Capitulo 3

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Los niños nacidos de muggles no sabían cuanto habían extrañado el sol hasta que salieron de Azkaban dos semanas despues de haber sido capturados. Ese día saldrían de compras a algo que los magos llamaban El Callejón Diagon, donde el gobierno mágico o como ellos le llamaban, Ministerio de Magia, se encargaría de brindarle a cada alumno el suficiente dinero para que compraran sus útiles escolares, aunque quizá no de la mejor calidad.

Una vez que llegaron, se dividieron en grupos de tres: dos niños y un representante del ministerio. Uno a uno los grupos se iban alejando para comenzar a comprar, Lily y Jade no se soltaron de la mano en ningún momento, temían separarse y no volverse a ver. Un hombre alto con sombrero de copa las miro desdeñosamente y dirigió su vista al hombre que había trasladado a los niños.

—No tengo tiempo de cuidar a estas mocosas, me han enviado a una misión importante.—dijo el hombre con frialdad.

—P-Pero señor Yaxley, no hay nadie más que las...

—¡Eso no me importa! ¡No cuidare a estas niñas!

—Ya cállate, Yaxley. Yo lo hare.—dijo una voz ronca a sus espaldas.

Los ojos de todos recayeron en un hombre que a simple vista impresionó a Jade, cosa que era muy difícil de lograr. Era alto, no muy robusto y musculoso, con cabello negro y ojos negros, pero lo más sorprendente era su rostro lleno de cicatrices. Lucía extremadamente amenazador y en cuanto hablo, el hombre de apellido Yaxley retrocedió unos pasos, acobardado.

—Moody, tú no puedes...

—¡Claro que puedo!—interrumpió con dureza y sonrió de lado.— Mi último día como auror es hoy y hare lo que se me hinche en gana. Así que lárgate, traeré a estas niñas antes del toque de queda, a las seis, ¿cierto?— añadió mirando al otro, quien asintió atemorizado.— Bien, lárguense. 

Los otros dos hombres asintieron y se desaparecieron. El hombre de cicatrices miró a las niñas con una ceja arqueada, le causaba cierta curiosidad como una niña tan radiante como la pelirroja estaba pegada a la niña de cabello negro que parecía tener un aura asesina encima.

—Mi nombre es Alastor Moody, soy ex jefe del cuerpo de Aurores, ¿Cuáles son sus nombres?

—Lily Evans, señor.—se presentó con timidez.

—Jade.—respondió con seriedad.

—¿Solo Jade?—cuestionó con una ceja arqueada y la niña asintió.— Bien, síganme y no se separen.

Pese a la apariencia y actitud tosca del hombre, las compras con Alastor Moody no fueron tan malas. Compraron todos los libros de segunda y tercera mano, mientras que Moody se ofreció a ayudarlas a comprar sus materiales como calderos, plumas, etc. (los cuales servirían durante más años) completamente nuevos, así como también se ofreció a comprarles sus túnicas nuevas. 

La última parada era la Tienda de varitas de Ollivanders, la cual era estrecha y destartalada con letras doradas que decían sobre la puerta: "Ollivanders: fabricantes de varitas finas desde 382 a. C."

Moody les dijo que ingresarán, que iría a revisar algo y que las buscaría ahí mismo, por lo que ambas niñas entraron, notando que el lugar era pequeño, vacío, excepto por una solitaria y delgada silla en la esquina. Todo el lugar tenía una fina capa de polvo y por las paredes se notaban miles de cientos de cajas apiladas entre sí. 

Al entrar, se toparon cara a cara con un niño, con el cual Jade choco sin querer, este era de piel blanca, cabello castaño oscuro y ojos grises, el cual las miró con una ceja arqueada, aunque su vista recayó en Jade, quien le sostuvo la mirada. Detrás de ellos, en el mostrador, un hombre de cabello blanco los miraba en silencio.

Durante unos segundos, Jade y el niño se miraron fijamente hasta que este sonrió de lado y le extendió la mano.

—Soy Theodore Nott II, ¿Cuál es tú nombre?

—Soy una nacida de muggles.—dijo Jade mirando la mano extendida con una ceja arqueada.

—Lo sé.—dijo Theodore. Ella lo miro y con lentitud estrecho su mano, alzando la barbilla.

—Jade. Ese es mi nombre.—se presentó y la sonrisa del niño se amplió.

—Bien, Jade. Nos vemos pronto.

El niño salió de la tienda, ignorando deliberadamente a Lily, quien se escondía detrás de Jade. En cuanto la puerta de la tienda volvió a cerrarse, el hombre de cabellos blancos soltó un enorme suspiro de alivio.

—Niñas, deben tener mucho cuidado.— dijo el hombre con seriedad.— Ese niño es el hijo de Theodore Nott, el guardián de los reyes y también es uno de los ahijados de estos mismos. 

—Gracias por la advertencia, señor.—dijo Lily con una sonrisa tensa.

—Ollivander, soy Ollivander. —se presentó tristemente.

El señor Ollivander, en opinión de Jade, era alguien bueno pero muy excéntrico y con dudosa moral. Expresaba terror al hablar de el Rey Tom, pero al mismo tiempo mostraba una extraña fascinación con su poder. 

