19: Celos destructivos

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Asthur

¿Cómo puedo quedarme tranquilo sabiendo que Alice está con ese infeliz? Reviso cada hotel hasta que descubro el que tiene la fragancia de la mujer con la que estoy obsesionado. No están en el hall. No creo que me haya mentido, pero lo del lugar público se fue a la mierda. Camino a recepción, y me atiende una mujer, la cual me ignora un poco, observando a la pantalla de su computador.

―Estoy buscando a un tal Tenorio, no sé el apellido, vino acompañado de una chica de cabello oscuro y ojos avellana. ―Me quedo pensativo, sonriendo―. Cuando le da el sol, parecen verdes.

―Lo siento, no puedo darle información de nuestros clientes.

Me enfado, así que se asusta cuando hundo mis garras en su mesa, resquebrajándola. Atemorizada, me deja revisar la computadora y descubro el número de la habitación, entonces camino hasta el ascensor. Una vez en el piso y pasillo indicado, me detengo frente a la puerta del cuarto de Tenorio.

Me clavo las pesuñas en mi barbilla cuando escucho gemidos. Me relamo los labios y me hierve la sangre, por los celos que llegan desde lo más profundo de mi alma. Mi mandíbula se tensa, así que presiono los dientes, aunque eso no evita que se conviertan en colmillos.

Quiero arrancarle la piel a Tenorio y dejar que se desangre, lentamente. Nada más, por el odio que estoy padeciendo en este mismo instante. Aunque debería de detestarme a mí, por quedarme tan fácil en la zona de amigos, pero, ¿qué derecho tengo yo? Ella puede acostarse con quien quiera.

Muevo mi mano y mis huesos crujen. Me giro, acto seguido, voy a otro pasillo, me quedo fijo mirando la pared, luego empiezo a golpearla una y otra vez, incluso mi garra sangra. Veo como el concreto se resquebraja, entonces sonrío, dando un último golpe. La viga se destruye, por lo tanto, como una parte del edificio colapsa, la gente comienza a correr por todos lados.

Pongo las garras en mis bolsillos, regresándolas a su forma humana, entonces camino tranquilo entre la multitud alterada. Cuando llego al hall, la recepcionista me ve. Tiene el teléfono apoyado en su oreja, seguro llamó a las autoridades. Se ha dado cuenta de que soy el culpable del desastre, así que se le cae el aparato por el miedo. La saludo, alzo la mano ensangrentada mientras sonrío, luego la vuelvo a poner dentro del bolsillo y salgo a la calle.

―¿Asthur? ―Oigo su voz mientras las sirenas de la policía y los bomberos se aproximan al hotel.

Observo el albergue destrozado y hasta me parece gracioso.

―Alice ―digo, tranquilo.

―¿Qué haces aquí? ―cuestiona.

Giro mi vista a observarla, tiene chupones en el cuello, así que vuelvo a mirar al edificio.

―Vine a visitar una de las estructuras más viejas de Norville.

―Ya veo. ―Vislumbro su sonrisa, por lo tanto, no puedo evitar mirarla, luego noto que sus ojos se humedecen, entonces me sobresalto cuando me abraza―. Gracias. ―Lloriquea.

Me sonrojo.

―¿Qué? ¿Qué? ―Quedo confundido.

―Tenías razón. ―Se aferra fuerte a mí y mantengo las manos levantadas―. Soy tan influenciable.

―Claro que sí ―expreso de forma bruta, y me maldigo por lo bajo por ser tan salvaje al hablar, luego la aparto―. Quiero decir...

Se refriega los ojos y me observa mejor, luego me sonríe, así que no puedo evitar derretirme de amor, como un estúpido y patético ser.

―Gracias ―repite.

―No sé por qué me estás agradeciendo.

Mira al edificio, luego vuelve su vista en mi dirección.

―Otra vez viniste por mí ―murmura, sonrojada.

―No, vine por mí, porque soy un enfermo mental con ganas de quitarle la piel a tu prometido.

―Ex ―me corrige―. Y ya no voy a verlo más, conseguí la información que quería.

―¿Ex? ―Es lo único que pasa por mi mente, luego reacciono y voy a lo importante―. ¿Y qué es lo que querías saber?

Se gira a contemplar el hotel con la mirada perdida y algo perturbada, luego otra lágrima recorre su mejilla.

―Ya no importa.

―¿Y dónde está el infeliz? ―cuestiono.

―Corrió como un cobarde. ―Se ríe.

―¿Me dejas matarlo?

Se carcajea.

―No, deja de matar gente. ―Mantiene la sonrisa por un momento, pero luego queda pensativa, así que se le borra―. Ya tuve suficiente de muertes por hoy.

―¡Asthur Wedengraf! ―Somos interrumpidos por la oficial Adara Kyleth―. Debí suponer que estabas detrás de esto. ¿Qué pretendes rompiendo un edificio? Hubo un avistamiento de un demonio, y qué casualidad, estás aquí.

Sonrío, luego giro mi vista a observarla.

―Sigue así y te arrancaré la cabeza ―amenazo.

―Creo que es hora de calmarse. ―El detective detrás de ella también sonríe. No percibo sus emociones, así que calculo que es otro demonio como yo. Se presenta―. Soy Akil Stormville, parte de la ley del infierno, y es cierto que te has estado comportando sin ninguna sutileza. Considera esto como una advertencia. ―Me da una multa.

―¡¡Solo eso!! ―se queja la mujer policía―. Cielos, ¿para qué te traigo?

Alice se aproxima a mi lado y, curiosa, termina preguntando:

―¿Los demonios tienen leyes?

Sonrío otra vez y le aclaro:

―Tienes mucho que aprender, Princesa. ―Rompo el papel y tiro los pedazos―. No me haré cargo de ninguna estupidez, ya vámonos. ―Agarro de la muñeca a Alice, entonces avanzo.

―Te estoy vigilando, Wedengraf ―advierte Adara―. Ya te vas a equivocar y te arrestaré.

Levanto el dedo medio mientras me retiro.

―Eso no fue muy amable de tu parte ―opina Alice―. Y un poco vulgar.

―Prefiero llamarme salvaje ―declaro, sonriente―. Tiene suerte de que no le he cortado la cabeza todavía.

―A mí me parece agradable.

―¿Qué no tienes amigas en el taller de cerámica? ―Enarco una ceja, indignado.

―Sí, pero ellas no saben que existen los demonios.

Sonrío.

―Bien jugado, punto para Alicia en el país de las pesadillas.

Se ríe cuando acoto aquello, entonces yo lo hago también. De algún modo, esto no se siente tan estúpido como pensé que sería. Aunque igual me siento en una fantasía que sé que en cualquier momento, voy a despertar.

Cositas que me gustan de este capítulo: Que Asthur destruya un edificio otra vez, solo por Alice, y la reaparición de Adara. Ella debería ser la jefa de la policía y la amiga de Alice 💖

Saludos, Vivi.

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