Capítulo 33. Ana.

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No deberíamos estar haciendo esto.

Pero no me atrevo a apartar sus labios de los míos. Mis manos se deslizan más abajo, en el siguiente botón de la blusa con los dedos temblorosos.

—Debería tomar al menos una ducha —dice, sin apartar sus manos de mi cadera.

—Después.

No quiero que se aparte, no quiero que deje de besarme. Quiero sentir su calor y nunca más dejarlo ir porque estuve demasiado cerca de perderlo. Lo recuperé, es mío ahora.

Sigue besándome, sus manos subiendo y bajando por mi espalda, ambos arrodillados sobre mi cama mientras me deshago de mi blusa. La lanzo al piso y él se inclina para besar la piel encima del sostén.

—Preciosa, te extrañé mucho.

Sé que deberíamos hablar primero. Debería preguntarle qué pasó con los Grey y por qué huyó de ese centro de rehabilitación. Dios mío, ¿Lo maltrataron? ¿Qué cosas no me ha dicho todavía?

Dejo esas preguntas para después, manteniendo mi atención y mis manos sobre el chico frente a mi. Tiro de la camisa por encima de la cabeza para que se la quite, luego voy por el pantalón deportivo que lleva.

—Tranquila, nena. No voy a ningún lado. —se ríe.

Su risa cálida me envuelve y de nuevo las lágrimas se amontonan en mis ojos. Sin darle tiempo a reaccionar, me cuelgo de su cuello y lloro contra su pecho.

—¡Estaba muy preocupada! ¡Creí que algo muy malo te había pasado! —siento su cabeza apoyarse contra la mía—. Quería salir a buscarte yo misma, pero estas piernas inútiles no me dejan...

—Hey, nena, basta —me aparta para mirarme, aún sosteniéndome de la cintura—. Lamento haberte preocupado, ¿Si? Debí llamarte antes y decirte lo que estaba pasando.

Me besa en la cabeza suavemente, pero siento sus manos moverse por mi espalda hacia el broche del sostén. Eso me hace reír un poco.

—¿Cómo carajo se quita la maldita cosa?

Dios, lo amo.

—Por el frente.

La comisura de su boca se levanta con una pequeña sonrisa y rápidamente vuelve a lo suyo. Antes de que pueda señalar lo feliz que se ve, mordisquea la piel por encima del encaje haciéndome chillar.

—Lo tengo.

Como yo también quiero corresponder sus caricias, hago un camino de besos por su pecho con la intención de llegar más abajo, pero no lo logro porque me empuja para que caiga de espaldas a la cama.

—¡Christian! —chillo.

Es tan fácil olvidar mi situación cuando lo tengo cerca porque me trata como a una chica normal. No le preocupa lastimarme o tratarme como una muñeca de cristal y quiero creer que es porque sabe que soy fuerte.

Seré fuerte para ambos.

Sus manos hábiles desabrochan la falda y la baja con un tirón, llevándose también las bragas. En este punto tenemos tanta confianza el uno con el otro que me permito quedarme ahí, simplemente observando mientras él se deshace de sus pantalones y boxers.

—Estoy aquí, muñequita —se acerca, apoyando su cuerpo cálido sobre el mío—. Y te extrañé mucho.

—¿Así fue? —bromeo.

—Si.

Sus labios se mueven sobre mi clavícula, de un lado a otro con nuestros pechos desnudos presionados. Mientras lo hace, paso mis brazos a su alrededor para sostenerlo, como si fuera a evaporarse si dejo de tocarlo.

Lento, suave, amoroso. Me permito cerrar los ojos para disfrutar de este momento, feliz de haberlo recuperado y tener una segunda oportunidad con el chico del que me enamoré.

No deberíamos estar teniendo sexo, pero justo ahora es lo único que quiero. Estar cerca de él.

—Por favor, no te vayas nunca. —susurro lo suficientemente fuerte para que escuche—. Dame una oportunidad, déjame intentarlo.

Deja de besar el punto entre mis senos para levantar la cabeza y mirarme.

—¿Darte una oportunidad? —sus cejas se fruncen—. Nena, soy yo quien debería rogar por una oportunidad.

Aww. No sé qué pasó los días que estuvo con los Grey, pero algo es diferente. Lo averiguaré más tarde.

Sonrío, alejando la humedad en mis ojos y atraigo su rostro a mi para besarlo. Quiero hacerlo, quiero hacer el amor con el chico que me ha robado el corazón cuando creí que ya nadie podría amarme.

Usa su brazo como apoyo mientras se acomoda, entrando con tanta suavidad que escucho el pequeño gemido que sale de su garganta.

—Justo así, muñequita.

Ojalá mis piernas pudieran abrazar su cadera y seguir el ritmo de las embestidas, así estaríamos mucho más conectados. Pero como no puedo hacerlo, coloco una almohada a cada lado para usarlas de apoyo.

Observo fascinada como sus músculos se extienden, soportando su peso y empujando, su cabeza ligeramente inclinada sobre mi hombro.

—Christian... —su nombre es un gemido bajo en mi garganta mientras la excitación crece.

—Estoy aquí, nena. Te dije que no voy a ningún lado.

Sé que estamos llegando al punto cuando su respiración se agita y el ritmo de sus movimientos es más rápido. Mi cuerpo se tensa en respuesta, preparado para la dulce liberación que le sigue.

—Ah, si, Christian... —su cuerpo se estremece, seguido del mío y solo cuando siento la calidez entre mis piernas lo recuerdo.

He estado tan preocupada por el asunto de su adicción y los Grey, que olvidé mi periodo, o las fechas de ovulación. Todo. Y nada me alegraría más que hacer un bebé con Christian.

Cuando ha terminado con los últimos espasmos, se deja caer a mi lado sin apartar los abrazos, pegando mi costado a su pecho.

—Mierda, si, eso fue bueno. —se ríe.

—Me gustó. —concuerdo.

Lo veo sonreír y jadear por aire, luego se levanta de la cama en toda su gloria desnuda y se dirige al baño.

—Estoy listo para tomar esa ducha ahora —grita, abriendo la llave de la bañera—. Y tú, muñequita, vienes a hacerme compañía.

¿Qué?

Chillo cuando se acerca y me levanta en sus brazos con mucha facilidad, me sienta en el borde de la tina y se asegura que el agua está tibia.

—Primero tú, nena. —me acomoda dentro de la tina, se sienta detrás de mí y atrae mi espalda a su pecho—. Ahora sí estamos bien.

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