𝒆𝒊𝒈𝒉𝒕𝒆𝒆𝒏

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐸𝐼𝐺𝐻𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚙𝚛𝚘𝚋𝚕𝚎𝚖𝚊𝚜 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚖𝚊𝚗𝚜𝚒𝚘́𝚗 𝚖𝚊𝚕𝚏𝚘𝚢.

—Espera, Greyback —comenzó a decir Scabior, preocupado—. Si no estamos seguros de esto, estamos muertos.

—El Señor Tenebroso nunca está en la Mansión, hay que llamarlo para que aparezca —le informó Greyback con molestia—. Podremos confirmar su identidad primero.

—¿Y qué pasa con los otros, Greyback, qué haremos con ellos?

—Bien podríamos llevarlos a todos —explicó el hombre sin parecer muy preocupado—. Tenemos dos sangres sucia, eso son otros diez galeones. Dame también la espada. Si son rubíes, tenemos otra pequeña fortuna aquí.

Alaska dejó a los carroñeros hacer el trabajo pesado, observó cómo arrastraban a los prisioneros para ponerlos de pie en un lugar establecido.

—¿Piensas quedarte allí parada? —le espetó Greyback, ella no se inmutó y se acercó a Tim, agarrándolo por los hombros—. ¡A la de tres! Uno... dos...

—Todo estará bien. —murmuró Alaska en la oreja del chico.

—Y tres… —entonces se Desaparecieron, llevando a los prisioneros con ellos.

Unos segundos después de la opresión en el pecho aterrizaron en un camino rural, conocido para ella, y justo frente a ellos se encontraban un par de verjas de hierro forjado al principio del camino de entrada. Alaska se alejó de Tim y del grupo, caminó en silencio alzando su brazo izquierdo en una especie de saludo y pasó a través del metal oscuro, que era humo para ella.

No se volteó para esperar a los carroñeros, a paso rápido atravesó el camino con los altos setos y sintió alivio al ver que Cissy acababa de aparecer por la puerta principal, su expresión era de preocupación, pero también parecía contenta de verla.

—No tenemos mucho tiempo Cissy —le dijo Alaska antes de que ella pudiera decir algo—, ahora más que nunca necesito de tu ayuda y confianza.

—¿Qué es lo que ocurre? —sus manos rápidamente se posaron sobre los brazos de Alaska, y sus ojos buscaban signos de alguna herida.

—Estoy en problemas, necesito que…

Pero Cissy la detuvo, su mirada se desvío hacia los carroñeros que acababan de llegar.

—¿Qué es esto? —espetó la mujer, dando un par de pasos para acercarse.

—¡Estamos aquí para ver a El-que-no-debe-ser-nombrado! —raspó Greyback.

—¿Y quién eres tú? —el tono de voz utilizado esta vez fue frío.

—¡Sabes bien quién soy! —hubo resentimiento en la voz del hombre lobo—. ¡Fenrir Greyback! ¡Hemos cogido a Harry Potter!

Greyback agarró a Harry y lo arrastró hacia la luz, forzando a los otros prisioneros a arrastrarse con él.

—Lo sé, está hinchado, señora, ¡pero es él! —apuntó Scabior—. Si lo mira un poco más cerca, verá su cicatriz. Y está aquí, ¿ve a la chica? Es la sangre sucia que ha estado viajando con él, señora. No hay duda de que es él, ¡y también tenemos su varita! Aquí, señora...

Scabior le pasó la varita de endrino. Ella levantó las cejas examinando la varita luego de observar, por unos momentos a Potter. Sus ojos se encontraron con los de Alaska, y entonces habló:

—Traiganlos dentro —dijo mientras los prisioneros eran empujados por los amplios escalones de piedra—. Y síganme.

Narcissa entrelazo su brazo con el de Alaska mientras encabezaban la marcha por el pasillo, adentrándose en la Mansión. La mujer parecía estar cansada, más de lo que se le veía la última vez.

—¿Es él en realidad? ¿Harry Potter? —Alaska asintió y notó la expresión de la mujer amargarse—. ¿Y en qué necesitas mi ayuda exactamente?

La rubia no contestó de inmediato, recordando las palabras que Cissy le había dicho el día de su cumpleaños: haremos lo que sea para ayudarte... estamos a tu lado.

