# 13: -Tú me caíste del cielo-

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-A ver Mariana -dice Jill entornando los ojos.

No aparta la vista para sostener la mirada de su amiga que parece la de algún animal herido.

-Dices que Matías ha estado hablando mucho últimamente sobre lo mucho que le gustaría ser padre.

Mariana asiente en respuesta incapaz de decir palabra sin sentir que se le quiebra la voz.

-Y hace unas horas cuando apareciste de la nada frente a la puerta de mi apartamento con expresión de velorio acababa de decirte directamente y sin rodeos que le gustaría tener un hijo contigo - continúa Jill que hace tres semanas ha regresado a Río en busca de algo de paz.

Mariana responde nuevamente asintiendo con ligeros movimientos de cabeza.

-¿Entonces? -continúa sin encontrar aún dónde está el problema -ustedes se aman y planean casarse. ¿Dónde está lo extraño en que quieran tener un hijo?

-Es que tengo miedo Jill -responde la chica forzando las palabras.

-Todas las madres primerizas tienen miedo Ana, pero todo estará bien, además ya no hay remedio alguno, ya dejaste de tomar la píldora.

-Es que tú no lo entiendes -responde.

Algunas lágrimas comienzan a correr sobre sus mejillas.

-Me asusta el parto Jill, todo ese procedimiento me aterra -su voz suena alterada, preocupada y sobre todo asustada.


-Lo sé Mariana, sé cuánto temes a todo eso, pero piénsalo, Matías y tú van a casarse, en algún momento tendrán que ser padres, no puedes privarlo para siempre de un placer como ese.

-Yo sé eso, pero no tiene por qué ser ahora.


-No importa cuándo sea, seguirás temiendo ese momento de la misma forma aunque sea dentro de cien años.

-Solo tengo miedo -repite Mariana y esconde el rostro mojado por las lágrimas entre sus manos.

Jill de pronto se levanta y echa a correr hacia el pasillo que lleva a las habitaciones y al cuarto de baño. Mariana la observa alejarse notablemente confundida, durante esa semana la había visto correr de esa forma hacia el cuarto de baño unas tres o cuatro veces, y está segura de que le ocurría más seguido cuando estaba en Brasilia.

La chica regresa a la sala y se recuesta en el umbral de la entrada.

-¿Estás bien? -pregunta Mariana como si intentara descifrar un gran misterio.

-Sí, solo fueron unas náuseas -responde Jill restándole importancia al asunto -no es nada importante, alguna comida me habrá caído mal.

-A mí me parece bastante importante, mírate, estás pálida.

-No es nada, estoy bien, ya que estoy aquí y dejaste de tomar la píldora te acompañaré al hospital antes de regresar a Brasilia.

-Jill -dice Mariana que conoce perfectamente a su amiga -estás evitando el tema, solo haces eso cuando algo te preocupa mucho.

-Estoy bien Mari, ya deja de darle vueltas al asunto.

-¿Hace cuánto tiempo no ves el período? -pregunta Mariana de golpe ignorando la petición de Jill y la pregunta queda suspendida en el silencio.


-¿Qué estás queriendo decir? -reacciona unos segundos después la chica que juguetea nerviosa con sus dedos.

-Tienes mareos, náuseas y estoy segura de que no has visto el período en este mes.

-El mes pasado tampoco -responde Jill en voz baja como si no quisiera decirlo.

-¿Y qué estás esperando? ¿Ya te hiciste la prueba?

-No, es que no estoy segura de querer saber el resultado.

-¿Cómo que no Jill? Puedes estar embarazada, tienes que hacerte la prueba.

-No lo entiendes Mariana -dice la chica.

Se desliza a lo largo de la pared para quedar sentada en el suelo, sintiéndose incapaz de sostenerse por sí misma.

-Cristopher y yo no vamos a casarnos, no planeamos formar una familia ni nada parecido, seré madre soltera y a penas tengo veinticinco años.

-Mayor motivo para realizarte la prueba, si no hay condiciones lo mejor es interrumpirlo -indica Mariana olvidándose un poco de su propia situación.

