Capítulo 1.

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Me negué a dar mi apellido para el montón de malditos papeles que Gail pidió y de cualquier forma no tengo una identificación, ni licencia de manejo, nada.

Christian... —estampo el nombre en la última hoja.

Gail señala de nuevo el cojín entintado, así que presiono mi pulgar y dejo la huella junto a la firma. El hombre rubio a su lado recoge las hojas para ponerlas en una carpeta.

—Voy a necesitar una copia de todos esos documentos, por seguridad. —pido.

El hombre gruñe, pero Gail lo deteniene con su mano estirada para que no me salte encima. Genial. Otro marido celoso.

Ella llama de nuevo mi atención.

—Sobre los antidopings, el primero se hará la próxima semana, ¿Tienes algún problema con eso?

—No.

—Los resultados de tus análisis me serán entregados mañana, así que por hoy puedes instalarte y conocer a mi sobrina.

—Bien. —mi vista se mueve por encima del escritorio, a las carpetas de documentos.

Todo en jodido orden.

Un pequeño cuadro en la esquina llama mi atención, de esos que las personas ponen sobre sus jodidas familias felices. Lo tomo con un movimiento rápido de mis dedos.

Es una chica joven. Una muy sonriente chica de piel pálida y ojos azules.

—¿Quién es? —giro la fotografía para que la rubia la vea.

—Ella es Ana, te dije que era hermosa.

Mierda.

Ponerme de humor será la cosa más fácil. Gail pone un pequeño sobre amarillo sobre el escritorio.

—Es la mitad, como acordamos. —gira la cabeza para mirar al hombre—. Jason, ¿Podrías guardar esto mientras llevo a Christian a su nueva habitación?

El hombre asiente, girándose hacia un cuadro en la pared que detrás tiene una caja de seguridad empotrada, mi vista clavada en tratar de adivinar la combinación.

—Sígueme ahora.

Dejo el cuadro de vuelta en su lugar para recoger del piso la mochila con un par de cambios limpios y mis objetos personales para seguirla por el pasillo. La sala es amplia, el comedor es elegante y la cocina parece hecha para alimentar a varias familias.

¿Cuántos lujos son necesarios para satisfacer a estas personas?

—El desayuno, la comida y la cena se sirven a una hora fija, te acostumbrarás. Si necesitas algo, házmelo saber a mi, Taylor no es tan accesible —dice a medida que subimos las escaleras—. Si tienes qué salir a algún lado, y preferiría que no lo hicieras, Taylor te llevará.

Eso me hace reír con burla.

—¿Para vigilarme? ¿Necesito niñera?

—Si, —ella no bromea—. Tengo que asegurarme que no compres drogas y las traigas a esta casa. Cuando tu labor esté hecha, puedes irte y consumir todo lo que quieras.

Super.

Abre una puerta al inicio del pasillo y se aparta para que yo entre primero, luego señala hacia el clóset.

—Te quedarás aquí, tiene todas las comodidades que podrías desear.

Lanzo la mochila a la cama con fastidio, necesitando una ducha y una buena siesta antes de la cena.

—¿Y dónde va a ocurrir la magia? ¿Aquí? —señalo la cama de mi nueva habitación.

La rubia se sonroja.

—Dejaré esos detalles a Ana. Su habitación está al final del pasillo y podría querer que vayas ahí.

Cualquier cosa es mejor que un motel sucio o el asiento trasero de un auto. Gail se remueve incómoda con las mejillas aún rojas.

—La cena se sirve a las 8, será mejor que estés ahí o comenzaremos sin ti —sonríe—. Descansa.

Me quedo en silencio por algunos minutos, disfrutando la vista de todo a mi alrededor: la cama con el edredón acolchado, la pantalla plana sobre la pared, el clóset de madera y la puerta abierta al baño.

—Carajo, si, ¡Agua caliente!

Pateo los tenis y la ropa lo más rápido que puedo para entrar en la ducha. Hay shampoo, gel de baño, toallas e incluso una afeitadora.

—¡El puto paraíso!

Dejo que el agua caliente corra llenando de vapor el baño antes de meterme y quedarme ahí sintiendo el agua caer. Hace falta una tina de baño, ¿Gail podría conseguirla para mí?

Me aseguro de estar presentable para esta noche, removiendo la barba y peinando el cabello con mis dedos. Elijo unos jeans limpios y una camiseta de manga larga para cubrir los moretones en los brazos.

Lo único que resta ahora es esperar la cena. Tomo el control remoto de la televisión y salto como un niño sobre la cama, brincando de canal en canal.

—¡Televisión por cable! —mi dedo presiona el botón sin prestar atención a los programas—. ¡Y los juegos de los Mariners!

Detuve en un canal deportivo con un juego en vivo, atraído por la música y el ruido de los aficionados. Jamás tuve la oportunidad de ir a uno de esos en mi vida.

Estaba quedándome dormido cerca de la quinta entrada cuando mi estómago gruñó de hambre. Miro la hora en mi móvil, dándome cuenta que ya pasa de las 8, hora de la cena.

No hay ruido en el piso de arriba, pero cuánto más me acerco a la escalera, el sonido de risas llama mi atención. En el comedor encuentro a Gail y a la chica de la foto, es un poco más grande de lo que la imagen sugiere.

—Buenas noches. —saludo.

—Buenas noches, Christian. Acércate para que te presente a Anastacia Steele.

La chica me mira con sus grandes ojos azules y estira su mano para estrechar la mía.

—Puedes llamarme Ana.

—Mucho gusto.

Mi mirada se desliza rápidamente por su cara, su cabello castaño y hacia sus tetas, que es lo único que alcanzo a ver porque ella está sentada en la silla de la cabecera.

—¿Puedo sentarme aquí? —señalo la silla a su lado—. Creo que deberíamos conocernos un poco.

...Antes de llevarte a la cama.

Ana sonríe y asiente, luego hace una seña a Gail. La mujer rubia se aleja y regresa con un plato que coloca frente a mi.

—Voy a dejarlos solos para que platiquen un poco, avísenme si necesitan algo.

Mi estómago gruñe de nuevo porque la comida luce deliciosa. Solo me haría falta una cerveza fría, pero la copa frente a mi tiene agua. Incluso la de Ana contiene agua.

Ay, mierda. ¿Va en serio con lo de estar limpio? Ésta será una maldita tortura.

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