4: Mis hijos y la empatía

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Akil

Me siento muy mal. Tengo un revoltijo en mi estómago y mareos que no puedo describir. Encima la tensión que tiene mi cuerpo es impresionante.

Me mantengo acostado en la cama, mirando al techo de mi casa. Por suerte, los bebés duermen, pues no me puedo ni levantar. Me río, no les puse nombre a esos dos. Será una forma de distraerme. Observo a la niña que se encuentra a mi izquierda.

―Te llamaré Lottie, como la amiga de Tiana de la Princesa y el Sapo.

―Guácala ―opina Ruy, parado al lado de la cama―. Disney, no.

―Es la única niña entre ustedes, mínimo tiene que ser adorable, ¿no crees?

―¡¡Somos demonios!! ―se queja.

―¿Y cómo le pondrías tú?

―¡¡Mascota!!

―Excelente, le pondremos Pet a tu otro hermano. ―Miro al bebé que está mi derecha―. ¿Contento?

―Muy bien, serán Mascota y Pet, pero no quiero más hermanos. ―Señala a Cheshire, el cual está mirando la tele―. Con ese tonto, ya me alcanza y hasta me sobra.

―Eso no lo decides tú.

Ni yo al parecer.

De un momento a otro, comencé a tener estos problemas. Algo falla en mi organismo y no puedo parar de procrear niños. Ni siquiera debería ser tan complicado, en realidad, se realizaron en un instante. Con Cheshire y Ruy fue así, le hice un favor a mi clan y terminé creándolos, pero Massy y Pet, han salido de la nada. Evité otros, pero con estos últimos, ha sido imposible. No pude impedir sus llegadas. Además, no es como si tuviera a alguien a quien preguntarle por algo de experiencia. Soy el único en mi especie.

Se escucha el sonido de la puerta de entrada, entonces me inclino para ver qué ocurre. Retrocedo para que mi espalda encuentre el almohadón y pueda ver mejor lo que sucede.

Al ser el único, soy especial, así que no encajo ni con los ángeles ni con los demonios, pero eso no evita que quieran utilizarme. Me hice fuerte y me uní a la ley del infierno, es como una organización que se encarga de que los demonios estén a raya, pues para ellos también hay reglas a la hora de matar. Todos saben que soy peligroso, también tengo escudos que me protegen, sin embargo, algunos se han enterado de mi pequeño desperfecto actual.

Me da asco admitir que lo que me preocupa son los niños. Como demonio, eso no debería importarme, pero como también tengo parte de ángel, ni siquiera puedo comérmelos, para acabar con este problema, así de fácil. Si a mí, cuando era pequeño, me usaban, lo mismo pasará con mis hijos.

Qué desagradable es tener empatía.

―¿Quién anda ahí? ―consulto.

―¡¡Hola!! ―Visualizo al rubio de cabello largo y lacio.

―¿Octavio? ―Enarco una ceja―. ¿Qué haces en Norville?

Genial, uno de mis ex.

―El capitán Rowan Maximus me envió a buscarte, desapareciste. No te preocupes, no le dije que te encontré en este pueblito.

Rowan es el jefe de mi clan, le dicen "capitán" porque en su fachada de humano, es el jefe de policía y yo soy uno de sus detectives. Vine a Norville en contra de sus deseos y al final me quedé atrapado aquí.

Norville es un ente que escoge por los habitantes del pueblo. Además, es el pueblo, el suelo que pisamos y todo lo de su alrededor, su aire. Él decide si te quedas o no. Todo ser sobrenatural que llega aquí, está condenado a su elección y, normalmente, es negativa. Debes permanecer en la zona, por su plan maldito o lo que sea que considere apto para tu especie. Si no lo haces e intentas irte, cosas terribles pasan. Tiene sus métodos amigables y también unos muy oscuros.

Nadie puede hablar con Norville, solo se siente en el aire y lo aceptas.

―Sabes que te atrapaste solo aquí, ¿cierto? ―Alzo una ceja otra vez―. No creo que seas muy listo.

―Estaba preocupado de que alguien te atacara. ―Avanza, alzando las manos, luego se detiene y las baja, visualizando mejor a los niños―. ¿Son cuatro? Ahora veo por qué te siguen, ¿quieres que me coma a alguno? La carne de demonio es horrible, pero por ti...

Sus pupilas se alargan y sus iris brillan en un rojo fuerte, entonces muestra los colmillos mientras está sonriente.

―Papi... ―Ruy se agarra de mi brazo, asustado―. Tengo miedo.

―Déjalo ya, no estoy de humor ―le aclaro a Octavio.

De repente, se sube a la cama, poniéndose sobre mí y acercando su rostro al mío.

―¿No me regalas una sonrisa?

Sonrío.

―Te voy a lastimar.

―Se ve que te sientes mal. ―Toma mi barbilla e inclina su cabeza, para así aproximarse más a mis labios―. Deja que te cuide.

―¿Queriendo matar a mis hijos? No, gracias.

Muevo mi mano con fuerza, lo agarro del cuero cabelludo, clavándole mis garras al transformarlas, entonces cuando lo empujo, golpeo su cara contra el suelo. Ambos nos caemos y veo su rostro, por completo, manchado de sangre negra. Me levanto de sobre él y me limpio en mi ropa. Octavio también lo hace, solo que se cura rápido a diferencia de mí, que continúo mareado.

―Qué amable ―expresa con sarcasmo―. Nadie pensaría que eres mitad ángel.

Mantengo la sonrisa.

―Ya te puedes ir. ―Miro que la beba está llorando, así que bufo―. Encima despertaste a Massy.

―Solo son mocosos, sin ninguna utilidad, ¿vas a crear un ejército o qué? ―se queja―. ¿O acaso estás jugando a ser una mami?

Lo agarro de los hombros y lo empujo para que se vaya.

―No te importa, vete de una vez. ―Le cierro la puerta en la cara.

Me limpio la frente, ya que tengo transpiración, luego me giro a observar a mis hijos. Sí, tiene razón, pero al menos lo puedo justificar con que soy mitad ángel. Los demonios no tenemos muchas crías, por el simple hecho de que después estas te matan a ti. Tener uno es lo mínimo, o al menos lo más controlable.

Recibo un dolor en mi panza, entonces debo darle la razón a Octavio otra vez. No puedo cuidarme solo en estos instantes, no estoy bien. La última niñera que tuvieron los pequeños renunció. Encima, son muchos, no puedo pedir que los vigile un demonio, levantaré más sospechas.

Recuerdo al enfermero. ¿Cómo se llama...? ¿Lemus? Quizás debería pedirle al doctor Wallstrom que me lo mande. El chico conoce lo sobrenatural y protegió a los niños, anteponiendo su propia seguridad. Parece de confianza. Además, su superior no lo dejará decir que no. Podría ser una buena idea. 

Primera narración de Akil 💖

Saludos, Vivi.

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