Capítulo 20

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La oficial Eminda escuchó cada detalle de la conversación y brindó algunos pormenores que conocía. Se había compenetrado con la investigación valiéndose de su conducta inquisidora, y no estaría al margen de una sola palabra relacionada con los hechos que tenían alarmada a la ciudad, y se convirtieron en una molestia que puso en jaque los úteros de toda una nación.

El temor se expandió entre las neuronas de la tecnología, y se hizo verbo en las bocas del género femenino en todos los rincones del planeta, ávidas de explicaciones antes de sentir hostilidad hacia sus vientres que ya comenzaban a palpar como una amenaza. Era el primer responsable que podían acusar antes de las conjeturas. Una docena de hurtos fetales arrancados de incógnito de sus cunas carnales sin derramar una sola gota de sangre, excepto en Légore, ni darse por enteradas, era una razón poderosa para ansiar la esterilidad, negar la maternidad, colmarse de miedos y aborrecer a muchos.

Luego de narrar lo sucedido con Légore y con su amigo el sacerdote, el doctor Sié hizo sus aportes profesionales:

—Loenzo Espetia... ¿es el nombre de su amigo, padre Milson?

—Sí. El mismo.

—¿Y cómo dijo que lo llamó Légore?

—Leonzo Estepia.

—Por lo que veo tenemos algo interesante... —explicó el doctor Sié—. Un trastorno disociativo de la identidad del «Yo», que se traduce en un problema de doble personalidad. No creo que a Légore se le haya trabado la lengua o manifestado una especie de dislexia por causas cerebrales. No tiene sentido cuando entró en pánico luego de llamarlo por otro nombre. Sabía perfectamente quien era, lo que explica su conducta. Si es doloroso asumiendo el ejemplo de que Loenzo fuera también laico, es «fatal» para su mundo emocional enterarse que pertenece al clero, y que está vivo sabiendo de su relación con él. No hay equivocación. Se trata de un problema de trastorno de identidad del padre Loenzo. Ya lo comprobaste en el bar, y luego en su casa. Su amigo, señor Milson, el padre Loenzo, tiene dos formas de ser distintas, y desconocemos si habitan otras en su cerebro. —Tomó un sorbo de agua fresca antes de proseguir.

»Se ha sabido de casos en los que existen tres, cuatro o más personalidades, por lo que se habla de "personalidad múltiple", cada una moldeada con sus pautas de conducta, con sus criterios y reacciones que restringen su forma de proceder. Es importante saber que la alternancia de esas personalidades se da por diversas circunstancias, pero principalmente, se le atribuye a las situaciones de tensión psíquica.

—¿Quiere decir, doctor Sié, que el paso de una personalidad a otra suele suceder de un modo brusco? —preguntó el padre Milson.

—No es exacto en todos los casos. Todo depende de la causa que genere la alternancia. Y así como puede ser muy evidente, igual puede no ser perceptible para los demás. Es obvio que si se tiene conocimiento de la personalidad del individuo, un cambio repentino de éste nos hará cuestionar sobre su nueva conducta. Y mucho más si al compartir con él se descubren aspectos no propios que lo desenmascaran; hablo de situaciones, lugares, nombres de personas, gustos, actitudes, etcétera. Sucesos o cosas que aparentemente no forman parte de su vida.

—Tengo una consulta, doctor Sié —comentó Eminda—. Algo he leído de la doble personalidad debido a las grandiosidades de este trabajo, y se dice que en la mayoría de los casos las diversas personalidades tienen características opuestas. ¿Cómo se interpreta el hecho de que tanto el nombre como el apellido sean casi semejantes cuando hay millones de nombres como peces en el agua para escoger?

—Es una curiosidad que debe tener alguna explicación. No es normal que los nombres y apellidos asumidos en este tipo de trastornos tengan tanta similitud. Sin embargo, por grande que sea el parecido y que se pueda prestar para confusiones, los nombres no son iguales. Debe haber una razón que los conecte. Es probable que el padre Loenzo al actuar como Leonzo, sea un hombre carismático y creyente, sin que tenga que ver con su vocación y su verdadera personalidad. Es tan solo un hombre normal que actúa como tal. Un hombre común que desconoce el celibato porque no está escrito en el cerebro de Leonzo cuando no es partícipe del orden sacerdotal. Pero sí, un hombre de carne y hueso. Aquel que disfruta de una vida sexual, de una pareja ocasional, o de una relación conyugal sin restricciones.

—El censo se hace por cabeza pero la realidad es otra. Nada fácil para la justicia cuando tiene que lidiar con una población que se incrementa a razón de las personalidades que habiten en su cerebro —comentó la oficial Eminda.

