Capítulo 21.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Para cuando pongo un pie afuera del edificio que llamo hogar, ya me fumé al menos cuatro cigarrillos y bebí casi la mitad de la botella de mi Johnny Walker.

—Al menos el lugar sigue en pie.

No es la zona más bonita, o la más segura. Mierda, a veces incluso los camiones de la basura olvidan recolectarla durante meses, pero es nuestro edificio. El dueño se olvidó de él después de que un incendio consumiera todo y cobrara el seguro.

Voy dentro, sabiendo que encontraré a José en el amplio salón, en uno de esos sillones feos y gastados que recuperamos de un basurero en la otra cuadra. Sus ojos oscuros brillan cuando me ve.

—¡Christian! ¡Volviste! —sostiene la pipa en sus labios para aplaudir ruidosamente—. Esto estaba muy aburrido sin ti, hermano.

—Lo sé.

Dejo la mochila en el piso y me siento en el sofá a su lado. Él rápidamente toma la pipa y me la ofrece, aunque sabe que diré que no.

—Sabes que no hago la mierda del crack, no moriré como la puta adicta. —agito la botella para que la vea y tomo un trago—. Aunque no lo creas, estoy limpio.

José se ríe.

—Bueno, felicidades —hace una reverencia exagerada como burla—. ¿Quieres que te pida lo de siempre?

No.

—Si. —busco en el bolsillo de los pantalones el cambio de los cigarrillos y la botella—. También consigue más de esto.

Señalo la botella antes de poner un billete en la mesa de madera astillada, asegurándome de mirar a mi amigo porque lo conozco. El imbécil fuma crack como si su vida dependiera de ello.

Sé que no sería capaz de robarme, pero si ve todo el dinero que Gail me dió, me pediría prestado hasta que no quedara nada, y por como luce, es obvio que no ha comido ni dormido en días.

—Te ves muy jodido —señalo sus ojos ojerosos, luego su cara extremadamente delgada—. ¿Hiciste algo más que fumar esa mierda el tiempo que me fuí?

Mi amigo da una gran calada a su pipa y sopla el humo tan fuerte que me alcanza.

—¿Por qué? ¿Crees que eres mejor porque una puta te pagó por dejarlo dos meses?

—Maldito imbécil —me levanto de un brinco y golpeo la mesa con el puño para no estrellarlo contra su jodida cara—. Ella no era una puta, no sabes nada.

Tomo de nuevo el billete, la mochila y me largo de ahí. ¡Que se joda! Conseguiré mi propia dosis yo mismo. Y más alcohol.

Por suerte mi antigua habitación se ve igual. El cuarto gris detrás de las máquinas con el colchón en el piso es todo lo que necesité cuando llegué a Seattle. Será incómodo volver a dormir aquí, después de tener una cama suave y limpia, y una ducha con agua caliente.

Después de beberme el resto de la botella, salgo a buscar más alcohol y algo de cenar para José y para mí, pero debí tardar demasiado porque cuando regreso al viejo edificio, al menos 20 personas están ahí bailando y bebiendo.

—¡Hey, Chris! —me saludan, levantando sus cervezas—. ¡Te extrañamos!

Algunas chicas bailan en el centro del salón con la música de una bocina instalada en la entrada, por los movimientos erráticos asumo que ya están drogadas. José y dos de sus amigos siguen en el sillón fumando.

—Hermano, te tenemos un regalo de bienvenida —dice Peter y lanza una pequeña bolsa sobre la mesa—. Y jeringas nuevas, solo lo mejor para nuestro Chris.

El grupo de ríe, el tono de burla filtrándose pero lo ignoro. Pongo el plato de papas fritas frente a la figura esquelética de mi mejor amigo.

—Come algo antes que tus putos huesos desaparezcan. —su sonrisa desdentada me indica que está realmente drogado.

—Gracias, Chris. Supongo que a dónde fuiste cuidaron bien de ti —me señala—. ¡Mírate! Todo músculo y piel brillante.

Los tres ríen de nuevo, pero al menos Ethan destapa el plato y comienza a comer. Ni siquiera sé qué mierda hace aquí cuando él si tiene familia y dinero.

—Jódete —le gruño a José, pero mi mirada se desvía a la bolsa transparente y el par de jeringas esterilizadas.

Mierda.

Tal vez en este momento no tengo antojo, pero sé que ocurrirá pronto así que tomo las cosas y las guardo antes de alejarme de ellos. Escucho sus risas triunfantes sobre la música de la bocina, pero todo vuelve al silencio cuando entro a mi habitación y cierro la puerta de metal.

Paz al fin.

Abro otra botella de whisky y la bebo mientras como las papas fritas, diciéndome a mi mismo lo feliz que estoy de estar de vuelta a donde pertenezco y a donde soy libre, sin ser juzgado por las desiciones que he tomado en la vida.

Una imagen de la sonrisa de Ana viene a mi mente.

¿Qué estará haciendo ahora? Conociéndola, estará planeando las escuelas a las que mandará al bebé y la universidad a la que debería asistir. Al menos alguien tiene las posibilidades de cumplir sus sueños.

Termino las papas rápidamente y tomo la botella de whisky que todavía no llega a la mitad, pero ya me está ocasionando mareo. Carajo, ¿Quién diría que mi resistencia al alcohol disminuiría?

Saco la heroína y las jeringas de mi bolsillo, luego las lanzo dentro de la mochila para evitar la tentación, al menos por hoy. Y como el whisky parece ser suficiente, doy un gran trago antes de recostarme en mi viejo colchón.

Está frío y duro porque hace mucho dejó de ser un colchón aceptable, pero al menos no duermo en el suelo como en la última casa de acogida en la que estuve cuando era un niño.

Si al gobierno no le importan un montón de niños huérfanos, ¿Qué le va a importar un grupo de adolescentes drogadictos sin futuro?

Antes de que pueda terminar la botella, me quedo dormido con la tranquilidad absoluta de mi mente alcoholizada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro