Capítulo 5: Querer y poder son dos cosas diferentes

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El sábado llega, estoy muy emocionada porque veré a aquella chica que me tenía en la luna, Lidia, aquella skate que nos habíamos visto sólo dos veces y en las dos me había defendido de peligros que se habían acercado a mí.

Me levanté temprano y me había bañado y en estos momentos me peino, pasando de manera lenta el cepillo por mi castaña cabellera, sé que me quiero ver bien para ella, quería causarle una gran impresión, algo que antes no había pasado, digo si salía con mis novias pasadas y me arreglaba, pero eso era cuando ya teníamos una relación, pero Lidia, es diferente, me quiero de verdad esforzar con ella.

Son las nueve y media de la mañana y ya estaba lista para verla, a pesar de que nos habíamos quedado de ver a las once, ¿se nota mi emoción? Tengo que decir que después de varias de mis relaciones pasadas quede un poco lastimada, no fueron malas relaciones, pero tampoco puedo que fue reciproco de parte de mis parejas.

Escucho como tocan mi puerta, sacándome de mis pensamientos.

—Adelante.

Veo como entra mi madre y sólo ruedo los ojos, desde la semana pasada donde hablamos sobre lo de Gonzalo, ella sabe que estoy molesta con ella, y lo peor es que no le importaba.

—Miriam, sólo para recordarte que tenemos una cena con los padres de Gonzalo —sonríe de manera hipócrita.

—¿Y qué quieres que haga? —le pregunto mientras guardo algunas cosas en el bolso que me voy a llevar para la cita con Lidia.

—Tienes que estar lista, te compramos un nuevo vestido para que lo puedas usar hoy.

—¿Qué parte no entendiste de que no iría? —la volteo a ver muy molesta.

—Y dime tu ¿Qué parte no entiendes de que no tienes ninguna opción? —su voz está llena de enojo, eso es peligroso, ella no analiza las cosas que hace cuando tiene esa actitud.

—¡Me vale lo que pienses o digas mamá! No iré, no me casaré con Gonzalo y no te ayudaré a subir cómo política a costa de mi felicidad —señalo.

—¿No lo entiendes Miriam? Estoy asegurando los futuros tanto de ti cómo de Xavier.

—¿Casándome con un tipo que es un misogino que se acuesta con cualquier chica que le hace caso? ¡Vaya que gran esposo tendré! —le grito.

—Eso es lo de menos, lo que tienes que ver es todo lo que lograrán estando tu con él —dice mi madre, su visaje no cambia, es impasible.

—No lo haré, me da asco sólo pensar en ello.

Me pongo mis botines negros de tacón medio y agarro mi bolsa.

—Ya me voy, saldré con una amiga, iremos a San Cosme —le digo sin darle oportunidad de responder.

Me apresuro a bajar las escaleras, no me importa la hora, sólo quiero salir de la casa.

Me siento mal, porque antes tenía una gran relación con mi madre, le confiaba muchas de mis cosas, obviamente nunca le dije sobre mi preferencia sexual, pero todo lo demás se lo contaba, sin embargo, desde que empezó a hablar más con el padre de Gonzalo, ella cambió mucho, ya no confiaba en ella.

Voy caminando hacia el metro bus, viendo que eran las diez de la mañana y me dirijo al Starbucks cerca de mi casa, necesito desestresarme.

Al entrar veo que no hay gente y pido dos Caramel Machiatto, le voy a llevar uno a esta Lidia, sé que le gustará.

Lo pido y pago con una de mis tarjetas de crédito, y continuaba mi camino hacia la estación de Colonia del Valle, donde me quedé de ver con Lidia.

Ella, pensar en esa chica me hacía olvidar todos los problemas con mi mamá, esos ojos me calmaban, sólo los había visto dos veces y me tienen en las nubes, digo acepto que me gusta mucho ella y su manera de ser, más después de conocerla un poco más él fin de semana pasado cuando fuimos al chopo.

No lo negaré, me dio un poco de tristeza escuchar que no puede seguir estudiando por cosas de dinero según entendí, sin embargo, si noté que es una chica muy culta, sabe de qué habla siempre y no se deja amedrentar por nada.

De eso me dí cuenta en nuestras charlas por WhatsApp, aprendí mucho de ella, cómo su libro favorito, su música y banda preferida, comida que más come y todos esos pequeños datos que debería de saber una amiga o alguien especial en la vida de otra persona.

La vibración de mi celular me sacaba de mi mente, poniendo las bebidas en una banca checo mi celular y veo que es ella.

"Charrita, ya llegué, aquí te espero"

Y con un emoticón de carita feliz.

Mi corazón se aceleraba, tomaba de nuevo las bebidas y caminaba un poco más rápido, estaba ya a unos cuantos minutos de llegar a la estación del Metrobús y eso no me ayudaba en calmar mis nervios.

