Capítulo 16: «Dos de diez» 🦋

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                 *






                  Mis pies se movían abruptamente, sentía mi cabeza dando vueltas y que el piso bajo mis pies me sonreía, estaba muy, muy borracha... y los hombres tras de mi seguían mis movimientos como si fuesen los guardaespaldas de alguien muy importante, sus manos dentro de los bolsillos de sus pantalones, sus aspectos relajados, sus vestimentas tan simples y a la vez elegantes, me hacían...

—Quiero follar. —Dije mientras volteaba, mis ojos fueron a ellos, mirándolos esperando alguna expresión. —¡Ups! Se me olvidaba que si tenía sexo con Leroy me desechaban como el papel que se pasan por el culo. —Hipé.

—Oye, oye... —Sentí las manos de Lucien en mi cintura y me deshice de su agarre al momento, caminé un poco más rápido queriendo ahora huir de sus miradas, el sostén en mis manos y el abrigo que llevaba en mi hombro me hacían saber que fui una grandísima estúpida, me había gustado, pero...

—Bien, —Solté mientras me volteaba —si lo que quieren es usarme, háganlo ahora, estoy dispuesta. —Mis ojos se estaban empezando a cerrar, pero los continuaba teniendo abiertos a la fuerza, quería una cama... quería dormir.

—Estás borracha, no te tomaré mientras estás borracha. —Dijo Leroy, los miré con seriedad. —Quiero que estés completamente lucida y consiente cuando te tome, y te haga mía. —Lucien adoptó la misma posición seria de su hermano.

—Nuestra. —Corrigió haciendo que su hermano sonriera ladino. —Y que tampoco se te olvide cuantas sensaciones te hicimos sentir. —Finalizó.

—¡Mad! —El grito de su mejor amiga la hizo mirar tras los grandes cuerpos, caminó pasando de ellos.

—¡Dios, que sexy! ¿quieres venir a mi casa? —Dijo coqueta Maddox, aquello era a causa de la borrachera, ya que, ella no diría esas cosas.

—Vamos flaca. —Unas manos la halaron de la cintura, no puso resistencia y Nataly solo sonreía con picardía.

—¡Sin gorrito sí hay fiesta! —Gritó. —Lo siento. Así no era.

***

La cabeza me estaba matando, pero aun así mis ojos seguían atentos a todo lo que pasaba, era sábado, y me encontraba trabajando, en mi día libre. Había sido pospuesto dado a que Gayle estaba indispuesta, cuando escuché su voz a través del teléfono supe que era a causa de una resaca y que su noche había sido más movida que la mía, el ambiente laboral era lo suficientemente cómodo, podíamos suplantarnos la una a la otra y la maldad no estaba presente.

—Elley, dos cafés cargados y una batida de fresa. —Pedí por el pequeño espacio que hacía de ventanilla.

—Te sacaré un poco de café, te escuchas horrible. Me pondré los audífonos, cualquier cosa vas hasta los lockers. —Sonreí ligero asintiendo, me volteé mirando a la persona que había hecho el pedido, su mesa era una de las más alejadas en toda la cafetería, pero creo que el mensaje había sido claro; su pedido llegaría en un momento.

La mujer inundó su atención en un libro, divisé la portada y bajé la cabeza sonriendo. —Quisiera saber cuál es el método para sacar esa sonrisa, Maddox. —Mi vista se levantó con rapidez yendo hasta él, Leroy sonrió relajado.

—Vete, —pidió —por favor, desaparezcan.

—No haremos eso cariño, entiéndelo, eres nuestra.

Puso los ojos en blanco, aquél acto hizo que el cuerpo de Ayers frente a mí se estremeciera, como si le gustaba.

—¿Quién lo dice? Mira, Leroy, no quiero esto; no quiero que me secuestren como lo hicieron la última vez, el Estocolmo no es lo mío, si quiero algo lo quiero y ya, pero....

—¿Nos quieres?

Me sonrojé ligeramente, mi concentración se fue a la basura y el sonido de la campanita me hizo voltear, tomé el pack de cafés y la malteada, salí detrás de la barra llevándoselo a la chica, esta me sonrió con dulzura. —Gracias.

—A ti. —Volviendo a mi puesto le di la atención a Leroy, puse mis brazos como jarra esperando que él dijera algo.

—Dime, ¿Cómo lo quieres? —Sonreí ligeramente, con evidente maldad.

—Cálido, duro y suave, que me vuelva loca y que a la vez sepa que no es solo eso. Como un amor eléctrico, ¿es mucho pedir?