-No -responde Jill de forma categórica sin siquiera pensarlo -si estoy embarazada lo voy a tener, y Cristopher no tiene por qué saberlo.

-¿Acaso enloqueciste? -pregunta Mariana alzando los brazos y elevando la voz algunos tonos -si no le cuentas te odiará toda la vida cuando lo descubra, porque sabes que tarde o temprano todo se descubre.

-Lo sé, pero no quiero que tenga que cuidar de un hijo al que no quiere, esta es una decisión que tomaré yo sola, no tiene por qué estar metido en esto si yo ya he tomado una decisión.

-Él no te lo perdonaría Jill, no es el tipo de hombre que abandona a su hijo.

-No puedo decirle, no lo haré y no vas a convencerme.

-Está bien, pensemos en lo que es más importante en este momento -toma aire y continúa -vamos las dos a hacernos esa prueba.

Jill asiente, van hacia la cochera. Entran a su auto y conduce hasta el hospital general.

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-Ya deja de llorar Jill, de todas formas ya esperábamos esa respuesta.

-No esa respuesta Mariana, no un mes y dos semanas.

-Yo también estoy en problemas Jill, yo también estoy embarazada.

-Tú no estás en problemas, tú te vas a casar, vas a formar una familia y serán felices.

-Sé que tu situación es mucho más difícil, yo incluso ya me acostumbré a la idea aunque me sigue asustando mucho, pero si quieres embarcarte en esta nave tienes que ser fuerte y valiente Jill.

-Lo sé, y eso hago, solo que tengo miedo de cómo serán las cosas ahora, seré madre Mariana, seré madre soltera y joven.

-Primeramente tienes que contarle a Cristopher.

-Te dije que no lo haré.

-Tienes que hacerlo ¿Qué le dirás a tu hijo cuando pregunte por su padre?

-Que su padre era el hombre más maravilloso del mundo -responde la chica entre soyozos y secándose las lágrimas.

-¿Era? No era Jill, es, si no lo haces por Cris hazlo por tu hijo, no lo prives de tener un padre, tú mejor que nadie sabes lo difícil que es crecer sin un padre.

-Lo sé Mariana, ya lo sé, pero no tengo idea de cómo reaccionará.

-Reaccionará como el hombre maravilloso que es, tal vez no vayan a casarse pero ahora tienen un lazo que los une para toda la vida, serán padres Jill y Cristopher no va a rehuir esa responsabilidad.

-No puedo simplemente pararme frente a él y decirle que estoy embarazada.

-Sí puedes, y tienes que hacerlo, es lo mejor para los tres.

Jill llena sus pulmones de aire y lo va expulsando poco a poco para intentar reunir algo de fuera y valor para lo que está a punto de hacer. Saca de su cartera el teléfono y escribie un mensaje.

Buenos días Cris. Algo muy importante ha surgido,
tenemos que hablar. Estoy embarazada.

Sabe de sobra que esa no es ni de lejos la mejor forma de dar una noticia como esa, pero se siente incapaz de pararse frente a él y decirlo. Pone el teléfono en silencio sin esperar la respuesta de Cristopher y lo guarda nuevamente en la cartera.

-No servirá de nada que lo evites -dice Mariana con voz dulce como si le hablara a una niña pequeña -tarde o temprano tendrán que verse y hablar.

-Lo sé, pero no será ahora, que sea tarde -Jill muestra una sonrisa forzada y vuelve a hablar -y a usted señorita le espera un largo día. ¿Cómo es que no notaste que estabas embarazada con doce semanas? Si ya hasta se nota el pequeño bulto en tu vientre.

-Supongo que de alguna forma ya lo sabía pero me negaba a aceptarlo, Matías me insistió mucho hace unos cuantos meses para que dejara la píldora, al final cedí, luego comencé a asustarme y el resto de la historia ya la sabes.

-Bien, entonces vamos que se nos hace tarde.

-¿Tarde para qué? -pregunta arqueando una ceja.

-Para comenzar a comprar la ropa de mi ahijado.

Mariana se echa a reír y se levantan del banco ubicado en un parque con ambiente bastante acogedor y poco transitado en el que habían estado sentadas largo rato.

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Jill detiene el auto frente a una edificación de gran tamaño pintada de un color blanco grisáceo con ventanas y puertas de cristal.

Dentro el lugar está adornado por maniquíes de diferentes tamaños, con ropas de todos los modelos, zapatos, carteras, ropa para hombres y al final del pasillo lo que estaban buscando, ropa de niños. Esa es probablemente una de las tiendas más grandes de la ciudad.

-Mira, allá están -dice Jill indicándole a Mariana los estantes, maniquíes y percheros al fondo del lugar.

Caminan hasta allí e inmediatamente va a su encuentro una mujer joven con el abundante cabello rojizo recogido en un moño alto, piel pálida con algunas pecas en las mejillas. El uniforme impecable formado por una saya negra estilo secretaria y una camisa color hueso por dentro de una chaqueta de mujer del color de la saya.

-¿Puedo ayudarlas en algo? -pregunta amablemente mostrando una cordial y amplia sonrisa.

-Buscamos ropa para bebé -responde Jill con la emoción saltando en sus ojos.

Le hace ilusión el hecho de vestir y cuidar del hijo de una de sus mejores amigas. Hace años han estado fantaseando sobre cómo sería ese momento, cuando llevaran en su vientre el fruto de su amor con algún chico maravilloso. Mariana luego de tantos años y tantas dudas estaba haciendo realidad esa fantasía. Sin embargo no logra sacar de su mente su propio problema. Ella también estaba embarazada, pero en su caso no habrá familia feliz, no irá por el parque de la mano de su amor y llevando en un cochecito a su bebé. De pronto entre tantos pensamientos dolorosos como cuando una luz se enciende entre las tinieblas o como cuando una luz de neón se prende a plena noche dando algo de luz a las calles se enciende en su mente un pensamiento nuevo. Aún así ese es el fruto de su amor con un chico maravilloso y con el que ha vivido los mejores momentos de su vida, así que a pesar de las dificultades que están por venir y de no haberlo estado esperando ese es un regalo que no despreciará, y sí, también está emocionada porque pronto podrá vestir y amar a su propio bebé.

Sonríe con los ojos cristalizados por algunas lágrimas y susurra tan bajo que nadie habría podido escuchar mientras acaricia su vientre en un gesto imperceptible.

-Tú me caíste del cielo.

Deja escapar un suspiro y vuelve a hablar.

-Y a pesar de todo te amo.

Una lágrima resbala por su mejilla, la seca y camina junto a Mariana tras la chica que les mostrará algunos conjuntos.

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-!No puedo creerlo¡ -exclama Lía emocionada -¡O Dios mío no puede ser! -dice luego cuando por fin ha procesado la información y saliendo del estado de shock.

Mariana y Jill acaban de contarle que ambas están embarazadas.

-Están embarazadas -repite luego como para estar segura de que ha escuchado bien.

-Sí lo estamos, ahora faltas tú -dice Mariana cuando Lía las libera del apretado abrazo en el que las tenía envueltas a ambas.

-Bueno yo también les tengo una noticia, estaba esperando a que Jill regresara definitivamente a Río para contarles y empezar con los preparativos pero como las dos me han traído noticias maravillosas pues...

-Lía -la interrumpe Jill sonriente -sin rodeos.

Cuando Lía se pone a dar rodeos a las cosas es porque está nerviosa, y se ve además muy emocionada.

La chica sonríe y vuelve a hablar -Amir y yo nos vamos a casar.

Sus palabras quedan suspendidas en el silencio. Los ojos de Jill se abrien como platos y las palabras salien de sus labios como ráfagas.

-¡Por fin! -dice alzando los brazos y mostrando una gran sonrisa.

Envuelve a su amiga en un abrazo al que se une Mariana formando el que ellas llamaban su abrazo de oso.

-¿Cuándo? -pregunta Mariana levantándose y caminando hasta el frigorífico de la casa de Amir del que saca una cajita sellada con jugo de frutas.

-Aún no hemos fijado la fecha, pero ya hemos comenzado a buscar un lugar para la ceremonia, y será pronto.

Entorna los ojos mirando fijamente a la chica que la observa sonriente desde la entrada a la cocina y vuelve a hablar.

