Capítulo 7: Búsqueda Frenética

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

    Benjamín deslizaba sus dedos sobre la pantalla del celular con una velocidad desesperante, sumido en una búsqueda frenética que lo acercaba a un estado de desquicio real.

    En la penumbra de su cuarto, exploraba las profundidades de todas las aplicaciones de citas gays que conocía, examinando las fotos de perfil y, sobre todo, las descripciones personales de los chicos. Sentía que ya no le importaba si conocía a alguien que priorizara el sexo y lo asaltara con la típica pregunta que tanto lo incomodaba:

    ¿Eres activo o pasivo?

    Necesitaba una conexión urgente, alguien que lo abrazara, aunque fuera con manos manchadas. Necesitaba una luz.

    Una salvación.

    Había varios chicos muy atractivos, pero se hacían rogar. La bandeja de entrada de Benjamín estaba, más bien, repleta de mensajes de hombres mayores que se dirigían a él con insinuaciones directas hacia el sexo desenfrenado, deseando tríos e incluso orgías.

    Benjamín se preguntó por primera vez si detrás de ellos podría encontrar algún sentimiento genuino. ¿Habría alguien que realmente quisiera conocerlo más allá del sexo? A pesar de ello, la idea de revolcarse con sujetos tan mayores lo aterraba.

    Sin embargo, su necesidad era tan apremiante que respondió a varios mensajes. Se sorprendió cuando uno de ellos respondió de inmediato y de forma bastante... formal y agradable.

    Se volteó sobre la cama, desconcertado al ver a ese sujeto que seguía buscando una conversación cordial, cual caballero cortejando a un joven. Su foto de perfil mostraba un rostro serio, barbudo; un semblante dominante como si fuera un viejo soldado.

    «No está tan mal.»

    Quizás debería reconocer de una vez por todas que su aura de niño atraía a personas de ese estilo. No había más vuelta que darle. Aunque soñara con alguien un poco más parecido a sí mismo y con solo unos cuantos años de diferencia, el mundo le insistía que debía aceptar a alguien de edad por mucho que le doliera.

    Le entregó su número de celular a varios chicos, alegando que WhatsApp permitía una conversación más libre, ya que las aplicaciones de citas imponían limitaciones para obligar a los usuarios a pagar.

    De vez en cuando recordaba a Ricardo y eso lo incomodaba, así como también lo entristecía. Pero sentía que empezaba a darle igual: después de todo llevaban poco tiempo conociéndose y aún estaba a tiempo de borrarlo de su mente.

    Se asustó cuando un antiguo contacto se comunicó con él, un tal «F.N».  Había hablado con este supuesto pretendiente hace un tiempo, pero nunca llegaron a concretar nada. A veces el chico le hablaba por rutina, como si no tuviera nada mejor que hacer y Benjamín fuera una opción más o menos rescatable. Compartían y luego pasaban días sin cruzar palabras. Benjamín había sentido interés en él gracias a unas fotos en la playa que revelaban una apariencia atractiva y una piel bronceada, más una sonrisa tímida y limpia. Sin embargo, el chico eliminó esas fotos repentinamente y dejó apenas una que mostraba su rostro con una expresión más antipática. Benjamín continuó hablando con él a pesar de todo. Le agradaba que no fuera insistente y que no haya soltado la pregunta desagradable.

    Te descubrí buscando hombres, pillín.

    No es eso >.< Es que ando en la casa sin hacer nada.

    Benjamín ni siquiera conocía su nombre. «F.N» eran las siglas con las que seguía identificándose. Eso lo incomodaba pero al mismo tiempo lo intrigaba.

    F.N le preguntó cómo había lidiado con el terremoto. El tema encendió la charla más animada que han tenido jamás. Quedó atónito ante la historia que había experimentado con Ricardo. Aunque Benjamín le aclaró que no sentía nada respecto a él, solo que era un tipo muy genial con el que estaba formando alguna amistad. Ni siquiera colocaba sus ojos en él, porque no le gustaba perder tiempo con heterosexuales y siempre evitaba involucrarse con personas que tuvieran pareja.

    De pronto Benjamín recibió un mensaje que consistía solo en un gif, donde aparecía un perrito saludando con una de sus patas. No supo quién era.

    Les había pasado su número a varios chicos. ¿Quién sería?

   ¿Tú eres...?

    Nos conocimos hace mucho 😂

 Ah, ¿sí? ¿Desde cuándo? 

    Desde tiempos inmemoriales 😎

    Sus ojos se agrandaron con atención.

    ¿Cómo es eso?

    Y sé mucho de ti 😁😁

    Ah, ¿sí?

    El desconocido entregó información que Benjamín tampoco compartía fácilmente. Sus ojos se volvieron a abrir cuando el sujeto empezó a describir su personalidad.

    Sí, hasta el momento he concluido que eres un cabro bien buena onda 🤔

    Sonrió mientras se acomodaba arriba de la cama para quedar de cara sobre el colchón y mirar el celular.

    ¿Hasta el momento?

    Sí, porque nunca se sabe, a lo mejor más adelante me sorprendes con un lado siniestro (?) jaja Broma, eh.

    Quizás yo debería pensar eso.

    ¿Y por qué?

   Pues sí, a lo mejor eres tú el que me sorprenderá con un lado macabro.

    Por supuesto, Benjamín ya sabía quién era. Le dio gusto mandar ese último mensaje, pues una parte de él se fastidiaba lentamente al no entender lo que pensaba y sentía realmente Ricardo.

    Yo soy tranquilito 😔

    Quería decirle que tal vez no era «tranquilito», pero ¿a base de qué lanzaría esa acusación? Ricardo no le había demostrado nada malo hasta ahora.

    Todo lo contrario.

    Charló un rato con él, encontrando increíble que una vez más pudiesen hablar en un ambiente tan armónico. Pero ¿cómo era posible? Ni siquiera se sentía algo de toxicidad entre ellos. Ricardo no tenía defectos y eso no era creíble. Algo debía tener...

    «¿Un lado oscuro?»

    Fingió estar ocupado para cortar la charla con Ricardo. Este pareció comprender y lo dejó tranquilo. Así, continuó chateando con pretendientes y, con una lágrima deslizándose por su rostro acabado, concretó una cita con ese sujeto que aparentaba tener cincuenta años.

    Por su lado F.N también seguía mostrando interés. Benjamín encontró consuelo en sus palabras amables, más aún cuando F.N le propuso algo:

    ¿Te gustaría que saliéramos mañana? Llevamos... tiempo conociéndonos. Quizás debí habértelo ofrecido antes. Disculpa, soy un poco lento. Tengo estos días libres y de verdad me gustaría que al fin habláramos frente a frente. Obvio... solo si tú quieres.

    Leyó varias veces el mensaje con una invasión de emociones corriendo por su ser. El celular iluminaba su rostro.

    Claro... sí, me gustaría. 

    Y mucho.

    Después de organizar todo con F.N para reunirse en un restaurante, apagó el celular.

    Las expectativas revolviéndose con todo lo que había experimentado este día no se sentía nada bien. Su pecho no dejaba de arder como si hubiera sido traspasado por una espada hirviendo. Tenía ganas de vomitar, y después lo asaltaron unos deseos insoportables de masturbarse. Al ceder al impulso se sintió aún más vacío, repugnante y triste, pero menos ansioso.

    Mientras abrazaba sus peluches, rogó a Dios misericordia y nada más por todo lo que había sucedido en la casa de los abuelos. Sabía que alguien con su orientación sexual era repudiable ante los ojos de Dios y que no tenía derecho a pedir nada. Imploró compasión para sus abuelos.

    «También ayuda a mi papá, tócale el corazón para que me perdone por todo lo que hice»

    Durmió preocupado ante las citas que había concretado. ¿Con qué se encontraría?

    A la mañana siguiente se preparó como mejor pudo, eligiendo prendas de marca. Optó por una camisa burdeos que ocultó bajo una chaqueta de cuero café, para crear un equilibrio entre lo juvenil y lo formal. Se perfumó y se vistió con unos jeans azules intensos y zapatillas oscuras. Para disimular las ojeras se aplicó un toque de maquillaje, por suerte, su piel tenía un tono blanco y el maquillaje se integraba bien.

    Aún no entendía por qué F.N había elegido un restaurante italiano para la cita, quizás solo le gustaba esa comida.

    Mientras viajaba en el Uber hacia el lugar, los nervios lo arrasaron, creando un fuego emocional que ardía en su estómago.

    Presentía que algo iba a salir mal, pero no sabía exactamente qué.

    Al llegar al restaurante se bajó del vehículo con las piernas tan rígidas que parecían columnas de mármol. Caminó un rato... 

    Hasta que lo vio.

    Un halo de expectación colisionó con su pecho. Ahí estaba F.N: un joven cuya sonrisa expectante se fusionaba con un nerviosismo que por poco se podía palpar. Sus dientes deslumbrantes lo impactaron como si hubieran desconcertado la penumbra de  una noche interna. Vestía con una elegancia desenfadada: una camiseta de entrenamiento blanca que envolvía su torso bien cuidado y unos pantalones negros y muy sueltos que acariciaban sus tobillos al caminar.

