𝒕𝒘𝒐

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝑂 )

𝚍𝚞𝚕𝚌𝚎𝚜 𝚍𝚒𝚎𝚌𝚒𝚜𝚒𝚎𝚝𝚎.

Los nervios y ansiedad entre los mortifagos se propagaban como una peste. Nadie, hasta los mas confiados, estaba seguro del plan que se llevaría a cabo en tal solo unos días, temían que no saldría bien y, en consecuencia, ellos saldrían afectados.

Aquellos sentimientos se veían afectados en Alaska también, quien a pesar de que no participaría activamente en la persecución de Harry, temía que algo pudiera pasarle a Severus durante el camino. Sabían que la Orden escoltaría a Harry, y eso significaba que buenos magos estarían a la defensiva. Que Severus podría estar en peligro.

—Feliz cumpleaños, Alaska.

La rubia desvió la mirada del fuego crepitante frente a sus ojos para observar a Cissy frente a ella, quien acababa de dejar un pastel con velas en la mesa a su lado. Era el día de su cumpleaños y la mujer le había insistido a la chica por días que se presentara aquel día en la Mansión Malfoy, después de todo, ella creía que cumplir la mayoría de edad era algo importante en la vida de una bruja.

Alaska no estaba de acuerdo. No cuando todo en su vida parecía ir empeorando mientras se hacía mayor.

—Esto es grandioso, Cissy —Respondió la chica con una sonrisa—. No se como agradecer todo lo que has hecho por mi estos años.

Se reincorporó del asiento para acercarse a Cissy y darle un fuerte abrazo, disfrutando del olor que desprendía de la mujer, un aroma que siempre había relacionado con algo maternal, con alguien que la hacia sentir segura.

—No tienes que —Le decía, respondiendo el abrazo con la misma fuerza—, ya eres parte de esta familia Alaska. Siempre serás bienvenida y haremos lo que sea para ayudarte ¿sí? Estaremos a tu lado.

Cissy dejó un largo beso en su mejilla, humedeciendo la mejilla de la chica con las lagrimas que habían escapado de sus ojos. Se separo rápidamente y secó sus lagrimas, volteándose para que no la vieran llorar.

—Draco, ¿por qué no le das su regalo a Alaska? —Habló rápidamente mientras se alejaba—. Iré a ver que todo en la cocina este bien.

Y desapareció por la puerta, dejando a ambos chicos a solas en el comedor. Draco, que se había mantenido en silencio en su lugar pasando casi por desapercibido, se removió incomodo en su lugar y terminó por levantarse.

—Feliz cumpleaños Al.

Alaska apretó los labios en un intento de sonrisa al recibir el regalo y pronto el ambiente se volvió incomodo, ambos se encontraban en silencio evitando la mirada del otro. Y es que luego de la muerte de Dumbledore, nada había vuelto a la normalidad entre ambos, por más que lo intentaran.

—Será mejor que me vaya. —Dijo entonces la chica, guardando sus cosas y levantándose.

—No, espera —Draco fue más rápido y la detuvo, agarrando su mano con fuerza—. Ya no quiero hacer esto, necesitamos hablar.

—¿De qué necesitamos hablar? —Preguntó Alaska, cruzándose de brazos—. ¿De cómo ya no confías en mí?

—No es eso, nunca ha sido eso. —Intentó aclarar el chico, que se veía inquieto.

—¿Entonces de que se trata? Porque ambos sabemos que las cosas entre nosotros han cambiado desde esa noche y...

—No hablemos de esa noche. —La interrumpió Draco, soltando su mano.

—Ese es el tema conflictivo Draco, ¿cómo quieres arreglar las cosas si no quieres hablar de ello?

—Es sólo que... no me siento cómodo hablando de eso.

—¿Por qué? Eso es lo que quiero saber —Insistió Alaska—. ¿Por qué te incomoda tanto?

—Esa noche, tenía todo planeado Al, y yo no quería involucrarte en eso. Era lo que menos quería y tú...

—No sabía que ibas a hacerlo esa noche, no tenía idea hasta que Ann...

—¿Ann? ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?

—Esa noche me dijo que vio algo, en su bola de cristal y esas cosas. Ella dijo que... —Más, no terminó de hablar.

Desvió su mirada, evitando los ojos insistentes de Draco.

—¿Qué dijo?

—Qué tu no podías hacerlo —Reveló finalmente—. Si pasaba, todo acabaría mal.