-Y ese es mi jugo -dice haciendo pucheros.

-Lo siento pero las embarazadas tenemos prioridad, es una regla inquebrantable.

-¿Dónde dice eso? -pregunta alzando los brazos -tengo dudas sobre la procedencia de esa regla.

-En algún manual tiene que decirlo por ahí en alguna parte -responde Jill.

Acto seguido se levanta y camina hasta la cocina. Segundos después regresa con una bolsa de palomitas.

-Las embarazadas tenemos prioridad -dice mientras vuelve a sentarse en el sofá junto a su amiga.

-¿Pero qué es esto? -dice Lía arqueando una ceja- ¿Una invasión de embarazadas? -termina la frase y las tres se echan a reír.

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Jill pone el reproductor y la letra de la canción que había estado pausada comienza a escucharse llenando la estancia.

Dime que no, me tendrás pensando todo el día en ti, planeando la estrategia para un sí. Dime que no, y lánzame un sí camuflageado, clávame una duda y me quedaré a tu lado...

Es la letra de la canción "Dime que no" de Ricardo Arjona. Jill disfruta unos minutos de la letra mientras acaricia su vientre pensando en el giro que ha dado nuevamente su vida. Es como si se encontrara en una montaña rusa que no para de dar giros y armar acrobaseas complicadas. Como un pensamiento ráfaga aparece el nombre de Cristopher en sus pensamientos, aún no ha hablado con él, y tampoco sabe cómo hacerlo. Busca el teléfono en la cartera, lo enciende y se encuentra con una lista de cientos de llamadas del chico que habían comenzado segundos después del momento en que había sido entregado el mensaje, además de algunos mensajes y la notificación de un correo marcado de urgente. Lo abre y comienza a leer.

De: Cristopher Parker

Hora: 13:05
Para: Jill Steven

Asunto: Contéstame Jill!

No sé si me estás evitando, pero espero que no sea por eso que no me contestas. Esto es urgente, tenemos que hablar y no debe pasar de hoy, dime dónde nos vemos o ven a mi casa, y que sea hoy Jill.

Cristopher Parker

Para cuando termina de leer las manos le sudan y tiene una extraña sensación en el estómago. Llena sus pulmones de aire y lo expulsa en un suspiro, luego comienza a escribir la respuesta.

De: Jill Steven

Hora: 18:40

Para: Cristopher Parker

Asunto: Lo siento

Perdón por no haber contestado antes, tenía el teléfono en silencio y no escuché ninguna de tus llamadas. ¿Podemos vernos ahora?

Jill Steven
Periodista Informativa

Lo piensa un poco antes de enviarlo. Cierra los ojos para acostumbrarse a la idea, reune fuerzas y lo envía. La respuesta del chico es rápida, como si hubiera estado esperando ese correo.

De: Cristopher Parker

Hora: 18:41

Para: Jill Steven

Asunto: Sí

Sí podemos vernos ahora, ya deberíamos habernos visto y hablado de hecho. La próxima vez no dejes el teléfono en silencio. Estoy cerca del restaurante Asiático del Copacabana Palace, nos vemos ahí.

Cristopher Parker

La chica guarda el teléfono y enciende el motor para conducir hasta el lugar que le indica Cristopher en el correo. Un restaurante del hotel Copacabana Palace. Había estado ahí al menos dos veces para reuniones con inversionistas de la editorial, así que sabe cómo llegar y no tiene por qué continuar retrasando el momento.

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Detiene el auto en el estacionamiento y camina hacia la entrada del lugar. Dentro el suelo es de baldosas color hueso donde se refleja la luz pálida proveniente de las lujosas lámparas de cristal que cuelgan del techo. A lo largo de toda la estancia pueden observarse varias mesas cuadradas con manteles de seda color orce y adornos dorados, adornadas cada una por un búcaro de cristal color ámbar traslúcido con flores artificiales blancas y dos candelabros dorados a cada lado del búcaro. Las copas de cristal, servilletas color orce y cubiertos plateados están dispuestos cuidadosa y elegantemente sobre el mantel.

