CAPÍTULO 29: LA ABSOLUCIÓN

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Hacía la tarea de Física en el descanso, escuchando música con mis audífonos. Mi atención se encontraba en las ecuaciones, hasta que percibí que todos se levantaban de sus asientos: Algo ocurría. Me dio mucha curiosidad, así que apagué el reproductor. Había gritos y golpes que me pusieron los pelos de punta. Rápidamente puse mis auriculares a un lado y me dirigí al montón de estudiantes.

Empujé a todos para que me dejaran pasar. Mi corazón latía con mucha fuerza. Llegué al frente y lo único que pudo distinguir mi mirada fue a Peter tirado en el suelo. Dayron y cinco chicos más, que no pude identificar, lo golpeaban.

No resistí verlo moribundo. La ira me invadió de pies a cabeza, nadie le haría daño si yo podía impedirlo. Sin pensarlo, corrí hacia él. Sentí a una mano tratando de detenerme, sin embargo, no lo consiguió. Llegué al centro del lugar y puse mi cuerpo sobre el de mi exnovio para protegerlo de los golpes. Los ojos de Peter se entrelazaron con los míos; sabía que quería que me fuera, pero no, era hora de terminar con esto de una vez por todas.

—Quítate —dijo Dayron bruscamente.

—No —contesté, exterminándolo con la mirada—. Esto tiene que acabar —me levanté para encararlo—. Deja de hacerle daño.

El chico hizo una sonrisa de lado.

—Él te rompió el corazón, querida, deberías desear que lo golpearan más que nunca —respondió.

Admito que al principio tuve miedo por lo que estaba a punto de decir, pero después el fuego en mi interior me hizo sentirme más poderosa que nunca.

—Él me rompió el corazón para protegerme... —pronuncié claramente para que todos me escucharan—, para protegerme de ti.

Miles de murmullos invadieron la cafetería. La cara de Dayron expresaba furia. Cuando me di cuenta, sus brazos me empujaron con tanta potencia, que caí en el suelo. Peter se acercó a mí lo más rápido que pudo.

—¿Estás bien? —murmuró.

Yo asentí. No me había dolido, estaba completa. Los aullidos volvieron a escucharse por todo el comedor.

—¡Imbécil! —gritó Dylan y le dio un puñetazo al bravucón.

Luego el niñato le torció el brazo. Tuve el impulso de levantarme y ayudarlo, pero en menos de lo que esperé, Edwin lo auxilió, empujando a Dayron con una fuerza impresionante. Los otros cinco estudiantes empezaron a atacar a Dylan y a Edwin, mientras ellos intentaban defenderse. Peter se levantó para ayudarlos, quise seguirlo, sin embargo, Evelyn y Jade me tomaron por los brazos para impedir que me moviera.

—No te metas ahí —musitó Jade.

La pelea a golpes volvió a comenzar, sólo que esta vez eran seis contra tres. La gente gritaba como si fuera un espectáculo. Era una masacre, nadie se preocupaba por pararlo. Parecía que Evelyn, Jade y yo éramos las únicas personas que les dolía ver cómo los golpeaban y pateaban. La ira me invadió y traté de ir a detenerlo yo misma, pero Evelyn me sujetó de una manera que incluso me impidió forcejear.

—¡Jade! —jadeó Edwin con dolor mientras le torcían el brazo.

La pelirroja reaccionó y salió corriendo de la cafetería. Supuse que iba a ir por alguna autoridad de la escuela. Me dio algo de paz, aunque supuse que todos estaríamos en graves problemas.

Edwin logró liberarse del que le torcía el brazo dándole un fuerte golpe en el estómago.

—¡¡¡Alto!!! ¡Basta, jóvenes! ¡¡Deténganse!! —rugió Jones y la pelea cesó.

Me calmé. Evelyn por fin me soltó y corrí hacia donde se encontraba Peter, él estaba en el suelo. Le alcé la barbilla para poder examinarlo, tenía la cara devastada sin contar todos los golpes que le habían puesto en el cuerpo. Verlo de esa manera hizo que me doliera el pecho.

—Señorita Johnson, acompañe al señor Bennet a la enfermería. Mientras tanto, Reynolds, Palmer, Bridgerton y Anderson, síganme —concluyó la profesora y se dio la vuelta.

Me levanté del piso, de reojo vi a Jade ayudando a Peter a ponerse de pie. Me quité el polvo de la ropa y seguí a Jones al igual que Edwin, Dylan y Evelyn. Sabía que nos dirigíamos a la oficina del director, sentí una punzada de miedo.

La profesora abrió la puerta para que pudiéramos presenciar a Morrison, él se hallaba sentado a su escritorio. Nos habían puesto cuatro asientos al frente de su silla. Lo sabía: Nos iba a interrogar. Entramos y la maestra cerró la puerta, dejándonos solos con el director. Pude sentir el terror de Edwin; pero Dylan y Evelyn no tenían ni una pizca de pavor en el rostro, habían estado tantas veces en este sitio que, ¿cómo iban a tenerlo?

—¿Por qué creen que están aquí? —preguntó Morrison, mirándonos directamente a los ojos.

—Tal vez por golpear a Dayron Blair, señor —respondió Edwin.

—No, señor Bridgerton; créame que me he enterado de todo gracias a la señorita Palmer —los tres vimos a Evelyn, tenía la cabeza agachada—, así que no los castigaré por haber defendido a su amiga —afirmó.

Un peso se me quitó de encima.

—Si no estamos aquí por la pelea, ¿entonces...? —preguntó Dylan.

—Están aquí para decirme todo lo que saben sobre las acciones que realizaron este año el señor Blair y la señorita Blake.

Me habían mentido, me habían herido y me habían amenazado por esta situación, por lo que ya no deseaba saber nada acerca de Dayron Blair o Alison Blake. Lo único que quería ahora era ir a la enfermería y hablar con Peter.

—¿Algún problema, señorita Anderson? —inquirió el director, notando mi irritación.

—No entiendo por qué estoy aquí —contesté.

—Usted está aquí para decirme si fue agredida de alguna manera por el señor Blair.

Casi me echo a reír con ironía.

—Dayron y Alison son bravucones, director Morrison, piensan que pueden obtener todo lo que desean sólo con chasquear los dedos y realmente no les importa si en el proceso le hacen daño a alguien más. ¿Me han agredido? Sí, muchas veces, pero no sólo a mí; ellos le han roto el espíritu a más gente en esta institución de la que usted puede imaginar —el director estuvo a punto de interrumpirme, sin embargo, no había terminado—. Ahora, sé que eso no es lo que le interesa. Usted quiere saber si Dayron Blair me agredió sexualmente, bueno, amenazó a mi novio con violarme para conseguir manejarlo como a un títere —lágrimas salían por mis ojos, pero la voz no se me quebró—. Y sé que Peter intentó protegerme de la mejor manera que pudo, estoy consciente de que todo este tiempo debió estar aterrado. Así que, sí, Dayron Blair me agredió sexualmente con sus amenazas; y estoy segura de que esta no es la primera vez que hace algo como esto, así que le aconsejo, señor, que tome medidas severas y le enseñe a ese bravucón lo que son los límites. Las personas no somos objetos, director, no somos algo que se pueda usar y tirar después, y eso es algo que Dayron no entiende —todos se quedaron callados ante mi discurso de ira—. ¿Ya puedo irme? —pregunté aún enojada.

Los cuatro me miraron con singularidad.

—Sí, señorita Anderson, puede retirarse —respondió el director aturdido.

Sin gastar más de mi tiempo, me levanté de la silla y me fui de la oficina. Atravesé los pasillos con el corazón latiéndome fuertemente y llegué a la enfermería a paso veloz. Lo primero en lo que mis ojos se fijaron fue en él. La auxiliar terminó de ponerle pomada en los moretones de la cara y se salió, dejándonos solos.

—Creo que hay mucho de qué hablar —dijo cuando me vio.

—Supongo que sí —contesté, tomando asiento junto a él.

—Perdón, Emily, tenía que protegerte y me sentí sin escapatoria, así que tuve que hacer todo eso. Sé que estas palabras no son suficientes para reparar el mal que te hice, por lo que entenderé si quieres que nuestra relación se rompa definitivamente. No temas en decírmelo, ya que, sea cual sea tu respuesta, esta nunca cambiará lo que siento por ti. A pesar de lo que decidas, yo seguiré siendo tuyo.

Analicé todo con detalle. ¿Me hizo daño? Sí. ¿Aceptaría su disculpa? Sí. ¿Esta repararía todo el mal que me había provocado? No, Peter me había lastimado mucho, pero entendía que lo había hecho para protegerme y eso lo valoraba más que nada. Tal vez sus disculpas jamás repararían el daño, pero había algo que sí...: él. Él mismo repararía el mal que causó. Él siempre reparó cualquier mal que tuve. Lo necesitaba para sanar, lo quería, lo amaba.

De repente, la distancia entre los dos se me hizo insoportable. Peter estaba cabizbajo y nuestras palmas se hallaban a nada de tocarse, así que deslicé mi mano por la cama para llegar a la suya y entrelazarlas. Al instante, él alzó su mirada para encontrarse con mis ojos.

—Te quiero de regreso, Peter. Regresa conmigo, te necesito, te amo... —confesé al borde de la locura.

Lo abracé a punto de llorar y él me correspondió el gesto con el mismo vigor.

—Yo también te amo, Emily —susurró—. Perdón, perdón, perdón.

Nos besamos con delirio, recordando la primera vez que sus labios tocaron los míos. El corazón acelerado, las pequeñas descargas eléctricas por todo el cuerpo, el ardor por el fuego en el pecho y el deseo de querer más volvieron a invadirme. Los había extrañado, era lindo tenerlos de vuelta. Separé mi boca de la suya.

—Dios mío, te extrañaré mucho cuando nos vayamos a la universidad —admití.

Luego lo atraje otra vez hacia mí para besarlo, todavía no estaba satisfecha. Deslicé mis manos para tocar su cabello. Después fue él quien separó sus labios de los míos.

—Aún no hay que pensar en eso —me sonrió pícaramente—, nos queda la graduación y el baile.

Yo esbocé una sonrisa traviesa.

—¿Considero esto como una invitación? —pregunté.

Peter asintió con la cabeza mientras me atraía nuevamente hacia él. Sus caricias eran tan electrizantes, que podía pasarme toda la vida sintiéndolas sobre mi piel.

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