—Veintiséis centímetros de largo, elástica, núcleo de pelo de cola de unicornio y madera de sauce. Una preciosa varita para encantamientos.—declaró Ollivander con una sonrisa en cuanto Lily hubo encontrado su varita.

—¡Tu turno, Jade!—exclamo Lily emocionada.

Despues de notificarle al señor Ollivander que ella era zurda, pasaron unos largos minutos intentando que alguna varita fue la ideal para Jade, pero ninguna varita la escogía. Estaban tardando tanto que incluso Moody ya había entrado a por ellas y estaba esperando cansado junto a Lily.

—Que clienta tan difícil, ¿no? No te preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado. Me pregunto...sí, por qué no, una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible.

Jade tocó la varita que le extendía y sintió un súbito calor en los dedos. Levanto la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes. Lily aplaudió emocionada. 

—¡Oh, bravo! Oh sí, oh, muy bien. Bien, bien, bien...Que curioso...Realmente que curioso...

—¿Qué es tan curioso?—pregunto Jade con el ceño fruncido.

—Recuerdo cada varita que he vendido, Jade. Cada una de las varitas. Y resulta que la cola de fénix de donde salió la pluma que está en tu varita dio otra pluma, sólo una más. Y realmente es  muy curioso que estuvieras destinado a esa varita, cuando la hermana de esa varita pertenece a nuestro rey.

Lily tragó grueso, Moody se cruzo de brazos, serio y Jade se quedo quieta.

—Sí, veintiocho centímetros. Ajá. Realmente curioso como suceden estas cosas. La varita escoge al mago, recuérdaloCreo que debemos esperar grandes cosas de ti, Jade...Despues de todo, nuestro rey hizo grandes cosas...muchas terribles, sí, pero grandiosas.

Pagaron ocho galeones por cada varita y los tres salieron de ahí en completo silencio. Caminaron un poco siguiendo a Moody, quien estaba muy serio y de pronto, cuando estaban por llegar al banco de Gringotts, se detuvieron abruptamente. 

—Quédense quietas y si las miran, bajen la cabeza.—ordenó Moody en un susurro.

Tres hombres descendieron de las escaleras del banco. Encabezando el grupo estaba un hombre alto, fornido, de cabello negro y ojos gris oscuro, vestía un elegante traje negro que lucía muy costoso y su rostro, aunque esbelto, mostraba una dura frialdad. A lado de él, casi a la par, estaba un hombre alto y elegante, muy parecido a Theodore Nott, el niño que habían conocido en Ollivanders. El tercer hombre resaltaba por su cabello rubio platinado, con ojos negros e igualmente muy elegante.

Los tres pasaron sin saludar a nadie, mientras todos hacían reverencias ante el hombre que encabezaba el grupo. Jade lo miro fijamente, lo reconocía por aquel libro de historia que había robado. Aquel hombre era Tom Ryddle. Ella no pudo evitar pensar que lucía demasiado seguro de si mismo.

(...)

Los pasillos de la mansión Ryddle no eran lo que había sido en el pasado, pues su antes resplandeciente color era opacado por la oscuridad que reinaba en el lugar. Tom se despidió de Theodore y Abraxas y se dirigió escaleras arriba hasta su habitación, donde al entrar su rostro indiferente se convirtió en uno de profunda tristeza. Ingreso, cerrando la puerta tras de sí y miro con tristeza a la mujer frente a el. 

—Hola, querida.

—Hola, Tommy.—saludó la mujer sin dejar de ver por la ventana.

En el pasado, Eva Ryddle era una mujer muy alegre sin importar las circunstancias, alguien que vestía con los vestidos de todas las tonalidades de amarillo sin importar la tonalidad y que amaba las flores y cocinar...pero de esa mujer ya no quedaba mucho, solo una coraza vacía y fría. 

—Silver estaría ingresando este año a Hogwarts.—dijo Eva.

—Lo sé.—asintió Tom.

El camino hacia ella y la abrazo por la espalda. Ella cerro los ojos y rompió a llorar entre sus brazos. No había día en que Eva no llorará la desaparición de su única hija. Tom acarició su espalda con suavidad, le dolía profundamente no poder hacer nada por la mujer que amaba.

—Deberías intentar distraerte, querida. No es bueno que sigas así.— dijo con suavidad.— podrías, no se, juntarte más con las hijas de Druella...¿Qué tal Bellatrix? Es una niña muy entusiasta conforme a su futuro como mortífaga.

—No te atrevas a decir eso nunca más.—expresó molesta, zafándose de su agarre.— Nadie puede reemplazar a mi hija.

—No hay un solo día en que yo no me culpe por lo sucedido, Eva.— dijo Tom con sinceridad.— he perdido a mi hija, no quiero perderte a ti tambien. 

Eva lo mira con tristeza y se abrazan con fuerza. 

Mientras tanto, en Azkaban, Lily y Jade ya habían llegado. Su día había sido maravilloso gracias a Moody, quien incluso las invitó a cenar y les dijo que si algún día necesitaban ayuda, le enviaran una carta. Jade estaba segura de que le habían caído muy bien.

Escuchando la suave respiración de Lily al dormir, Jade pensó en el libro de Historia de Hogwarts y lo último que pensó, es que tenía la esperanza de con la magia pudiera volver a ser libre.

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