Lo que no me acordaba es que yo no tenía tarjeta de dicho transporte, y por ende no podía ingresar al mismo, digo no lo necesitaba, siempre me llevaban a todos lados o pedía Uber.

Pero para mí fortuna, ella estaba cerca de los torniquetes.

—¡Lidia! —le grito.

Ella voltea y me sonríe con su patineta en la diestra y como siempre, mi mente dejaba de funcionar.

—¡Hola charrita! ¿Cómo estás? —me pregunta mientras se acerca

—¡Estoy bien! ¿Y tú? —mi sonrisa es amplia.

—Estoy bien, sólo un poco cansada por que ayer ayudé a mi mamá en unas cosas —me comenta, —pero feliz de que sí pude verte ¿Traes para entrar?

Me sonrojaba y niego con mi cabeza.

—Lo supuse, por eso, le puse extra a la tarjeta —ríe.

La pone en el torniquete y me deja pasar, veo que tienes sólo veinte pesos después de haber pagado mi pasaje.

—Te traje algo, espero te guste —le doy lo de Starbucks.

—¡Gracias charrita! —le daba un sorbido —¡Esta rico! ¿Qué es?

—Caramel Machiatto, es mi tipo de café —le respondo.

—¡Tienes buenos gustos charrita! Nunca lo había probado cómo tal.

Esto capta mi atención.

—¿Jamás has ido a Starbucks? —le pregunto viéndola.

—No es un lugar que pueda costear tan fácil, apenas y me alcanza para lo del Seven Eleven —ríe de manera tímida sin dejarme de ver.

Sin embargo, noto que tiene cierta pena, cómo si haber dicho eso la hiciera sentirse mal.

—No te preocupes siempre que salgamos te invitaré uno ¿Qué te parece? —le comento.

—¡No charrita! Cómo crees —se pone más ruborizada.

—Si te gusto no veo por qué no puedas tomarlo al menos siempre que nos veamos.

—Miriam, no es necesario que gastes tu dinero en mí —dice un poco más fuerte.

—Lidia, entiende algo no me molesta hacerlo, ¿Entiendes? —la veo a los ojos.

Sentí cierta conexión al clavar mi mirada sobre la de ella, no podía evitar sonreír, a lo cual ella también me regala una tímida sonrisa.

—Acepto, sólo por qué no puedo negarme a esos ojazos que tienes charrita —me guiña el ojo.

Ahora era mi turno sonrojarme, siento mis colores aumentar en mi rostro, ganándome una risita por parte de la chica skate.

—Entonces ¿A dónde iremos? —intento desviar la atención de mi sonrojo.

—Pensaba que fuéramos a San Cosme al parte de patinetas, pero me cancelaron mis amigos, así que ¿Cómo ves si vamos a caminar a Parque Hundido? —me pregunta.

—Me parece perfecto, tomaremos el transporte público ¿verdad? —le cuestiono ahora yo a ella.

—Si, digo son sólo dos estaciones, pero no creo que quieras caminar y menos trayendo tacones —señala hacia mis pies —¿Verdad?

—Pues no me molesta, pero ya pagaste el pasaje así que hay que aprovecharlo —le sonrío.

Ella asiente y caminamos hacia donde están los andenes, no había mucha gente esperando, sólo una madre y su hijo y una pareja.

Llega el Metrobús y entrabamos me siento y ella se queda parada habiendo dejado sentar a la mamá con su hijo.

No podía evitar verla, tiene una hermosa piel, la chica de bronce, alcanzó a ver que, si tiene mucha musculatura, pero tonificada, se nota su ejercicio que debe de hacer diario.

—¿Te ejercitas a menudo? —le pregunto.

—Pues la patineta es un gran ejercicio, pero también cómo mucho así que a veces voy al gimnasio —me dice.

Llegamos a nuestro destino donde nos bajamos y salimos de las instalaciones de la estación, para después cruzar la calle y llegar al famoso Parque Hundido.

Es un sitio hermoso, con mucha vegetación, dicho lugar cuenta con mucha cosa, entre ellas un reloj floral, que es el más grande de México, es muy hermoso.

Caminamos a través del lugar, mientras tomamos nuestros cafés, notando cómo esta Lidia lo saborea mucho, le había fascinado.

—¿Cómo te fue esta semana en la escuela charrita? —me pregunta de la nada.

—Cansado, de verdad que hay días que no entiendo a mis maestros, nos dejan tarea tras tarea sin pensar que necesitamos descansar —dejo salir un ligero suspiro.

—Si te ves algo cansada, pero a la vez triste —me señala.

Dejo salir un ligero suspiro, me sentaba en la banca cercana, y ella a mi lado.

—Creo que no te comenté lo que paso en mi casa el día después del Chopo —le doy un sorbo a mi café.

Ella niega sin dejarme de ver.

—¿Te acuerdas el día que nos conocimos en la Ibero?

Ella asiente.

—Pues ves el chavo del que me defendiste, es amigo bueno no el precisamente sino su padre, es amigo de la familia, es el senador Ortiz —noto cómo frunce el ceño, lo cual capta mi atención —mi madre quiere incursionar en la política y pues quiere que me case con Gonzalo, así se llama.

—¿Casarte con el senador? —la veo alzar la ceja sorprendida y con cierto asco.

—No, claro que no —, no puedo evitar dejar salir una risita —. Con Gonzalo.

—Digo no veo gran diferencia entre uno y el otro, ambos son unos cerdos —noto su enojo en la voz, cierto resentimiento.

—Pues el señor Ortiz siempre ha sido buena persona con nosotros.

—Si, por que ustedes son acomodados —seguía aquel semblante de molestia —pero con la gente menos afortunada es un hijo de perra, él es el que está impulsando la reforma de aumentar las cuotas de las universidades públicas.

Eso era algo que sabía, digo no lo veía cómo algo malo, sino que podría mejorar la calidad de las cosas en dichas escuelas.

—¿Y eso porque es malo? —pregunto de manera genuina.

—Muchas personas dejarían de estudiar, no todos pueden costear trescientos pesos al mes —me comenta —por ejemplo, mi amiga Griselda, la que estudia medicina, o compra los libros o saca copias o paga la cuota.

Creo que jamás me había puesto a pensar en eso, no me afecta de manera directa, o conocía a alguien que podría ser afectado de esa manera.

—¿Cómo le hace? —le pregunto.

—Ella trabaja aparte de estudiar, con nosotros en el estudio de tatuajes de Beto, uno de los chicos que estaba con nosotros en el chopo, el de cabello corto.

Lo ubicaba, era un buen chico, bueno al menos eso parecía, a pesar de estar tatuado, bueno todos ellos estaban así menos la estudiante de medicina y la hermana de Lidia.

—¡Debe ser muy difícil todo eso! —le digo.

—Es nuestro orgullo Griselda, siempre fue la más inteligente de todos nosotros —dice Lidia —siempre ha sido la mejor en la escuela.

—¿Y tú no quieres seguir estudiando?

—Si te soy sincera, si me gusta leer y todo eso, pero soy pésima estudiante, me da flojera estudiar por obligación —me dice volteando a verme y hacer que me hunda en esos hermosos ojos negros.

—Pero ¿no querías estudiar Literatura?

—Querer y poder son dos cosas diferentes charrita, no todo se puede en esta vida —su voz se apaga un poco al decirme eso —es algo que siempre ha dicho mi madre, es muy fácil quererlas cosas, ejemplo yo quiero millones de pesos para poder sacar a mi familia adelante, pero aquí el problema es poder tenerlos. De deseos no viven las personas.

Esto me saca de mi centro, notando que tan diferentes somos ella y yo.

Y eso me gustaba más, me muestra que es una gran guerrera.

—Bueno, mucha melancolía por el día termina de contarme lo de los Ortiz y tú.

Su desvió de tema hace que sonría.

—Pues sólo eso, mi madre quiere que me case con el imbécil de Gonzalo, ella dice que es para que tengamos garantizado el futuro mi hermano Xavier y yo, pero no necesitamos eso, yo seré una gran cantante de mariachi y el será un excelente matemático —sonrió sabiendo que tanto yo como mi hermano somos muy capaces.

—Me gustaría escucharte cantar alguna vez, su tu voz es igual de bonita hablando que cantando —me guiña el ojo.

Me sonrojaba mucho ante aquel comentario y desplante, no me lo esperaba de ninguna manera.

—Lo haré, en dos semanas habrá una reunión en el rancho que tiene mi familia en Zona Esmeralda, ¿Quieres ir? Mejor dicho, ¿porque no van tus amigos y tú? —le pregunto, me gustaría pasar más tiempo con ella.

—¿Y tus papás no se molestarán? Digo mis amigos y yo no somos precisamente personas que le presentes a menudo —me dice con una sonrisa de lado.

—Es día de libre, ellos no van a estar en México, se irán a Canadá a unos negocios —le contesto —pero aun así no me importaría la verdad, eres una gran chica.

Por primera vez la veo sonrojarse, no lo esperaba.

—Gracias, tú también eres una excelente persona —me responde —Y si es para verte cantar, cuenta con nosotros ahí.

Esto me hace sonreír, me siento en las nubes, podría pasar más tiempo con ella.

Sin detenerme, acurruco mi cabeza en el hombro de Lidia.

Me siento feliz, no sé qué es lo que tiene Lidia, que sólo estar cerca de ella me hace olvidarme de todo lo malo del mundo.

¿Me estaba enamorando de la chica de bronce? 

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