año, las chicas con las que había crecido todo este tiempo, como Alison Blake, Hayley Weston, Raven Parker y todas ellas se me empezaron a hacer bonitas. Incluyendo a Jade, pero nunca pasó de eso, yo siempre la he considerado mi amiga y siempre la consideraré; nunca podré sentir algo más por ella que no sea amistad.

—¿Evelyn ya estaba en la escuela en aquel entonces? —pregunté.

—No, ella llegó el año pasado.

—¿Y Edwin?

—Él sí estaba, pero era un marginado.

Marginado, la palabra sonó muy familiar en mis oídos.  

—Recuerdo que, en el almuerzo de nuestro primer día de clases, vimos a un chico sentado y solo a una de estas mesas —dijo Dylan, tratando de volver a la historia—. Jade propuso que fuéramos a presentarnos con él, pero miré que Alison y Hayley observaban al muchacho con interés, así que me negué, pensando que a Jade también le gustaba de esa manera. Pero como siempre, ella insistió, por lo que al final tuve que acceder. Ella y yo nos presentamos con el chico nuevo y terminamos comiendo con él. Tú ya sabes a quién me refiero, ¿no?

Sí: Peter. Entonces desde el principio Alison Blake le había puesto el ojo, ¿eh? Admito que me puse un poco celosa. Dylan se percató de que yo ya sabía la respuesta, así que continuó:

—Al principio no quería que Peter se nos uniera, sobre todo porque creí que era como Dayron Blair; pero no, él era diferente.

—¿Cuándo conociste a Dayron? —pregunté con curiosidad.

—Iba conmigo y con Jade en la primaria, siempre ha estado con nosotros.

—¿Así que Jade, Peter y tú se convirtieron en el trío inseparable? —volví al tema principal de la historia.

—Así es.

—¿Cómo supiste sobre los sentimientos de Edwin por Jade?

—Porque un día, en el primer año, encontré a Edwin mirando profundamente a Jade. Lo hacía continuamente: Siempre la miraba, sólo que Jade nunca se daba cuenta. Dejó de verla con ese destello en los ojos cuando empezó a juntarse con Palmer, pero todo cambió esta mañana; lo notaste, ¿no?

—Sí, claro que lo noté, y me impresiona que tú lo hayas hecho también, ya que parecía que estabas perdido en tu mundo.

—Pensaba en... Bueno, eso no importa —declaró, cambiando de opinión.

Antes de que yo pudiera mencionar otra cosa, dijo:

—¿Nos vamos?, aún nos quedan quince minutos y tengo que ir a sacar algunas cosas de mi casillero; supongo que tú también, ¿no?

Asentí con la cabeza. Se levantó de su lugar, fue a dejar la charola y nos pusimos en marcha hacia la salida de la cafetería. Pasamos por sus libros de texto. Después, cuando nos encontrábamos en mi casillero, que estaba enfrente de la puerta para salir a las canchas, me preguntó:

—¿Qué clase tienes?

—Historia con el profesor Smith, ¿y tú?

—También Historia, pero con Wells.

Cerré mi compartimiento. Luego llegó Jade por el pasillo con su traje de animadora; además, tenía su cabello amarrado con una cola de caballo. No se veía a Edwin por ninguna parte.

—¿Qué tal chicos? —preguntó ella sin esperar respuesta alguna— Les tengo que decir lo que pasó en el entrenamiento, estuvo súper gracioso: Alison...

—¡¿Qué casi me caiga de la pirámide humana es gracioso, Johnson?! —espetó Alison detrás de Jade.

Mi amiga volteó a verla al igual que nosotros. El cabello de Alison caía por sus hombros como una cascada. Hayley estaba junto a ella, parecía incómoda.

—Tienes razón, habría sido más divertido si realmente te hubieras caído —se burló Jade.

Dylan sonrió de oreja a oreja por la broma, pero agachando la cabeza. Yo esbocé una pequeña sonrisa, observando fijamente a Alison. Hayley se quedó inmóvil. La castaña hizo una de sus muecas y me clavó una mirada asesina.

