CAPÍTULO 27: NUESTRA AMISTAD

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Al siguiente día me prometí que evitaría sentirme apagada. En la mañana había intentado estar con la mejor actitud posible mientras Jane, Jennifer y yo desayunábamos. Después Lorraine nos había traído a la escuela, así que todo marchaba bien. Sin embargo, un golpe de confusión me invadió cuando ingresé al salón. Evelyn y Dylan estaban charlando con Peter. ¡¿Qué está sucediendo?!, gritó una voz dentro de mí, que sonó como un eco en mi cabeza. Notaron mi presencia, por lo que me miraron fijamente y se apartaron de mi exnovio. Él me observó por un instante y después se pasó derecho, rozándome el hombro.

La estupefacción no me dejaba tranquila, tenía una cosa en claro: Evelyn, Dylan y probablemente también Edwin me ocultaban algo. Estaba bastante cansada de que me mintieran. No me importaba de qué manera lo conseguiría, pero iba a descubrir lo que estaba ocurriendo de una vez por todas.

Durante mis primeras clases del día estuve ansiosa por el descanso, ya que ahí había decidido que los interrogaría. Llegué a la cafetería con los músculos un poco dolidos porque había corrido en Atletismo. Pude localizar nuestra mesa con rapidez, era hora de ponerme en acción. Me acerqué y tomé asiento.

—Aquí estás, Anderson —me recibió Dylan.

—¿Cómo estás? —preguntó Edwin.

—Estoy bien —respondí con sequedad.

Hubo un silencio en el lugar. Ellos continuaron comiendo con supuesta inocencia. Bajaron la mirada para no verme.

—¡Díganlo ya!, ¿de qué hablaban con Peter cuando entré al salón? —quise saber impacientemente.

Dylan y Evelyn lanzaron una carcajada, y Edwin sonrió.

—Jamás lo creerías si te lo dijéramos —comentó el rubio.

Lo pude saber por sus rostros: Jade era la única confundida. Si no iban a decirme, bien, yo lo descubriría por mi cuenta; no me daría por vencida. Un silencio, lleno de tensión, volvió a invadir nuestro sitio de siempre.

—Por cierto, se acerca la graduación, ¿vamos por nuestros vestidos? —preguntó la pelirroja emocionada.

Yo no iría al baile. Habría demasiadas luces; demasiada ropa de gala; demasiadas personas; demasiadas canciones desconocidas; demasiadas parejas; demasiadas chicas bonitas a las que se les verían preciosos sus vestidos de noche, haciéndome sentir que yo no era suficiente y que jamás podría ser tan segura como ellas. Todas esas cosas me mataban. No podría lidiar con tanto. Sé que mis razones sonaban completamente irracionales, sin embargo, los lugares con mucha gente animada me ponían muy triste; lloraba sin remedio porque todo se volvía demasiado. Así que no, no me arriesgaría a ir un evento donde la culpa en mi cabeza se haría cargo de que pasara un mal rato, causando que mis acompañantes se avergonzaran de mí.

—Alto —empezó Dylan—. Tal vez Bridgerton sí use vestido, pero yo no.

Evelyn se carcajeó y Jade puso los ojos en blanco.

—Ay, qué gracioso, Dylan —contestó Edwin con ironía.

—Me refiero a que Emily, Evelyn y yo vayamos por nuestro vestido, y ustedes por su traje —corrigió Jade.

—No iré al baile, así que...

—¡No importa que no tengas pareja!, nadie en esta mesa la tiene y vamos a ir —me respondió.

—No es porque no tenga pareja, simplemente no quiero ir —le espeté.

—Tan siquiera podrías acompañarnos a comprar los atuendos —sugirió Edwin.

—¡Oh, Emily, di que sí! —me rogó Jade.

Ella estaba completamente ilusionada con el baile de graduación; todos lo estaban, pero en mí no despertaba esa sensación. Si era tan importante para ellos, entonces los acompañaría a escoger su ropa para esa noche.

