Epílogo: Fin ♥️✨

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Caminaron hasta detenerse frente a la recepción del lugar donde dejaron sus pertenencias, pagaron la entrada y les entregaron unas pequeñas identificaciones con su número de taquilla. Continuaron el camino hasta la sección de antigüedades donde se imponían los enormes esqueletos de dinosaurios. Jill observaba admirada, casi parecía que nunca en su vida había estado en un lugar así, mientras Cristopher la miraba a ella.

-Mira -dijo Cris luego de echar una ojeada a los guardias de seguridad.

Pasó una mano sobre uno de los esqueletos pequeños.

-¿Puedo? -pidió ella tan curiosa como siempre.

El muchacho asintió y ella pasó su mano sobre la superficie rugosa y blanquecina. Sonrió como una niña y volteó a mirarlo con los ojos brillantes.

-Es muy bonito.

-Sí -dijo él sin poder evitar sonreír también -ven -indicó luego y la tomó de la mano llevándola hasta una enorme maqueta del globo terráqueo.

-Que grande -dijo la chica admirando la enorme bola frente a ella -pero. ¿Cómo saben que es así?

-Porque lo saben -respondió el muchacho como si fuera algo obvio.

-No creo que alguien halla abierto la tierra para saber cómo es por dentro -le contradijo ella haciendo pucheros.

-Tú y tus reflexiones extrañas -agregó el muchacho tirando de ella hasta una sección donde lucían cuerpos de animales extraños embalsamados.

-¡Mira! -exclamó la chica de momento llamando la atención de Cris. -Un pingüino -dijo luego indicando con el dedo al animal embalsamado frente a ella -parece que tiene traje -concluyó logrando despertar la risa del muchacho a su lado.

-¿Y esto?

Se volteó quedando de espalda a él refiriéndose a usa especie de iguana embalasamada cuya identificación estaba algo borrosa.

-Un lagarto feo. ¿No ves? -respondió Cristopher pegando su cuerpo al de ella y acariciando suavemente su abdomen.

-¿Qué haces? -preguntó Jill dejándolo seguir.

-Nada que constituya un delito, eres mía -respondió bajando la mano hasta el vientre bajo -solo que... -dejó la frase inconclusa.

-¿Que qué? -inquirió ella curiosa.

-Que hay cámaras aquí -respondió Cris echando una ojeada al techo.

-¡Pero qué! -exclamó intentando alejarse al tiempo en que él le propinaba un pellizco en el trasero -no, Cris -dijo luego alejándose y mirándolo con los ojos entonados mientras él continuaba riendo divertido.

-Ven -dijo sin dejar de reírse, tomando su mano y llevándola a la otra planta.

-Quiero tocarla -pidió la chica acercándose a una especie de exposición de mariposas.

-No, mira, esa nos está siguiendo.

-¿Qué, por qué? -inquirió de pronto preocupada al notar una guardia de seguridad bastante cerca de ellos.

-Porque tienes cara de ladrona.

-No es cierto -negó con su típica expresión de niña pequeña.

-¿Cómo que no? ¿Cuándo fue la última vez que te viste al espejo?

-Ya déjame -pidió poniendo cara de llanto.

La conocida Jill de cinco años comenzaba a hacer estragos.

-Ya ven, boba, no es mi culpa que no tengas espejos -dijo pasando su brazo sobre los hombros de la chica y echándose a reír -vamos al excusado.

Avisó antes de conducirla hasta las puertas que indicaban el excusado de chicos. Entró y le echó una ojeada a la chica que planeaba esperarlo fuera.

-Ven.

-No cómo crees, esto es un lugar público -respondió Jill abriendo los ojos como platos.

-Ven Jill. ¿Quieres que vaya por ti?

-¿Quieres que salga corriendo? -respondió con otra pregunta.

-Está bien, te la cobraré en casa -afirmó el muchacho con su típica mirada pícara y seductora.

-¡Jil! -el grito de Gretchen la regresa automáticamente de sus recuerdos de golpe a la realidad.

-¿Qué pasó? -pregunta con el corazón desbocado y a punto de un infarto.

-Parecías embobada, pensé que tú espíritu se había ido fuera de tu cuerpo.

-Algo así -responde la chica rodando los ojos y volviendo a reclinarse en la silla.