    Los ojos del chico, oscuros y almendrados, revelaban un mosaico de emociones: timidez y anhelo, cautela y deseo. La delicadeza de sus rasgos se fusionaba con una masculinidad que parecía emanar de lo más profundo de su ser, creando un contraste fascinante y misterioso.

    —¿Benjamín? —preguntó con voz temblorosa, sintiendo su propia ráfaga de asombros e inquietudes.

    —Sí.

    —Ho-hola.

    —Sí, hola.

    Ambos sonrieron como tontos al darse cuenta de que estaban igual de nerviosos. Cuando entraron al restaurante y tomaron una mesa para dos, sacaron sus celulares para escanear el código QR del menú. Cada vez que sus miradas se encontraban se sentían más torpes. Benjamín confirmó que el chico era igual a las fotos, especialmente a las bonitas que había publicado en un inicio.

    —No entiendo nada de italiano —confesó, sintiéndose un verdadero bruto.

    —Yo entiendo un poco. —Sonrió F.N—. Dime qué te llama la atención y te digo lo que significa.

    Se divirtieron un rato con los menús y sus nombres extravagantes, mientras F.N traducía todo.

    —¿No me digas que eres italiano?

    —¡No! —Rio—. Soy más chileno que los porotos.

    —Ah, está bien. —A Benjamín se le escapó una dulce carcajada que dejó fascinando a F.N. Benjamín tenía una voz muy relajante, la melodía de un joven que hipnotizaba con exquisitez pura, como si aún concentrara la flor de un adolescente que no conoció el mundo.

    Finalmente ordenaron unos espaguetis con salsas intrigantes, acompañados de bolitas de carne y algo para beber. Mientras esperaban la emoción en los ojos de F.N se volvía cada vez más evidente, su mirada se dirigía a Benjamín incapaz de apartarse.

    —Disculpa que te diga esto... pero... —empezó, casi titubeante—, te ves mucho, mucho mejor en persona.

    Benjamín levantó una ceja como si desafiara un comentario ofensivo. F.N se asustó.

    —¡Pero no lo digo de mala forma! ¡O sea...! —Las palabras se le atascaron cuando vio la sonrisa de Benjamín—. También te ves muy lindo en fotos, pero mejor en persona.

    —Gracias —respondió Benjamín con las mejillas algo rellenas.

    No era la primera vez que le decían algo como lo que dijo F.N. Benjamín se preguntaba si había algo malo en su rostro o si simplemente era el peor fotógrafo del mundo, ya que las fotos siempre parecían distorsionarlo de alguna manera, agrandándole la punta de la nariz. Por esa razón no tenía Instagram y solía fracasar más con las aplicaciones de citas.

    Lo que sí era nuevo era el énfasis que F.N puso en ese halago.

    Benjamín se sentía cada vez más contento, sus ojos también se regocijaban con el chico que tenía frente a él.

    Cuando solo hubo solo miradas y un silencio difícil de romper, sacó a relucir su lado hablador, preguntándole a F.N por qué sabía italiano.

    —Tengo un primo que es italiano y ha sido profesor —respondió sobándose una oreja.

    —Oh, vaya.

    F.N le confirmó que no tenía sangre italiana en sus venas: sus padres eran chilenos. Su tía, sin embargo, se había casado con un hombre en Italia.

    Charlaron más sobre sus orígenes, también explorando las edades de cada uno. F.N tenía veinticinco años.

    —Tú no demuestras para nada veintisiete años —comentó F.N con una sonrisa avergonzada.

    —¿No? —Benjamín suspiró con paciencia en su silla—. ¿Por qué?

    —Es que..., a ver, tienes carita de bebé —dijo F.N, atreviéndose a halagarlo. Sus ojos se encontraron antes de bajar la cabeza. Era como tirara una flor y, preocupado, esperase el resultado.

    Benjamín sintió una ráfaga de alegría y placer recorrerlo, una caricia que incluso rozó su entrepierna.

    —Tampoco tan bebé. —Dejó escapar una risita modesta, intentando sonar humilde mientras ocultaba cualquier rastro de molestia que pudiera sentir. La verdad era que, aunque no le entusiasmaba que lo llamaran «niño», lo aceptaba sin problemas viniendo de personas agradables.