—Es un pensamiento razonable, si se entiende que cada personalidad existente en un individuo tiene su propio patrón de percibir y actuar con el entorno. Por supuesto que una de estas personalidades debe tomar el control de su comportamiento habitual. En este caso ha de ser la del padre Loenzo. Pero es probable que su otra identidad, en el caso de que sean sólo dos, esté asociada de forma inconsciente con su vida eclesiástica.

—¿En las tentaciones y el libertinaje? No lo creo, doctor...

—¿No son acaso las tentaciones, el diario vivir del eclesiástico que fortalecen su vida espiritual al comprender y practicar la diferencia entre lo profano y lo sagrado, padre Milson? De alguna manera prima esa relación, pero goza de independencia al momento de disfrutarla. Tal vez esa sea la causa de la conexión: una rebeldía hacia Dios y un amor a la vez.

—¿Y cree usted que esa rebeldía es la que lo mueve a actuar como laico?

—Y el amor también. Éste forma parte de la rebeldía. Por los casos que he estudiado, puede haber algo oculto en la vida del padre Loenzo que forjó esa personalidad y le dio un espacio para vivirla. Habría que indagar en su pasado. ¿Cuánto hace que lo conoce, padre? —preguntó.

—Diez años.

—¿Tiene idea de lo que hace en su tiempo libre?

—Jamás lo he sabido. Y ahora que lo menciona, sé que durante ese mismo tiempo acostumbraba a salir más en las noches. Desde mi jubilación hemos continuado en contacto y de vez en cuando nos tomamos un café. Cosa que ocurre en horas de la tarde.

—¿Y sus pláticas?, ¿alguna vez notó algo anormal en una simple conversación?

—Al parecer, siempre he compartido con el padre Loenzo Espetia, y Jamás con Leonzo Estepia... —Silenció unos segundos—. O tal vez sí —dijo inquietado—. Recuerdo... que hace varios meses compartíamos un café, y fui yo mismo quien hizo un comentario jocoso cuando se identificó ante una joven que se acercó a nuestra mesa. No recuerdo con exactitud el nombre que pronunció pero sé que se asemejaba a su nombre real. «¿Algún secreto que esconder, padre?». Fue lo que le dije pero no lo comprendió. Se mostró indiferente todo el tiempo. Al siguiente instante, ya era una tontería justificada en un error de pronunciación. No hubo ningún otro comentario de mi parte. Llegué a pensar que algo le molestaba pero no lo consulté. «Es joven», pensé. Un joven con una enorme responsabilidad que muchos calificarían de castigo. No es fácil ser joven y seguidor de Cristo en una época como ésta. Quizá actuó como el señor Leonzo después de que estuviera en el sitio. De haber ocurrido antes no se hubiera presentado a la cita.

—A menos de que los dos hayan tenido conversaciones.

—¿Es eso posible?

—Totalmente. Aunque es usual que cada personalidad no tenga conocimiento de las otras, no es una regla general. Las dos personalidades pueden permanecer incógnitas todo el tiempo que dure la enfermedad, o hablar entre sí. Lo que sí es regla general, es que cuando domina una personalidad no se recuerda lo correspondiente a la otra. Al presentarse la alternancia de personalidad lo normal dentro de la sintomatología del trastorno, es que se desencadene un episodio de amnesia por la cual se olvida por completo o de forma parcial, aquello que se haya vivido referente a la persona mientras dominaba la personalidad anterior. Es importante comprender que ese grado de pérdida de memoria en nada tiene que ver con la sabiduría del paciente. Luego de recuperar su verdadera personalidad seguirá siendo el padre Loenzo con sus capacidades y habilidades. No sobra decir que tiene sentido la explicación sobre la profesión de su amigo y las visitas esporádicas. Leonzo ya tiene una historia creada en su cerebro, la misma que retoma cada que adquiere esa personalidad. Eso explica porque no volvió a llamarla el día de la cita. El cambio de personalidad pudo haber pasado durante el desplazamiento al museo. Y el episodio amnésico no le permitió saber hacia dónde se dirigía o que haría. Es probable que su nueva personalidad, la que parece tener el liderazgo, le recordara que su misión estaba en la iglesia. Así que debió cambiar de ruta y hacer lo que debía.

—Es una deducción lógica —aportó el sacerdote.

—Lo de su muerte fue invento de alguien para martirizarla. Pero él no estaba muerto ni fue secuestrado, ni nada... Estaba en el ejercicio de su profesión —mencionó el oficial Frank que los acompañaba.

—Y sí que lo estaba, pero no precisamente de fotógrafo. ¿Hasta cuándo? Es su cerebro y el entorno el que lo determina —manifestó Sié.