—Está bien, voy con ustedes —les dije, esbozando una sonrisa forzada.


Edwin, Dylan y yo nos encontrábamos sentados, esperando a que Evelyn y Jade salieran del probador. Se habían puesto más vestidos de los que pude contar. Yo ya estaba fatigada por toda esta pasarela.

—¿Ya, Jade? —cuestionó Dylan aburrido.

—Espera —contestó ella.

Los tres hicimos una mueca.

—Por esta razón es que jamás voy con mi mamá de compras —añadió el chico.

Una puerta se abrió y Evelyn apareció por ella. Dylan y Edwin abrieron mucho los ojos. Ella tenía puesto un vestido rojo, corto, sin tirantes y con encaje en la cadera que caía con suavidad hasta su rodilla. Se veía excelente con él.

—¿Eres tú, Palmer? —preguntó el rubio boquiabierto.

—Sí, idiota, sigo siendo yo —respondió ella con agresividad.

Mi amiga se dirigió al espejo para observar mejor el atuendo.

—Te ves muy bien, Evelyn —comentó Edwin.

—Se ve más que bien —murmuró Dylan con los ojos completamente fijos en la chica, creo que hasta había sonreído. Edwin y yo volteamos a verlo con extrañeza, el rubio y la chica jamás se hacían cumplidos—. ¿Qué? —habló, mirándonos. Después desvío la vista hacia otro lado, parecía nervioso— Se ve bien, no tiene nada de malo que lo diga.

Ambos sonreímos ante su respuesta.

Evelyn regresó con nosotros. Ella me volteó a ver y yo asentí con la cabeza para afirmarle que me gustaba su vestido. Segundos después salió Jade. Edwin quedó estupefacto. Ella usaba un atuendo negro con tirantes, encaje en la cintura y otra tela más extravagante caía por su pierna como si se tratara de seda. Mis amigas eran muy bonitas.

—¿Qué opinan? —preguntó la pelirroja.

Edwin tartamudeó.

—Amigo, creo que necesitas agua —intervino Dylan, dándole una palmada en el hombro—. Se te ve bien, Jade —concluyó, observándola.

—¿Emily? —Jade se volteó hacia mí.

—Sí, está bien —respondí.

Edwin tomó un sorbo de la botella que el rubio le ofrecía. Pareció recuperarse, ya que pestañeó varias veces.

—Bien, terminamos. Adiós —finalizó el rubio, levantándose de su lugar.

—Todavía faltan sus trajes —recordó Jade.

Él rodó los ojos e hizo una mueca.

—Por favor, no... —rogó.

Ella tomó a ambos chicos por las muñecas.

—Andando, váyanse con Emily a escoger sus trajes. Evelyn y yo los alcanzaremos en cuanto nos cambiemos de ropa y paguemos los vestidos.

Ella prácticamente nos echó del probador. Por lo tanto, nos dirigimos sin tardanza hacia la parte donde estaban los famosos trajes. Pasé mis brazos sobre los hombros de Edwin y Dylan, y ellos hicieron lo mismo. Me balanceé algunas veces, ya que eran tan altos, que podía usarlos de columpio.

—Esa chica terminará matándome —comentó el rubio, hablando de Jade.

—Dímelo a mí, me dejó sin aliento —añadió Edwin.

Su rostro se iluminó.

—No se quejen y vayan a probarse los trajes. Estoy segura de que se verán más encantadores con ellos —bromeé.

Ambos esbozaron una sonrisa. Después de ver algunos atuendos, eligieron uno y se metieron a los probadores. Yo esperaba afuera. El primero en salir fue Dylan.

—¿Qué tal? —preguntó, ajustándose el saco— Ya sé, no me digas, parezco Adonis —concluyó arrogantemente.

Yo lancé una carcajada.

—En tus sueños, Reynolds.

—Ay, me queda tan bien el negro —continuó, mirándose en el espejo.