    La deliciosa comida ayudó a crear un ambiente más relajado. Benjamín era muy retacado en sus modales y eso sorprendía a su compañero, se limpiaba los labios con cuidado y doblaba las servilletas. Hablaron sobre alimentos favoritos y pequeños placeres culinarios poco saludables. Benjamín descubrió que a F.N también le gustaba ejercitarse, aunque no tanto como los obsesionados de un gimnasio. Era más bien una imposición de una persona que lo guiaba sin que realmente le entusiasmara demasiado. Benjamín decidió no profundizar en el tema al verlo reticente.

    Le dejó en claro, tal como había mencionado en sus chats anteriores, que respetaba la privacidad de las personas y que no le gustaba cuando otros chicos insistían en obtener información personal. Le era demasiado comprensible que F.N quisiera reservar lo que consideraba necesario.

    F.N sonrió como si estuviese abriendo lentamente un cofre de tesoros.

    Pero Benjamín sí le hizo saber que deseaba saber algunas cosas de él, más bien por una curiosidad acumulada, ya que F.N colocaba mucho misterio en ciertos asuntos y él no entendía por qué.

    —Entonces, ¿soy misterioso para ti? —F.N rio con su mirada bajando a cada momento, fingiendo distracción en los espaguetis.

    —Es que..., bueno. —Benjamín inclinó la cabeza de un lado a otro, juguetón, sin darse cuenta de lo adorable que se veía al hacerlo—. Ni siquiera sé tu nombre todavía y me parece un poco injusto. Tú ya sabes muchas cosas sobre mí, pero yo sé muy poco de ti —protestó sacando los labios.

    F.N se sonrojó con un poco de culpa.

    —Pero está bien —Benjamín dijo comprensivo y con una nota de afecto.

    —Bueno, te contaré algo —anunció F.N, y Benjamín se ilusionó de inmediato. Había pensado que F.N no compartía cosas porque él no le interesaba lo suficiente, pero ahora se daba cuenta de que la verdadera razón era la prudencia. Y esa cualidad le encantaba—. Soy boxeador.

    Sintió que todo su ser se entumió ante esa revelación, su rostro se quedó inmóvil.

    —¿Boxeador? 

    —Sí —F.N se escuchó muy humilde—. Viene de familia, supongo.

    —Vaya... —Sus ojos se encontraron con los de F.N en busca de más detalles.

    —Es una pasión para mí —explicó con el semblante ilusionado—. Pero no me gusta contarlo por un chat gay —explicó después de masticar unos fideos, esforzándose demasiado por cuidar sus modales.

    —¿No? —Benjamín frunció el ceño—. ¿Y eso por qué?

    F.N comenzó a hablar con una confianza que su compañero ya se había ganado:

    —Por dos razones, en realidad —empezó a decir mientras su mirada reflejaba heridas pasadas —. Por unas cosas un poco feas que me pasaron. Primero..., porque cuando cuentas algo así en un chat gay aparece una avalancha de locas pensando que uno es un macho devorador de pasivos.

    Benjamín quedó atónito ante el comentario. Su compañero se dio cuenta de su sorpresa y se preocupó de inmediato.

    —Me-me refiero a los afeminados. ¡Pe-pero no lo tomes a mal! No es que tenga algo en contra de ellos ni mucho menos, lo prometo. Es que... —Agachó la mirada con una expresión dolida, sintiendo que las cosas no estaban saliendo bien y que estaba dañando algo bonito—. No he tenido muy buenas experiencias: son demasiado sensibles y conflictivos y a veces mucho más exagerados que las mujeres.

    »Pero tampoco estoy diciendo que todos sean así. Y también se trata de gustos, ¿no? A ver, yo me considero masculino e incluso me atraen los chicos con algunos gestos delicados, mientras no sean demasiado, mientras recuerde que ambos seguimos siendo hombres. Busco alguien natural. ¿No sé si me hago entender?

    Benjamín no dijo nada, su mente procesaba cual maquina codificando datos.

    —Dios, la estoy cagando —dijo F.N, empezándose a sentir descompensado. Había pensado mucho en lo que tenía que decir antes de la cita y no estaba sirviendo de nada—. A ver, ¿cómo te explico...?

    —No, tranquilo, no tienes que buscar la manera de explicarlo mejor —respondió Benjamín con una seriedad casi solemne—. ¿Te preocupa que me vaya a enojar o algo así? —Sonrió con cariño—. No tiene nada de malo que digas tus gustos. Ahora la gente piensa que, si no te gusta algo, es sinónimo de fobia y expresión de odio. Y eso me parece algo extremista y desagradable. ¿Acaso no puede gustarme alguien alto, por ejemplo? ¿Eso significa que odio a los de baja estatura? Nada que ver, simplemente una cosa me atrae más que otra. Es tan sencillo como eso.

