CAPITULO 6. DANIEL

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La abstinencia se volvió como una maldita resaca, bastante más tolerable que recibir absolutamente nada. Empiezo a sospechar que la rubia en realidad quiere matarme.

Sintiéndome de mejor ánimo, tomo una ducha y me cambio por una camiseta de manga larga que alcance a cubrir mis brazos en recuperación. El estómago me gruñe, razón suficiente para salir de la habitación.

El pasillo está en silencio, miro a ambos lados en caso de que Keren o el tío Joel estén al acecho, pero es el suave sonido de la voz de Grace lo que llama mi atención. ¿Está en su habitación?

—Un pequeño vistazo —me digo a mí mismo—. De todas formas, ¿Qué es tan divertido que la mantiene encerrada?

La puerta está entreabierta, solo tengo que empujarla un poco para verla sentada contra la cabecera, un libro en sus manos y su completa atención.

—¿Hola? —saludo, avisando de mi presencia—. Buen día.

Sus ojos azules me buscan inmediatamente.

—¡Daniel! ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? —deja el libro sobre la mesita de noche.

—Si, mucho mejor —intento sonreír—. Creo que esa medicina era la correcta.

Ella ríe bajito.

—Me alegro mucho, empezaba a preocuparme por ti.

—¿Si?

Dejo la puerta entreabierta para sentarme en el borde de la cama y mirarla bien. Lleva una blusa blanca tan transparente que casi puedo ver su sostén y ajustados jeans azules.

—¡Por supuesto! Parecía que estabas sufriendo.

Lo estaba, eso es cierto. La única parte que odio de las drogas es cuando me quedo sin ellas. Mierda, es mejor cambiar el tema.

—Sobre tu asunto —echo un discreto vistazo a su cuerpo—. Quiero que sepas que estoy listo ahora, ¿Quieres hacerlo?

Sus mejillas pálidas se llenan de vergüenza.

—No lo sé, ¿No es muy pronto? Quiero decir, aún no están recuperado de tu gripe.

Es mi turno de fruncir las cejas en un puchero.

—No voy a contagiarte, nena. Puedo evitar besarte si es lo que prefieres.

Grace ladea la cabeza un poco y muerde su labio inferior, sin duda pensando en lo que podríamos hacer juntos.

—Bien, hagámoslo. Creo que aún estoy en el límite de mi fecha de ovulación, podríamos tener algo de suerte de principiantes.

Principiante tú, quiero decirle, pero no suena muy cortés de mi parte. Vuelve a morder ese labio carnoso un poco antes de mirarme.

—Eres quién dirige, Daniel. ¿Cómo deberíamos empezar?

—Desnudos —comienzo por lo obvio—. Deja que yo me encargue de todo, nena. Tendrás un bebé muy pronto.

Antes de que pueda subirme a la cama, la puerta es empujada y la rubia Keren se detiene en el marco para mirarnos a ambos.

—Daniel... —gruñe—. No deberías estar aquí, es una falta de respeto entrar así a la habitación de una señorita.

Eso me hace reír.

—Querida Keren, te aseguro que irrumpir en su habitación es lo menos grosero que haré hoy, si sabes a lo que me refiero.

Le guiño un ojo y no solo las mejillas de Grace se sonrojan, también el color sube en la rubia y se remueve incómoda desde la puerta.

—Grace, ¿Necesitas algo? —me ignora.

—No, gracias Keren. Te llamaré si te necesito.

Keren asiente y sale lo más rápido que puede, cerrando la puerta tras de ella cuando se va. Y espero que de verdad se haya ido y no esté fisgoneando desde el pasillo.

Vuelvo mi atención a la preciosa chica de los ojos azules que aún tiene las mejillas rojas, me arrastro por la cama hasta detenerme a su lado y me inclino para presionar un beso en su cuello.

La escucho suspirar.

—Tranquila nena, confía en mí. Un poco de juego previo para calentarte es necesario, quiero que disfrutes esto tanto como yo.

—Si —balbucea.

Otro beso en el costado del cuello le eriza la piel, la piel sensible me provoca morderla para dejar una marca. Lo que recibo a cambio es un pequeño chillido.

—¿Te gusta? —pregunto entre los besos.

—Hmm —dice con los labios presionados.

—¿Y esto? —deslizo mi lengua sobre su pulso y suelta otro chillido—. ¿Grace?

Me aparto solo un poco para mirarla porque esperaba jadeos y gemidos, no chillidos. Encuentro mi respuesta cuando ella mantiene una sonrisa apretada.

—Lo siento, me haces cosquillas —se ríe.

—¿Cosquillas? ¿Te estás riendo de mí?

—Si —su sonrisa es incluso más brillante.

—Niña, sé lo que hago —mis cejas se juntan para parecer molesto—. Nunca una mujer se rio estando conmigo.

Muerde de nuevo su labio, imitando mi gesto de cejas fruncidas antes de hablarme.

—¿Podríamos hablar primero?

Qué petición tan rara.

—No estoy cobrando por hora, así que dime.

Ella cree que es broma y se ríe, empujando mi hombro. Señala la cabecera, así que me recargo a su lado para la charla.

—Háblame de ti, cuéntame algo.

—¿Cómo qué?

—No lo sé, lo que sea. —la veo tomar el borde de su blusa y jugar con él mientras espera una respuesta.

—¿Keren te dijo algo sobre mí?

—Solo que vivías en la calle, ¿Es eso cierto? —me mira con sus ojos enormes y sé que me gusta.

—Si.

Técnicamente.

—Debe ser difícil.

—Lo era al inicio, —cuando no tenía comida ni un techo sobre mi cabeza—. Pero conocí a otro chico como yo, nos hicimos amigos y aprendimos a sobrevivir.

—Oh.

Sus expresivos ojos se llenan de tristeza, evitando mirarme como si pudiera verme en mi momento más vulnerable.

—¿Y tu familia? —pregunta después de una pausa.

—No tengo familia, nena.

—Eso es triste —susurra.

¿Se compadece de mí?

—Creí que tú tampoco tenías familia. —le recuerdo. Una pequeña sonrisa se desliza en sus labios.

—Tuve a mi madre por 18 años, así que me considero afortunada. Fui amada.

Carajo.

—Serás amada otra vez, nena, cuando tengas a tu bebé.

—Lo sé. —recarga su cabeza en mi hombro—. Sé que debí preguntar antes, pero ¿Estás bien con este asunto de no ser padre?

—¿Bromeas? Es el sueño de cada hombre —me río—. Tendré sexo con una preciosa chica, le haré un bebé y saldré de aquí sin responsabilidades...

Y con un montón de dinero. Grace se ríe también.

—Hay hombres que quieren ser padres, Daniel. —golpea mi brazo con un gesto juguetón—. Algún día será tu momento.

Dios, no.

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