La feria estaba yendo de maravilla, habían varias atracciones  las cuales no dudamos en utilizar, incluyendo la montaña rusa y uno que otro juego de puntería, donde Sairo ganó un oso de peluche gigante haciendo que mi corazón latiera de amor y ternura, Sairo era un chico muy especial, ahora entendía porqué mi hermana se había fijado en él. Las horas seguían pasando y rápidamente se hizo de noche, ambos fuimos a cenar algo delicioso y mientras caminamos hablabamos de diferentes temas de la vida, todo iba colo de rosa, hasta que el celular en mi bolso empezó a sonar, rápidamente lo saqué y contesté.

—¿Papá? —contesté algo preocupada, desde que mi hermana había desaparecido, mi padre se había olvidado de mí por completo.

—¿Dónde estás? —preguntó alterado—. Necesito que te vengas rápidamente para la casa.

—¿Pasó algo malo? —cuestioné mientras me levantaba de la silla.

—T-tu madre... —guardó silencio por unos segundos— tu madre está muerta.

El celular se había resbalado de mis manos incapaz de detenerlo, Sairo rápidamente corrió hacia mí impidiendo que cayera al suelo, me preguntaba cosas que no podía entender, mis oídos no me permitían recibir las palabras de Sairo y eso me frustraba. Salí corriendo olvidando mi celular, el oso y a Sairo, las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos, mi madre estaba muerta y lo peor de todo es que mi padre lo había visto, ahora tendría que hacer algo para que él no abriera la boca.

Pasaron unos minutos y al fin había llegado a mi casa, la puerta estaba semi abierta así que puede entrar fácilmente. Mi padre estaba llorando fuertemente mientras sostenía la cabeza de mi madre con sus mano esangradas, en una pequeña bolsa transparente se encontraba aquel cuchillo con el que había acabado con la vida de aquella mujer que me había rechazado durante los últimos días. Rápidamente me acerqué a mi padre y al cuerpo sin vida de mi madre, mis ojos soltaban lágrimas falsas que funcionaban realmente bien. 

—¡No sé quién fue el imbécil que hizo esto! —exclamó mi padre—, pero juro que vengaré su muerte.

—Tranquilo papá —sollozé—, yo estoy contigo.

—Primeró mi hija, mi princesa y luego... Luego el amor de mi vida —confesó mientras golpeaba el suelo, en ese momento me sentí excluida de los sentimientos de mi padre.

—Papá —susurré atrayendo su atención—, escuché algo en el sótano.

Mi padre cogió un cuchillo que había encima de una mesa y corrió al sótano sin poner en duda mis palabras, salí tras él tomando un bate viejo que correspondía a los juegos de mi padre cuando estaba joven. Mi padre abrió la puerta del sótano el cual estaba en tierra y sin prender la luz empezó a bajar las escaleras lentamente. Cuando estaba a la mitad, tomé el bate y golpeé la cabeza de mi padre haciendo que rodara por las escaleras, todo estaba saliendo tal cual como lo había planeado.