—¡¿Qué tanto miras, Anderson?! —exclamó furiosa.

Estaba a punto de responderle con uno de mis comentarios sarcásticos, sin embargo, una voz me detuvo.

—¿Cuándo la vas a dejar en paz? —dijo alguien detrás de mí.

Sé que en ese momento todos pensaron que Peter había intervenido, hasta yo lo llegué a creer por un milisegundo; pero después analicé con más claridad la voz: No era él, era... Dayron. Se me puso la piel de gallina. Me quedé observando a Jade con los ojos muy abiertos. Ella me miró atónita. No volteé hacia Dayron, no quería hacerlo porque el pánico me invadió de pies a cabeza, impidiéndome pensar en cómo defenderme. Escuché cómo las cosas se desarrollaron a mi alrededor. De reojo vi que Alison, Hayley y mi amiga sí decidieron observarlo.

—¿Disculpa? —se indignó la castaña—, el chico que la molestó el primer día de clases ahora la defiende, ¿es un chiste?

—Vete a sacudir pompones, Blake —respondió Dayron.

—Que me vaya a sacudir pompones... ¡¿acaso te has vuelto loco?! —replicó Alison enfadada. Después hizo una pausa— No, espera un momento, he comprendido todo —concluyó con su tono de voz normal.

Me atreví a mirarla. Lo que vi en su rostro hizo que me preocupara aún más: Tenía una sonrisa altanera.

—Bien, me voy —anunció ella convincentemente—. Pero te pido, Johnson, que lo hagas bien; arruinas todo —se volteó a verme otra vez, después apartó la vista—. Vámonos, Hayley.

No esperó a que Hayley Weston le contestara, ya que se puso en marcha por el mismo pasillo por donde había venido. Hayley le dedicó una sonrisa coqueta a Dylan.

—Adiós, Dylan —dijo ella con voz tímida y se fue siguiendo a Alison.

Jade se había movido para estar junto a mi amigo, así que los dos estaban a mis espaldas; eran como una capa protectora contra Dayron. Sé que fue cobarde, pero no podía verlo. Estaba aterrada. Él seguía ahí. Lo peor era que sentía cómo su mirada perforaba mi alma.

—Dylan..., Jade, por favor hagan que se vaya —pedí en un murmullo de voz, temiendo que Dayron me escuchara.

—No te preocupes, haré que se marche —susurró Dylan—. A ver, equipo de fútbol, largo de aquí; incluyéndolos a ustedes, Christopher y Dayron —ordenó, haciendo que su voz se hiciera presente por todo el corredor.

Poco a poco, volteé a ver la escena, cosa que no fue buena idea, ya que medio equipo me observaba. Traté de buscar a Peter entre los integrantes, pero no lo hallé. Concentré mi mirada en el capitán. Dayron se dio cuenta de que lo estaba viendo, así que le dijo a Dylan:

—¡Oh, por favor, Reynolds!, ¿no me vas a dar las gracias por defender a tu amiga?

—¡Oh, por favor, Blair!, ¿crees que soy tan idiota para no saber por qué lo hiciste? —contradijo Dylan con tono serio. Él dio un paso al frente para estar cara a cara con Dayron. Traté de seguirlo, pero Jade me detuvo, poniendo su mano en mi hombro. Quería acompañar a Dylan porque me preocupaba que Dayron lo fuera a golpear. Mi amiga no apartaba la vista de la escena—. Simplemente ya no te metas con Emily y te evitas problemas.

—¿Crees que tengo miedo? —inquirió Dayron desafiante.

—Pues deberías. Ninguno de nosotros dejaría que le hicieras daño.

—Tu amiga pelirroja, la rubia loca, el marginado, tú y sobre todo Bennet saben perfectamente que ella será mía.

La sangre se me congeló. Sentí ira y miedo. Iba a responderle de la peor manera, pero estaba paralizada. No podía más. Quería gritarle que se largara y que me dejara en paz. ¿Qué se suponía que era eso de Ella será mía?

