# 16: -Fue un aborto espontáneo-

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Se encuentran sentados en el escalón frente a la puerta de la casa del padre de Jill, rememoran momentos del día que fue, modestamente, estupendo. Habían despertado en la mañana y decidido salir a dar una vuelta por Brasilia para conocer el lugar, que había resultado tener sus encantos. Jill toma otro bocado del pote con helado de chocolate que sostiene en las manos y nota que Cristopher observa fijamente algo al otro lado de ella. Voltea el rostro cuidadosamente para ver lo que él mira con tanta dedicación, y allí está, el animal de aspecto salvaje, ojos con forma de almendra y esa mirada verdosa penetrante con pelaje jaspeado y figura estilizada que se encuentra sentado quedamente mirando en dirección a dónde están sentados. De vez en cuando aparta su mirada que finalmente vuelve a ellos. Un animal de extremidades largas y delgadas, con una cola de intenso pelaje que se va afinando según se acerca a la punta, de cabeza fina con mentón firme, orejas redondeadas grandes y separadas. Supongo que ya habrán caído en cuenta de que es no más que ese gato hermoso que Jill ya conoce, y que si no supiera que los animales no han desarrollado ese tipo de habilidades habría jurado que la espiaba siempre.

-Es el gato de maléfica, se llama Caifás -dice la chica explicándole a Cristopher la presencia del animal.

-¿Estás segura de que es un gato? Yo tenía entendido que los gatos eran animales elegantes y de buen aspecto -pregunta Cris arqueando una ceja -algo así como yo.

Jill le da un ligero codazo en el brazo mientras reprime una sonrisa y vuelve a hablar.

-Orgulloso, claro que es un gato lindo. ¿Qué no lo ves? Solo que es de Susana y eso dificulta un poco que me agrade, pero sigue siendo lindo.

-Para ti todos los animales son lindos -responde Cristopher sin dejar de observar al felino que parece escuchar atentamente la conversación -además tú deberías usar anteojos así que tu opinión no cuenta.

-No es cierto -dice ella intentando hacer pucheros.

A pesar de que ciertamente hace no mucho más de un año se le ha descubierto un problema mínimo en la vista que ha ido creciendo poco a poco ya que nunca pudo encontrar los anteojos adecuados para corregirlo, y tampoco tiene mucho tiempo libre como para invertirlo en atender su vista. Ella sabe que eso es algo importante y Cris le ha insistido varias veces para que ponga un poco de atención a ese tema, pero aún así se niega a la idea de usar anteojos así que lo ha ido dejando correr.

-Mi opinión sí cuenta -termina la frase intentando parecer molesta.

-Míralo bien Jill, no es un gato lindo, además parece estar muy muy enfadado.

Cristopher tiene de alguna forma razón. El rostro del animal esta vez muestra una expresión tan seria y enfadada como cuando te enteras de que tu equipo ha jugado contra el de tu enemigo jurado de años y ha perdido.

-Sigue siendo un gato lindo -responde la chica alzando el mentón en la típica expresión de digas lo que digas sé que tengo la razón.

-Claro que no es lindo Jill, estamos los que somos lindos y los que no lo son, él claramente no lo es -repite el muchacho que no cambiará de idea a pesar de que el animal es realmente elegante y bien parecido.

El gato que había permanecido sentado hasta ese momento de pronto se levanta y comienza a caminar hacia ellos, con esa mirada asesina y un paso seguro.

Cristopher abre los ojos de par en par tan redondos como una bola de boliche y las palabras salien de sus labios como si ni siquiera las hubiera pensado.

-Ay Dios -Jill se echa a reír y Cris continúa hablando -me ha escuchado, y está furioso.

-Sigue metiéndote con los gatos, a ver ahora como sales de esta -responde la chica reprimiendo la risa.

-Si saca una navaja, se para en sus patas traseras y me pregunta que rayos me pasa no me va a sorprender en absoluto.

Jill deja ir la risa que ha estado conteniendo y continúa escuchando las palabras del chico que no deja de mirar al animal como esperando el momento del ataque.

-Tú me cubres y yo salgo corriendo -dice a la chica a su lado haciendo ademán de levantarse.

-Claro que no, tú te lo buscaste, ahora da la cara -vuelve a hablar ella mientras le sujeta del brazo para que no se levante.

El gato que antes se encontraba a una distancia considerable y ahora ya está mucho más cerca de momento y sin motivo aparente se desvía y se mete a uno de los arbustos que se encuentran frente a la casa.

-A vaya parece que se arrepintió -dice el chico que ríe abiertamente a la par de Jill.

-Cris los gatos no entienden nuestro idioma y no te iba a atacar, de todas formas si fuera a hacerlo motivos tenía -responde ella siguiéndole el juego.

-Hace unos minutos habría podido jurar que este sí -asegura él que aún no deja de reír. -¿No viste su cara? Apuesto a que iba a sacar una navaja pero se arrepintió -termina de decir y Jill saca otra cucharada de su pote con helado mientras continúa riendo.

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La semana termina bien y según lo que va de la otra promete también un buen final, a pensar de todos los problemas las cosas comienzan a arreglarse. Jill habla con Cristopher todos los días por videollamada y la extraña relación que tienen va, extrañamente, de maravilla. La chica acaba de despertar, es sábado en la mañana y se prepara para volver a Río como todos los fines de semana a su reunión con los chicos y presentar los avances de su novela.

-¡Jill! -escucha la voz de Javier que parece más un grito de ayuda que cualquier otra cosa.

Un escalofrío le recorre la columna y echa a correr hacia la habitación de su padre. Al entrar sus ojos se abren como platos y las palabras se quedan trabadas en su garganta. Continúa caminando hacia el cuerpo que se sacude sobre la cama por las fuertes convulsiones. Saca el teléfono de su bolsillo en intenta marcar el número de emergencia pero la línea parece congestionada y le resulta imposible. Las lágrimas corren por su rostro y la desesperación comienza a tomar lugar en ella, así que se decide por hacer lo único que le viene a la mente en ese momento.

Se levanta del suelo donde se había sentado ya que le fallan las piernas y corre hasta la casa de al lado. A pesar de saber que se está arriesgando también sabe que es el único lugar donde encontrará ayuda. La puerta de entrada está entreabierta, entra al lugar y se encuentra con Andrea que bebe su desayuno como siempre de una tasa de porcelana. La expresión de Jill y la forma en que aparece la sobresaltan y la tasa se resbala de sus manos haciéndose pedazos al caer al suelo, derramando el líquido blanco.

-¿Dónde está el hospital más cercano? -pregunta la chica luchando con su voz que casi se niega a salir y sin poder contener las lágrimas.

Tal vez Javier ha sido un desastre como padre, pero por mucho que lo niegue seguía siendo eso, su padre.


-¿Qué pasó Jill? -pregunta Andrea caminando hacia la chica que permanece de pie sujetándose al umbral de la puerta.


-¿Dónde está, Andrea dónde está? -repite casi al borde del colapso y no le queda más remedio que responder.


-Te llevaré hasta allí pero tienes que calmarte -dice mientras camina junto a Jill que la lleva hasta su casa.


Jill entra a la habitación de Javier dónde el hombre había dejado de convulsionar, en sus ojos aparece un brillo de esperanza cuando la ve llegar. Ella camina hasta él y le dedica una mirada de compasión antes de volver a hablar.

-Quédate tranquilo, no estarás solo Susana ya llegó, volveré con ayuda.

Termina de hablar y Susana aparece en la habitación con expresión como ausente. Se la habían encontrado en la entrada pero no se han detenido a explicarle nada. No es como que halla tiempo para eso. Andrea sigue a Jill hasta su auto y comienza a indicarle el camino.

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Jill se encuentra sentada junto a la cama donde reposa el cuerpo del hombre que ahora está conectado a algunos aparatos y permanece inconsciente. Han llegado hace al menos una hora y para ese momento Javier ya se encuentra en muy mal estado. Tiene la cabeza recostada sobre la cama y hace unos minutos se ha quedado dormida.

Andrea entra al lugar y le dedica a su amiga una mirada de dolor. Jill está pasando por una situación muy difícil que al perecer la está superando.

-Jill -dice en voz baja para no asustarla.

Pretende decirle que Susana ha llegado para quedarse con Javier y que ella regrese a Río para su reunión.

-Jill -repite al ver que la chica no reacciona, esta vez un poco más alto y ligeramente moviendo su hombro.

La preocupación comienza a tomar lugar en ella cuando nota que su amiga de ninguna forma reacciona.

-Jill despierta -dice esta vez sacudiéndola con fuerza.

Retiene el aliento al caer en cuenta de que está inconsciente y va en busca de la primera persona con bata blanca que aparezca en su camino.

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La chica entreabre los ojos y se lleva las manos al vientre al notar una especie de vacío y recordando el dolor que había sentido antes de que su vista se volviera oscura y una especie de niebla negra le llenara la mente. No sabe que pasó ni como ha llegado a donde está, lo último que recuerda es que se encontraba con su padre. Andrea entra a la habitación y las palabras se le escapan a Jill como impulsadas por un resorte.