—No. Pero dime si fue mucho pedir que no limitaras tu mente solo al amor, nunca hemos hecho esto, entiéndelo; lo que nos interesa es follar, Maddox. Contigo.

—Pues deseen a alguien más. Yo no seré un juguete, no soy de plástico y mucho menos desechable, los papeles están sobre la mesa, tómalo o déjalo.

—Recuerda que somos dos, flaca.

—Mis papeles van para Lucien que sé que está al teléfono, contigo no tengo esas condiciones, tú estás igual de perdido que yo en esto, me deseas, —mis manos se extendieron sobre la barra, inclinándome hacia delante, incité a que él también lo hiciera, sus pupilas estaban dilatadas, sus labios entreabiertos y su respiración forzosa —y yo también te deseo. —Sus labios pensaron que tenían los míos entre ellos, pero la verdad es que se engañaron a sí mismos, porque cuando iban a tener algo de mí, me alejé.

—Te daré todo lo que quieras.

—Pues déjame en paz. Por ahora. —Mi cuerpo se volteó, pude oír el duro golpe de su palma contra la repisa. Sonreí.

—Mi palma es mucho más dura que mi paciencia, —Gruñó, seguí mi camino mientras veía el reloj, faltaba demasiado para salir y me encontraba extremadamente agotada. —Solo serán diez, pero te dolerán toda la maldita noche, Maddox. Nos vemos cuando salgas.

—¿Acaso no tienes una empresa que dirigir? —Me volteé cansada.

Él no habló, pero su sonrisa dijo todo, su sonrisa de lado y la marca de su hoyuelo hizo que mi corazón se acelerara, la punta de su lengua salió de su boca y fue mordida por sus dientes ligeramente.

—Feliz resto del día, nos veremos en la noche. Los tres.

—Yo no veré a nadie. —Enojada crucé mis manos sobre mi pecho, nuevamente... enojada... por él.

—Te estamos dando la oportunidad de elegir. —Yo sonreí con cinismo.

—No. Me están obligando a quererlo, ya te dije, tengo que quererlo, será cuando yo lo quiera, donde quiera y a la hora que sea. ¿Entiendes eso? No, ¿verdad? Nadie les había puesto un límite, pero para eso aparecí yo. —Mis ojos estaban luchando para no abrirse hasta más no poder, la cabeza me estaba matando.

—Existió alguien que lo intentó, y ¿sabes dónde está? No, no lo sabes ¿verdad? Está muerto. No trates de jugar con nosotros, flaca, pero así lo quieres, así lo tendrás... que sea cuando tú quieras, donde quieras y a la hora que te plazca. —su cuerpo se movió, me fijé en cada uno de sus movimientos, abrió la pequeña puerta que dividía la barra de la cafetería y caminó son decisión hasta mí, retrocedí haciendo que él sonriera.

—No, por favor...

Pedí mientras su cuerpo se acercaba, maldije internamente al chocar con el límite de la barra, miré tras el cuerpo se Leroy y divisé a la chica con la misma posición que antes, no se inmutó. Volviendo mi vista a él me sobresalté ante su cercanía, una de sus manos se posó en mi cintura apretándola ligeramente, su cabeza bajó a la altura de mi rostro, su mejilla pasó por la mía en una ligera caricia, me acerqué más a él en busca de calor sin siquiera quererlo.

—Sé una niña buena y deja que metamos en tu preciosa coño algo más que nuestros dedos, —sus labios se frotaron en los míos. —Te pones muy rebelde cuando cuatro metros no separan. —Traté de empujarlo, pero cuando lo hice giró mi cuerpo y apoyó mi pecho sobre la barra.

—Suéltame hijo de puta. —La carcajada que salió de él fue directamente a mi zona. Joder.

Una de sus manos levantó mi vestido, dejando mi trasero al aire. Jadeé al sentir el contacto de su palma contra mi trasero. —Deberíamos estar follando ahora mismo, pero la señorita quiere romance. —Otra nalgada fue a mi cuerpo haciendo que me contrajera y gimiera. —Faltan ocho, cinco de ellas, están las manos de Lucien.

Sus labios fueron a los míos desarmando toda mi alma.

—No... no puedo creer que solo quieran algo y lo tomen, ¿con qué puto derecho? —Jadeé contra su cuerpo.

Una de sus manos acarició mi mejilla, pero fue un corto segundo en el que se alejó, vi como miró hasta la chica que antes leía el libro.

—Andando, Allen. —Mis mejillas se calentaron. —Ya sabes, ella es la chica que conquistó a los Ayers —Finalizó con una sonrisa.

Desgraciado.



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✨ ¿Aman a los  Ayers como yo? 

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