Capitulo 19

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En sus escasos diecisiete años de vida, Theodore Nott nunca había sentido ninguna clase de temor. Era el único hijo del mejor amigo de los reyes, ahijado de ambos, heredero de una gran fortuna y poseía uno de los linajes más limpios entre los magos. Nunca tuvo que preocuparse de nada en su vida, lo tenía todo, dinero, poder, belleza y pureza. 

Theodore Nott siempre había sido prácticamente intocable y muy en su interior sentía burla por aquellas personas que debían enfrentar la furia de los reyes o de su padre, pues sabía que era difícil salir bien parado de esa situación.

Pero ahora, encadenado a una silla en las mazmorras de la Mansión Ryddle frente a su padre y los reyes, Theodore estaba considerando seriamente aventarse uno de esos rezos que Jade decía en la noche a un tal Jesucristo para que lograra salir en una sola pieza de allí, o mínimo vivo.

En su corta y joven vida nunca había visto tan serios a su padre y al rey, bueno, probablemente sí, pero nunca su frialdad iba dirigida a él. Miró a su madrina, quien también se mostraba bastante seria.

—Quiero que me expliques, Theodore...—habló Tom con frialdad caminando hacía el amenazadoramente.— ¡¿Por qué putas si sabías del paradero de mi hija no nos lo informaste?!—pregunto furioso.

—Yo no sabía que era su hija, mi señor.—respondió Theodore de inmediato.

—¡¿Crees que me voy a creer esa pendejada?!—grito Tom tomándolo del cuello de la camisa.— ¡¿Desde cuando lo sabes?!

—¡Juro que no lo sabía, majestad!— exclamó Theodore con dificultad.

—¡Suéltalo ya, Tom!—ordenó Eva.—¡Si no lo dejas hablar no podrá decirnos lo que sabe!

Enfadado, Tom soltó bruscamente al joven Theodore, quien tosió repetidas veces, ignorando la mirada fulminante de su padre. El cerebro del muchacho trabaja rapidamente, la situación en la que estaba era mala, mejor dicho pésima y aunque su madrina pudiera salvarlo, probablemente con lo enfadados que estaban su padre y el rey, ni ella podría hacerlos cambiar de opinión.

—Habla ya, Theodore.—ordenó su padre con seriedad.

—Jade ingresó a Slytherin el mismo año que yo, —comenzó a hablar con lentitud— fue repudiada por ser una sangre sucia pero ella y yo...digamos que hicimos una curiosa amistad. Nunca convivimos demasiado y realmente nunca me importó mucho su ascendencia hasta que...

—¿Hasta que qué?—cuestionó Tom con los brazos cruzados.

—Hasta que fue la cena antes de mi último año.—respondió.— cuando su majestad, la reina Eva, les dijo sangre su...

—Si, ya me acorde.—lo interrumpió Tom con fastidio.—pero ¿Qué tiene que ver eso con mi hija?

—Yo...—carraspeó y miro a Eva— cuando me fui con la reina...no pude evitar notar un cierto parecido con Jade, pero creí que quizá eran alucinaciones mías.—admitió— Despues se público el concurso del pastel de chocolate y supe que Jade participaría...

—¡¿Participo?!—preguntaron los tres adultos sorprendidos.

—Sí.—respondió Theodore.— Le pregunte sobre sus padres y me confesó que era huérfana, lo que hizo que mis dudas aumentaran. Despues, estaba seguro de que ella iba a ganar, es la mejor cocinando así que le empecé a hablar de la reina Eva para que sintiera curiosidad y solicitara la entrevista que era parte del premio pero, bueno, ella no lo hizo.

»Si nunca comente mis sospechas fue solo porque no quería ilusionarlos y que terminará equivocándome. Esa es la única razón.

—¿Cómo sabías que estaría luchando con Tom?—cuestiono Eva.

—Estaba con ella cuando recibió el aviso de que fuera a ayudar a Dumbledore.—respondió Theodore.

—¿O sea que convives con miembros de la Orden del Fénix?—inquirió su padre con frialdad.

—Solo hablo con Jade y, en realidad, es ella quien me busco.—replicó Theodore.

Nadie dijo nada durante unos minutos, finalmente Tom lo librero de las ataduras y Eva se acercó a su ahijado, tomándolo del brazo y sacándolo de las mazmorras. Mientras subían por las escaleras, Theodore se prometió acompañar próximamente a Jade a una iglesia muggle para dar gracias de que seguía vivo.

—Te recomiendo que vayas a casa, tomes una ducha y descanses, cariño. Hoy fue un día muy agitado para todos.—dijo Eva en cuanto llegaron al pasillo.

 —Sí, madrina.—asintió Theodore y esta tomó su mano con delicadeza.

—Cariño...—murmuró Eva con incertidumbre.—¿Crees que...quizá tu podrías...?—balbuceó.

—¿Qué necesitas, madrina?—pregunto Theodore apretando sus manos con cariño, buscando infundirle confianza.

—¿Crees que podrías convencerla de venir a la fiesta que habrá este fin de semana por el aniversario del ascenso al poder de Tom?—pregunto con timidez.— se que quizá ella no esta de acuerdo con todo esto pero si es necesario estaremos en un área diferente, alejadas de todos, yo solo...solo quiero poder hablar con ella.

—Por supuesto, madrina.—aceptó Theodore con una sonrisa.— Jade es una chica muy sensata y racional, se que entenderá y aceptara.

—¿Tú crees?—lo miro ilusionada.

—Te lo aseguro.

(...)

—Definitivamente no.

—¿Qué?—Theodore la miró sorprendido.— P-pero...

—Dije que no.—repitió Jade con el ceño fruncido.—No pienso meterme en la boca del lobo voluntariamente, que sea amiga de Gryffindors no me hace igual de suicida que ellos. Ahora lárgate.

Un día antes de la fiesta de aniversario del reinado de los Ryddle, Theodore consiguió contactarse con Jade a través de Lily, a quien había encontrado en El Callejón Diagon cuando esta intentaba pasar desapercibida. 

Le había contado todo, desde la trágica historia de su infancia como Silver, las sospechas que tuvo sobre ella durante su último año en Hogwarts, el como le contó su corazonada a la reina Eva, el interrogatorio al que fue sometido y, finalmente, la invitación a la fiesta.

—¿Pero qué te pasa? No estas siendo razonable, Jade.—reclamó Theodore, enfadado.— ¡Son tus padres y te aman! ¡Te han buscado durante años! ¡No puedes tratarlos así!—exclamó indignado.

—Es verdad, como padres han sido lo más buenos posibles.—admitió Jade con frialdad.— pero a mi no me importa como pudieron o puedan ser conmigo, a mi me importa como tratan a los demás, a los que consideran inferiores a ellos y ahí, no puedes negarlo, son un asco de personas.

»He luchado toda mi vida contra los que son como ellos, en realidad, mi guerra siempre ha sido contra ellos. Han atentado contra mi integridad, contra los que amo, contra cualquier persona que consideren inferior o superior a ellos. Así que discúlpame si es que no quiero formar parte de su maldito circo del terror, suficiente tengo aceptando que soy hija de Hitler.

Jade se sentó en el pasto, se encontraban en un parque cercano a la casa de los Potter, aunque Theodore no sabía esto. El muchacho se sentó a su lado y ambos se quedaron en silencio un rato.

—Se que no es fácil y también se que sería hipócrita de mi parte decir que entiendo lo que sientes, pero te diré algo que si puedo afirmar.

—Ilumíname.—dijo Jade con sorna.

—Yo daría lo que fuera por poder haber hablado con mi madre.—afirmó Theodore con seriedad y la sonrisa sarcastica de Jade se borro.—daría mi vida por verla, abrazarla...por simplemente poder mirarla en persona.

—Son situaciones diferentes, Theo.

—No, no lo son.—replicó con seriedad.— Ambas son madres que han dado todo por sus hijos, porque los aman. No voy a interceder en tu juicio respecto al Rey, pero la reina Eva...yo mismo he limpiado sus lagrimas, escuchado sus llantos, sus plegarias...no le debes nada, Jade, pero...puede ser bueno para ti también el cerrar viejas heridas. Piénsalo.

Theodore se fue del lugar sin voltear atrás, dejando a una pensativa Jade, quien miró al cielo y suspiro pesadamente. En esos momentos, su vida como sangre sucia no sonaba tan mal.




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