—Doctor Sié —fue el turno de Eminda—, retomando el tema de que las dos personalidades puedan conocerse, se me ocurre otra pregunta: ¿Es posible que las dos personalidades en un mismo individuo lleguen a empatizar? Quiero decir, ¿que estén de acuerdo en lo que una de las dos tiene planeado sin importar si es bueno o malo?

—¿Intuyo que quiere saber si el padre Loenzo tiene autoridad sobre la personalidad laica o viceversa, para someter o convencer a sus pretensiones?

—Es correcto.

—Sería algo raro, pero posible. Partamos de un ejemplo: Se desconoce bajo qué personalidad el padre Loenzo adquirió la marca en su mano. Si lo hizo bajo la personalidad del eclesiástico con mayor probabilidad podría presentarse un sometimiento. Pero queda la incertidumbre de si la marca le recuerda su verdadera personalidad, en cuyo caso, los resentimientos que tenga en contra de la religión y más exactamente de su vocación, saldrán a flote. Podría suceder entonces que hiciera valer su personalidad laica, la de Leonzo, el fotógrafo. Pero como todo es posible después de lo que hemos vivido, si las dos personalidades se aliaran entre sí, podría significar que las dos están sometidas a un poder maligno mayor.

—Una sugestiva cátedra, doctor Sié. De todas formas, queda la incertidumbre de que se haya dado la alternancia de personalidad estando con él. Pero sabemos quién puede tener información interesante que nos ayude...

—¿Se refiere a Légore, padre...? —preguntó Sié.

—La misma. Por la forma súbita en que actuaron sus emociones: dolida, colérica y martirizada, casi desquiciada, es innegable que puede significar una cosa, que ella sólo conoce al señor Leonzo. Y si ese sujeto ha estado en el cerebro del padre Loenzo por años, también se me ocurre que en el despacho parroquial pueda haber algún indicio entre papeles. Iré a averiguar...

—¿Qué opina, oficial?

—Haga su tarea, padre. Pero es bueno que me tenga al tanto. Otra semana sin saber de usted y queda fuera del caso.

—Tan cordial como siempre —respondió entre susurros.

Aunque su boca silenció, los gestos faciales del doctor Sié compartieron su opinión.

—Una aclaración más, doctor Sié. ¿Es probable que por las acciones de la personalidad laica, hablo de Leonzo, el padre Loenzo cuestionado por otros, se incrimine alguna culpa sin que recuerde de sus actuaciones y decida castigarse? Lo menciono por lo del símbolo en la palma de su mano.

—La moralidad, la teología y la metafísica es probable que usted las comprenda mejor que yo, padre Milson. Me atrevo a pensar sin ser versado en el tema, pero siendo conocedor de los fenómenos paranormales, que alguien lo está recriminando y atribuyéndole el lugar que le corresponde por su profanación. Si no practicas el bien... ya eres parte del mal. Sin importar que existen dos conductas independientes. Quiero decir, que si él mismo hizo la escarificación del símbolo en su mano, fue motivado por alguien. Recuerde, padre Milson, que estamos relacionando el símbolo con la desaparición de los fetos.

—A ver si entiendo. El padre Loenzo es una especie de cuerpo con dos almas y una de ellas le pertenece al diablo —opinó la oficial Eminda.

El doctor Sié y el padre Milson se miraron entre sí.

Siendo más una percepción que una pregunta, ella los observó a la espera de una respuesta que no se dio, antes de concluir:

—Debemos vigilar al padre Loenzo y a su amigo íntimo: el señor Leonzo. No sabemos con cuál de los dos nos vamos a topar, así que debemos de estar preparados... El padre Loenzo puede ser un hombre justo y espiritual. Pero conociendo la grabación de la homilía cuando el que habló fue otro, es motivo para considerarlo un peligro social y un enemigo de perversas relaciones.

—Diría... que la vigilancia debe incluir a alguien más —opinó el padre Milson—. Jamás dudé del padre Loenzo. Tal vez haya llevado una doble vida. Pero su comportamiento debió tener un detonante, y ese se presentó con la llegada del padre Leónidas. Mi reemplazo. Fue Eda Zalom, la asistente de la parroquia donde laboré la primera que lo mencionó. Luego conocí opiniones similares de algunos feligreses de la comunidad. Al parecer, no goza de buena acogida. Es posible que esté implicado en los raros eventos que rodean al padre Loenzo y desconozcamos la forma. Hace poco fue el suceso de la homilía, y luego el símbolo en su mano. Cosas que nunca habían sucedido en diez años desde que llegó a la comunidad. Es como una profecía que debe cumplirse, y que inició hace exactamente un año con la llegada del padre Leónidas. A partir de ese momento comenzó a gestarse el mal en sus distintas manifestaciones.

Expresó apesadumbrado el padre Milson.    

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro