6: Recuerdos que son pesadillas (el psiquiátrico)

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Alice

En el pasado.

Forcejeo con los enfermeros, golpeo a uno, le robo la jeringa al otro y al tercero que viene, aproximándose rápido, se la clavo en el cuello. Ante el shock, se queda paralizado, entonces lo empujo y salgo corriendo hacia la ventana. Cuando la atravieso, me cubro la cara, para que los vidrios no me den.

El ojo me titila mientras me oculto de los guardias y mis cortadas sangran, pero sé para qué lugar dirigirme. Es como si una fuerza me impulsara y podría conocer el camino. Una vez evito a un grupo de personas, me escondo detrás de una pared. De repente, escucho al doctor en jefe hablando por teléfono.

―Mil disculpas, Tenorio, se escapó.

―¡¡Encuéntrala!! ―grita tan fuerte del otro lado de la línea, que se escucha hasta el jardín―. ¡¡Es muy importante!!

¿Qué hace Tenorio hablando con mi psiquiatra? Papá es el que se encarga de mi salud. Me resulta algo sospechoso, pero debo largarme. Mi prometido, ya no me importa para nada, desde que me engañó con Andrea. Me arrastro para que nadie me vea, entonces huyo por milésima vez de este tipo de institución.

Actualidad.

Abro los ojos y me encuentro con los de Asthur, los cuales me observan fijamente, así que me sobresalto. Me acomodo para sentarme y dejar de estar acostada en el suelo con aquella manta.

―¡¿Me quieres matar de un susto?! ―le recrimino.

Me observa bastante serio.

―Puedo percibir tus sensaciones. Se ve que no te sentías bien cuando dormías, así que no creo que haya sido mi culpa, quizás fue lo que soñabas. ―Sonríe―. Por lo tanto, no debes culparme.

―Deja de mirarme como un acosador.

Agarra una silla y se sienta con la reja abierta.

―Hablemos ―aclara.

―¿Qué más quieres saber? Ya respondí todas tus preguntas. ¿Acaso no tienes otra cosa que hacer? No te preocupes, limpiaré los desastres.

―Ya acabé todos mis negocios hoy. Dormiste bastante para ser alguien que está secuestrada. Creo que ya estás a gusto.

Al fin admite que me tiene retenida aquí.

Miro el reloj, ya es la tarde, pero no pienso contestar a su provocación. No es como si mi cuerpo fuera muy fuerte para mantenerme despierta. A menos que me llegue la adrenalina como en mi recuerdo, pero ese no es el punto aquí.

―Libérame ―insisto.

―¿Y a dónde irías?

Me estremezco, pues no esperaba esa contestación.

―¿Qué?

―Sí, me dijiste que escapaste de un psiquiátrico ―recuerda―. ¿Vas a volver ahí?

Frunzo el ceño.

―Claro que no, solo quiero viajar, en mi coche.

―Tu coche. ―Se ríe―. El que robaste.

Me sobresalto.

―Yo... ―Presiono los dientes―. ¿Para qué te conté?

―Porque iba a romperte el brazo.

―Ah, sí, eso ―expreso, aburrida―. Me hubieras hecho un favor.

Recordar las múltiples inyecciones es molesto.

―No me respondiste, ¿a dónde irías? ―insiste.

―Como tú no me respondiste qué harías conmigo, yo tampoco voy a decirte que hubiera hecho con mi auto robado.

―Y si no hago nada y solo te miro ―aclara, tranquilo.

―Eso es de locos.

Sonríe.

―Estoy de acuerdo. Además, mirarte me da hambre. Me volveré gordo de tanto probar comida que no me satisface, para olvidar el manjar que tengo en frente. También imagino que si te como, me daría indigestión, después de todo tus células están muertas.

―No me interesan tus investigaciones ni tus conjeturas. No puedo acostumbrarme a vivir encerrada. No lo hice antes, menos ahora.

―Por eso te estoy preguntando, ¿a dónde irías?

―¿Y eso en qué cambia mi estancia en este lugar? ―Enarco una ceja―. Pero bien, si quieres una respuesta, te la daré. Fácil, no hay rumbo.

―¿Ves? Tengo razón, no tienes idea de lo que vas a hacer, así que tu estadía no es un problema.

―¿Te tengo que recordar que me tienes secuestrada? Esto de aquí. ―Nos señalo―. Es en contra de mi voluntad.

―Intentar explicarle la moral a un demonio, debe ser muy difícil ―se burla―. Te recuerdo que esta es mi casa, así que son mis reglas, sea cual sea el contexto. Tienes suerte de que me caes bien.

―Me amenazaste con romperme los brazos, ¿qué les pasa a los que te caen mal?

―No quieres saberlo ―susurra, entonces me agarra un escalofrío.

Suspiro, miro al suelo, luego alzo la vista.

―De acuerdo, juguemos tu juego ―digo, calmada.

Enarca una ceja.

―¿Mi juego?

―Sí, ya he pasado por esto antes, de una forma no tan extraña, sin embargo, lo comprendo, así que estaré de acuerdo. Luego se aburren o lo uso a mi favor, pero lo haré, ya que suplicar no está sirviendo. Aunque a veces funciona, no obstante, eres un demonio, seguro esto es una ilusión de mi cabeza.

―Princesa, esto es muy real, pero...

Se calla cuando me levanto, apoyo mis manos en sus hombros y me aproximo a su boca, decidida.

―Puedes hacer conmigo lo que quieras.

A veces llegan momentos en la vida que tienes solo dos opciones y cuando la elección agresiva, como la de mi sueño, no se consigue, debes usar la más sutil y, quizás dependiendo de la respuesta del receptor, la más desagradable.

Este y el anterior capítulo, me rompen el alma, mi nena está muy rota 💔

Saludos, Vivi.

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