Capítulo 16: Un beso y dos gotas

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Después de lo que paso con mi madre todo se calmó de cierta manera en mi casa, mi padre está más tranquilo y mi hermano mayor nos está visitando más a menudo.

De cierta manera es feo pensar que la que nos estaba separando como familia era ella, y que nunca de verdad le importamos en lo más mínimo, fuimos su escalafón para llegar a otro lado y con ello abandonar lo que ella alguna vez juro que era lo más sagrado para ella.

Mi padre se ve triste, su semblante cambio mucho y sé que su corazón le duele, ella, Mariela era el amor de su vida, a pesar de que el para ella nunca lo fue y está muy jodido eso, más al ver que Armando no estaba durmiendo o comiendo como antes.

Alex nos está ayudando con todo, cuida a mi papá y mientras lo hace este Marlon se está haciendo cargo de todo lo de mi papá, la venta de caballos, el rancho y todo eso, ahora entendía una cosa que jamás comprendía de mi hermano.

El adoraba a mi padre, y siempre ha sido leal a él sin importar nada, y después de esa pelea que presenciamos entendí por qué, mi madre lo quiso abortar, y eso sé que había lastimado mucho a Marlon, y es algo que hablamos muchas veces este Xavier y yo.

Era antinatural la manera en que él y mi madre se trataban.

El odio que se tenían el uno al otro era algo que no podíamos comprender, al menos no hasta después de estos sucesos, donde mostraron ambos sus verdaderos colores.

Y de cierta manera me daba un poco de dolor pensar en ello, saber que Marlon carga con todo el dolor de la familia antes de que naciéramos Xavier y yo, cuantas lagrimas no se había guardado, cuantos gritos cuantos enojos. Siempre siendo el hermano modelo, cuidando de Xavier y de mi sin chistar, siempre velando por mi padre y estando al cien por ciento con Alexandra, era algo que hoy en día admiro, el fue el guerrero de la familia, aquella fuerza que nos mantuvo unida a pesar de toda la mierda que hizo Mariela, soporto todo por nosotros, incluso tuvo que estar lejos de la mujer de su vida para que para mantenernos a nosotros a salvo del odio de mi madre, saber que abusaron de ella y tener que guardárselo hasta hace poco.

No tengo cómo agradecérselo.

Lidia por su parte se ha hecho más unida a mi, no me deja sola cuando estoy en la calle, siempre me está cuidando, y no lo negaré, es algo que me gusta, sin embargo, no hemos ni formalizado.

Sabemos que nos gustamos, digo maldita sea nos fascinamos y lo veo con ella, la manera de verme, cómo está siempre viendo que este bien, de verdad no puedo pedir más ella es todo lo que amo en este mundo.

Estoy yendo camino a su trabajo, habíamos quedado de ir a cenar algo nuevamente, pero esta vez pensamos en ir al Moro, una famosa churrería de la ciudad de México la cual estaba cerca de la estación del Metro San Juan de Letrán, a mí me fascina ese lugar.

Jacinto me estaba dejando en el local de tatuajes donde sin esperármelo veía a Ana Sofia en él, sentada en las piernas de Alberto, mientras que Dani está tatuando a alguien, lidia hacía unas cuentas y Griselda parecía estar estudiando.

—¡Hola Chicos! —digo al entrar al local.

Todos me voltean a ver, pero es Lidia a la que más se le ilumina el rostro, dejando el dinero en la caja y se acerca a mi para abrazarme y darme un pequeño beso en la frente.

—¿Cómo estas charrita? —hunde sus ojos negros sobre los míos.

—Feliz al ya estar aquí contigo —escondo mi cara en su pecho y ella acaricia mi cabello de manera tierna.

Me hundo en su aroma, hoy huele a azucenas y me extasía esa esencia.

Pero recuerdo que estamos en el local y me sonrojo, y volteo a mis otros amigos.

—Hola chicos —sonrío sonrojada.

—¿Qué onda morra? ¿Todo chido? —pregunta este Dani.

—Si, esta todo bien.

—Vientos carnal, ¿Tú carnal cómo esta? —me pregunta Beto.

El y Marlon se conocían de antes y se respetan, mucho, incluso tienen una relación muy cordial donde Beto le dice todo lo que está pasando en las contraculturas y mi hermano le ayuda con mercancía y promoción de su lugar de tatuajes.

Parecía ser que el había tatuado a mi hermano hace años.

—Marlon anda bien, al cien con lo del rancho y los negocios de mi papá —les comento mientras abrazo a mi mejor amiga.

Entendía que ahora Ana Sofi estaba interesada en Alberto, pero se cómo es ella y no quería que sólo jugara con él, siendo que es un gran tipo.

—¡Va qué va! Me lo saludas.

Mientras abrazo a mi mejor amiga Griselda se ha parado a de igual manera saludarme y darme un fuerte abrazo, me siento muy a gusto aquí.

Platicamos otro rato hasta que nos despedíamos para salir y esta Lidia para un taxi.

—Al moro por favor —le sonríe a al taxista.

Vamos cruzando las calles de la ciudad, viendo su colorido escenario, algo que me fascina ya que muy pocas veces había podido salir de esa manera, pero ahora con Lidia a mi lado y mi padre siendo más abierto que mi madre, no había problema alguno, sólo que aún no sabía mis preferencias y tengo miedo de decirle algo, al menos ahorita.

El piensa que sólo somos amigas.

Llegamos al restaurante y veo que Lidia saca su cartera y le da cincuenta pesos al conductor, me molesto un poco por qué no me gusta que ella pague las cosas, sé que mucho del dinero que ella gana es para ayudar en su casa, no era justo que lo gastara en mí.

Me ayuda a bajar y al hacerlo besa mi mano.

—Hemos llegado su alteza —sonríe de manera feliz.

No puedo evitar sonrojarme un poco.

—Muchas gracias milady —digo siguiendo su juego.

Caminamos hasta la entrada del establecimiento pidiendo una mesa para dos y dando gracias que no hay mucha gente., teniendo que esperar sólo unos diez minutos a ser llamadas.

Ella me abre la silla para poder sentarme y le agradezco para que posteriormente ella tome su asiento frente a mí.

Nos toman el pedido y ella pide sólo una taza de chocolate y tres churros, algo que hago igual, se que no comía mucho ella por pena.

—¿Cómo te fue en la escuela esta semana? —me pregunta.

Desde que había pasado lo de mi padre y madre, Laura y Carmen habían estado jodiendo más, al punto de que Valentina se había cacheteado a Carmen.

—Fuera de lo que te conté que paso entre Vale y la otra chica, bien Lidia, no me quejo, un poco atareada por las clases.

—Entiendo, ¿ya no te molesto Carmen? —me pregunta.

—Después de lo de Valentina ya no, creo que le dejo muy claro que no estábamos para aguantar mierdas —le comento.

—Ella hizo bien, si no hubiera hecho eso esa morra seguiría jodiendo más de la cuenta —me comenta.

Mantuvimos una charla amena y sonriendo, contándonos de nuestra semana y demás mientras comíamos, siempre que estaba con ella, era cómo si pudiera hacer todo sin problema alguno.

Y el brillo que siempre tenía en sus ojos al verme, no tenía manera de describirlo, era cómo si el aliento de vida hubiera entrado en su cuerpo, su mirada la mostraba muy feliz.

Terminamos de comer y salimos del sitio, para comenzar a caminar con dirección de la torre Latinoamericana, entre el mar de gente que siempre había por esa zona de la ciudad.

—Lidia, ¿Cómo has estado tu? —le pregunto de manera muy honesta.

—Pues bien, charrita, un poco cansada pero feliz —me comenta.

De cierta manera se que no me miente, pero a la vez veo que se está guardando algo.

—¿Qué sucede mi chica de Bronce? —le cuestiono viéndola.

—He estado pensando mucho en esto —nos señala.

—¿Y qué pensaste? —le pregunto.

—Muchas cosas —se comienza a reír al igual que yo al recordar el meme —, principalmente que tu estes bien y feliz en todo momento y todo lugar.

—Siempre a tu lado lo estoy Spider.

En ese momento siento cómo empieza a chispear, cayendo un poco de agua en mi rostro y Lidia me jala hacia ella para cuidarme de la lluvia.

Nos quedamos viendo la una a la otra y sonreímos sonrojadas, me siento muy segura en su presencia y sabía que nada me pasaría con ella cerca, en verdad la amaba.

—¿Quieres ser mi novia? —dice viéndome a los ojos con un claro sonrojo mientras que dos gotas caen en nuestra cabeza.

Si meditar nada me pongo de puntitas y jalo su rostro tomado de las mejillas hacia el mío y le doy un gran beso, mientras las gotas comienzan a caer de mayor velocidad.

—¡Si! Carajo si quiero —le digo eufórica entre besos.

Por fin éramos oficiales. 

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