—¡Todos al campo de juego! —gritó el entrenador Mason, apareciendo por la puerta y rompiendo la tensión.

El equipo se dirigió a la cancha. Dayron se alejó lentamente, clavando sus ojos en mí. Cuando ya no estaba a la vista, me desparramé en el suelo. Recargué todo mi cuerpo en la pared, doblando las rodillas, y coloqué las manos entre mi cabeza, tratando de procesar todo lo que había pasado en los últimos segundos de mi vida.

—Tranquila —murmuró Jade.

Estaba muy frustrada. No entendía nada de lo que había pasado y me angustiaba más lo que podría suceder. Dylan me tendió la mano y yo la acepté. Me levanté con dificultad, ya que mis piernas temblaban.

—Ahora lo más importante es... —dijo Jade sin terminar la oración.

Abrió mucho los ojos. Dylan y yo giramos hacia atrás para seguir su mirada... Cuando me percaté, estaba viendo a Peter.

—Pasé por una botella de agua a la cafetería. Debo volver al entrenamiento, luego nos vemos —nos explicó y se fue, dedicándonos una sonrisa.

Le devolvimos el gesto de la manera más fingida que pudo haber existido. Al parecer él no sabía nada de la escena que había ocurrido hace unos minutos, no sé si eso era bueno o malo. Cuando desapareció de nuestro alcance, Jade concluyó su oración dirigiéndose a mí:

—Lo importante ahora es que no le digas a nadie sobre lo que ha ocurrido, ¿entendido?

—¡¿Pero por qué?! —quise saber.

Antes de que me pudiera contestar, la profesora Wilson apareció.

—¡Johnson, la práctica comenzó hace diez minutos!, ¡¿qué esperas para ir al gimnasio?!

Jade puso los ojos en blanco.

—¡Ahí voy, entrenadora Wilson! —exclamó ella en voz alta.

La profesora Wilson era la entrenadora de la liga femenil de fútbol y la encargada de revisar las rutinas de las animadoras. Tenía el cabello café oscuro, la tez muy morena y estatura baja.

—¡Pero ahora! —exigió la profesora.

—Emily, tienes que saber algo muy importante sobre Dayron... —empezó Jade.

—¡Johnson! —seguía gritando la entrenadora.

—Dylan, tendrás que contarle; me tengo que ir —concluyó la pelirroja sobresaltada.

—¡Última llamada, Johnson! —brumó Wilson.

—Adiós —aclamó y se fue corriendo por el pasillo.

No entendía nada. ¿Qué era lo sumamente importante que tenía que saber sobre Dayron? Estaba muy asustada. Creo que lo mejor que podía hacer, por el momento, era escuchar lo que Dylan iba a decirme, aunque no quería.

—¿Qué es lo que tengo que saber sobre Dayron?

—Te lo diré, pero es indispensable que nadie se entere de que lo sabes.

—No diré nada —le prometí.

Estaba lista para oírlo. Aunque mis piernas se agitaban, traté de mantenerlas firmes; no podía desparramarme en el piso, necesitaba hacer esto.

—Dayron es un maldito cabrón —eso no era nada nuevo—: Se aprovecha de las chicas —eso sí.

—¿Qué...? —pregunté más confundida que nunca. ¿Eso qué tenía que ver conmigo?— ¿Puedes explicarte mejor? —pedí.

Tomó aire por la nariz, tratando de que se le deshiciera el nudo que tenía en la garganta. Un escalofrío emanó de mis piernas.

—Dayron engaña a las chicas para poder acostarse con ellas, y parece que ahora se interesa en ti.

Abrí los ojos en exceso. El escalofrío, que tenía en los muslos, se extendió por todo mi cuerpo, haciendo que se me erizara la piel. Miles de suposiciones vinieron a mi cabeza como un remolino, pero algo no cuadraba aquí: Alison.

—¿Qué hay de Alison? —le pregunté a Dylan, tratando de que mi voz no sonara temblorosa, pero no lo logré.