Dejé que se admirara a sí mismo. Después salió Edwin con una corbata azul marino mal puesta. Sonreí, se veía sumamente tierno.

—¿Te gusta? —preguntó, tratando de acomodarla.

Era un desastre, sólo la enrollaba más y más.

—Sí, me gusta, pero estás haciendo una calamidad con ese nudo —le respondí, acercándome a él.

Él soltó la corbata para que yo le pudiera ayudar. Pasé la parte derecha a la izquierda dos veces, y la completé haciendo el nudo.

—¿Quién te enseñó a hacer esto? —cuestionó mientras terminaba.

—Mi papá, cuando era niña le hacía el nudo de la corbata para el trabajo —esbocé una sonrisa al recordarlo—. Está listo.

Me quedé hipnotizada ante su mirada. Mi cuerpo entero parecía que quería decirme algo, pero yo no le hice caso.

—Gracias —contestó, leyendo mis ojos. Después hubo un silencio momentáneo en el que nos encontrábamos tan cerca, que podía escucharlo respirar—. Deberías ir al baile, Emily, no importa que Bennet no vaya contigo.

Me aparté de él.

—No es sólo Peter... —refuté molesta.

Crucé los brazos y desvié la vista. Sabía que, si lo miraba directamente a los ojos, comenzaría a llorar. Por otro lado, Edwin se mantuvo en silencio. De soslayo presencié que me observaba con expresión de sufrimiento, como si intentara averiguar qué me ocurría.

—Eres hermosa. Lo sabes, ¿verdad? —comentó con total seguridad.

Jamás esperé que dijera algo así, por lo que volteé hacia él con confusión. La mirada se me había cristalizado, y aún estaba en mi postura de los brazos cruzados y el ceño fruncido. Él se acercó a mí abruptamente y me acarició la mejilla. Sus roces sobre mi piel emanaron una sensación tan vivificante, que no pude describirla.

—Eres hermosa, Emily Anderson, y apuesto que te verías sensacional en un vestido de esos.

Él se mordió el labio y mis lágrimas comenzaron a brotar en completo silencio. A mi amigo no le importó que cayeran sobre sus pálidos dedos, ya que no se movió de ahí. Lo cual estaba bien, de hecho, era perfecto. 

Hay que quedarnos así, tuve ganas de agregar, Con nuestra piel apenas rozándose y la respiración entrecortada, esperando ansiosamente por lo que sabemos que pasará después.

—Edwin... —comencé.

—¡Oh, te ves genial! —exclamó Jade a mis espaldas. 

Esto obligó a que nos apartáramos bruscamente. De manera rápida, me limpié las lágrimas; y mi amigo avanzó para encontrarse con la pelirroja, dejándome atrás. Iban a besarse, Emily, me susurró la voz, Si Jade no hubiera aparecido, él y tú estarían besándose ahora


Me encontraba sola en mi casa, sirviéndome un poco de helado en un recipiente, cuando tocaron el timbre. ¿Quién sería? No deseaba abrir, estaba en pijama; pero volvieron a insistir, así que fui a atender. Eran mis amigos. Se hallaban vestidos como si fueran a alguna fiesta nocturna.

—¿Qué haces con la pijama puesta? —quiso saber Evelyn.

—Hacer lo que hago todos los viernes por la noche: Ver una película mientras como helado —contesté con indiferencia.

—Pues cambio de planes, ¡la fiesta de Alison! —me recordó Dylan.

Cierto, la fiesta que sería después del partido. Sin embargo, no importaba.

—¿Vienen del juego? —pregunté.

—Sí, venimos por ti para ir a la fiesta —respondió Jade.

—Son muy amables, pero no asistiré...

—Nada de eso, irás porque sí. Te dejamos que no vayas al baile de graduación, pero a esto no faltas —espetó Evelyn.

¿Por qué querían que fuera? Ir a esa fiesta sólo causaría que les dijera a todos que estaba enfadada cuando la verdad era que mis ganas de existir habían desaparecido. Además, el olor a cigarro me mareaba.