Una chica alta de cabello rubio con algunas vetas de tonos más oscuros ondeado y recogido en una coleta que sostiene en sus manos un cuaderno con portada color plata que aparenta unos treinta años la recibe en la entrada. Viste de forma elegante así como cada uno de los empleados del lugar, una saya color ámbar ajustada hasta cuatro dedos por encima de la rodilla, una camisa color hueso de mangas dos dedos por encima de los codos y zapatos del mismo color ámbar claro de la saya con tacón alto y fino, un lazo blanco cierra el cuello de la camisa dando de alguna forma el toque final. Abre el cuaderno y dice algunas palabras luego de repasar el vestuario de Jill, que sin duda no es el adecuado para un lugar tan elegante.

-¿Tiene reservación?

-No, pero soy la acompañante de Cristopher Parker

La chica dedica una larga mirada al cuaderno y vuelve a hablar de la misma forma educada.

-Adelante.

La conduce a través del pasillo, Jill la sigue mientras busca frenéticamente al chico. En una de las última mesas nota la figura del muchacho que se encuentra de espalda a la entrada y por tanto a ella. Su extraña sensación en el estómago se intensifica y las manos comienzan a sudarle nuevamente. Se siente más nerviosa que nunca.

La chica que la había llevado hasta allí se detiene y le indica con un gesto de su mano la mesa en la que se encuentra Cris.

-Allí es -Jill asiente en respuesta y ella regresa a la entrada.

Cristopher también desentona con el resto de las paradojas que se encuentran ahí, viste un jean de mezclilla oscura, botas para hombre de estilo casual color café y un polo algo ajustado también de color oscuro. Salta a la vista el hecho de que no se ha tomado tiempo para elegir el lugar de encuentro, simplemente ha optado por el restaurante más cercano sin importarle el gasto que supondrá, ni si viste adecuadamente o no, solo le ha importado encontrar un lugar cómodo y cercano para hablar. Está tan preocupado como Jill.

-Buenas tardes -dice cuando ha llegado a la mesa, se sienta en la silla frente a la del chico y espera su respuesta.

-Buenas tardes -responde él de forma tajante, dejando claro que le importan poco las formalidades y lo único que quiere es pasar a lo importante.

-Pensaba que ibas a querer hablar en tu casa o en un lugar menos público -dice Jill con la voz apagada mientras juguetea con sus dedos bajo la mesa.

-Habría sido lo ideal, pero estaba en el teatro Net Río a unos quince minutos de aquí acompañado a Matías cuando llegó tu correo, llegar a mi casa me tomaría mucho más tiempo.

-Entiendo -dice ella sin poder mirarlo a los ojos.

-¿Cómo es esto de que estás embarazada Jill? Pensaba que tomabas la píldora.

-Dejé de tomarla algunas veces hace tiempo, se me han terminado y tuve que comprar más, pero estuvimos juntos al menos dos veces antes de que comprara las otras.

-¿Por qué no lo dijiste? Debiste haberme dicho que no la estabas tomando.

-Solo fueron unas dos veces Cristopher, supongo que lo olvidé.

-Eso no es algo que puedas permitirte olvidar Jill, es algo demasiado importante.

-Lo sé y lo siento, pero ya no hay remedio, discutir por eso no servirá de nada.

-Tienes que interrumpirlo -dice el chico.

Se ve tan serio como nunca antes ha estado. Sus palabras fueron casi sin pensar y tratando de intersectar la mirada de la chica que se niega a mirarlo a los ojos.

-No lo haré -responde ella de la misma forma, con voz decidida y segura.

-Tienes que hacerlo.

-No, soy mayor de edad, tengo un apartamento y dos trabajos que me mantienen tal vez no en la clase alta pero sí en la clase media. No tienes que asumir esta responsabilidad si no quieres, solo te lo dije para que lo supieras, ya tomé esta decisión y no voy a cambiarla.

-Claro que asumiré la responsabilidad Jill, si sigues con esto no me dejas más opción, no abandonaría nunca a un hijo mío.

La duda de pronto se enciende en sus ojos y se ve obligado a presentar.

-¿Estás segura de que es mi hijo?

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