Capítulo 2.

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—Entonces, ¿Gail te habló de todas las condiciones del contrato?

—Si.

Ella vuelve a sonreír como si estuvieramos hablando de las jodidas vacaciones o el clima, sus manos apoyadas en la mesa.

—¿Tienes alguna duda?

—No por ahora —mi curiosidad está dirigida principalmente a la cantidad de veces que debería cogerla para preñarla.

—Bien, entonces mañana que tengamos los resultados de tus análisis podemos discutir la siguiente parte.

—Claro.

—¡Taylor! —grita, luego me dedica una sonrisa tímida—. Disculpa, hoy estoy verdaderamente cansada.

El tío entra al comedor, hace un gesto hacia ella y tira de su silla hacia atrás. La cosa se pone extraña cuando se inclina sobre ella y la levanta en sus brazos.

—Buenas noches, Christian.

¿Qué carajos?

El hombre sale y la lleva por las escaleras, así que salgo de mi asombro para ir detrás de ellos. Lo veo caminar por el pasillo hasta la habitación del fondo.

Ana abre la puerta y presiona el interruptor de la luz.

—¿Silla o cama? —pregunta él.

—Silla. Quiero remover el maquillaje.

La deja sobre una silla de ruedas junto a la puerta y se aparta, girándose para mirarme en el marco de la puerta con las cejas arqueadas.

—Mierda —. Susurro.

—Retírate. —me gruñe el rubio, luego se dirige a ella—. Gail vendrá en un momento.

Ana lo detiene con una seña. Su cabeza castaña se ladea en confusión, la comprensión llegando poco después.

—¿Ella no lo mencionó? —me pregunta.

—¿Lo de la silla de ruedas? No.

Lo recordaría.

—Oh, bueno. Taylor, puedes dejarnos solos y por favor dile a Gail que estoy bien, puedo hacerlo sola. Buenas noches.

El tío me mira como si deseara mi muerte antes de salir de la habitación. Ana señala su cama para que me siente y cierra la puerta.

—¿Qué quieres saber?

Eso es fácil.

—¿Qué te pasó?

A ella solo le toma un momento contestar.

—Tuve un accidente hace tres años, el auto en el que viajaba volcó.

—Oh. —Ana se pasa las manos por los jeans con un gesto nervioso, pero tengo más preguntas ahora sobre sus motivos de todo esto—. ¿Y tus padres?

—Mi padre murió cuando era pequeña. Mi madre murió en ese accidente porque se llevó la peor parte.

Mis labios se presionan en una línea mientras pienso en mí siguiente pregunta.

—¿Qué edad tienes?

—21 años.

—Eres joven, —susurro—. ¿Por qué quieres un bebé?

Sus manos se detienen brevemente antes de continuar con el movimiento de arriba a abajo.

—Perdí a toda mi familia, y aunque tengo a Gail y a Jason, me siento sola. —entrelaza los dedos y se recuesta en la silla—. El sueño de mi vida es ser mamá, tener a alguien que sea parte de mi para amar.

Ana sigue mirándome como si esperara una respuesta de mi, pero no tengo nada qué decir. Yo también estoy solo en el mundo.

—Piensas que soy egoísta, ¿No?

—No. —intento buscar algo agradable qué decir—. Puedes hacer lo que quieras, es tu asunto. Y tienes los medios para hacerlo, así que, ¿A quién le importa lo que piensen?

Ella sonríe.

—Me alegra que lo entiendas, Christian.

—¿Y por qué no vas a una de esas clínicas de fertilidad? Es decir, puedes pagarlo.

Sus manos se mueven y acunan su vientre como si ya tuviera una panza de embarazo.

—Ya estuve ahí, me ofrecen usar mis óvulos en un vientre rentado pero no es lo que quiero. Quiero llevarlo yo, quiero sentirlo crecer cada día.

—No entiendo, ¿Por qué quieren que uses a otra mujer? —esto es jodidamente confuso.

—Porque los doctores dicen que no es seguro para mí o para el bebé. Sería un embarazo de alto riesgo y las probabilidades de fracaso son muy altas.

Puedo ver la tristeza en sus ojos cuando baja la mirada, sus manos ahora apoyadas contra las ruedas de la silla como si eso la tranquilizara.

—¿Y la adopción no es una opción? —pregunto, pero me respondo a mi mismo—. Supongo que no.

Y el sistema es una mierda, yendo de casa en casa como un jodido mueble defectuoso.

—Yo te daré un bebé.

Levanta la mirada y sonríe.

—Eso espero.

—No soy el mejor prospecto y eso, pero lo haré. —mis cejas se fruncen cuando soy consciente de la seriedad en mis palabras—. Quiero decir, me pagaste por embarazarte y haré mi mejor esfuerzo.

Su sonrisa se hace más grande y sus ojos ya no están húmedos por las lágrimas que estaba reteniendo.

—Eres muy gracioso, Christian. Espero que el bebé herede algo de eso.

Me levanto de la cama para volver a mi habitación y darle su espacio. Quiero preguntar si ella puede ir sola a la cama pero no creo que sea prudente.

—Serás una buena mamá, Ana. Puedo sentirlo.

—Gracias. —empuja su silla hacia la puerta del fondo—. Voy a probarle a todos que esta silla no me detiene de cumplir mis sueños.

Sueños de vómito y popó.

Levanto mi pulgar en aprobación mientras abro la puerta, ella sigue sonriendo.

—¿Qué? —gruño.

—Eres el primer chico en entrar a mi habitación.

—¿Y?

—Bueno, serás el primer chico en... Ya sabes... —señala con la cabeza hacia la cama.

Oh, carajo.

—¿Eres virgen? —sus mejillas se sonrojan en confirmación—. Nena, no te preocupes, yo te enseñaré todo lo importante.

—Bien, gracias. —el sonrojo no disminuye, así que me despido.

—Iré a dormir, buenas noches.

Camino hasta mi puerta, deshaciéndome de mi ropa apenas entro y dejándola caer al piso para tomar una reconfortante ducha con agua caliente.

La hiciste en grande, Christian. Te pagarán por coger con una preciosa chica virgen. Luego seré libre de irme mientras ella se queda en casa con su bebé.

Apoyo las manos contra la baldosa blanca, sintiendo el agua caliente caer sobre mi cabeza, pero algo comienza a agitarse en mi interior. Mis manos tiemblan, mi pecho duele y mi mente va de un pensamiento a otro.

—Mierda.

Mi respiración es tan rápida que siento que no puedo retener el aire el tiempo suficiente y me mareo, deslizándome hasta el piso de la ducha.

Odio la maldita desintoxicación.

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