—No sé si no lo recuerdan, pero yo vivo en aislamiento. No he ido a una fiesta adolescente en mi vida y no pienso romper ese récord esta noche —repliqué.

—Deja de hacerte la difícil y prepárate, es importante —insistió la rubia.

Sentí una oleada de esperanza. ¿Lo que me habían estado ocultando por fin saldría a la luz? Sólo por esa razón iría.

—Está bien, los acompaño; pero advierto que me pondré lo que se me dé la gana, no me importa si no encajo —contesté de mala gana.

Ellos asintieron, así que los dejé entrar a la sala para que aguardaran mientras iba a cambiarme. Me coloqué una blusa casual con unos jeans, me amarré el cabello y me aseguré de llevar puestos mis tenis favoritos para salir corriendo de ahí si mi humor enloquecía.  

Bajé otra vez a la estancia. Ellos estaban platicando sobre el partido, y al verme se levantaron y se dirigieron al umbral para salir de mi casa. Me aseguré de cerrar bien la puerta. Mis amigos se subieron a un vehículo gris. Me di cuenta de que Dylan traía las llaves del auto en su mano.

—¿Es tuyo, Dylan? —pregunté.

—No, de mi padre, pero me lo prestó por esta noche —me dijo, subiéndose al carro en el asiento del conductor.

Fui la última en arribar al vehículo. Adelante iban Evelyn y Dylan. Atrás, Jade, Edwin y yo.

Estuve jugueteando con el cierre de mi sudadera todo el camino mientras trataba de pensar qué pasaría esta noche. Le di vueltas al asunto, pero no se me ocurría nada. Cuando percibí qué estaba sucediendo a mi alrededor, ya habíamos llegado. Podía oír la música con suma claridad desde la calle. Salí del auto y el olor a cigarro invadió mis fosas nasales. Tosí, era totalmente desagradable.

Mis amigos se adelantaron y accedieron primero, yo fui la última. Apenas se podía respirar adentro. Había humo, demasiada gente y un hedor a alcohol que parecía que habían bañado a la casa con él. Las personas me pisaban o pasaban de largo como si yo no estuviera ahí.

Localicé la pista de baile, donde mis compañeros y compañeras se divertían. No dudé que muchos de ellos ya estuvieran ebrios.

Las luces, la oscuridad, las personas, las chicas con sus bonitos atuendos, los chicos, los besos, la música, los bailes, el humo, el licor... No eres suficiente, Emily, se burlaba la voz, Jamás serás suficiente. Este no es tu mundo y ellos lo saben.

—Bien, iré a buscar a Hayley —se hizo escuchar Dylan entre todo el ruido, después se fue, perdiéndose entre las personas.

—Yo iré a beber algo, ¿me acompañas, Jade? —siguió Evelyn, y sin dejar que ella respondiera, la jaló del brazo y se esfumaron de mi vista.

Me había quedado sola, Edwin también había desaparecido. Estaba desconcertada, pero admito que tuve suerte: La oscuridad me ayudaba a ocultar a las lágrimas silenciosas que me quemaban las mejillas. Tienes dieciocho años, ¿por qué no puedes actuar como tal? ¿Por qué cuando se trata de ti, todo debe ser tan formal? Eres una vergüenza. Tú no mereces ser como ellos, me atormentaba con severidad.