—Ella fue primero mientras era novia de Peter. Después de aquel escándalo, dejó de hablarle. Sin embargo, por alguna razón, en estos últimos meses se reencontraron, convirtiéndose en una especie de unidad, casi como amigos o, más bien, yo diría cómplices. Todo el mundo dice que a Alison le sigue gustando Dayron, pero yo no lo creo. Estoy seguro de que ella quiere algo de él a cambio de guardar su secreto.

—¿Y nadie sabe lo de Dayron?

—Sólo muy pocos. Para la mayoría, él es el chico bueno y lindo.

Se me había secado la garganta.

—Creo que necesitas agua —sospechó.

Sacó una botella de su mochila, giró la tapa y me la dio. Bebí el agua con cuidado, cerrando los ojos para tratar de procesar lo ocurrido, después los volví abrir para devolverle el recipiente a Dylan.

Mi enfado se encontraba hasta las alturas, pero la impotencia era peor. Lo odié como nunca antes había odiado, deseando que desapareciera y se llevara consigo el dolor.


Miré hacia la calle cubierta de nieve. Estaba enfrente de los autobuses escolares y todos los estudiantes subían a ellos. El colegio ya había terminado, pero el equipo de fútbol se quedaría a entrenar hasta tarde, así que hoy no podría irme con Peter.

Aun así, decidí no tomar el transporte para caminar por mi cuenta. Mis botas se atascaban en la nieve, apenas podía mover mis piernas y arrastraba los pies. Lo único que quería era acostarme en mi cama para pensar en todo lo que había ocurrido.

Pronto estuve a unos pasos de la puerta. Me sentía totalmente cansada, así que dejé que mi cuerpo cayera para tumbarme en la fría nieve. En ese instante, ni la enfermedad ni la muerte me asustaron, así que decidí comenzar a acomodar mis pensamientos... Sin embargo, no pude: La ira aún se apoderaba de mi pecho, lastimando mi cabeza. Sólo pierdo el tiempo en tonterías, subestimé a mi intuición, sentándome mientras me quitaba la nieve del abrigo.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí afuera, Emily? —preguntó Jennifer, asustándome.

Volteé hacia ella: Se encontraba delante del umbral con una gabardina gris.

—No lo sé.

—Levántate antes de que te congeles —pidió.

—Pero ayúdame, ¿sí?, por favor.

—Ya qué.

Se acercó y me ofreció la mano; yo se la tomé y traté de ponerme en pie, ya que mis piernas se habían entumecido por el frío. Cuando lo logré, entramos a la casa. En el interior, alejé al llanto y sepulté a la oscuridad en el fondo de mi alma. Lamentablemente, después pagué muy caro el precio de la represión.


Las siguientes semanas transcurrieron con enorme lentitud. Cuando Miranda y mi padre llegaron de Italia, trataron de ponerse al corriente en sus trabajos porque se habían retrasado un poco; Jane se llevó un buen castigo por ponerle nieve a los tacones de mi madrastra; no hablaba casi con Jennifer porque se iba a sus clases de ballet; y Lorraine siempre venía para comer, aunque aún no descubríamos qué ocultaba. En la escuela, durante todo el mes de enero, intenté siempre estar cerca de Dylan. A él no le incomodaba porque sabía bien por qué lo hacía: Dayron, esa era la razón. El chico no me había vuelto a dirigir la palabra desde aquella vez, pero sí me observaba..., situación que era mucho peor. En los descansos, Dylan intentaba distraerme con cualquier cosa para que no me preocupara tanto porque, aunque yo no lo había expresado, él sabía perfectamente que estaba asustada. A veces funcionaba, otras no.

De vez en cuando, Jade y Edwin se unían a nosotros en el almuerzo, ya que a veces mi amiga debía ir a los entrenamientos y por supuesto que él siempre se encontraba detrás de ella; sinceramente, no sabía si estaba funcionando su plan. A veces veía a Peter en clases, nunca se hallaba en los almuerzos y se quedaba hasta tarde practicando en la escuela, así que yo seguía regresando sola a casa.