-¿No escuchaste lo que acaba de decir el profesor?

-No. ¿Qué dijo? -pregunta sin darle importancia al asunto.

-Dijo que nos dará estas dos semanas libres y así podremos volver antes a casa.

-¡No jodas, ¿eso dijo?! -exclama Jill emocionada percatándose de que ya todos han salido del aula incluyendo al profesor.

-Eso dijo, para que veas que realmente la vida no te odia, ya podrás ver a Cristopher.

-¿Y qué hacemos aquí? Vamos a reservar nuestro vuelo, sabes qué, no, vamos a empacar y nos vamos en el primer vuelo que salga.

-Ey ey, pisa el freno y suelta el acelerador, no pasaré la noche frente al aeropuerto esperando que salga un vuelo a Brasil.

-Claro que no, la pasarás dentro -dice caminando emocionada en dirección a la residencia.

◆━━━━━━◄••❀••►━━━━━━◆

El reloj marca las seis de la tarde cuando Jill y Gretchen pisan la entrada del aeropuerto. Caminan hasta la chica que prepara los vuelos. Pudieron haber esperado el vuelo reservado por la universidad, pero eso suponía quedarse allí dos semanas más y Jill no lograría permanecer un segundo más sin motivo lejos de Cris.

-Buenos días, nos gustaría reservar el primer vuelo con destino a Brasil.

-Tienen suerte -les felicita la chica sonriente como si acabara de salir de una portada de revista-. Hay un vuelo preparado para las ocho, será el último de la semana con destino a América.

<¿Suerte dijo?>

Se pregunta Jill a ella misma.

<Yo pensé que diría: va a salir un vuelo en unos minutos>.

Rueda los ojos y a pesar del gesto intenta sonar complacida.

-Gracias, querríamos inscribirnos por favor.

-Por supuesto, aún hay vacantes.

Le entregan los documento. Ella los revisa, les devuelve los papeles y boletos y se dirigien a la sala de espera.

-Esta voy a cobrártela Jill, lo juro -sentencia Gretchen hundiéndose en el asiento con tapizado de cuero.

-Míralo por el lado positivo, volveremos antes a casa.

-Sí claro, y me perderé la gira por la ciudad.

-Ya haremos una gira la próxima vez, y te pagaré todos los gastos.

-¿Lo prometes?

-Ajá -afirma la chica extendiéndole el dedo meñique a su amiga.

-Mira a ver lo que haces -aclara enganchando su dedo meñique con el de Jill -las promesas de dedito son sagradas.

-Sí, es para que veas que hablo en serio -afirma poniendo rostro muy serio.

-Deberíamos madurar -suelta Gretchen antes de echarse ambas a reír.

◆━━━━━━◄••❀••►━━━━━━◆

-Pasajeros del vuelo 30 con destino a Brasilia capital de Brasil, pueden abordar por la puerta 5.

Se escucha la voz proveniente de los altavoces y saltan del lugar como impulsadas por un resorte.

Entran a la enorme máquina blanca y caminan entre los asientos de tapizado negro del interior que se encuentran ordenados en dos largas filas de dos en dos. Las ventanillas son de aspecto circular y tamaño mediano y el espacio acogedor. Ocupan los asientos 22 y 23, el de Jill está junto a la ventana.

La aeromoza llega a la estancia totalmente uniformada vistiendo una camisa blanca de mangas cortas perfectamente entallada, por dentro de una saya negra ajustada desde la cintura hasta unos dedos sobre las rodillas. Lleva el cabello dorado suelto sobre la espalda mientras dice lentamente las medidas de seguridad. Pasea su mirada de dos ojos cafés a lo largo de todo el lugar, al parecer no le gusta estar frente a tantas personas.
Una voz masculina la cual ambas chicas concluyen que proviene del piloto en la cabina de mando retumba luego en todo el lugar anunciando el despegue. Todos comienzan a abrocharse los cinturones que repiquetean al cerrarse uno tras otro. Poco después les invade esa característica sensación rara en el estómago y la ciudad empieza a desaparecer debajo de ellos.

La vista de Jill se pierde entre las nubes mientras se dibuja en su rostro una enorme sonrisa, por fin volverá a casa.

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