Todo comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Tenía que moverme de ahí o me hundiría en el suelo. Al fondo pude visualizar unas cuantas sillas, así que obligué a mis piernas a reaccionar. Cuando por fin estuve ahí, me dejé caer sobre un asiento vacío. Peter y Alison estaban unos lugares más allá. De soslayo vi que mi exnovio no se había percatado de mi presencia; y si lo hizo, me había ignorado por completo. Bien, Emily, podrías morir aquí y nadie lo notaría, me dije, Si te desvaneces como polvo junto a la pared, tardarían como unas horas en encontrarte fría e inmóvil. Emily estudia. Emily es brillante en la escuela, pero es en lo único en lo que puede destacar, empezó la voz otra vez, ¿Tú crees que mereces divertirte? No, a pesar de que te mates estudiando, siempre serás el segundo lugar en todo lo que hagas. ¿Tú crees que mereces amor? ¿Tú crees que mereces un novio? No, Emily, no. Tú has hecho cosas horribles en el pasado, así que no mereces nada, ¡nada! Recuerda que tu mamá está muerta por tu culpa...

Me enderecé, limpiándome el llanto. Esto se estaba yendo demasiado lejos. Volví a darle una repasada al sitio, pensando en la posibilidad de largarme de aquí. Sin embargo, recordé que tenía que averiguar el plan de mis amigos, ¿cómo demonios lo iba hacer si me habían abandonado en medio del gentío? Estaba a nada de levantarme para ir a buscarlos cuando arribó Edwin. Traía un vaso de plástico que contenía un líquido negro.

—¿Qué es? —le pregunté curiosa.

—Soda —me respondió, acomodándose en su asiento.

—¿Con qué? —quise saber a punto de echarme a reír.

Whisky —contestó sorprendido de que yo supiera que esa bebida no sólo contenía gaseosa.

Su llegada sin duda me había subido el humor. Permanecimos en silencio un buen rato, observando a la gente bailar. Él de vez en cuando le daba sorbos a su bebida. Decidí iniciar una conversación cuando ya habíamos permanecido mucho tiempo callados.

—¿Te gusta estar aquí?

Le hice esa pregunta porque sabía perfectamente que él me entendería.

Negó con la cabeza.

—Las bebidas me gustan —comentó, viendo el vaso que tenía en la mano. Sonreí—, pero no. Desde que era niño siempre he tenido problemas para socializar, así que estos lugares no son lo mío.

Mi amigo me miró, no obstante, yo no quise hacer lo mismo por miedo a que sucediera nuevamente lo que había ocurrido en el centro comercial.

—¿A ti te gustar estar aquí? —cuestionó.

Al igual que él, negué con la cabeza.

—Siento que podría desaparecer y nadie lo notaría.

Edwin se acercó más a mí, pude sentir el calor de su espiración en mi mejilla.

—Yo lo notaría.

Lo vi sin pensarlo, y entonces la hipnosis se presentó otra vez. Estaba perdida. Una canción lenta comenzó y de reojo pude ver que las parejas llenaron el centro del lugar.

—¿Quieres bailar? —me preguntó, ofreciéndome la mano.

Sólo pude asentir con la cabeza, no conseguía hablar.

Él dejó su vaso en el suelo y nos levantamos con los dedos entrelazados para ir a la pista. Edwin colocó su otra palma en mi cintura, atrayéndome hacia él. Yo puse mi mano derecha en su hombro. Dio un paso al frente y quedamos tan cerca, que pude sentir los latidos de su corazón; se estaban acelerando. De esta manera, empezamos a danzar con suavidad.

Nuestros ojos tuvieron nuevamente esa conexión mágica e irrompible, y no pararon de observarse mientras la música seguía. Quería saber lo que pensaba, quería saber si él consideraba correcto lo que estaba sintiendo, quería saber si él sentía lo mismo. En ese momento ni el nombre de Dylan o Evelyn se cruzó por mi mente, ni siquiera el de Peter o el de Jade. Sólo deseaba una cosa y la deseaba con absoluta desesperación. Bésame, Edwin, pensé, No pienses en qué dirán todos después, sólo bésame.

La canción estaba por terminar, así que mi mejor amigo detuvo el baile sin despegar su profunda mirada de mis ojos. Posteriormente, me acarició la mejilla con gentileza. Luego acercó su rostro al mío, de tal manera que pude sentir su cálido aliento sobre mi boca; y, al final, simplemente se inclinó para cumplir mi deseo.

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