14: El llamado de las alas

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Lemus

Estoy descansando, apaciblemente, y la melodía suena otra vez, así que abro los ojos de manera abrupta. Mierda, no lo aguanto más, tengo que entender, debo tocar esa daga, es la única forma, incluso aunque me dé miedo.

Bajo de la cama, abro el cajón de la mesita y agarro la caja. Corro al baño, entonces cierro la puerta, luego apoyo el objeto en el lavabo. Lo destrabo despacio, por lo tanto, visualizo la daga. No hay de otra, debo dejar mi pavor y tocarla.

Mis dedos rodean el mango y una corriente eléctrica llega hasta mí. Caigo al suelo, entonces cierro y abro los ojos un instante, nada más, así que un recuerdo llega a todo mi cuerpo.

Hay sangre, son mis alas cortadas. Duelen, duelen mucho. Me arrastro por el pasto, dos lanzas me evitan el camino, en consecuencia, me detengo. Otro, como yo, se aproxima, lentamente.

―Ángel caído, tengo un trato para ti.

Mis alas, he perdido mis alas por no seguir los malditos protocolos. Errores tan mínimos pueden llevarte a ser un marginado. El cielo jamás será como lo pintan.

―Ya destiérrame ―me quejo.

Sonríe, mostrando sus afilados y brillantes dientes.

―Al mundo mortal.

―¿Qué? ―Me alarmo―. ¿Por qué? No creo que caminar por aquí fuera tan malo, no le veo sentido a lo que propones.

―Escucha, eres un fiel siervo de Dios, y como has sido un ser ejemplar, te necesitamos. Recuperarás tus alas cuando termines tu misión en el mundo de los vivos, por eso deberás renacer como un mortal.

―No solo me quitas mis alas y me destierras, ¿también quieres que haga algo sin recordarlo? Sin contar que perderé todas mis habilidades. Es incomprensible, ¿cómo crees que aceptaré?

Golpea con su bastón el suelo mientras la presión, de las lanzas de sus compañeros, forma más dolor en mí.

―No es una propuesta, es una orden.

~~~

Despierto, mareado en el suelo del baño, entonces me siento en este, algo confundido, pero comprendiendo, por eso tenía tanto miedo.

―Oh, mierda. ―Miro la daga en mis manos.

Han pasado años de eso, y es lo poco que recuerdo del mundo de los muertos. Aunque tengo un gran sentimiento, es intenso. Toco mi espalda, despacio. Aquí estaban mis alas. Necesito recuperarlas. Oh, mierda, si las recupero, recogeré más fragmentos de mi memoria.

¿Qué es esta inmensa sensación que me controla?

Me levanto del suelo, mi cuerpo se mueve solo. Abro, lento, la puerta del cuarto de Akil. Esta rechina un poco, pero él sigue descansando como si nada.

―Tienes sentido que odies a los ángeles. ―Lágrimas mojan mi rostro y presiono la daga en mi mano―. Son un asco, y yo soy uno de ellos, así que me odiarás también, qué triste.

Todo es tensión en mí.

―¿Lemus? ―Despierta.

Mierda.

Alzo la daga, entonces lo ataco.

―¡¡Soy un ángel, soy un ángel!! ―repito como desquiciado―. ¡¡Ya puedes matarme!! ―El filo de mi arma lo lastima un poco, así que reacciono cuando visualizo sangre, entonces intento volver en mí, a ese lado humano que me obligaron a ser. Lloro más fuerte y retrocedo―. ¡¡Lo siento!!

Intento salir de la cama, pero me atrapa y me quita el arma. Forcejeo de espaldas hacia él, cuando sus brazos me están rodeando, entonces observa mejor el objeto.

―¿Tienes una daga antidemonios? ―expresa, tranquilo―. ¿Dónde conseguiste esto?

―¡¡Suéltame!! ―Pataleo y hago fuerza, pero no puedo zafarme―. ¡¡Ay!! ―chillo, cuando apoya sus labios en mi cuello.

―¿Qué cosas raras balbuceas, Lemus? Sabía que tarde o temprano explotarías por el asesinato de Wallstrom, pero esto ya es pasarte. ―Se ríe.

―¡¡No me escuchas, fui enviado a asesinarte!!

―Cálmate, puedes llorar ―me aclara―. Sí, te oí, solo bromeaba. Vamos, respira, tranquilo, todo está bien.

La tensión se afloja.

―Maldita sea.

―No te dejaré escapar. ―Se ríe otra vez―. Ya te aclaré, si me dejas, no hay vuelta atrás, así que compórtate.

―¿Lo sabías? ―cuestiono mientras mi cara se moja.

―Lo sospechaba, era muy extraño que un humano aceptara las cosas tan rápido. Los ángeles son más decididos, así sirven para la batalla, pero no te preocupes, no te odio.

―Suéltame ―repito.

―No te dejaré ir, estamos juntos en este odio a nuestra especie.

―Te voy a traicionar. ―Mi mandíbula se tensa.

―Estás siendo impulsado por el llamado de tus alas, es comprensible.

―Yo no lo entiendo.

―Claro que no, supongo que no lo recuerdas.

―No ―murmuro con mis labios temblando.

―Tranquilo, te explicaré en lo que pueda.

Suspiro y me dejo llorar con soltura, teniendo bastante confusión todavía. Necesito irme o voy a lastimarlo. Esto es demasiado intenso para mí. 

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