Epílogo. (Parte 1)

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2 años después.


Elegir en qué momento Ana debería someterse a cirugía es una de las cosas más difíciles que tuve qué hacer.

Y yo que creí que la escuela de negocios era difícil.

Le pedí que esperara unos años más, o al menos unos meses pero ella se negó. Ahora estoy aquí en una fría sala de espera, con la mirada puesta en las manecillas del reloj de pared frente a mi.

—¿Café?

Niego levemente hacia Jason, que deja el vaso en un asiento libre y se sienta. Si bebo otra de esas cosas, mis putos nervios no van a resistir.

—¿Los niños están bien? —pregunto para cambiar el tema, necesito enfocar mi mente en otra cosa y no en mi esposa sobre esa fría mesa.

—Si. Gail dijo que están durmiendo sin problemas. La señora Grey está con ellos.

—Bien.

Al menos Grace está ahí para ayudar a Gail en caso de que lo necesite, pero lo dudo. Ray y Carla están más familiarizados con la señora Jones y Taylor que con sus abuelos.

Mi vista se fija de nuevo en las manecillas del reloj, el tic tac llenando todos los espacios de la sala y de mi mente. No lo resisto más, necesito hacer algo antes de que me vuelva loco de preocupación.

—Deberías dormir un poco, Christian. Has estado aquí desde la mañana y dudo que estés en condiciones de ir a trabajar mañana.

Lo sé.

—No estoy alejándome de mi esposa. Me quedaré aquí hasta que pueda llevarla a casa. Barney sabe qué hacer en cualquiera de los casos que se presenten.

El chico con el que me asocié para crear una pequeña empresa de micro inversiones se quedará a cargo mientas atiendo este asunto familiar. Me resulta imposible apartarme de ella en un momento como éste.

Taylor permanece en silencio, porque sabe tan bien como yo que las cosas no están yendo bien con la cirugía. El procedimiento que debería haber durado solamente tres horas, lleva ya al menos 6 y media.

—Estaré afuera fumando —se pone de pié y toma uno de los vasos térmicos—. Avísame si necesitas algo.

Dios, espero que no.

Tengo qué mantener mi mierda bajo control o voy a enloquecer de la preocupación. El problema es que nada me distrae de lo que ocurre en esta sala.

18 minutos después, una puerta lateral se abre y un hombre con traje quirúrgico de pies a cabeza me mira. Más le vale que tenga buenas noticias o voy a causar un maldito desorden en toda la jodida sala.

—¿Señor Steele? —mierda, si. Al fin—. Su esposa salió de cirugía hace unos minutos y fue llevada a una habitación, podrá verla pronto. —hace una puta pausa acomodando la carpeta en sus manos—. Se complicó un poco porque encontramos una lesión anterior mal cicatrizada que oprimía un nervio, pero lo corregimos.

Gracias Dios, Ana está bien. Exhalo un suspiro de alivio, sintiéndome incluso más receptivo a las indicaciones del doctor sobre los cuidados que deberá llevar mi esposa.

—Estará adolorida por algunos días pero hemos suministrado medicamento para el dolor, —señala el pasillo de la izquierda, a una estación de enfermería—. Le daré las indicaciones completas cuando prepare su alta.

No quiero escucharlo más, necesito encontrar a mi esposa y asegurarme que está completa. Y luego llevarla a casa con nuestros pequeños bebés que la necesitan tanto como yo.

Voy por el pasillo, mirando en cada habitación y buscando la cabeza castaña de mi muñequita. Cuando la encuentro, ella tiene una gran y brillante sonrisa.

—¡Christian! —chilla—. ¡Estás aquí!

—Por supuesto, nena, ¿A dónde más iría? —su rostro está sonrojado, dándole ese aspecto de muñeca.

—A Disneyland.

¿Qué?

¿Cuánta de esa mierda le dieron?

—Estoy seguro que podríamos ir cuando te sientas mejor, y llevaremos a los niños. Se van a divertir mucho.

Sus finas cejas se fruncen.

—Pero mi silla no entrará en el avión, —me río de su expresión, mucho más relajado ahora que puedo acariciar su cabello—. No puedo ir sin mi silla, Christian.

—Haré que Taylor la amarre a un ala del avión, ¿Lo ves? Todo bajo control.

Ella se ríe antes de volver a fruncir las cejas.

—No creo que la aerolínea permita tal cosa, ¿Deberíamos comprar una cuando lleguemos allá?

No debería reírme de esto, pero lo hago. Al menos no está preocupada por saber si la cirugía funcionó, o sobre si la rehabilitación será tan difícil como pensamos.

—Entonces deberíamos conseguir un jet, nena. Tengo la impresión de que viajaremos mucho para ejercitar esas piernas tuyas.

Sus ojos abren grande por la sorpresa, como si apenas recordara el motivo por el que está aquí.

—¿Funcionó?

—Si, nena. Lo hiciste excelente, ahora debes recuperarte y luego iremos a la rehabilitación. Paso a paso, tómalo con calma.

Le doy un momento para procesar la noticia, porque sé que ha esperado por esto durante un tiempo. Me siento en el borde de su cama todavía acariciando su cabello.

—El doctor dijo que tendré una cicatriz en mi cintura, no podré usar un bikini de dos piezas porque se verá horrible.

Es mi turno de fruncir el ceño hacia mi muñequita.

—Estoy seguro que va a desvanecerse con el tiempo, y si no lo hace, es un lugar muy sexy para un tatuaje.

Su cara vuelve a sonrojarse ligeramente, moviendo sus brillantes ojos a mi antebrazo, donde mi tatuaje con su nombre se esconde por debajo de la camisa de vestir blanca. La única maldita aguja que se ha acercado a mi en años.

Ella y mis niños es todo lo que necesito para mantenerme alejado de las jodidas drogas.

—Creo que eso me gustaría. —muerde su labio inferior y sonríe—. Tu nombre tatuado ocultando la cicatriz.

—Y a mí me encantaría mi nombre sobre tu bonito culo, nena.

Nuestros nombres ocultando nuestras viejas cicatrices y todos los dolores del pasado. Justo como debió haber sido.

—¿Dejarás de llevarme en tus brazos? Creo que no estoy lista para renunciar a eso. —susurra.

—Tampoco estoy listo. Y estoy seguro que deberías dejarme cargarte al menos 50 años más.

—Eso es mucho tiempo.

—Si, lo es.

Y con mucho gusto estaré aquí para sostenerla a ella y a nuestros hijos.

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