𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝐿𝑉𝐸 )
𝚜𝚘𝚕𝚞𝚌𝚒𝚘𝚗𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚙𝚛𝚘𝚋𝚕𝚎𝚖𝚊𝚜.

Draco. Muchas cosas habían ocurrido desde la última vez que hablaron, desde que no hubo tensión entre ellos. La verdad era que, si lo pensaba bien, no podía recordar un momento reciente en que su relación hubiera estado en buenas condiciones, no recordaba un tiempo en que sus secretos no habían afectado su relación.

Y es que Alaska no estaba segura de estar preparada para enfrentarlo. ¿Que le diría? ¿Cómo superarían la tortura? A pesar de no haber sido intencionada, y que ella le suplicó que lo hiciera, marcaba un daño irreparable en su relación y por más que lo deseara, no sabía si serían lo suficientemente maduros como para salir adelante.

Había llegado a la puerta de su habitación minutos atrás, sin embargo, se quedó inmóvil frente a ella. Dudando. Finalmente logró escuchar movimiento desde adentro, confirmando las palabras que Blaise le había dicho. Eso la puso más nerviosa. Creía que era ridícula la situación en la que se encontraba, plantada fuera de su habitación insegura de encontrarse con su novio.

Y es que luego de pasar la primera noche en Grimmauld Place, Alaska evitó pensar en su relación con Draco. No quería distraerse de sus responsabilidades, además, pensar en él la lastimaba. Desde la muerte de Dumbledore las cosas entre ambos habían estado frías, su relación había estado muerta como el propio director, y eso solo era culpa suya. Por no saber disimular sus sentimientos, por no haber tenido el control total aquella noche en la torre de Astronomía.

Lo peor ocurrió cuando el Señor Tenebroso obligó a Draco a torturarla, ella le había suplicado que lo hiciera pues no quería que el chico se pusiera en peligro por su culpa. Lo que la le hizo darse cuenta de que algo había cambiado entre ella y Draco, fue el momento de la tortura. Cuando la maldición del chico golpeó contra su cuerpo y el dolor se expandió por cada centímetro de su piel. Alaska había sentido dolor, mucho dolor. Y es que ella sabía bien como funcionaba la maldicion Cruciatus, si el ejecutor no deseaba realmente hacer daño, la intensidad del dolor era minima, casi como un cosquilleo. Pero esa noche, ella sintió dolor, no tanto como cuando lo hacia el propio Voldemort o Danniel, pero aún así, la lastimó.

El dolor de la maldicion de Draco la había herido mucho más profundo, en el corazón. Porque con ello entendía algunas cosas que Draco sentía y pensaba sobre ella, muy en el fondo su novio le tenía siento rencor, la odiaba. Y como se había repetido desde aquel día, no era más que culpa suya. Todo a causa del distanciamiento y las cosas que había realizado para mantener al chico a salvo. Era su culpa; todo era su culpa.

Finalmente, luego de botar el aire que habia estado reteniendo durante todo ese tiempo, abrió la puerta y se adentró en la habitación con la cabeza cabizbaja. Cerró la puerta tras ella y cuando levantó la mirada encontró a Draco sentado en su cama, había estado leyendo un libro pero ahora sus ojos la analizaban, solo unos segundos despues su expresion se suavizó; sabía que era ella, la real.

Segundos después, como sí sólo entonces hubiera entendido lo que significaba que Alaska estuviera frente a él, se levantó con rapidez, aunque no se acercó mucho, mantuvo su distancia mientras Alaska se sentía congelada en su lugar.

El contacto visual se mantuvo por largos segundos que parecieron horas, los ojos de la rubia no tardaron en nublarse ante las lágrimas y finalmente desvió la mirada, para limpiar las lagrimas que amenazaban con escapar. Entonces, ante el inesperado signo de debilidad demostrado por ella, Draco pareció romperse. Su expresión de preocupación se realzó aun más en él, y sin esperar un solo segundo, cruzó la habitación para llegar frente a ella y rodear su cuerpo con fuerza, demostrando todos los sentimientos que no podía expresar en ese momento mientras la acercaba lo más posible a su cuerpo.

Alaska no se hizo de rogar, en cuanto sintió el calor de su cuerpo rodeandola, también lo abrazó, como si hubiera estado esperandolo por meses. Acomodó su rostro y lo apoyó contra el pecho del chico, sentía el latir de su corazón contra su oreja y el aroma que tanto amaba de su colonia inundó sus fosas nosales, calmando cualquier ansiedad que hubiera sentido, ahora estaba en calma; segura en los brazos de Draco.

En ese momento no comprendía como había dudado de su relación por unos segundos, era Draco. Se conocían hace años, siempre se habían apoyado y nunca dejaron de quererse sin importar la situación, y esa ocasion no era diferente. Sólo necesitaban entenderse, dejar a un lado cualquier resentimiento y estar juntos, recordar lo mucho que se amaban y confiar uno en el otro. Cómo siempre lo habían hecho.

Draco hizo que sus cuerpos se separaran y dejó un beso en la frente de Alaska, cerrando los ojos para luego murmurar—: Nunca dejaré que te vuelvan a herir, no voy a permitirlo.

Sus ojos se encontraron, y en ese instante, todas las palabras sobraron. Las lágrimas comenzaron a fluir por los ojos de Alaska.

—Lo siento tanto —murmuró Alaska entre sollozos, su voz temblorosa—. Sé que te he herido, he sacrificado tanto y nunca noté que estaba perdiendote. Pero tú eres lo más importante en mi vida, más que cualquier otra cosa y no quiero... —su voz se quebró antes de poder terminar la oración.

—No estás perdiendome, nunca me alejaras de ti —se apresuró a decir Draco, sosteniendo el rostro de Alaska entre sus manos—. Yo nunca debí dudar de ti ni de tus razones. Y no creo que seas como él, nunca he creído que hay algún parecido entre tú y Danniel, y no sabes lo arrepentido que estoy de haberlo presumido. Tú eres... eres la mejor persona que conozco ¿sí? Confío en tí plenamente y entiendo lo que hiciste.

Draco la sostenía con ternura, acariciando su cabello.

—No importa lo que hayamos pasado, Al. Lo que importa es que estamos juntos, y estoy dispuesto a enfrentar cualquier cosa por ti. No permitiré que nada te lastime de nuevo y ahora lo que fuera para mantenerte a salvo. Eres mi vida y te prometo que nunca te dejaré sola.

—¿Aún cuando debo mantener tantos secretos?

—Incluso con secretos —aseguró él con una leve sonrisa—. Ya no quiero estar alejado de tí, no cuando de lo único que estoy seguro en este momento es lo mucho que te amo. Voy a estar a tu lado, y aunque fui egoísta en el pasado, quiero que creas en mi palabra. Ni volveré a defraudarte.

Ante la cercanía, la rubia sintió un cosquilleo en la boca de su estomago. Sus ojos observaron rápidamente los labios del chico frente a ella y, sin perder el tiempo, Draco posó una de sus manos en su espalda baja para acercarla aún más a él. Con su mano libre sostuvo su mentón y se inclinó hacia su novia, juntando sus labios contra los de ella. Él tenía el control del beso y no tardó en colar su lengua en la boca de Alaska, haciendo del beso un poco más intenso.

Podía sentir los dedos de Draco recorriendo su espalda baja, aplicando presión en ciertos puntos que le provocaba una serie de corrientes eléctricas que recorrían su cuerpo. Finalmente, cuando a ambos les faltó el aire, se separaron.

—Te amo —murmuró Alaska contra los labios de Draco—. Siempre te he amado, y quiero que sepas que todo lo que he hecho o e intentado hacer es por nosotros, para ser felices de una vez por todas. Porque tú eres lo único que realmente me importa, nada más.

La mañana siguiente Alaska despertó antes que cualquiera, aún no amanecía cuando ella salió del baño lista para empezar su día. Le echó un último vistazo al durmiente Draco en su cama antes de salir de su habitación y adentrarse en las mazmorras.

Descendió por las escaleras más cercanas y caminó por un largo corredor, no había ni una sola alma vagando por los pasillos; parecía que las nuevas reglas que los hermanos Carros habían impuesto eran bastante efectivas para mantener a raya a los alumnos. Sin hacer mucho ruido, siguió caminando hasta la puerta de los aseos de Myrtle la Llorona.

Myrtle estaba sentada sobre la cisterna del último retrete, y no se alegró de verla allí.

—¡Ah, eres tú! —exclamó ella—. ¿Sigues saliendo con Draco? —inquirió miéntras se acercaba.

Alaska no le respondió, no tenía interés en hablar con ella. No cuando estaba observando una diminuta serpiente grabada en un lado de uno de los grifos de cobre.

—Deberías tener cuidado —le dijo Myrtle con alegría—. Si tú y Draco siguen alejándose , él vendrá directamente conmigo.

La rubia enarcó una ceja y le dirigió la mirada por primera vez.

—¿A la huella de una persona muerta? —murmuró con gracia—. No estoy segura de que eso vaya a suceder.

Volvió a observar el grifo e hizo un esfuerzo para hablar en parsel, hace mucho no lo hacía.

Ábrete.

Un extraño silbido salió de su boca, y de repente el grifo brilló con una luz blanca y comenzó a girar. Al cabo de un segundo, el lavabo empezó a moverse, se hundió y desapareció, dejando a la vista una tubería grande, lo bastante ancha para meter un hombre dentro.

—¿Qué es lo que tramas?

Está vez no se preocupó de responderle a Myrtle, simplemente se metió en la tubería y se dejó caer. Era como tirarse por un tobogán interminable, viscoso y oscuro. Podía ver otras tuberías que surgían como ramas en todas las direcciones, pero ninguna era tan larga como aquella por la que iba, que se curvaba y retorcía, descendiendo súbitamente.

La tubería tomó una dirección horizontal, y al fin cayó del extremo del tubo al húmedo suelo de un oscuro túnel de piedra, lo bastante alto para poder estar de pie. Se puso en camino y sus pasos retumbaban en el húmedo suelo. El túnel estaba tan oscuro que sólo podía ver a corta distancia, pero ya se sabía el camino y no tendría problemas en llegar a su destino.

Mientras caminaba se producían crujido debajo de mis pies, el suelo aún estaba repleto de huesos de pequeños animales, lo que le parecía repugnante. Estuvo caminando por un buen rato hasta que dobló en una oscura curva y, al fin, vió una gruesa pared en la que estaban talladas las figuras de dos serpientes enlazadas, con grandes y brillantes esmeraldas en los ojos.

Se acercó a la pared y esta vez no tuvo que esforzarse mucho para imaginar que aquellas serpientes eran de verdad, porque sus ojos parecían extrañamente vivos.

—¡Ábrete! —Volvió a decir con un silbido bajo.

Las serpientes se separaron al abrirse el muro. Las dos mitades de éste se deslizaron a los lados hasta quedar ocultas, y pudo entrar. Se hallaba en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia. La majestuosa estatua seguía allí, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo. El rostro gigantesco que la coronaba, era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Siempre que estaba delante de aquella estatua un cosquilleo recorría su espalda. El lugar no le traía buenos recuerdos.

Quito su vista de la gran estatua para mirar el gran cadáver del basilisco que se encontraba a medio camino de la sala. Fue hacia el y con dificultad se encaramó para alcanzar los colmillos, aplicando un poco de fuerza logró desprender un par de colmillos. Eso sería suficiente para destruir el Horrocrux que Harry tenía en el campamento. Podrían avanzar en su misión luego de semanas sin buenas noticias.

Dejó atrás el cuerpo retorcido del basilisco, y a través de la penumbra resonante regreso al túnel. Escuchó cerrarse las puertas tras de si con un suave silbido y tras unos minutos de andar por el oscuro túnel, lleguó a las tuberías donde ascendió a los baños con un simple hechizo.

Salió por las tuberías y llegó de vuelta al baño junto a Myrtle, mientras el lavabo que ocultaba la tubería volvió a su lugar cerrando la abertura. Myrtle la miraba con ojos desorbitados.

—Volviste. —Dijo con un deje de decepción.

—Suenas decepcionada. —Soltó ella, dirigiéndose hacia la salida.

No estaba de humor para sus lloriqueos, no estaba en Hogwarts para hablar con fantasmas ni estudiar para los exámenes. Tenía cosas que hacer, debía ir a hablar con Severus y buscar rastros de otro Horrocrux en el Castillo, y aunque prefería la segunda opción, no podía pasar más tiempo en Hogwarts y que su presencia no fuera notada por el director.

Tocando de forma nerviosa la brújula que Severus le había regalado para su cumpleaños, se encamino hacia el despacho del director. Dispuesta a interrogarlo y conocer la verdad tras sus mentiras.

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