CAPITULO 7. DANIEL

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—Lo juro nena, si vuelves a reírte, me voy.

Vuelve a reírse, justo cuando acabo de decirle que no lo haga. ¿Qué mierdas estoy haciendo mal? Me alejé de la zona sensible de su cuello, pero supongo que besar su abdomen tiene el mismo resultado.

Abro otro par de botones para mirar más de su cuerpo bajo esa blusa blanca y me siento a horcajadas sobre sus piernas.

—Lo siento, Daniel. Estoy muy nerviosa y no puedo parar de reír.

Si, claro. El asunto de la primera vez.

—Creo que hay algo que podemos hacer para relajarte —miro hacia el mueble donde pone los libros—. ¿Dónde está el vino?

Se endereza sobre los codos para mirarme, luego señala las puertas de su clóset.

—Ahí tengo una botella —señala con la cabeza—. ¿Pero debería beber en este momento?

Me levanto para ir a buscarlo, feliz de no tener qué pedirle a Keren un sorbo de alcohol. Obviamente no hay copas, solo la botella.

—Solo serán algunos tragos, nena. No vas a beberte todo el vino tú sola.

Tomo primero un gran trago para que vea y le extiendo la botella para que haga lo mismo. Esto podría relajarla o hacerla más risueña, ya veremos.

Bebe más de lo que haría en un sorbo normal, haciendo una mueca cuando traga y toma otro. La observo cuando se acuesta de nuevo, con la blusa abierta hasta el comienzo del sostén y los jeans aún puestos.

—¿Puedo preguntarte algo? —digo mirando fijamente el botón de su pantalón—. ¿Cuál es realmente la situación con tus piernas?

Evito decir problema tratando de ser más sensible con el tema, pero igual interesado en saber si sus piernas podrían apretarme la cabeza.

—Hmm, puedo sentir si eso es lo que preguntas —sus pequeñas cejas se arrugan—. Mis piernas son fuertes, pero no reciben órdenes de mi cerebro para moverse.

Mierda.

Eso suena complicado.

—Descuida, nena —le dedico mi media sonrisa sexy—. Tus piernas me obedecerán a mí.

Grace vuelve a reír, arrugando la nariz por el gesto.

—¿Le dices eso a las chicas? —sigue riendo—. ¿De verdad?

—Si.

Dios mío... —lagrimas divertidas escurren de sus ojos.

En lugar de contestarle, abro el botón de sus pantalones y lo saco de sus piernas largas. Eso hace que deje de reír.

—Aún siento nervios —dice bajito, sus manos intentan cubrir sus bragas de algodón blanco.

—Tengo un truco para que dejes de pensar en eso —aparto sus manos y también bajo las bragas—. Deja trabajar al experto.

Antes de que pueda protestar de nuevo, me inclino para mirar el punto entre sus piernas con atención.

—¿Algo interesante? —pregunta con las mejillas rojas.

—Todo en orden —Ella está depilada, ¿Estaba preparada para esto? —. Tienes una vagina bonita.

—Dios... —se cubre el rostro con las manos—. ¿Qué esperas que diga? ¿Gracias?

No me importa lo que diga, preferiría que se quede callada un momento mientras me concentro para lo que viene. Ella será mi primera virgen.

Tomo con cuidado cada una de sus piernas para doblarlas y separarlas más, así puedo acomodar mi cuerpo en medio de ellas.

—¿Qué haces? —interrumpe.

—Estimularte para que no sea doloroso, —beso el hueso que sobresale de su pelvis y continuo hacia abajo—. Relájate...

—¡Eso intento! —chilla. Más le vale que no se ría—. Pero estás muy cerca de ahí.

—¿De dónde? ¿De aquí? —dejo un beso en zona sensible y ella jadea—. Por favor, no me digas que ni siquiera sabes tocarte.

El color rojo de la vergüenza le colorea la cara, las orejas, el cuello y desciende por su pecho, ¿O es excitación?

Decidido a demostrarle todas mis habilidades, llevo mi boca hasta su botón para presionar y girar un poco de un lado a otro, más jadeos saliendo de su boca.

—Daniel —chilla metiendo las manos en mi cabello pero no me aparta—. Se siente muy bien.

Lo sé.

Ella comienza a gemir más fuerte, empujando más mi cabeza contra su cuerpo y en cuestión de segundos consigue su orgasmo.

Su respiración agitada es todo lo que se escucha, su pecho subiendo y bajando con fuerza. La dejo tener un momento mientras me deshago de mi camiseta y mis pantalones, dejando los boxers para el final.

—¿Nena? —la llamo para que me mire—. ¿Estás lista para lo que sigue?

No responde, pero asiente con la cabeza y las manos extendidas a cada lado de ella. Me deshago de la última pieza de mi ropa.

—Bien.

Levanto los pantalones del piso para buscar en los bolsillos por la costumbre, hasta que recuerdo que no necesito un condón para estar con Grace. Ninguna jodida vez.

—Ahora que estás mojada, será más fácil que entre y no te cause dolor —me arrodillo ente sus piernas abiertas—. Te advierto que soy adictivo.

Quisiera pasar mis brazos por debajo de sus rodillas para abrirla bien, pero lo dejo ir porque es su primera vez y trato de ser decente.

—¿Adictivo? —pregunta cuando recupera la voz.

—Si —dejo sus piernas dobladas a los lados—. Una vez que me pruebes, querrás más de mi.

—El ego... —se ríe—. Tienes tanta confianza.

—Son un profesional —Y es la verdad. Dirijo mi miembro erecto hasta su bonita vagina—. Vas a descubrirlo ahora, nena.

Ella jadea cuando me deslizo dentro y me tomo un momento para acostumbrarme a la sensación. Tantos días sin sexo estaban matándome.

Me muevo lentamente, dejando que su expresión me diga cómo le gusta el sexo hasta ahora. Mis manos desabrochan los botones de la blusa para apartarla, luego me muevo hacia el sostén.

—¿Qué haces? —detiene mis manos antes de que deslice el sostén hacia arriba.

—Liberar tus tetas.

—¿Por qué? —intenta cubrirse—. Para embarazarme no necesitas mirarme el pecho.

—Pero ayuda.

El rubor vuelve a cubrirla antes de que ella misma desenganche el sostén por la parte del frente, sus tetas pequeñas y bonitas en exhibición.

Ahora ambos estamos desnudos.

Continuo mi labor de embestir, pero esta vez mis manos van sobre sus pechos y la imagen es tan erótica. Supongo que intenta desviar mi mirada de ahí, porque presiona mi espalda con sus manos para que me acerque.

Cuando siento su aliento chocar con mi rostro, sostiene mi cabeza y me atrae a ella para besarme.

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