Evelyn se volvió a unir a nosotros en febrero. Los primeros días no dejaba de parlotear sobre su experiencia en el concurso de Debate. Al principio me alegré por ella, pero después me empezó a cansar que siempre estuviera hablando de lo mismo. Un día Dylan trató de callarla, la situación terminó con una discusión entre ellos. Debo admitir que fue muy divertida, al principio ella se comportó de una manera muy diplomática, pero después Dylan la hizo enojar a propósito para que gritara todas las groserías que se sabía... y sí que lo hizo. Jade ya no comía con nosotros porque se acercaba el campeonato, entonces tampoco Edwin. A los del equipo de fútbol los estaban presionando mucho para que ganaran la mugrosa copa, por lo que sólo me encontraba con Dylan y Evelyn, a veces sólo con Evelyn porque parecía que Dylan tenía problemas de concentración, siempre se hallaba despistado.

Todas las tardes me encerraba en mi habitación para hacer tarea. En mis ratos libres escuchaba música o leía, otras veces bajaba a tocar el piano, o también dormía; no obstante, trataba de estar haciendo algo para evitar perderme en mis pensamientos.

El partido de fútbol fue un lunes, el lunes 28 de febrero del 2005. Evelyn pasó por mí para asistir. Durante todo el trayecto no hubo conversación, pero fue un silencio amigable. Edwin ya nos estaba esperando en el estadio.

—Por aquí —nos dijo, haciéndonos una seña para que lo viéramos.

Fuimos hacia las gradas, pasando entre la gente. Pude ver que junto a él había tres lugares vacíos, los había apartado.

—¿Adónde fue Dylan? —preguntó la rubia, sentándose junto a Edwin—, pensaba que ya había llegado.

Yo tomé el lugar al lado de ella.

—Ya llegó, fue...

—Estoy aquí —respondió Dylan.

Volteamos a mirarlo, traía una bolsa de plástico con él.

—¿Fuiste por botanas? —preguntó Evelyn.

—Sí. Conociéndote, Palmer, en la mitad del partido comenzarás a gritar groserías por tu falta de alimento, así que decidí estar preparado.

El comentario me hizo sonreír, pero sólo a Edwin y a mí, porque Evelyn hizo una mueca. Dylan se acomodó a mi lado.

—¿Quieres? —me ofreció, abriendo la bolsa.

Sin responder, tomé un bocadillo y me lo metí a la boca. Al ver que disfrutaba el sabor, sonrió.

—Atención: damas y caballeros —sonó la voz por todo el sitio—, guardemos silencio y recibamos con un aplauso a los dos equipos que se enfrentarán esta tarde en el campeonato de fútbol juvenil 2005.

Inmediatamente después, un equipo de traje blanco con verde oscuro salió a la cancha. Luego vino el otro grupo del uniforme azul con blanco; pude distinguir a Christopher Baker, a Peter y a Dayron. Todo el estadio vitoreó y aplaudió. Detrás de los jugadores entraron las animadoras; Jade se encontraba un poco lejos de nuestro alcance, pero todavía así se podía contemplar su belleza.

Sin más rodeos, empezó el juego; se escuchaban gritos por doquier. Primero nuestro equipo iba perdiendo, y al medio tiempo los grupos se fueron a los vestidores para que las animadoras realizaran sus rutinas. Edwin no despegaba los ojos de Jade: lógico.

Cuando el partido llegó a su fin, había empezado a lloviznar. El lugar se llenó de confeti azul y blanco, debido a que mi escuela logró recuperarse en el segundo tiempo, ganando el juego. Todos vitoreaban y aplaudían, yo me dejé llevar por la emoción e hice lo mismo.

Habíamos triunfado. Volvería a estar entre sus brazos y ya no habría interrupciones. Febrero había llegado a su fin, Febrero se había acabado, el odioso febrero se había ido... De repente, mi entusiasmo se esfumó y el ruido de la multitud desapareció, así pude ponerle atención a lo que estaba pensando: Febrero había llegado a su fin, Febrero se había acabado, el odioso febrero se había ido. Eso significaba que mañana comenzaría marzo. Marzo: mi cumpleaños.

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