—Necesito tiempo para arreglar esto, solo un poco de tiempo.

—Cariño… —la mirada de Narcissa suplicaba más información.

—No puedo decirle, no aún al menos. Les explicaré todo a su debido tiempo ——. Pero debo advertirte, puede que ésto no termine bien.

—¿En qué te has metido? Yo creí que estabas en Hogwarts, con Severus…

—Eso no importa ahora, pero no deje de confiar en mí, Cissy. Me aseguraré que estés bien junto a Draco, encontraré la forma de mantenerlos a salvo luego de que logré mi cometido. Lo prometo.

Narcissa no respondió, más Alaska sabía que haría lo que le pidió. La mujer parecía más preocupada por Alaska que por la confusa situación que estaba viviendo.

—Mi hijo, Draco, está en casa por las vacaciones de Semana Santa. Si ese es Harry Potter, él lo sabrá. —les dijo Cissy a los carroñeros luego de un momento de silencio.

El salón deslumbraba después de la oscuridad exterior, una leve calidez se esparció por el cuerpo de la chica al llegar a un lugar familiar luego de tanto tiempo. Dos figuras se levantaron de sus sillas situadas enfrente de la recargada chimenea de mármol cuando los prisioneros fueron introducidos a la fuerza en la habitación por los carroñeros. Alaska pudo observar a Draco mirar a los carroñeros y prisioneros con el ceño fruncido y luego, esa expresión cambió casi al instante cuando su mirada se fijó en ella, una leve sonrisa sincera que se vio interrumpida por un gesto de preocupación.

—¿Qué ocurre, Al? —preguntó, acercándose a ella—. ¿Qué haces con ellos? ¿Te han hecho algo o…?

—Draco, ven aquí. —la fría voz de Lucius Malfoy llegó a sus oídos, y el rubio no se vio feliz con la interrupción, pero no se opuso a la orden—¿Lo reconoces? ¿Es Harry Potter?

Draco observó al chico que se encontraba frente a él, con el rostro deformado. Miró de soslayo a Alaska y, de forma casi imperceptible, negó con su cabeza.

—¿Bien, chico? —raspó el hombre lobo.

—¿Draco? —dijo Lucius, intentando ocultar su emoción—. ¿Lo es? ¿Es Harry Potter?

—No puedo... no puedo estar seguro. —dijo Draco.

El chico estaba manteniendo las distancias con Harry, intentando comprender porque su novia no quería que dijera la verdad.

—¡Pero míralo detenidamente, míralo! ¡Acércate más! —le decía su padre con entusiasmo.

—¡Vamos! —lo apresuró Scabior.

—No le hables así —le dijo Alaska—, es su casa. No le faltes el respeto.

—Draco —Lucius se dirigió únicamente a su hijo—, si somos los que le entregamos a Potter al Señor Tenebroso, todo será perdon...

—Pero, no nos olvidemos de quién lo atrapó en realidad. Eso espero, señor Malfoy. —dijo Greyback amenazador.

Alaska le dirigió una mirada.

—¡Por supuesto que no! ¡Por supuesto que no! —dijo Lucius con impaciencia.

Lucius se había acercado a Harry, para observar su inflamado rostro.

—¿Qué le hicieron? —le preguntó Lucius a Greyback—. ¿Cómo llegó a este estado?

—No fuimos nosotros —informó, y señaló a Alaska—. Fue ella.

—Estaba así cuando lo encontré.

—Parece una Maldición Picante —dijo Lucius—. Hay algo ahí. Podría ser la cicatriz, estirada tensa... ¡Draco, ven aquí, observa adecuadamente! ¿Qué crees?

—No lo sé. —dijo luego de mirar a la rubia rápidamente, y se marchó hacia la chimenea donde su madre estaba mirándolos.

—Dicen que esta es suya —estaba mirando muy de cerca la varita de endrino—, pero no se parece a la descripción de Ollivander...

—Es porque no es la varita de Potter. —añadió Alaska, acercándose a Narcissa y Draco.

—Si estamos equivocados, si llamamos al Señor Tenebroso para nada… —habló Narcissa, mirando fijamente a su esposo— ¿recuerdas lo que le hizo a Rowle y Dolohov?

—¿Y qué pasa con la sangre sucia, entonces? –gruñó Greyback. Los prisioneros casi se caen al suelo cuando los carroñeros los obligaron a girar otra vez, para que la luz cayera sobre Hermione.

Entonces la puerta del salón se abrió, Alaska desvío su vista hacía el lugar y pudo ver claramente la figura de Bellatrix Lestrange. Un frío cosquilleo bajó por su columna hasta la espalda baja al ver que ella se encontraba aquí, como si fuera posible, la situación se había complicado aún más.

Se había arruinado, eres lo único que podía ser. Bellatrix los había visto, ¿cómo se liberaría de aquello? ¿cómo salvaría a Harry y se llevaría a Tim?

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó, refiriéndose a Alaska, para luego fijar su mirada en los prisioneros y carroñeros que se encontraban en el salón—. ¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado, Cissy?

Bellatrix caminó con lentitud alrededor de los prisioneros, y se detuvo a la derecha de Harry, mirando a Hermione a través de sus ojos de párpados caídos.

—Pero bueno —dijo calmadamente—, ¿esta es la sangre sucia? ¿Es esta Granger?

—¡Sí, sí, es Granger! —gritó Lucius—. Y a su lado, creemos, ¡Potter! ¡Potter y sus amigos, por fin capturados!

—¿Potter? —chilló Bellatrix, y se apartó, para observar mejor a Harry—. ¿Estás seguro? Bueno entonces, ¡el Señor Tenebroso debe ser informado de inmediato! —se levantó la manga izquierda.

El corazón de Alaska se detuvo al ver la acción de Bellatrix, actuando por instinto su mano había alcanzado si varita entre las cosas de su túnica, pero Lucius interrumpió primero:

—¡Estaba a punto de llamarlo! —dijo y su mano se cerró sobre la muñeca de Bellatrix, evitando que tocara la Marca—. Yo seré el que lo convoque, Bella. Potter ha sido traído a mi casa, y por lo tanto está bajo mi autoridad...

—¡Tu autoridad! —se burló ella, intentando liberar la mano de su agarre—. ¡Perdiste tu autoridad cuando perdiste la varita, Lucius! ¡Cómo te atreves! ¡Quítame las manos de encima!

—Perdone, señor Malfoy —interrumpió Greyback—, pero fuimos nosotros los que capturamos a Potter, y somos nosotros los que reclamaremos el oro...

—¡Oro! —se rió Bellatrix, todavía intentando apartar a su cuñado, su mano libre bajando a su bolsillo para buscar la varita—. Agarra tu oro, asqueroso carroñero, ¿qué me importa el dinero? Sólo busco el honor de su... de... —paró de luchar, sus ojos oscuros fijos en la espada de Gryffindor que sostenía uno de los carroñeros.

Lucius apartó la mano y rasgó su propia manga, preparado para llamar al Señor Tenebroso...

-¡PARA! —exclamó Bellatrix—. ¡No la toques, todos moriremos si el Señor Tenebroso viene ahora!

Lucius se paralizó, su dedo índice suspendido sobre su Marca Tenebrosa y Bellatrix se acercó al carroñero con la espada.

—¿Qué es eso? —dijo apuntando la espada.

—Una espada. —gruñó el carroñero, llevando la espada detrás de su cuerpo, como instinto para protegerla.

—Dámela.

—No es suya, señora, es mía, la encontré yo.

Lo esperado sucedió. Bellatrix sacó su varita y con un movimiento rápido aturdió al carroñero y hubo un rugido de rabia por parte de sus compañeros: Scabior sacó la varita con esfuerzo.

—¿A qué crees que estás jugando, mujer?

—¡Desmaius! —gritó ella—. ¡Desmaius!

Eran cuatro carroñeros pero Bellatrix era una excelente bruja, nadie podía negarlo, y había derribado a todos en pocos segundos. Greyback era el único que no se encontraba en el suelo, él había sido había sido obligado a ponerse de rodillas, con los brazos estirados.

—¿Dónde conseguiste esta espada? —susurró a Greyback mientras arrancaba la varita de su mano sin que él ofreciera resistencia.

—¿Cómo te atreves? —gruñó él, mostrando sus dientes puntiagudos—. ¡Suéltame, mujer!

—¿Dónde conseguiste esta espada? —repitió ella, blandiéndola ante su cara—. ¡Snape la envió a una cámara en Gringotts!

—Estaba en su tienda —gruñó Greyback—. ¡Suéltame te digo!

Ella ondeó su varita, y el hombre lobo saltó sobre sus pies, pero se mostró demasiado cauteloso como para acercarse.

—Draco, saca a esta basura —dijo Bellatrix, señalando a los hombres inconscientes—. Si no tienes agallas para terminar con ellos, déjalos en el patio para mí.

—No te atrevas a hablar así a Draco. —dijo Narcisa furiosamente, pero Bellatrix chilló.

—¡Cállate! ¡Esta situación es más grave de lo que posiblemente puedas imaginar, Cissy! ¡Tenemos un problema muy serio! —se puso en pie, jadeando ligeramente, bajando la mirada a la espada, examinando su empuñadura.

—¿Qué es lo que sucede? —preguntó Alaska, acercándose a Bellatrix.

—¿Y cómo es que tú estás metida en todo eso? —dijo ella, sin responder a su pregunta—, ¿cómo llegaste aquí?

—Yo los he encontrado —afirmó ella—, estaban acampando en un bosque.

—¿Y de suerte los has encontrado?

Sin más que decir, volteó hacia los silenciosos prisioneros.

—Si de verdad es Potter, no debe sufrir daño —murmuró, más para sí misma que para los demás—... El Señor Oscuro desea disponer de Potter él mismo... Pero si averigua... debo... debo saber... —se giró de nuevo hacia su hermana—. ¡Los prisioneros deben ser encerrados en la celda, mientras yo pienso en qué se debe hacer!

—Esta es mi casa, Bella, tú no me das órdenes en mi...

—¡Hazlo! ¡No tienes ni idea del peligro en el que estamos! —chilló Bellatrix. Parecía asustada, loca; se dirigió a Alaska—. Lleva a estos prisioneros abajo a la celda.

La chica asintió, no pensaba negarse o algo similar, era mejor que ella lo hiciera.

—Espera —la detuvo Bellatrix agudamente—. A todos excepto... excepto a la sangre sucia.

La rubia detuvo su camino, observó a Bellatrix y luego a Hermione, su miedo era notable. Sabía que no iba a ser bueno lo que fuera a hacerle, pero necesitaba tiempo, y no había nada que ella pudiera hacer para detenerlo.

—¡No! —gritó Ron—. ¡Puedes tenerme a mí, escógeme a mí! —Bellatrix le cruzó la cara de una bofetada, el golpe resonó por toda la habitación.

—Si ella muere en el interrogatorio, tú serás el siguiente —dijo—. El traidor de sangre es el siguiente pero la sangre sucia está en mi lista. Llévalos abajo, Alaska.

A pesar de las miradas recriminatorias por parte de Ron, Alaska cortó la cuerda con su varita, separando a Hermione de los demás prisioneros. Bellatrix la arrastró por el pelo hasta el medio de la habitación, mientras obligaba al resto a avanzar hacia la otra puerta, hasta un oscuro pasillo.

—Vaya lío en el que nos metiste, Harry —murmuraba mientras los hacía bajar un tramo de escalones. En el fondo había una pesada puerta que abrió con su varita, obligándolos a entrar en la oscura, húmeda y mohosa habitación—. Aún no sé cómo saldremos de esta, Bellatrix se ha puesto como loca por la espada. Pero encontraré la forma. —les decía mientras cortaba la cuerda, para dejarlos libres.

Ron aún seguía muy ansioso y preocupado por Hermione.

—Ahora me desharé de los carroñeros y…

—¿A qué te refieres con deshacerte?

—¿A qué creés Harry? Matarlos, asesinarlos, liberarlos del sufrimiento, como quieras llamarlo —dijo con los ojos en blanco—. Pero me tomará tiempo librarme de Bellatrix, será difícil. Más si queremos mantener un perfil bajo.

—No entiendo —habló Dean con confusión—. ¿Por qué estás ayudándonos?

Alaska no respondió a su pregunta, ni siquiera lo miró. Había llegado el turno de Tim, quien no la había mirado desde que se encontraron en el bosque. Sabía que él nunca creería nada malo de ella, por alguna razón él siempre creyó que era alguien buena. Eso no era cierto, había hecho cosas malas durante el último tiempo pero por buenas razones, y eso era lo que la diferenciaba de Voldemort.

—Tim —murmuró ella luego de liberarlo, junto a él tomó su rostro entre sus manos, esperando que por fin la mirara—. Nunca debí dejar que Severus se encargara de tí, debí haber encontrado la forma de mantenerte a salvo por mi cuenta.

—Yo estoy bien —le aseguró el chico con voz ronca, parecía creerlo de verdad—, supe protegerme. Estaba preocupado por ti, no tuve noticias desde que escapaste el curso anterior. Yo no sabía qué pensar, todos decían que…

—Eso no importa —Alaska se acercó para abrazar al chico que ya estaba a su altura—. Tú me conoces, nunca dudes de eso ¿si? Ahora, me encargaré de sacarte de este lugar, tú nunca debiste estar en ese bosque…

Dejó un beso en la frente de Tim y se acercó a Harry.

—Golpéame —le pidió, y su ceño se frunció de inmediato—. He estado demasiado tiempo aquí abajo, lo más creíble es decir que intentaron escapar y sin varitas solo pueden golpearme.

—Pero, ¿por qué yo?

—No es como si nunca te lo hubieras imaginado. Me odiabas, debes haber deseado... —el puño de Harry impactó en su mejilla y rozó sus labios, provocando un ruido seco y una leve queja escapar de los labios de la chica— te lo dije. —agregó Alaska, saboreando el sabor metálico de la sangre.

Cerró la pesada puerta tras ella y echó un último vistazo a los chicos antes de subir los escalones y volver al salón, encontrándose con la fija mirada de Bellatrix sobre ella. Draco se apresuró a atravesar la estancia para llegar junto a ella, con una leve preocupación adornando su rostro.

—¿Estás bien?

—Sólo fue un golpe, intentaron escapar.

—Vamos, te ayudaré con eso —dijo él, agarrando su mano y jalando de ella.

Antes de salir, observó a Hermione, se encontraba a los pies de Bellatrix y murmuraba:

—La encontramos... la encontramos...

Sentía algo de culpa dejarla allí, pero no podía perder más tiempo.

Salió del salón junto a Draco y Narcissa no tardó en seguirlos, con Bellatrix ocupada nadie se preocuparía de ellos. Se encerraron en el baño más cercano, mientras el chico buscaba un ungüento Alaska se aseguró de que su conversación no fuera escuchada por nadie más aparte de ellos.

—¡... dentro de mi cámara de Gringotts! ¡Dime la verdad! —Hermione estaba gritando y podía escucharse claramente desde ese lugar—. ¿Qué más se llevaron, qué más? ¡RESPONDEME! ¡CRUCIO!

Los gritos de Hermione resonaban entre las paredes.

—Al, ¿qué está ocurriendo? —la súplica en la voz de Draco fue lo que le hizo voltear—. Mamá me contó lo que le dijiste, no entiendo.

—¿Cómo los encontraste, cariño? —Cissy fue la que preguntó está vez—. ¿Cómo encontraste a Potter y a sus amigos?

—No debería decirles, es peligroso. —respondió ella, mientras Draco aplicaba un ungüento en su reciente herida.

—Alaska —dijo Cissy—. Te ves preocupada, dinos que sucede.

—No quiero ponerlos en peligro —insistió—, solo necesito ayuda. Librarme de Bellatrix y Lucius, y llevarme a los prisioneros…

—¿Cómo los encontraste, Alaska?

La rubia suspiró, entendiendo que no se darían por vencido—. Si se los digo y el Señor Tenebroso llega a leer sus mentes, mucho podría perderse.

—Deja un poco de tu preocupación y confía en nosotros.

Alaska mira los ojos de Cissy, como siempre, parecían honestos. Terminó por asentir, después de todo, sabía que no podía mantener el secreto por siempre, y muy pronto todo acabaría. O eso esperaba.

—No los encontré, he estado con ellos todo este tiempo —afirma Alaska, mostrándose nerviosa—. Tenemos un plan, sabemos cómo vencer al señor Tenebroso y...

—¿Vencerlo?

—Sí —insiste ella—. Estamos a mitad de camino y si llaman al señor Tenebroso ahora, no estaremos preparados. Necesito más tiempo

—¿Snape sabe sobre esto? —preguntó Draco.

—Por supuesto, él me ha estado ayudando todo este tiempo.

Un horrendo grito ahogó las palabras de Alaska, Hermione estaba siendo torturada de nuevo.

—¿Y cómo podemos ayudarte? —preguntó entonces Cissy.

—Yo puedo ocuparme de Bellatrix, encontraré la forma —aseguró ella—, pero deben ocuparse de que Lucius no llame al Señor Tenebroso, él no puede saber nada.

—Entonces debemos volver. Antes de que se den cuenta de que algo ocurre.

Narcissa es la primera en abandonar el baño luego de dedicarle un sonrisa de orgullo a Alaska, luego salieron los chicos, pero Draco la retuvo unos segundos más.

—¿De esto se ha tratado todo este tiempo? ¿Has estado ayudando a Potter?

—Yo nunca he estado de acuerdo con la forma de pensar del Señor Tenebroso, ni de los mortífagos. Y no quiero vivir en un mundo donde él esté al mando.

—Entonces, ¿por qué te uniste a los mortífagos? Siempre creí que era extraño, que algo debió pasar…

—Es muy complicado para explicar todo ahora y prometo que te lo explicaré en algún momento, pero ahora debemos continuar con esto —Draco entrelazó los dedos de su mano con los de Alaska—. Lo importante es que ahora sabes la verdad, de forma general.

—Debiste decírmelo antes.

—No quería ponerte en riesgo —se excusó ella—. Y ahora, si logro resolver esta situación, lo mejor será que tú y tu madre escapen, ir a un lugar seguro.

Alaska no estaba segura de que existiera un lugar como ese, no en esos tiempos al menos.

Volvieron al salón y al abrir la puerta tuvieron una vista clara de Bellatrix, que miraba hacia Griphook mientras sujetaba la espada de Gryffindor en sus manos de dedos largos. Hermione yacía a los pies de Bellatrix, apenas se movía.

Un ruidoso crack hizo a Alaska volver a prestar atención a su alrededor.

—¿Qué fue eso? —gritó Lucius—. ¿Oyeron eso? ¿Qué fue ese ruido en la celda?

Por un momento todos en el salón se mantuvieron en silencio, esperando que el ruido volviera a escucharse.

—¡Draco... no, llama a Colagusano! ¡Haz que vaya a comprobarlo!

Momentos después Draco apareció junto a Colagusano, quien atravesó la estancia para bajar hacia la celda. Nadie dijo nada mientras esperaban, de manera ansiosa, a que el hombre regresará.

—¿Qué pasa, Colagusano? —gritó Lucius, ya impaciente por la demora.

—¡Nada! —gritó con su voz chillona—. ¡Todo bien!

El ambiente en el lugar se relajó y Bellatrix siguió interrogando al duende.

—¿Y bien? —dijo—. ¿Es la auténtica espada?

—No —dijo Griphook—. Es una copia.

—¿Estás seguro? —jadeó Bellatrix—. ¿Totalmente seguro?

—Si. —dijo el duende y el alivio estalló en la cara de ella, toda la tensión desapareció.

—Bien —dijo, y con un ondeo casual de su varita hizo otro profundo corte en la cara del duende, y este cayó con un grito a sus pies. Ella le pateó a un lado—. Y ahora, ¡llamaremos al Señor Oscuro!

Alaska había sacado su varita, pero una vez más fue interrumpida.

—¡NOOOOOOO! —Ron había irrumpido en el salón, con su varita en alto y dirigiéndose hacia bellatrix, la arrolló y su varita salió volando

Alaska hizo mover su varita y lanzó una maldición, está pareció ser dirigida hacia Ron pero en un último momento rebotó y le dió de lleno a Bellatrix, quien se desvaneció sobre la alfombra, mientras tanto Harry había aparecido y agarró su varita. Alaska mira a Lucius, parecía confundido y desorientado, y sus ojos parecían estar desenfocados. Narcissa debió utilizar el hechizo confundus.

Rayos de luz salieron disparados de la varita de Greyback, Draco y Cissy se mantuvieron alejados de la pelea. Harry estaba luchando contra el hombre lobo y, sin mucho esfuerzo, logró dejar inconsciente a Greyback.

—¿Qué ha pasado con Colagusano? —preguntó Alaska, acercándose.

—Murió.

—Perfecto —murmuró ella—. ¿Y los demás? ¿dónde está Tim?

—Dobby —dijo Ron—, los llevó al lugar seguro.

Alaska asintió, un poco más relajada se agachó junto a Fenrir.

—Obliviate. —conjuró, concentrándose en eliminar los recuerdos de las últimas horas de su memoria.

Mientras tanto, el pelirrojo se apresuró en ayudar a Hermione a ponerse en pie, ya que apenas podía mantenerse en pie sola.

—No podemos perder más tiempo —continuó Alaska—, tenemos que irnos cuanto antes.

Entonces un diminuto elfo entró trotando en la habitación, era Dobby.

—¿Ya estamos listos?

—Aún no. —Alaska le respondió al elfo.

—¿Qué está haciendo?

—Modificando sus recuerdos —explica Alaska trabajando con su varita en Bellatrix—, es demasiado fuerte como para hacerla olvidar. Es lo mejor que puedo hacer.

—¿Y qué pasará con ellos?

Alaska se giró a ver a Draco y Cissy, que seguían alejados.

—Ellos no dirán nada.

Alaska finalmente terminó con los recuerdos y acomodó a Bellatrix a un lado de Lucius, en el sofá. Había modificado los recuerdos de Bella para hacerla creer que Colagusano había dejado libres a los prisioneros y luego se había quitado la vida. Fenrir era el único cabo suelto.

—Date prisa. —le espetó Harry, y Alaska lo miró con mala cara.

—Lo estoy haciendo lo más rápido posible, ¿quieres tú intentar modificar su mente y recuerdos? —Harry no respondió—. Eso creí.

—¿También modificarás sus recuerdos? —preguntó Ron, observando a Fenrir.

—Fenrir es una persona horrible, ha hecho cosas…  —no terminó de hablar, en cambio, levantó su varita.

Poco a poco el cuerpo inconsciente del hombre lobo comenzó a llenarse de grietas, toda su piel pareció secarse de un momento a otro, y tan solo segundos después terminó por convertirse en un montón de cenizas marrón.

—Nadie lo encontrará ahora —dijo Alaska guardándose la varita—, y nadie lo extrañara.

—Eso fue...

—¿Está muerto?

Alaska no responde. Se acercó a Draco y lo miró fijamente, sus ojos reflejando la pesadez de lo que debía hacer. El rubio, con gesto preocupado, le agarró suavemente las manos.

—Deben esconderse, ir a algún lugar seguro —negó levemente—. Algo que esté lejos, dónde no los encuentren.

—Conozco un lugar cariño, estaremos bien. —Alaska sintió el impulso de preguntarle la ubicación, ir ella misma para asegurarse que fuera cierto, pero lo mejor era mantenerse en el desconcierto.

—Debes irte, Alaska. Tienes algo importante que terminar. —le dijo Draco con voz firme pero cargada de tristeza.

Alaska asintió, apretando las manos de su novio.

—Prométeme que te cuidarás, debes mantenerte a salvo.

Draco le sonrió con tristeza y acercó su rostro al de Alaska. Sus labios se encontraron en un beso demasiado corto para el gusto de la chica, pero estaban cortos de tiempo.

—Nos volveremos a ver —le prometió Alaska—, pronto.

Alaska le dedicó una última mirada antes de apartarse y dirigirse hacia donde Harry y los demás la esperaban. Mientras caminaba hacia ellos escuchó el crack a sus espaldas, indicando que Draco y Narcissa se habían desaparecido.

Harry se acercó a Dobby con el elfo y la espada en sus espaldas, Ron también se había acercado con Hermione. Harry agarró la mano de Dobby y le ofreció su mano libre a Alaska.

Cuando la agarró, un fuerte crack volvió a escucharse y todos desaparecieron del salón.

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