-¿Cómo está Javier?

-Está bien, despertó hace un rato, necesita quedarse más tiempo en el hospital pero pronto estará nuevamente en casa -hace una pausa y toma aire para continuar-. ¿Cómo estás tú?

-Yo estoy bien -recuerda nuevamente el dolor que había sentido y la sensación de vacío regresa, pero tiene tanto miedo a la respuesta que no se atreve a preguntar.

Andrea lee la pregunta grabada en la mirada de su amiga, aprieta los labios hasta que se vuelven una fina línea y niega en respuesta con ligeros movimientos de cabeza.

Jill aprieta la sábana al cerrar en un puño las manos que mantiene sobre su vientre al tiempo en que la sensación de vacío se hace mucho más grande, casi palpable, siente como si se le escapara la vida de entre las manos.

-Mi bebé -dice con a penas un hilo de voz.

Nuevamente Andrea niega con ligeros movimientos de cabeza que esta vez a la chica le parecen un sin fin de dagas clavándose en su cuerpo.

-¿Por qué? -pregunta mientras las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas.

-Fue un aborto espontáneo -comienza a decir Andrea.

Jill cierra los ojos porque siente que esas palabras le duelen en el alma como nada le había dolido nunca antes.

-Creen que se debe al shock por todo lo que pasó con tu padre -deja de hablar para tomar fuerzas y retomar lo que estaba diciendo-: O por algún otro trauma que hayas tenido antes, supongo que se refería a lo que pasó con Andrés.

-Déjame sola -es lo único que alcanza a decir Jill antes de que su voz se quiebre como si fuera de cristal.

Andrea se niega a obedecerla, no tiene ni la más remota idea de lo que puede estar sintiendo la chica frente a ella por experiencia propia, pero no se necesita haber vivido nada similar para leer el dolor que parece proyectarse desde los ojos de Jill hasta ella. Esa mirada tan vacía como nunca había visto una mirada parece clavársele en el pecho como si fuera un poco más que un puñal envenenado. Camina hasta ella y la abraza brindándole el apoyo que necesita y que siente que le debe luego de todo lo que ha pasado, ya que no logra sacarse de la mente que todo eso es culpa de su hermano. Tal vez porque es un poco cierto.

-No es verdad -dice Jill con un hilo de voz.

No quiere creer lo que escucha. Se refugia por segundos en la idea de que eso no es cierto, y luego le duele mucho más al caer en cuenta y dejar entrar la idea de que sí lo es. Es muy cierto, ella lo siente, siente el vacío, siente el dolor, sabe que se ha ido, su regalo que le había caído del cielo se ha ido. Había aprendido amar a su bebé, le había dado un lugar en su corazón, había fantaseado con la idea de mecer a su pequeñito en su brazos, y ahora ya no está. La vida puede ser muy cruel muchas veces y ella lo sabe, pero jamás había imaginado que podía ser tan cruel. Había visto cientos de novelas donde las protagonistas perdían a sus bebés, se había imaginado la sensación, había sentido lástima cada vez que escuchaba algo semejante, pero nunca imaginó que ella misma experimentaría lo que es perder un hijo.

De pronto aparece tras la puerta de cristal entre abierta la persona a la que más necesita en ese momento. Trae los ojos rojos y llorosos, está fatigado, es evidente que ha estado corriendo. Los ojos de la chica se clavan en los de Cristopher que camina hacia ella y el muchacho siente que el mundo se le viene abajo. Cae en cuenta de cuánto la quiere y cuánto le duele verla así. Siente que la cabeza le da vueltas, él también había aprendido a amar a su hijo, hasta había imaginado como jugarían y le enseñaría a jugar fútbol como lo hace él. Se sienta en la silla junto a la cama de Jill que se reincorpora para sentarse y la abraza como si quisiera esconderla del mundo. Las lágrimas de Jill se le impregnan en el polo oscuro que lleva puesto y las de él se cuelan en el cabello de ella mientras mantiene el rostro apoyado sobre ella. Es difícil ver llorar a Cristopher Parker, principalmente en público, pero el dolor que está sintiendo en ese momento es demasiado como para contenerlo, necesita dejarlo salir. Andrea sale de la habitación para dejarlos a solas y cierra la puerta tras ella.

-Todo estará bien mi niña, este dolor va a pasar -dice el muchacho intentando darle ánimos a la chica que aprieta entre sus brazos y que perece que se quebrará en cualquier momento.

-No va a pasar, nunca va a pasar este dolor, era mi hijo, era mi bebé, y ya no está.