    F.N estaba boquiabierto como si hubiera sido arrebatado del presente. Por primera vez en mucho tiempo se estaba sintiendo conectado con alguien. El chico con el que había estado hablando durante meses era mucho más de lo que había imaginado.

    —Sí, ¿no? —Sonrió tembloroso, cual estúpido.

    Durante un momento se comunicaron a través de expresiones algo cómicas pero especialmente tiernas, como si en esto fuesen muy compatibles.

    —Me gusta mucho tu sonrisa, pero por favor, no sigas —pidió F.N, aunque disfrutando de la calidez de ese momento.

    —¿Por qué?

    —Es que siento que te estás burlando de mí y mis gustos raros —explicó fingiendo ser un poco vulnerable.

    —Para nada —aseguró.

    —¿No consideras que tenga gustos raros, entonces?

    —Nop —respondió con naturalidad, sonando muy amable.

    Hubo un momento en el que F.N quedó absorbido por la mirada de Benjamín, como un océano siendo iluminado por la luna en una noche honda, un paisaje casi místico que reflejaba un alma cargada de contenido. Había intervalos donde no debía ser comprendido con palabras.

    —¿Y el segundo motivo? —preguntó Benjamín, curioso, después de dejar los utensilios sobre una servilleta.

    —¿Segundo motivo de qué?

    —De por qué no dices que eres boxeador en un chat gay.

    —¡Ah, sí! —F.N se sobó la nuca—. Porque no hay muchos boxeadores en La Serena, así que, cuando lo informas, puede aparecer más de un loco que te va a buscar a las pocas academias que hay. Ya me pasó una vez.

    Benjamín se enserió abruptamente al considerar la situación un poco grave y molesta.

    —¿En serio te ha pasado algo así?

    —Sí, pero preferiría no hablar de eso —contestó con un gesto amargo para después limpiarse los labios con una servilleta.

    «Gente estúpida», pensó Benjamín.

    —¿Y desde cuándo practicas boxeo? —preguntó tratando de aligerar el tono de la conversación—. Prometo no ir a buscarte a ningún lado.

    F.N, quien justo estaba bebiendo un sorbo de vino, se atragantó con una risa contenida, lo que provocó una serie de tosidos prolongados. Benjamín se disculpó varias veces a la par que F.N intentaba recuperarse, limpiándose las lágrimas con una servilleta.

    Finalmente, F.N habló sobre su pasión por el boxeo, expresando sus sueños y metas en dicho deporte, compartiendo el tesoro más valioso de su vida. Benjamín, a pesar de no saber mucho sobre el deporte, se sentía atraído por primera vez por él.

    —Pero no me dejes hablar solo de mí, Benjamín. ¿Qué sueños tienes tú?

    Una sombra de tristeza cruzó el rostro del chico, y su sonrisa reveló un anhelo perdido en el pasado. Ya no tenía muchos sueños, o eso pensaba. Los había enterrado profundamente. Pero al escuchar a F.N hablar de sus aspiraciones, algo en su corazón volvió a palpitar, deseos que aún rugían por ser cumplidos.

    —La música —declaró, su voz suave resonó con esperanza—. Me gustaría ser cantante y compositor. Es lo que más... anhelo en esta vida, incluso desde que era muy niño.

    Los ojos de F.N se iluminaron con sorpresa. Para él tenía todo el sentido del mundo, pues la voz de Benjamín era muy hermosa. ¿Cómo sería escucharlo cantar?

    Continuaron compartiendo sueños y deseos hasta que sus traseros se cansaron de estar tanto tiempo sobre las sillas. Antes de levantarse F.N decidió compartir algo más personal, aunque esforzándose mucho para escucharse fluido:

    —Me llamo David. Perdón por no habértelo dicho antes —dijo a la vez que sus ojos brillaban con muchas expectativas —. Me ha dado mucho gusto conocerte en persona, Benja, en serio. Y me encantaría que vinieras a verme en mis duelos de boxeo. Tú sí puedes estar ahí. Por favor.

    «David...». El nombre danzó en la mente de Benjamín como una melodía agradable. Era el segundo nombre que había conseguido adentrarse en los paisajes de su mente, una suave brisa acariciando los campos desiertos, prometiendo una luz.

    «David...»

    En ese momento Benjamín comprobó que la vida, después de todo, podía ser muy agradable cuando así lo deseaba. Aquel abismo que había intentado devorarlo al día de ayer se hacía a un lado.

    Por ahora.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro