Capítulo 5: «Gabriel» 🦋

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            Mis ojos estaban puestos en los de mi hermana más pequeña, mi madre no se encontraba en casa, era probable que estuviese donde una de sus amigas, y me gustaba. No estaría ahí para molestar con sus estúpidos comentarios.

—¿Cómo te está yendo en la escuela? —Pregunté. Ella por su parte me miró con desgane.

—¿Qué quieres? —La miré de mala gana. —Todo está bien con los trabajos de cuaderno.

—¿Y tus amigos?

—Bien.

—¿Cómo te sientes de salud?

—Bien.

—¿Ha pasado algo?

—No. Nada. —Mis ojos estaban en ella, había empezado a poner esa mirada, se había empezado a encerrar en su caparazón.

—Lo sé todo, Madison, no voy a juzgarte, soy tu hermana no un juez. —Una sonrisa ligera salió de mis labios y mi mano fue hasta su brazo pasando esta de arriba hacia abajo.

—Tú no sabes nada. ¿Tienes dinero? —Me cortó cambiando el tema.

—¿Para que lo quieres? Si me dices te lo daré.

—Es para un trabajo de la escuela. —Y mentía, su mirada perdida lo confirmaba.

—No te creo. Sabes a lo que le refiero cuando digo que lo sé, puedes decírmelo tú por decisión propia, te estoy dando la oportunidad. —Ella bajó el rostro. —¿Cuándo empezaste?

—Hace un año, pero lo dejé hace dos meses, lo prometo. Hay un chico... Enzo. —Yo asentí, ella empezó a mover desesperadamente su pierna y solo pude tragar para nublar el nudo que se había formado en mi garganta.

—¿Y qué sucede con Enzo?

—Él me está ayudando, él me gusta. Me dijo que no necesitaba ninguna esencia dañina para ser o sentirme mejor, que no necesitaba la aceptación de nadie más que la propia y... —Sus ojos estaban hechos agua, sus lágrimas caían como lluvia y yo me contenía, no podía mostrarme débil en ese momento. —Cuando me vi-olaron hace unos meses él me ayudó como no te imaginas, le dije que estaba sucia y él solo me decía que era el ser más puro que había sobre la tierra.

Mis ojos se volvieron agua al momento de escuchar aquella declaración, quise gritar en ese momento, porque yo no fui una buena hermana, fui terrible. No la cuidé como debía, sí, debía de trabajar, pero la descuidé; soy una pésima hermana, soy una pésima persona.

—No volverá a pasar nunca más. —Le dije, la tomé entre mis brazos abrazándola y dándole el apoyo que necesitaba. —Enzo tiene razón, no necesitas de eso para sentirte completa, no debes tener aceptación por nadie, solo la tuya y la de la universidad que esperará por ti. Ahora dime, ¿Quién lo hizo?

Pero de sus ojos salieron más lágrimas, negaba. Ella no quería decirme, pero no volvería a pasar. —Dime cuántas veces fueron, Madison. —Ella miró mi rostro, sus ojos llorosos me observaban con atención, una atención que nunca tuve y que ahora me dolía con toda el alma.

—¿Cuántas veces?

—Solo una. —Me respondió.

—¿Cuántas personas fueron? ¿lo recuerdas?

—Tres. —Seguido de eso se quebró en mis brazos, mis ganas de hacerlo en ese momento eran inclusive más grandes que las de ella, pero no podía quebrarme; no tenía el derecho.

Luego de que se desahogara en mis brazos le preparé una chocolate caliente que prácticamente la obligué a beber y la dejé dormir en mi habitación, luego de eso salí de la casa sin rumbo fijo.

Dos noches atrás la declaración de Lucien me había hecho esperar a mi hermana despierta y la noche de hoy fue la que dio resultado.

Mi teléfono sonó en mis bolsillos, el número de Gabriel estaba en el y yo solo dije te necesito, mis pies se movieron con rapidez, caminaba hasta su departamento y esperaba no encontrar a una chica saliendo de él; no quería sentirme un estorbo en ese momento, por lo que espere hasta que abriera la puerta para mí cuando le envié un mensaje.

—Pequeña. —Me derrumbé en sus brazos, sentía que bajo su mirada podía bajar mis defensas, podía ser débil, podía ser yo.

—Es todo mi culpa, ella es solo una niña... —Y lloré sobre él, como si no hubiese un mañana.

—Mírame —Mis labios temblorosos trataron de formar una sonrisa cuando sus ojos se encontraron con los míos, pero no pude contener mis sollozos, mi alma dolía. Mi corazón quemaba. —No tienes la culpa de nada, no eres una heroína, eres una persona que está sufriendo los golpes que la vida da y debes saber que no todo será así para siempre.

Gabriel era sin duda el chico que parecía ser la peor persona del mundo, pero que con su mejor amiga era una mierda por lo débil que se volvía. Su pelo rubio, sus ojos azules, los tatuajes en todo su cuerpo y su aspecto descuidado lo hacía ver cómo el jodido chico malo que deseabas que te diera como cajón que no cierra.

Sin poder evitarlo mis labios se aferraron a los suyos, buscando un escape, distraer mi mente, no tenía de otra. Lo besaba con desesperación y él me respondía, pero no de la misma forma, luego de unos segundos se alejó acunándome en su pecho.

—Esta no es la solución y nunca aprovecharía tu debilidad para estar contigo, pequeña. Quédate conmigo esta noche, pero no intentes nada, mi cuerpo virgen no lo resistiría. —Me carcajeo y sin poder evitarlo sonó mi nariz —¡Ay que asco! Eres una puerca. —Continué sonriendo, pero mis lágrimas continuaban corriendo.

—Gab —Susurré. —¿Que sucede con Melody?

—Sexo.

Aquella palabra era suficiente, nos conocemos como las palmas de nuestras manos y yo lo sabía, pero ella estaba acostumbrada a sentirme el centro del universo que no oía la voz de la mejor amiga del chico como el que se revolcaba.

—Conoces a Owen, ¿no?

—Sí, él está yendo a mi universidad, es uno de mis súbditos. —Aquello me hizo asentir, pero mis ojos no evitaron ponerse en blanco ante sus palabras. —¿Qué sucede? ¿Pasa algo malo con él?

—No, no ha pasado nada.

—Si lo que me ibas a decir era que se había acostado con Melody ya lo sabía, ella lo ha hecho con todos los de mi grupo, uno por uno, hasta llegar a mi.

—¿Y eso no te molesta? —Mi cuerpo se enderezó, limpié las lágrimas restantes que había en mi rostro.

—Mira cielo, siempre dicen que las mujeres se cuentan todos, pero los hombres... —Asentí entendiendo. —Aparte de que es sexo, ¿Sabes lo rico que es el sexo? —Puse los ojos en blanco.

—Te he dicho que no tengas sexo de esa forma, Gabriel, no quiero que te pase nada, no lo soportaría... —Mi voz se quebró en ese momento, las lágrimas brotaron de mis ojos al instante, me sentía un gato callejero.

—Hey, bonita... —Me llamó bajito levantando mi rostro entre sus manos, sus dedos limpiaron mis lágrimas y sus labios dejaron un beso sobre mi frente. —Me cuido, lo juro. Podrías perder todo en esta vida menos a mí, sabes que tú eres la razón por la que aún sigo aquí. —Sonreí ligero, su nariz acarició la mía.

—Gabriel.

Su historia era peor o más dolorosa que la mía, había perdido a sus padres cuando tenía cinco años y luego de eso fue adoptado, recibía maltrato de parte de aquella familia, pero agradece que por lo menos pudo crecer con comida en su boca, para mí un adolescente de catorce años era duro, pero lo era más para un pequeño de siete que recibía abuso y que lo veía todos los días.

Luego de unos minutos él se durmió en mis brazos, su respiración era lenta. Ambos sabíamos que podíamos dormir plácidamente sobre los brazos del otro, nos sentíamos protegidos, éramos nuestro hogar.

Me maldije internamente al recordar cómo me lancé sobre sus labios, no fue la primera vez que sucedía, pero joder, pensaba que ya estaba superado; no, no había romance de por medio, pero de vez en cuanto cuando necesitaba ese tipo de apoyo él estaba ahí, él conocía todo de mí, a excepción de lo que había pasado en mi pasado con Owen.

Al recordar aquel susodicho el apellido Ayers abrazó mi mente, ahora que lo pensaba de forma más detenida no sé cómo fui tan estúpida para asimilar que los hermanos Ayers eran los mismos que había visto en aquel club y que habían comprado el condominio donde estaba viviendo Owen, era realmente... raro. Ellos querían tenerme bajo ellos y yo también lo deseaba, pero me sentía comprada a pesar de que, claro, no me habían dado absolutamente nada.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez en ese momento, el recodar como los labios de Leroy tomaron los míos me hacía sentir acalorada, el hecho de desear que en esos momentos Lucien estuviese sobre mí me hacía sentir una mala persona, porque estaba pensando solo en mí, en lo que quería y no en mi hermana pequeña. Empezaría a trabajar la comunicación con ella poco a poco, no la presionaría, pero necesitaba saber quiénes hicieron eso, porque pagarían.

Suspiré.

—Gab —Lo llamé bajito, aun estábamos sobre el mueble y yo no sería capaz de maltratar nuestros cuerpos de esa forma, no íbamos a pasar tan mala noche.

—No estoy dormido, cielo.

—Lo siento, pensaba que sí. ¿Vamos a la cama?

—Quedémonos un rato más, solo un poco.



Gracias por leer. <3

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