-Lo sé, también era mi bebé, yo también lo quería, yo también soñaba con ver crecer a mi hijo.

-Era pequeñito, estaba solo, dependía de mí, yo era su único escudo del mundo y le fallé.

-Tú no podías hacer nada Jill -dice él sosteniendo el rostro de ella entre sus manos -no te culpes, no cargues con una culpa que no tienes, tú no podías hacer nada.

-No te vayas Cris, quédate conmigo, no me dejes sola -pide ella casi en un susurro mientras las lágrimas continúan corriendo como cascadas por sus mejillas.

-No me iré a ninguna parte, me quedaré contigo, no voy a apartarme de tu lado en ningún momento, tú eres mía y yo soy tuyo Jill.

-Pero tú no me amas, y un día te irás.

-Eso es lo de menos, ya sé que nuestra relación es extraña, pero a ti te quiero más que a nadie y no me iré de tu lado.

Esconde el rostro nuevamente entre los brazos de él acurrucándose en su pecho. Él ha dicho que no se irá de su lado y que la quiere, pero no ha dicho que la ama. Cuando aparezca alguien a quien sí pueda amar está segura de que se irá, si de algo ya está totalmente segura era de que ella sí lo ama. Ha perdido a su bebé y perdería al amor de su vida. ¿Será que la vida no se cansará nunca de golpearla desde todos los ángulos?

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Jill termina de recogerse en una coleta el cabello que le ha crecido un poco desde la última vez que lo había cortado y ahora le llega hasta unos diez dedos bajo los hombros. Se ata en forma de lazo los cordoncillos de las botas negras que lleva a juego con un vestido del mismo color que le cae suelto hasta las rodillas. Toma la carta que había estado escribiendo hacía unas horas y sale de la habitación. Continúa el camino hasta la parte trasera de la casa donde la espera Cristopher. Había leído en internet que la mejor forma de dejar ir a una persona era escribir lo que se siente, quemar la carta y soplar las cenizas para que le llegue a allá donde esté.

-¿Estás lista? -pregunta el muchacho cuando la chica se detiene a su lado.

Jill asiente en respuesta a pesar de que nunca estará realmente lista y Cristopher raspa el fósforo que sostiene en la mano con el lateral de la cajita para que se encienda. Se lo entrega a la chica que sostiene en las manos un cenicero de cristal en el que ha colocado la carta. Lo pone sobre el papel y ve como la llama comienza a consumirlo mientras las palabras que ha escrito se precipitan en su mente como si estuviera escribiéndolas otra vez.

«Tú estabas en mi corazón, con las muñecas de mi infancia, estabas en todas mis esperanzas y en todos mis sueños. Tú haz ido viviendo día tras día en el seno del espíritu inmortal que rige mi vida. Tú haz vivido en mi vida, cuando mi corazón abría sus ojos tú flotabas en fragancia a mi alrededor. Tu tierna suavidad floreció ante mis caricias jóvenes como el calor del horizonte al salir el sol. Primer amor del cielo, hermano de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y te detuviese en mi corazón »

Las lágrimas corren por su rostro sin tener para cuándo detenerse, tiene la vista empañada mientras ve como el papel poco a poco va reduciéndose a cenizas y siente como si le apretaran el corazón en un puño hasta el punto de sentir que se asfixia. Siente como el dolor inmenso que encierra dentro se hace cada vez más insoportable, se libera consumiéndola centímetro por centímetro muy lentamente, mientras las palabras de su carta continúan apareciendo en su mente una tras otra como si de una presentación de diapositivas se tratara.

«Sé que ahora estarás en el cielo y Dios te estará cuidando, él hará allá en el cielo lo que yo aquí en la tierra no pude hacer. Aún así no dudes nunca de que mamá te ama mucho, ahora no puedo ir contigo pero un día iré a allá a dónde estás y nos encontraremos otra vez, tomaré tus manitas y seremos felices. ¿Sabías que papá te quería mucho? Papá y mamá te amaban, y te siguen amando»

El papel es ya cenizas, puntitos negros que contienen en ellos el dolor de una madre que aca de perder a su bebé, que nunca lo conoció pero que lo ama más que a sí misma, y no hay amor más puro y más real que el de una madre. Jill alza el cenicero hasta el nivel de su rostro, cierra los ojos y sopla hasta que todo el polvo es arrastrado por el viento delicado que sopla. La chica deja el recipiente de cristal en el suelo y se sienta sintiéndose incapaz ya de mantenerse de pie, Cristopher se sienta a su lado también con los ojos cristalizados para abrazarla y atraerla hacia su pecho.

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