—¿Y no acabó mal? —Preguntó extrañado, casi con agresividad—. ¿Creíste que yo iba a hacerlo? Los mortífagos estaban allí por una razón.

—Eso no interesa ahora, ¿sí? Lo que importa es que lo hice por ti, asesine a Dumbledore...

—¡No! —Exclamó el rubio—. No lo digas.

—¿Qué?

—No quiero escucharlo. No quiero escucharte decir que lo mataste por mí.

—Pues así fue —Declaró Alaska—. Te lo dije una vez y lo haré de nuevo, haré lo que sea por ti. Lo hice una vez y volvería a hacerlo si eso significa que estarás a salvo.

Frente a ella Draco se alejó, parecía indeciso entre irse o quedarse, lo que hizo fue diferente. Mientras se pasaba las manos por su cabello, desordenándolo, soltó unas carcajadas que se convirtieron en una risita nerviosa.

—¿Por qué te ríes?

—¿Estás segura de que lo hiciste por mi?

—¿De qué hablas? —Frunció el ceño.

—Hablo de toda la charla con Dumbledore en la torre, todo lo que le dijiste.

Fue el turno de ella de alejarse, de intentar evadir las preguntas.

—¿Alaska?

—Eso fue distinto —Intentó justificarse—, no tiene nada que ver con...

—¡Pues no lo pareció! Fue como si hubieras estado esperando ese momento por mucho tiempo, como si lo odiaras Al —Sus ojos volvieron a posarse sobre los suyos, nervioso balbuceó—: Parecía que lo disfrutabas, fue como ver a...

—¿Cómo ver a quién? —Preguntó Alaska, desafiándolo a decirlo en voz alta.

—A Danniel.

El efecto fue instantáneo. El comedor se impregnó de un silencio incómodo mientras Alaska se sentaba, su rostro reflejaba una mezcla de tristeza y angustia. Las palabras de su novio resonaban en su mente como un eco persistente, llenándola de dolor y confusión. Su corazón latía aceleradamente, el comentario había sido como un cuchillo afilado que cortó profundamente en su autoestima.

A pesar de que intentaba mantener la compostura, las lágrimas comenzaron a emerger en sus ojos, amenazando con desbordarse en cualquier momento. Miró fijamente el suelo, tratando de contener su dolor, pero las palabras le habían golpeado con una fuerza desgarradora. En ese instante, cada inseguridad y duda que había enterrado en lo más profundo de su ser resurgieron con una intensidad aplastante. Se preguntó si realmente había un parecido entre Danniel y ella.

Draco finalmente se dio cuenta de la magnitud de sus palabras y se acercó lentamente a ella, con su expresión llena de remordimiento.

—Tal vez así fue —Murmuró Alaska, deteniendo a Draco—. Tal vez lo disfruté, pero yo no soy como Danniel. Tú no conoces toda la historia, nunca lo entenderías.

—Entonces explícame —Le suplicó Draco, rompiendo la distancia entre ellos y tomando sus manos—. Dime, ¿qué sucedió entre Dumbledore y tú? ¿Qué fue lo que te hizo?

—No quieres saberlo, es mejor dejarte fuera de esto.

—¿Y ahora quién es la que no confía?

—No confío porque tus habilidades en la Oclumancia son nulas, Draco. ¿Cómo crees que el Señor Tenebroso se enteró de nuestra relación?

—Perdóname, ¿sí? —Dijo—. Perdóname por no tener la habilidad de enterrar mis sentimientos por ti tan fácil como tú lo haces.

—Voy a ignorar lo que dijiste para repetirte una vez más que es mejor que no sepas toda la verdad, es lo mejor para todos.

—¿Para todos? ¿de quienes hablas?

—No te diré nada. Lo sabrás cuando sea el momento.

Alaska se encontraba de pie frente a Draco, con los ojos llenos de tristeza pero determinación. El ambiente se sentía pesado y cargado de emociones no expresadas.

Sin decir una palabra, la rubia tomó su bolso y lo colgó sobre su hombro, sosteniéndolo con firmeza. Luego, se acercó lentamente a Draco y lo miró a los ojos, podía ver el remordimiento en su mirada.

—Si te vas, se termina todo. —Dijo finalmente el chico.

Sus palabras flotaron en el aire por un momento, dejando un silencio incómodo.

—¿Hablas en serio? —Preguntó Alaska, con su corazón latiendo con fuerza.

Draco no respondió, ya no parecía seguro de sus palabras.

—Hablaremos después, cuando estés razonando.

Y se alejó lentamente, pasando por el umbral de la puerta, sin ser detenida por Draco.

Las noches pasaron y no volvieron a contactarse, ninguno estaba preparado. Mientras tanto, Severus y el resto de mortifagos se preparaban para la noche tan esperada por el Señor Tenebroso, y cuando el momento llegó, casi a medianoche Severus volvió a casa.

Su rostro se mostraba inexpresivo, no emitió ni una sola palabra mientras Alaska lo observaba caminar por la sala, hasta que se sentó a un lado fe la chimenea. El fuego repicaba a su lado, calentando el lugar.

La Orden ganó, los mortifagos perdieron; Voldemort había perdido su oportunidad de asesinar a Potter y él estaba a salvo. Alaska había suponido el final cuando horas antes su brazo le había propinado un fuerte ardor.

Por lo que Severus le contó de la batalla, la Orden utilizó una gran estrategia: los confundieron utilizando la Poción Multijugos para que siete personas se hicieran pasar por Harry y lo escoltaran a distintos lugares seguros. Fue una feroz batalla aérea la que se desató mientras trataban de capturar al verdadero Potter. Y, aunque habían sido capaces de separar a Harry de los demás, Voldemort no fue lo suficientemente rapido para atraparlo antes de entrar a la zona segura.

—Así que, ¿Harry está a salvo? —La rubia se cruzó de brazos y apoyó la espalda contra la pared.

—Eso parece. —Le respondió Severus.

—Entonces es hora, ¿no? —Alaska dejó salir todo el aire que llenaba sus pulmones—. Es hora de dar el siguiente paso.

—¿Estás segura de hacerlo?

—Mientras antes tenga la confianza de Harry, mejor. No quiero alargar más todo esto.

—¿Y qué hay de Draco? —Alaska se disgusto ante la mención de su novio

—¿Qué hay con él? —Repitió, la chica fingiendo desinterés.

—¿Le dirás que es lo que ocurrirá de ahora en adelante? —Ella negó de inmediato.

—Ambos sabemos lo poco confiable que es —Mencionó—, podría arruinar todo nuestro plan.

—Uno creería que le tendrías más confianza a tu novio.

—Esroy siendo sensata.

Severus frunció los labios.

—Sigo creyendo que es arriesgado —El hombre se encogió de hombros—. Tuviste la confianza de Potter una vez y ambos recordamos bien como acabo eso, no volverá a arriesgarse contigo.

—Tal vez no, pero Harry tiene un corazón débil. Si todo sale como lo planeado, tendrá una pizca de duda sobre mí y sé que es lo suficientemente inteligente como para saber que yo puedo ayudarlo.

—Tienes mucha fe en él. —Le rebatió el hombre.

—No, tengo confianza en mí. —Corrigió la chica.

Severus no le respondió. En cambio, se puso en pie y buscó algo entre las capas de su túnica, en cuanto lo encontró lo sacó y alargó la mano hacía ella, Alaska pudo ver un pequeño envoltorió plateado. Ella sabía de que se trataba, un regalo atrasado de cumpleaños. Sonrió levemente mientras rompía el envoltorio, dentro encontró una brújula; parecía vieja y de oro macizo.

—Fue el regalo de mi madre cuando cumplí la mayoría de edad.

—Creí que se les acostumbraba regalar relojes a los magos, no brújulas.

—Fue una tradición que comenzó su padre —Le comentó—, no existía una que le diera algo a las mujeres al cumplir la mayoría de edad, así que le regaló su más grande posesión

—Esta brújula.

—Recuerdo escucharlo decir: Con una buena brújula en mano, nunca podrás perder tu camino. O algo parecido.

Sin pensarlo dos veces, Alaska se levantó de su asiento y se abalanzó sobre Severus, rodeándolo con sus brazos en un cálido abrazo. El profesor, sorprendido por la reacción, correspondió el abrazo con cierta incomodidad, sin saber exactamente como responder.

Ese regalo significaba mucho más que un simple objeto para Alaska, era una muestra de que alguien se preocupaba por ella, que alguien que la entendía y quería estar ahí para ella. Era la forma de Severus de darle la bienvenida oficial a su familia.

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